Sólo existe en el mundo un equipo como el Real Madrid. Nadie es capaz de lograr el cielo de las semifinales, con serena paciencia, con el culo apostado en la raya de la portería. Resistir y resistir y en el subterfugio de los penaltis cargarse al que se creía que era el mejor del mundo.
Estoy feliz de que me haya equivocado en el pronóstico, porque a veces se me olvida el invencible Real Madrid en la Champions. Es como si quisieras atrapar a un mi
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Era una de esas noches de Champions. De las de antes. Se olía a historia en el césped e historia había que hacer. Era un momento de épica, de las grandes gestas rojiblancas en Europa. Simeone estaba ansioso, nervioso, con miedo, pero también esperanzado. Para ello eligió guerreros, para una batalla, para derribar el muro de Dortmund. Pero el ejército tenía los pies de barro. Los rojiblancos se hundieron ante la atmósfera alemana. Y el sueño de Champions se esfumó tras el Muro amarillo. Se estrelló, mejor dicho. [Narración y estadísticas (4-2)]
Hubo mérito en lo que aguantó el equipo en los primeros minutos. Pero el Muro se echaba encima de su equipo y este empujaba hacia la portería de Oblak. Solo Morata encontró una grieta pero su cabalgada resultó infructuosa. De esa ocasión se acordaría el delantero y también su equipo. En Champions hay cosas que no se pueden perdonar.
Terzic se fijó en quien hizo daño en la ida a los rojiblancos y sacó a Brandt de inicio para jugar entre líneas y lo cierto es que se notó la presencia del mediapunta alemán. Su tamaño ayudaba al equipo por alto y su calidad permitía filtrar pases a los veloces extremos amarillos.
La línea en tres cuartos
Los primeros 15 minutos fueron sin freno. Malo para el Atlético que partía con ventaja en la eliminatoria, exigua, sí, pero ventaja. Sabían los alemanes que los rojiblancos tenían a sus gacelas en el banquillo o sancionadas y aprovechaban para poner la línea de defensa, en ocasiones, en tres cuartos de campo.
Tardó media hora el Atlético en aplacar los ánimos amarillos y le costó una amarilla y varias ocasiones en contra. Pero mantener la portería a cero en la primera media hora era un tesoro, como bien explicó Witsel, ex jugador del Borussia y hoy en las filas rojiblancas en la previa. No pudo aguantarla mucho más. El empuje era tal que Brandt acabó perforando la portería de Oblak tras una gran jugada individual ante Witsel. Eliminatoria empatada y los duelos, esos a los que tanta importancia da Simeone, caían todos del lado alemán.
El gol hizo crecer aún más a los alemanes y desordenó a los rojiblancos. Volvía el tembleque de los primeros minutos y los amarillos olieron la sangre por el carril derecho rojiblanco. De nuevo una jugada con Molina fuera de sitio encontró a Maatsen en el pico del área pequeña solo y con el balón controlado. Tiro cruzado al palo largo y, ahora sí, tocaba remar a los de fuera.
El Atlético era un equipo muy largo, con los del medio muy separados de la defensa, lo que facilitaba al Borussia salir en largo desde Kobel y aprovechar segundas jugadas. Lo mejor de los primeros 45 minutos para los rojiblancos fue el pitido final de los primeros 45 minutos. Un sonido que permite hacer borrón y cuenta nueva. Lo necesitaba el equipo. También un meneo y se lo dio el Cholo al descanso. Riquelme, Barrios y Correa al campo por Azpilicueta, Molina y Morata. El argentino salió extramotivado con dos ocasiones en apenas tres minutos. Una de ellas terminó en el córner que empataba la eliminatoria. Fue un gol en propia tras un remate de Hermoso, pero vale igual.
A partir de ahí, el partido fue un toma y daca con ocasiones para cada conjunto. Brandt y Correa, de nuevo, amenazaron pero no acertaron. El partido estaba en un alambre, pero al Atlético esta temporada el funambulismo se le da mejor en su estadio. Menos al menudo delantero argentino, cuya intermitencia a veces exaspera y otras alegra. No se le puede negar nunca la inteligencia callejera al 10 del Atlético, el aparecer en espacios reducidos y en sacar punterazos donde otros necesitan armar la pierna. Eso, más o menos, es lo que pasó. De un barullo en el área en el que los defensas alemanes fueron incapaces de dar un pelotazo, la recogió el ángel rojiblanco para empatar el partido.
Alegría efímera
Poco duraría la alegría a los españoles porque Füllkrug, con un precioso cabezazo de estos académicos girando el cuello, puso un centro de Brandt en la escuadra de Oblak. Y dos minutos después, Sabitzer con un disparo desde fuera del área remontó, de nuevo, la eliminatoria para los de casa.
