El Madrid va acercándose a la velocidad de crucero necesaria para competir un título tan largo como la Liga. Ante el Alavés arrancó con intensidad y efectividad y puso tierra de por medio demasiado pronto para los vitorianos. Lucas y Mbappé marcaron en la primera parte y Rodrygo pareció sentenciar tras el descanso, pero Benavidez y Kike recortaron en el tramo final y los visitantes pudieron empatar. Un susto con final feliz para Chamartín.
Ancelotti no entiende de rotaciones, al menos de momento. Ante el Alavés, en su partido 300 como entrenador del conjunto blanco, le dio igual el derbi del domingo en el Metropolitano, la acumulación de partidos en este inicio de curso e incluso la alineación del cuadro vitoriano, llena de habituales suplentes. Carletto quiere química entre sus estrellas y la quiere ya. Y el Bernabéu, que ya había visto brotes verdes el sábado contra el Espanyol, disfrutó con la mejor primera parte de la temporada.
Sin tiempo para sentarse en sus asientos, la grada coreó el 1-0 de Lucas Vázquez, única novedad del once en lugar del tocado Carvajal, a los 54 segundos. Sin parpadear. Un cambio de sentido de Fede Valverde encontró la carrera de Vinicius en el lado izquierdo y el brasileño se inventó el tanto. Superó a Mouriño, alcanzó la línea de fondo y entregó atrás para que el gallego batiera a Sivera.
Así de fácil logró el Madrid lo que en tantos otros partidos le había costado: abrir la lata. Fue el segundo gol anotado en la primera parte esta campaña después del marcado ante el Mallorca. Algo que ya había avisado Ancelotti en su última rueda de prensa. Lección aprendida.
El gol relajó los ánimos de Chamartín, que temía por otro partido espeso de los suyos hasta el tramo final. Los locales dominaron la posesión a su antojo y se limitaron a esperar los espacios que dejaba el Alavés cuando le costaba llegar a la marca. Militao, normalmente central derecho, se ubicó en la zona izquierda, con Rüdiger en la derecha y Valverde como interior diestro. Así encontró Ancelotti dos salidas en largo por ambos lados.
En el centro, Bellingham fue el timón del equipo. Fluyó entre líneas, cayendo a la base para construir o apretando los desmarques a la espalda de la defensa visitante, pero sus movimientos crearon mucho hueco para sus compañeros. Vinicius, por ejemplo, se movió por todo el frente del ataque, alejándose más de la banda y mezclando con Mbappé y Rodrygo. Todo tenía sentido en el Madrid. Por fin.
En el 21, la galaxia madridista avisó de nuevo al Alavés. Entre Bellingham, Vinicius y Mbappé combinaron diferentes paredes y desmarques para dejar solo al galo ante Sivera. Marcó, pero fue anulado por fuera de juego. Acertó el colegiado Muñiz Ruiz, que después fue abucheado por la grada tras sacar una amarilla a Vinicius. El brasileño sufrió una dura entrada al tobillo en la línea de fondo que el árbitro no castigó con falta, provocando las protestas del delantero madridista, que se dirigió a la grada y aireó los brazos pidiendo apoyo. El gesto no gustó al colegiado, que le castigó con amarilla, la segunda consecutiva para el brasileño, que ya vio una contra el Espanyol, también por protestar.
El ambiente se caldeó contra el árbitro, que ya había sacado una tarjeta por protestar a Valverde al inicio del duelo. Además, no castigó con amarilla una falta de Mouriño sobre Rodrygo en la siguiente jugada y el público se lo recriminó todavía más.
En el 40, la ira se convirtió en festejo con el gol de Mbappé, un golazo. El francés recibió entre líneas, dejó el balón a Bellingham de tacón, buscó el espacio por el centro de la zaga rival, recibió del inglés, recortó a su par y definió el 2-0.
El tanto de Rodrygo, en una buena arrancada nada más volver del descanso, pareció sentenciar el duelo, pero el Alavés se acercó en el tramo final con dos goles de Benavidez y Kike mientras el Madrid pensaba en el derbi. Los blancos, con el público y Ancelotti muy enfadados con el árbitro, terminaron sosteniendo la victoria después de varios ataques peligrosos de su rival. El domingo, derbi en el Metropolitano.