Gritaba Mario Bruno Fernández, mano derecha de Juan Carlos Navarro en la dirección deportiva del Barça, por las entrañas del Martín Carpena al acabar la final. «¡Esto no se puede aguantar! No puede ser es que el árbitro haya arbitrado para el micrófono y no para el partido». Se dirigía hacia miembros de comunicación de la Liga Endesa, hacia los que deslizaba acusaciones sobre las designaciones de los colegiados o, incluso, sobre Amaya Valdemoro, habitual comentarista de Movistar que no estuvo presente en la Copa.
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La derrota, precipitada en un último cuarto que el Real Madrid elevó evidentemente el listón, dolió demasiado en la expedición azulgrana. El incendio estaba desatado. Criticaban en zona mixta Alex Abrines o Nico Laprovittola. «Mereces también que te respeten. No hubo criterio sobre la lucha y nuestro querer estar en el partido», pronunciaba el base. Y elevaba la bronca Roger Grimau en la sala de prensa, siempre tan calmado, enfadadísimo con los árbitros -entre ellos, un madrileño, Rafael Serrano y un catalán, Arnau Padrós– culpables de todos los males, de una derrota que escoció y traerá cola. «En tres minutos nos expulsan uno de nuestros mejores jugadores (Vesely). Luego seguro que miran las faltas, el frame a frame, pero el criterio no sé si es el mismo, hay jugadores en el otro equipo que juegan 34 minutos y hacen tres faltas (en referencia a Campazzo). Me encanta cómo juega, la intensidad que tiene y cómo aprieta, pero…», protestó, admitiendo que en la técnica a Willy Hernángomez escuchó que uno de los colegiados le decía: «Esto no es la NBA chaval».
“Ellos nos han apretado, al nivel que les han permitido. Chapeau para ellos, no me estoy metiendo con el Real Madrid. Quizá tenemos que aprender o jugar diferente, empezando por mí”, continuó el entrenador azulgrana tras su primera final copera. “Ya sé lo que va a salir de esta rueda de prensa. Es una gota que colma el vaso. Ya lo vamos notando desde dentro. Ha habido momentos en el que nos hemos podido meter en el partido y no hemos podido (por los árbitros)”, siguió con las quejas.
Mientras, el vestuario del Real Madrid era una fiesta. Niños sobre el parquet y alegría en el vestuario, donde Florentino Pérez repartía abrazos y arengas. Campazzo no quiso responder a su colega Laprovittola, tampoco Chus Mateo a Grimau. Sí que hubo elogios para sus chicos, para ese «MVP compartido» que hasta reconoció el Facu, cuatro años después, otra vez rey en el Carpena. El nombre propio más repetido era, sin duda, el de Vincent Poirier.
“Se quieren mucho”
El francés, pleno toda la Copa, firmó la perfección. «Lleva muchos años trabajando y peleando detrás de un gigante que es absolutamente determinante, un factor diferencial (Tavares) que queremos tener con nosotros mucho tiempo. En la sombra, con paciencia, con un compañero al que adora… se quieren muchísimo. Su momento ha sido este», proclamaba orgulloso Mateo, quien reconoció que bromeó con su staff (todos presentes en la sala de prensa) sobre a cual de sus pupilos iban a dar el MVP: «Me siento orgulloso».
Poirier, antes fiero, jugueteaba con su niña en la cancha después. Resultó fundamental en la reconquista blanca, anotando 17 puntos sin fallo (32 de valoración). Una marca, siete tiros sin fallo, sin precedente en una final copera. Hasta la fecha, lo más parecido era el seis de seis de Juanma López Iturriaga en 1985 y Edy Tavares en la de 2020. Además, el galo, ex del Baskonia, no erró ningún tiro libre (3/3), no perdió ningún balón, atrapó ocho rebotes (varios ofensivos clave en la hora de la verdad), recuperó tres balones y puso dos de su habituales tapones. En los tres partidos de Copa, todavía mejor:12 de 12, incluyendo un triple en semifinales.