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Atlético de Madrid- Alavés (2-1)
El conjunto rojiblanco iguala la racha de 14 victorias seguidas en casa que consiguió Simeone entre 2012 y 2013
Era un partido para la historia, para dejar de añorar al Calderón y convertir al Metropolitano en la casa del Atlético de manera categórica y a su entrenador, en un símbolo. 14 victorias seguidas como local, 450 partidos de Simeone en el banquillo. Casi nada. El Alavés no quiso arruinar la fiesta rojiblanca y apenas inquietó.
La noche comenzaba inclemente. Con una lluvia intermitente y un viento que recordaban otros tiempos a la orilla del Manzanares. El Atlético, avisado tras el empate en Glasgow y tras varias remontadas por sus fríos arranques, decidió calentarse desde el minuto 0 de partido, no desde el primero, desde el cero. Una actitud del gusto del técnico en su noche de récords.
En esta cita histórica, 12 gladiadores querían agradar al Cholo. Decimos 12 porque Samu tenía la oportunidad de demostrarle que tenía hueco el año que viene, algo que ya hizo como delantero del Granada en la primera cita de la temporada. Poco pudo hacer esta vez, bien controlado por los centrales rojiblancos y desasistido por sus compañeros.
Otro que quería reivindicarse, especialmente con la baja de Lino, era Riquelme. El canterano rojiblanco, buscaba aprovechar el flojo partido de Galán en Glasgow y dar que pensar a su entrenador en el carril izquierdo. Su banda, en la primera parte del encuentro, era una auténtica autopista y no por demérito de Gorosabel sino por el buen hacer del 25. Sus compañeros lo sabían y Koke y Griezmann, los metrónomos rojiblancos, incidieron mucho en su posición. Tanto que, en un centro del francés que Riquelme recogió en el segundo palo, decidió hacer un recorte en una baldosa para eliminar a Gorosabel y meter el primer gol con un punterazo de fútbol sala.
El Atlético era la gota malaya para la portería de Sivera. Esa que no para de caer hasta que realiza el daño buscado. Morata culminó la tortura del primer tiempo tras recoger un despeje y recortar a Sadler con algo de fortuna. El balón se le quedó en los pies después del regate y, con la izquierda, la pegó a la escuadra.
El Alavés no compareció en el Metropolitano en la primera parte. El conjunto de Luis García Plaza decidió facilitarle la fiesta al Atlético y a Simeone. Cuestión de respeto entre entrenadores, vaya usted a saber, o de pasado rojiblanco (el entrenador jugó en el Atlético B). Apenas un centro chut de Gorosabel, el perejil de todas las salsas en el Metropolitano, fue el único momento de peligro de los babazorros.
Intento inerme
García Plaza, quizás arrepentido por una primera parte con tantos espacios para el Atlético, decidió pasar tras el descanso a defensa de cinco con la salida de Javi López para intentar cambiar el partido. Fue un intento tímido, el Atlético no estaba para sobresaltos. Los segundos 45 minutos fueron sosos, con más posibilidades del tercero del Atlético que del primero del Alavés.
Y pudo llegar si Muñiz Ruiz no para una acción entre Llorente y Duarte por manotazo del rojiblanco. Luego la tuvieron Molina y Riquelme. Sin embargo, como esto es fútbol, el Alavés decidió poner algo de picante al final del partido con un gol en el descuento de Guevara. Maquillaje. El Atlético, en su noche de récords, duerme tercero en liga tras adelantar al FC Barcelona.