En los últimos minutos fue Oblak el que mantuvo vivo al Atlético con dos paradas monumentales. Una tras un mano a mano con Füllkrug y otra a un disparo de fuera del área de Sabitzer. Pero el esloveno fue el único que quiso o quizás el único que pudo. El resto se estrelló contra el Muro amarillo.
Un golpe al principio, otro al final y en medio 92 minutos de pura resistencia. El Borussia Dortmund se cuela entre los ocho mejores equipos de la Champions con un ejercicio de supervivencia ante un PSV Eindhoven que lo dominó pero cayó víctima de su falta de acierto. [Narración y estadísticas:2-0]
El Dortmund se lanzó al partido con ansia de resolverlo cuanto antes, la misma que mostró Jadon Sancho por vestirse la camiseta de hijo pródigo que devuelve a los alemanes a los cuartos de final. No dejaron ni colocarse a un PSV que pareció totalmente desbordado, sin saber por dónde le iban a llegar los golpes ni cómo pararlos. La presión, la de los jugadores de Peter Bosz y la del Muro amarillo del Wetsfalia -que protestó contra la "codicia" de la UEFA-, les encerró en el área durante más de media hora. Avisó de lo que se les venía encima Maatsen, el lateral descarado que primero probó al meta neerlandés y que acabó provocando una jugada de rechazos encadenados a la que puso fin Sancho. Bajó la pelota al tierra, se fabricó el hueco y colocó el disparo entre los defensas neerlandeses sin que Benítez pudiera evitarlo.
Aquel joven talento que salió hace dos temporadas hacia el Manchester United para estrellarse en la Premier ha renacido con la vuelta a casa y quiere ser protagonista justo cuando las temporadas se deciden. Habían pasado sólo tres minutos y los alemanes ya habían deshecho la igualada y parecía que habían aprendido de lo ocurrido en Eindhoven, donde vieron cómo llegó el empate por culpa de un penalti. Ahora que tenían al PSV contra las cuerdas, tenían que rematarle.
Al papel de verdugo se sumó un ex, Malen, quebradero de cabeza por su velocidad en la banda y su disparo. Asistió a Füllkrug, que no acertó a rematar, y provocó que Benítez tuviera que encadenar dos paradas consecutivas al cazar la pelota que escupió a disparo de Brandt para volver a engatillar. No encontraba el PSV la forma de frenar lo que parecía un vendaval. Sin embargo, a la media hora la efervescencia alemana fue decayendo. Entonces se activó Dest por la izquierda, apoyado en Tillman y buscando Luuk de Jong, hasta entonces tan desaparecido como Bakayoco. Poco a poco se fue acercando al área mientras el Dortmund seguía cargando teniendo el peligro en la botas de Malen.
Eso no cambió en la segunda mitad, en la que Edic Terzic buscó a Hirving Lozano para generar más problemas y engrasar la manera en que el PSV inquietaba. Se lo tomó al pie de la letra el mexicano, que probó a Kobel con un latigazo en la primera jugada. El duelo había perdido tensión y eran los neerlandeses los que tenían el control y el peligro sin que el conjunto alemán lograra volver ser el impulsivo equipo que comenzó el partido. Fueron minutos en los que su guardameta Kobel se vio forzado a aparecer demasiado. Salvó un durísimo remate de Teze y cualquier pelota que fuera teledirigida a la cabeza de Luuk de Jong y hasta metió una mano magistral en un centro chut de Bakayoko después de sentar a Hummels. No tenía un minuto que perder el PSV mientras los nervios atenazaban a los alemanes.
Lesión, gol anulado y alivio en el añadido
Tenían el pase en el bolsillo, pero con una ventaja demasiado corta para un equipo que siempre coquetea con la desgracia. La primera fue la lesión de Sancho y la segunda el gol anulado a Füllkrug. No, la noche aún no permitía el suspiro de alivio. Lo pudo cortar De Jong si no hubiera enviado la pelota por encima del larguero cuando encaraba a Kobe. Pero lo provocó el veterano Marco Reus, en el añadido cerrando el pase a cuartos y exorcizando los fantasmas del Westfalia.
El Madrid no debió nunca empatar en Múnich. Porque es mucho más brillante que el Bayern, pero siempre arrastra el hándicap de la falta de valentía de Ancelotti. Hasta el punto que, de no aparecer Vinicius hubiera perdido por dos goles. Que hubiera sido ignominioso.
No puede aparecer el Madrid ante un decisivo partido acobardado. El inició pudo ser una tragedia madridista. El flojo Bayern pudo meter al Madrid dos o tres goles en un suspiro.
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