El videoarbitraje no avisó al colegiado para que revisara el derribo de Kessié a Fran Pérez en el área. “No entiendo por qué no lo revisa”, pidió Baraja. Xavi: “Para mí es un duelo. No es penalti”
El Valencia está en plena reconversión para armarse en la batalla por la permanencia y ayer fue capaz de mantener en tensión a un líder que se quedó con diez jugadores sin conseguir que nada pudiera caer de su lado. Ni el equipo fue capaz de aprovechar sus ocasiones, tan pocas como las de su rival, ni Alberola Rojas vio penalti en el derribo de Kessié a Fran Pérez en el minuto 85. Tampoco el VAR le avisó para que revisara el contacto, algo que en el vestuario valencianista no se entendió.
«Me sorprende que no vaya a verlo porque el contacto parece claro», aseguró Rubén Baraja. «Me ha dado la sensación de lo que iba a pitar, porque ha habido contacto. Pero ya nos tocará otra vez», dijo tímidamente Hugo Guillamón. La voz oficial del club fue el director de fútbol, Miguel Ángel Corona. «Si no era penalti se ha inventado un córner porque Kessie no ha tocado el balón. Para eso ha llegado el VAR, para revisar las jugadas. ¿Protestar? Lo que vamos a hacer es seguir compitiendo y estos detalles te van mermando, porque era una ocasión manifiesta de gol».
El Valencia, penúltimo en la clasificación y que vio en esa jugada la posibilidad de sacar algo positivo en el Camp Nou, se queja con la boca pequeña. Aún escuece la dura sanción de cuatro partidos que recibió Gayà por criticar un arbitraje la pasada temporada, única hasta el momento en el fútbol español. Tampoco se olvida que el club tienen en los tribunales a la RFEF por el cambio de formato y de reparto económico de la Supercopa. A la sombra de la sospecha aireada por el caso Negreira se suma la fría relación del club con Rubiales.
En la orilla azulgrana, que vivió una expulsión que reconocen justa de Araujo y una penalti, que el Valencia admite, por manos de Guillamón, la jugada de Kessié no se ve polémica. “Para mí es un duelo y viendo la jugada repetida creo que no es penalti”, aseguró Xavi. Su prioridad era respirar después de un partido complicado al menos a siete puntos del Real Madrid.
No podían aguantarse en el banquillo. Álvaro Morata no quería mirar al campo. Se llevaba las manos a la cabeza, se abrazada con el utillero, lloraba, miraba a su familia... No había manera de contener la tensión mientras llegaba el pitido final. Entonces estalló todo. «Nadie daba un duro por nosotros y lo hemos logrado», decía Le Normand sin poder contener el llanto. «Dijimos desde el principio que éramos un equipazo y no nos creían», decía Nico Williams, que abrió el marcador para avanzar a España en sociedad con su bro Lamine Yamal, que se lo regaló.
El navarro fue el MVP de la final y el catalán el mejor joven del torneo. Olmo la Bota de Oro a pesar de haber rescatado ese remate bajo palos de Inglaterra. Ellos han hecho historia, pero también otros secundarios como Mikel Oyarzabal, a quien buscó Remiro tras el gol al filo del pitido final. Su compañero sabe lo que ha sufrido. «Han sido meses muy difíciles por la lesión, por todo lo que he pasado», explicaba entre lágrimas el donostiarra. Mientras, Gavi saltaba con Lamine y Williams, que se habían marcado otro bailecito. Ambos se han regalado una Eurocopa, la cuarta para España, por su cumpleaños.
Mientras buscaban las camisetas con el 4 de cuatricampeones a la espalda, Morata se preparaba para su momento. Salió del campo el minuto 67, después de vaciarse, como en cada partido, y Luis de la Fuente buscó la frescura de Oyarzabal. Otro acierto del seleccionador. Morata pudo haber jugado sus últimos minutos con la camiseta de España, pero el destino le iba a deparar el mejor premio: recoger la copa del campeón. También fue justo con Rodri, que fue proclamado mejor jugador del campeonato. España era campeona después de masticar el hueso inglés y reponerse de golpes futbolísticos y anímicos.
En una de las últimas jugadas del primer tiempo, Rodri buscó un despeje y arrolló a Laporte. Se temió por la rodilla del central, pero la lesión la sufrió el pivote. Se llevó las manos a los isquios de la pierna izquierda, advirtió a Unai Simón de que no iba a poder seguir y, cuando el colegiado señaló el descanso, encaró el túnel de vestuarios con lágrimas en los ojos y diciéndole a sus familiares que se había roto. Un contratiempo fue perder a la pieza que da equilibrio a España, perseguida por Foden todo el partido. Saltó Zubimendi y, antes de que lo ubicaran los ingleses en el campo, las dudas las solventó Nico Williams. Luego hubo que afrontar el zurdazo de Cole Palmer hasta que apareció la contra que remató Oyarzabal para batir a Pickford. Las lágrimas de Rodri lo decían todo.
El Rey y la Infanta, felices
Si en el césped se sufrió, en el palco también. Presidiendo el partido junto a Alexander Ceferin estuvieron Felipe VI, acompañado de la futbolera Infanta Sofía, y el Príncipe Guillermo, que acudió a Berlín con su hijo George. Las confidencias entre ambos acabaron en cuanto arrancó el partido. Mientras el monarca español ha visto a la selección campeona de Europa dos veces y campeona del Mundo, la Casa de Windsor se tiene que conformar con las imágenes en blanco y negro del Mundial de 1966, cuyo trofeo entregó la fallecida Reina Isabel en Wembley.
