Real Madrid 98 Partizan 94
Los tres veteranos del Madrid protagonizaron una noche inolvidable para acabar con el Partizan. “El Madrid tiene mucho carácter”, se rindió Obradovic
Bien podría haber sido una estampa de hace una década, de aquellas conquistas en la plenitud, de blanco o de rojo selección, de un trío que, quien lo hubiera dicho, tenía todavía guardado bajo la manga otra noche más de épica. La foto del tuit con el que Luka Doncic se rendía a sus maestros. El penúltimo baile de Rudy, Llull y el Chacho, vitrinas llenas de éxitos pero el hambre de los que jamás se sacian. Ellos creyeron cuando todo estaba perdido y a su sabiduría se subió el Wizink para estar donde al Real Madrid se le presupone, en la novena Final Four de las últimas 12: en el Zalgirio Arena de Kaunas, tierra de Sabonis, buscará la Undécima.
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Florentino Pérez sonreía en las entrañas del Palacio tras visitar un vestuario eufórico. Chus Mateo, que ha padecido el sufrimiento de quien empieza su obra con todo en contra, se hizo acompañar en la sala de prensa por sus tres asistentes. “Aquí, aquí, en primera fila”, les ordenaba a Lolo Calin, Paco Redondo y Guillermo Frutos. El rostro del técnico blanco era de puro alivio, su elocuencia la de quien, al fin, alcanza la felicidad. Comenzó su discurso con tres frases demoledoras: “El deporte no tiene a veces explicaciones lógicas. El corazón hace que las cosas imposibles sean posibles. Los jugadores nos dan lecciones cada día”.
Un rato antes, el WiZink gritaba “¡Chacho, Chacho!”. Como en aquellas semifinales de 2012 ante el Baskonia en el que base canario despegó para nunca más ser terrenal. En Belgrado había protagonizado la resurrección del Madrid, líder en lo anímico con aquella arenga en el tercero cuando todo estaba tan perdido como anoche, como en la pista en el cuarto. Lo que quizá ni él mismo esperaba era ese estallido de baloncesto, los triples, las penetraciones, las asistencias… No había anotado 19 puntos en toda la temporada. Cuando entró en pista en el tercer cuarto, a falta de 13:22 para el final, el Madrid se tambaleaba 16 abajo (56-72). Rápido una asistencia, un triple… Un asidero para el acto final, el que siguió con uno de los mayores recitales de su carrera.
Pero en ese éxtasis nada hubiera sido posible para el Real Madrid si el Chacho no hubiera encontrado cómplices. Y, con Tavares lastrado por las faltas (aún así acabó con 12 puntos y siete rebotes), quien mejor que sus viejos compinches. Además de Dzanan Musa, que acabó con 20 puntos, Sergio Llull y Rudy Fernández reverdecieron laureles para una de esas noches de rock and roll que tanto les gustan. “Son los que guían y le transmiten a los jóvenes cómo funciona esto. Chacho ha estado brutal en ataque, Llull ha defendido a Punter como nadie, ha terminado comiéndoselo. Y Rudy ha estado soberbio en las lecturas defensivas”, les elogió Chus Mateo.
Porque si el Chacho fue el héroe, los triples en el desenlace de Llull resultaron tan determinantes como su defensa a un Punter que, como reconoció Obradovic, “erró los tiros clave”. No están siendo tiempos sencillo para el menorquín. De vuelta tras la enésima lesión, ni participó en el primer partido de la serie y en el segundo fue protagonista para mal, mecha con su durísima falta de la pelea posterior. No fue sancionado, pero tampoco brilló en los triunfos blancos en Belgrado. No había anotado ni una canasta hasta el último cuarto, ahí donde nunca le queman los balones: acabó con ocho puntos.
Tampoco le hizo falta anotar a Rudy, de nuevo el poso de sabiduría, jugando al cuatro cuando hizo falta, pegamento de la zona con la que Mateo volvió a torturar a Obradovic. Y, como siempre, dejándose el físico: Exum cayó de mala manera sobre él en los últimos segundos del tercer cuarto.
Todo eso, esa parálisis que el Real Madrid causa en el rival, lo resumió un Obradovic que se quedó a las puertas de su 19ª Final Four: sólo en 2006 (con el Panathinaikos ante el Baskonia) había perdido una eliminatoria. “El Madrid es un gran equipo y tiene mucho carácter”, reconoció y habló sobre el aviso permanente a sus pupilos, incluso cuando ganaban por 18: “Nunca doy el partido por ganado. En cada tiempo muerto se lo he dicho: ‘Hay que jugar hasta el final’. Hemos defendido mal en la segunda parte y el equipo está hundido en el vestuario”.
Fue una noche de imposibles en el WiZink. El Madrid levantó, por primera vez en la historia de la Euroliga, un 0-2. Lo hizo encajando 94 puntos (55 al descanso) y rompiendo la tendencia que decía que, a más de 80, no ganaba al Partizan. Y dejó a los serbios sin su primera Final Four en 13 años para citarse con el Barça en Kaunas. Lo hará sin Deck ni Yabusele, pero eso será otra historia…