Copa del Rey
Valencia 1 Athletic 3
Vence cómodamente con goles de Muniain, Nico y Vesga, de penalti, ante un rival que no tiró a puerta. Pañolada en Mestalla contra Peter Lim
Los huesos de este Valencia no aguantan su propio peso. Empequeñecido año a año, débil y ansioso, se agarra a una épica imposible para intentar encontrar un instante de felicidad entre el lodo que empieza a cubrirle los pies. Eso era la Copa del Rey, un oasis que se presentaba como la baza para recuperar una fortaleza que el Athletic destrozó en un par de zarpazos y sin demasiado esfuerzo. Su paso por Mestalla, incendiado en la grada pero tan tibio en el campo que no disparó a puerta, fue inesperadamente plácido.
No hay sabiduría ni experiencia en el equipo de Gattuso, arrastrado por una corriente negativa que hace que pese la camiseta, nubla la espontaneidad y vuelve la pelota de plomo. El italiano no consigue que sepan qué hacer cuando la tiene en los pies. Empeñado en buscar soluciones, volvió a sus trivote en el centro del campo, renunciando a los atisbos de talento de Almeida para encontrar huecos y prefiriendo dar músculo a la sala de máquina. No le sirvió de nada.
Valverde, que también se enfajó para no sufrir, solo tuvo que esperar. Mientras el Valencia reculaba y reculaba hasta Mamardashvili sin encontrar cómo romper sus líneas, los Williams y Berenguer se relamían. Al equipo más recuperador en campo contrario le estaban invitando a pasar hasta la cocina. Además, a los locales, empujados por un público incombustible, se le apagaban las luces nada más cruzar la medular. Cavani deambulaba por el ataque mendigando un pase, Gayà recorría solo la banda pidiendo la pelota sin que nadie le viera, Lino no alzaba la cabeza… no asustaban a Agirrezabala.
El partido se rompió acercándose al descanso. Un centro de Ander Herrera lo bajó Williams en el área y se la dejó en la frontal chica a Muniain para que embocara a gol. Las camisetas rojiblancas en el área iban a una velocidad muy distinta a las blancas. Otra vez la falta de contundencia salía muy cara. Pura fragilidad endémica. Se encorajinó el Valencia y pareció que se iba a ir al vestuario con el marcador igualado cuando Diakhaby se convirtió en extremo, dribló a Yeray y su tenso centro lo envió De Marcos al fondo de la portería.
Pero no fue así. La falta de contundencia de Foulquier la detectó Berenguer, buscó a Iñaki al borde del área pequeña y se la regaló a Nico para que volviera a poner en ventaja al Athletic. No les había dado tiempo a temblar.
Valentía insuficiente
Al Valencia le obligaron a aceptar que tenía que ser valiente. Gattuso miró al banquillo y rescató a Almeida para que construyera, a Hugo Duro para que incomodara y la electricidad del joven Fran Pérez.
Buscó a un Athletic que, aun así, no se sintió incómodo y hasta vio cómo un disparo desde la frontal de Muniain rozó el larguero valencianista. Los problemas con el gol de los bilbaínos se arreglaron en Mestalla hasta de penalti, que no desaprovechó Vesga después de que el VAR avisara de un pisotón de Cenk a Nico. A Valverde le dio hasta manejar su banquillo y amarrar la semifinal con Sancet y Dani García y hasta Raúl García. Lo que no vio el extremeño es que los muertos nunca resucitan. Sí lo tiene presente Mestalla, que despidió con pañolada a sus jugadores y con gritos ‘Peter vete ya’ al palco.