El alero del Zunder Palencia, capitán y héroe del ascenso, es hijo de José Ortega Chumilla, peso pesado olímpico. “Mi padre me ha inculcado los valores del boxeo”
El recuerdo del padre subido al ring es imperecedero. «Yo tendría cinco o seis años, fue la única vez que le vi en directo. Era un combate de exhibición y no se me olvida un detalle tonto: los pantalones le debían quedar grandes y estaba todo el tiempo intentando que no se le cayeran», revive Chumi Ortega (Yecla, 1997), desde este fin de semana, jugador de pleno derecho de la Liga Endesa. Su historia, ya de por sí destacable, la de un tipo hecho a sí mismo, héroe del ascenso a ACB del Zunder Palencia este verano, contiene uno de esos vínculos paterno-filiales tan peculiares. Su padre, José Ortega Chumilla, fue peso pesado, el Tigre de Yecla, seis veces campeón de España y olímpico en los Juegos de Seúl 88 y Barcelona 92.
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Del cuadrilátero a la canasta, una familia de valores. A Chumi (José Francisco), que hereda apodo del segundo apellido paterno, nunca le llamaron los golpes. A él le tiraba el fútbol, pero fue el empujón paterno el que le llevó a las canchas. «Me avisó de que habían hecho un club en el pueblo, y que, como parecía que iba a ser alto, que probara. Hice fútbol y baloncesto a la vez, pero pronto me enamoró la canasta. Desde el principio se me dio bien, tenía maneras», cuenta a EL MUNDO quien el sábado se reestrenó en la máxima categoría (18 minutos, seis puntos y siete rebotes en la derrota del Palencia en la visita al Monbus Obradoiro), pues ya había debutado como canterano del UCAM Murcia a los 19, nueve partidos, «minutos de basura».
Hasta hollar la cima, Ortega – «un jugador intenso, carismático, de intangibles y trabajo sucio», se autodefine- le tocó, como a tantos nacionales sin oportunidades, dar pasos atrás. LEB Plata en Albacete y Alicante y dos temporadas en Oro con el Palencia, hasta convertirse en ídolo local, capitán y MVP del histórico ascenso de los castellanos este verano, el día que dejó de ser el del ‘trabajo sucio’ para convertirse en la estrella del equipo de Pedro Rivero. «Ha sido un camino largo. Pero esta oportunidad no la voy a desaprovechar». Le hizo 32 puntos con un solo fallo en el tiro en el derbi al San Pablo Burgos, durante el partido definitivo por el ascenso: «Ese día estaba tocado con una varita mágica. Me salió todo».
«La ilusión que veo en la gente, con aficionados haciendo noches en las taquillas para conseguir abonos. Como si fuéramos los Beatles…”, bromea Chumi sobre la primera vez del club en la Liga Endesa. El murciano rechaza la palabra «permanencia» y avisa: «Vamos a dar mucha guerra».
El hijo del boxeador desmonta tópicos fuera de las canchas. En el vestuario del Zunder Palencia le conocen como ‘el de los libros’. Acaba de terminar la carrera de Psicología por la UCAM y va a empezar, también a distancia, la segunda, Relaciones Laborales. «Mi futuro pasa por algo relacionado con el trato con personas y el mundo de la empresa». «Y también estoy con el inglés, el año pasado me saqué el B2 y este voy a por el C1. Quiero formarme, después del deporte hay una vida y quiero estar preparado», añade, quien encuentra en la lectura un rincón donde «limpiar la mente y no pensar todo el rato en el baloncesto».
Licenciado en Psicología
Del boxeo, que practica en verano en el gimnasio donde su padre sigue formando a jóvenes púgiles, Chumi también extrae lecciones, aunque a él lo de ‘pegarse’, «en la cancha». Su padre, también bombero jubilado, y que hace poco volvió a combatir en los Juegos Europeos de policías y bomberos, le habló de sus competiciones, de sus victorias y sus derrotas, vídeos en VHS de ese deporte donde es preferible «dar que recibir», como pronunció Mike Tyson. «Pero, sobre todo, me intentó inculcar lo que él ha aprendido, los valores, la competitividad, las ganas de luchar, el deseo de hacer lo que te gusta. El respeto por los demás, el compromiso y la constancia en el trabajo. Todo eso es lo que me ha hecho llegar hasta donde estoy, sin prisa pero sin pausa», detalla.
A Chumi, y a la vista está, también los guantes le ayudan físicamente -«piensas que estás en forma hasta que te pones a boxear»-, pero es en la mente donde reside la clave. Y él sabe de lo que habla, y no sólo porque sea licenciado en Psicología. «Cuando jugaba en Alicante estuve a punto de dejar el baloncesto, tuve un bajón a nivel mental». Se recuperó gracias a Rocío, una psicólóga de Alicante que le ayudó con sus nubes negras. «Es algo que se debe tratar y cuidar a diario. Lo que ha hecho Ricky Rubio es un ejemplo de humildad. Se debe respetar. Parece que si vas al psicólogo alguien va a pensar cosas raras de ti. Aún no está normalizado», reflexiona el hijo del boxeador.