Es cuestión de tiempo. O eso al menos asegura Chus Mateo, labrando su nuevo Real Madrid, acoplando a los fichajes y echando de menos (cómo no) a los que se fueron. El Partizan de Obradovic sufrió la versión más parecida de lo que este equipo quiere llegar a ser. Especialmente en la segunda mitad, donde los blancos no extrañaron ni a Tavares. [93-86: Narración y estadísticas]
Porque el gigante, desenfocado, se cargó temprano de faltas. Y Mateo encontró a un tipo empeñado en no dejar pasar las oportunidades. Eli Ndiaye es hoy por hoy el mejor fichaje del Madrid. El africano, que pronto podrá jugar con España, cada vez es más sólido en su baloncesto. Junto a un extraordinario (otra vez) Campazzo fueron demasiado para un Partizan que también es todavía un equipo sin cohesión.
Campazzo había repartido ocho pases de canasta en la primera parte de un partido que, a priori, no iba a disputar por sanción. Pero el perdón (cautelar aún) por su pérdida de papeles hace una semana en Múnich iba a ser la redención -más oportuna todavía tras la lesión de Andrés Feliz, que se marchó de la pista sin poder apoyar su pie derecho- de este Madrid “raro” (Hezonja dixit), en busca de un rumbo y una identidad que todavía tardará semanas en llegar.
De momento, las urgencias van en el ensamblaje colectivo, en una capacidad defensiva que no aparece (más de 90 puntos de promedio encajados en los cinco primeros duelos de la temporada) y en la adaptación de los nuevos. Ante el Partizan, la primera victoria del año en Euroliga y la tercera en total del curso, lo primero siguió sin aparecer demasiado, pero tanto Serge Ibaka como Rathan-Mayes (Feliz se lesionó y Garuba sigue con molestias) mostraron grandes pinceladas de lo que pueden aportar.
El inicio no fue demasiado esperanzador, pese al ímpetu de Ndiaye, una de las mejores noticias de este nuevo Madrid, y el despliegue de Hezonja. El Partizan de Obradovic campaba a sus anchas en el WiZink, anotando con facilidad (seis triples en el primer acto), aprovechando la indolencia en la zaga de Musa.
Pero Campazzo, que no había partido como titular, lo empezó a arreglar todo. Conectó con Deck y desestabilizó al Partizan. Después Ibaka se hizo dueño de la pintura y una canasta del congoleño sobre la bocina dejó al Madrid con ventaja al descanso.
A la vuelta se iba a empañar con la falta de concentración de Tavares, dos faltas más (4) en menos de tres minutos. Fueron momentos de zozobra, de baloncesto sin dueño, de más errores que aciertos. El Partizan, pese a un gran Sterling Brown, no se lo terminaba de creer. Y esas dudas siempre las aprovecha el Facu, que estiró la ventaja con otro puñado de asistencias (una maravillosa por la espalda a Deck) y un triple.
En el inicio del acto final, con Ndiaye de cinco, Llull de base, Musa arreglando sus males anteriores y Rathan-Mayes acertando con su cuarto triple sin fallo, el Madrid demarró (83-66 después de un 15-0) para no pasar más apuros. Carlik Jones lo intentó a la desesperada, pero no encontró más aliados en los de Belgrado, que volvieron a perder en su visita a España, como la semana pasada en Vitoria.