«Es un partido muy igualado, estamos dominando el juego, ahora tiene que haber ocasiones y que las aprovechen. Pero tengo fe», confesaba Felipe VI al descanso. Acertó y tanto él como la Infanta Sofía posaron con los campeones.
Stones abatido, ante la piña de los españoles.AFP
Estuvieron en el palco representadas las dos coronas, pero también los jefes de Gobierno. Pedro Sánchez, junto a la ministra Pilar Alegría, compartió un saludo con el recién estrenado Primer Ministro británico, el laborista Keir Starmer, y departió durante con el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Pedro Rocha, como la presidenta de la Federación inglesa Debbie Hewitt, estuvieron en la primera fila, pero esta vez les tocó guardar un discreto segundo plano.
A los poderes fácticos se unieron también los futbolísticos, con muchos quilates. Estaban campeones de la Eurocopa 2008 y 2012, algunos también campeones del Mundo. Estaba Andrés Iniesta, David Villa y Xavi Hernández. Imposible de igualar la calidad en un palco donde los británicos más reconocibles eran Ashley Cole y el galés Gareth Bale. Al partidazo se apuntaron neutrales como Patrick Kluivert o Giorgio Chiellini, encargado de entregar la Copa Henri Delaunay.
Giorgi Mamardashvili salió coreado de Mestalla. La vida sin él bajo el arco que se dibuja para la próxima temporada se antoja más oscura y la grada, empeñada en su protesta contra esta política de empequeñecimiento continuo de Peter Lim, ya la imagina. El Valencia se resguardó tras el guardameta georgiano, una vez más, para proteger un empate ante el Rayo que sabe a muy poco en este final de temporada al que llega agotado. No le alcanzó para doblegar a los voluntariosos vallecanos que, si bien tuvieron claras opciones, se van con medio billete a la salvación sellado. [Narración y estadísticas]
Vive la parroquia valencianista una realidad adelantada a su tiempo, una visión de lo que espera tras otro verano de poda hasta dejar al equipo en los esquejes. Por más que Baraja aplique su magia, ya no hay más en Paterna a lo que mirar y Lim no se va a echar la mano al bolsillo. El valencianismo soñó con Europa, la plantilla lo hizo, pero nadie más.
El despertador lo hizo sonar el Betis y, desde entonces, al Valencia se le atragantan los partidos. Ante el Rayo fue uno más. Se pudo ver por delante en el arranque gracias al error de Mumin, que convirtió un despeje en un tiro ajustado al palo de Dimitrievski, y a un remate de Peter Federico modo de calentamiento, pero no estuvo cómodo. Espeso y precipitado, le costó mandar en el juego y dibujar el ataque ante un Rayo que, lejos de optar por protegerse, estiró el campo todo lo que pudo para evitar que corriera.
Álvaro, Camello y Trejo amenazaban cada salida de balón que sólo es capaz de ejecutar Mosquera con dificultades para encontrar a dos agotados Pepelu y Javi Guerra. El sello de Baraja en este Valencia pasa por la capacidad de sorprender con transiciones rápidas, pero las piernas pesan ya mucho. Con orden, el Rayo las evitaba a la espera de ir creciendo conforme el duelo madurara. Necesitaban los madrileños sumar en Mestalla para no ver al Cádiz pisándole los talones.
El Valencia se encomendaba a Peter Federico. Fue su único y mejor argumento durante muchos, demasiados, momentos. Canós iba y venía de la orilla izquierda a la frontal, desde donde tuvo algún golpeo que acabó en la grada. Pero era el carril del joven dominicano, emparejado con el Pacha Espino, por donde los valencianistas pisaban el área vallecana. Y allí morían.
Con este rival romo, el Rayo encontró sus momentos, muy claros. Probó primero Álvaro a los 20 minutos con un disparo demasiado cruzado que rozó el palo y después Camello con una bella volea de primeras que salvó la milagrosa mano de Mamardashvili. El georgiano volvió a demostrar por qué es un portero que suma puntos.
Ante el susto quisieron espabilar los locales, a los que le pesan tres derrotas que han colocado plomo en sus alas cuando quería volar a Europa, aunque la voluntad no fue suficiente. Hacía falta más que lanzar a Peter Federico, recién llegado a Primera, contra todos y de todas las formas posibles. Primero se coló hasta el lateral del área pequeña y probó con un disparo la habilidad de Dimitrievski, sin reparar en que Hugo Duro esperaba solo en el punto de penalti. Después, al filo del descanso, Javi Guerra lo buscó para que asistiera a Canós en otro disparo que salvó el meta macedonio.
Los dos entrenadores buscaron sacudir el partido tras el descanso. Iñigo Pérez buscó a Isi Palazón y Baraja aumentar la carga en ataque con Yaremchuk. Del ucraniano fue a mejor y más grosera ocasión del partido errando a puerta vacía el remate de un preciso centro de Thierry Correia. Pero su presencia en el campo ya complicó al Rayo, que mandó otra vez a su portero a atajar un cabezazo de Duro en el segundo palo en un saque de falta.
No se sostuvo el empuje valencianista por más que Mestalla lo alentaba.Tuvo que aparecer Mamardashvili. Primero le rebañó a pelota de los pies a Álvaro, después evitó el remate de Camello y tocó con la punta de los dedos otro de Unai López. Quiso dar respuesta Yaremchuk con un testarazo, pero no había fuerzas para más.