El irregular rendimiento del brasileño, por quien se pagaron unos 65 millones, incrementa las dudas sobre su futuro. La lesión de Dembélé pondrá el foco sobre su incidencia.
Habita la dicotomía en Raphinha (Porto Alegre, Brasil, 1996). En Montilivi, donde cayó Dembélé, y donde el Barcelona más prosaico reincidió en el triunfo por un pelo, el extremo brasileño profundizó en sus contradicciones. Se enredó, se resbaló, perdió balones (hasta 24), salió airoso en un regate (fue el único que intentó), pero también robó el balón en un rincón que desembocó en el gol de la victoria.
«Es que quizá el problema con Raphinha sean las expectativas, pero hay que darle tiempo para que se asiente. Es un futbolista que sabemos que quiere triunfar aquí y que se está esforzando mucho por conseguirlo», admiten desde uno de los despachos del Camp Nou.
Aunque también hay quien barrunta en la entidad de que lo suyo no solo es cuestión de tiempo; y que el próximo verano, con el Barcelona atrapado en el laberinto del fair play de LaLiga -debería reducir entre 150 y 200 millones de euros su masa salarial-, habrá que analizar en profundidad no solo el rendimiento del atacante, sino también la necesidad. El Barcelona, que ha sido incapaz de formalizar aún la ficha del primer equipo de Gavi -«son cuestiones técnicas sin demasiada importancia», según el director de fútbol Mateu Alemany-, perderá unos 100 millones de euros de ingresos en su traslado al estadio olímpico de Montjuïc por las obras en el Camp Nou.
Apreciado en el vestuario
El alto precio por el que el club azulgrana acordó el pasado verano con el Leeds el fichaje de Raphinha pese a la continuidad de Dembélé -alrededor de 58 millones de euros más otros siete en variables, sin que se revelaran nunca las comisiones pagadas a Deco, su representante-, y la elevada amortización pendiente por un contrato hasta 2027 dificultan sobremanera una operación de venta provechosa. La dirección deportiva del Barcelona, eso sí, siempre podría tratar de corresponder a Xavi Hernández -técnico que asume más que decide- reclutando al belga Yannick Carrasco, por quien los dirigentes azulgrana pactaron una sorprendente opción de compra inferior a 20 millones de euros en la operación de venta de Memphis Depay al Atlético.
Raphinha es un jugador apreciado en un vestuario que valora su porte tranquilo, mientras encara la recta final del embarazo de su pareja. Muestra además, tanto en los entrenamientos como en los partidos, un sacrificio defensivo moldeado en los tiempos en que Marcelo Bielsa le hizo entender que lo individual debía someterse a lo colectivo.
Pero al extremo, que vivió un decepcionante Mundial con Brasil pese a la confianza brindada por Tite, le espera un duro examen ahora que a Dembélé le aguardan al menos cinco semanas en la enfermería. Tiempo en que el Barcelona, más allá de reafirmarse en la Liga y de soñar con el regreso a una final de Copa, tendrá que salvar la eliminatoria de la Europa League frente al Manchester United. Una reválida por la que también tendrá que pasar Ferran Torres, otro de los futbolistas puestos en duda.
Cuestionado en la Champions
Tuvo siempre claro Raphinha que donde mejor puede rendir es en el extremo derecho, allí donde Dembélé había insinuado un futuro esplendoroso, aunque otra vez interrumpido. Tanto Raphinha como Dembélé han sumado esta temporada el mismo número de asistencias -siete, aunque habiendo jugado el brasileño 518 minutos menos-.
En cuanto a los goles, eso sí, el francés ha marcado el doble (ocho por los cuatro del ex atacante del Leeds), Raphinha, de hecho, sólo ha podido anotar dos tantos en la Liga (Sevilla y Osasuna) y otros dos en la Copa del Rey (Intercity y Ceuta). En la Champions, por contra, no vio puerta y su papel fue cuestionado en los derrumbes ante Inter y Bayern.
Aunque poco se le puede enseñar a Raphinha sobre las dificultades de la vida cuando él mismo creció entre los residuos del barrio de Restringa, lugar donde a mediados de la década de los 60 fueron deportadas las familias más humildes de Porto Alegre. Para que no estorbaran.