A simple vista ya se advierten algunos cambios. Desde que empezó el Open de Australia, Carlos Alcaraz saca algo más suelto, su movimiento es ligeramente distinto, parece que lo hace más fácil. Pero el análisis mecánico descubre una infinidad de variaciones. Muchos tenistas nunca cambian la mecánica del servicio que aprendieron de niños o sólo lo hacen por obligación, por culpa de problemas físicos, como hizo Rafa Nadal en el tramo final de su car
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Carlos Alcaraz aún era una revelación, un adolescente prometedor, cuando ganó a Novak Djokovic en el primer enfrentamiento entre ambos, en semifinales del Masters 1000 de Madrid de 2022. Acababa de cumplir 18 años y le faltaban unos meses para celebrar su primer Grand Slam. Fue sólo una presentación en el Olimpo que pronto le daría entrada, pero ya entonces el serbio quiso apadrinarle; él ya sabía de su potencial. «Lo conocí en Internet cuando tenía unos 12 años y ya estaba ganando torneos», anunció el vencedor de 24 Grand Slam y así empezó la relación entre ambos.
Desde entonces, cada vez que se encuentran fuera de la pista, mantienen una larga charla y el afecto es mutuo. En el pasado Wimbledon, por ejemplo, antes de medirse en la final, coincidieron en un entrenamiento y Alcaraz llegó a fotografiarse con los hijos de Djokovic, Stefan y Tara, que lo idolatran. En el último Masters 1000 de Shanghai las cámaras grabaron su conversación y cómo el serbio llamaba «titancito» al español con cariño.
La sintonía entre ambos es curiosa, pero no tanto como su histórica rivalidad. Pese a la exagerada diferencia de edad, 16 años casi exactos -los dos nacieron en mayo-, en sólo tres años han construido una historia que ya contienen imágenes de dos finales de Grand Slam, una de Juegos Olímpicos, otra de Masters 1000 así como varias semifinales importantes. De hecho su partido de este martes en el Open de Australia (probablemente en turno nocturno, es decir, a las 09.00 o las 11.00 horas en España) será el primero de cuartos de final; nunca antes se toparon tan pronto.
La polémica de Djokovic
Será su octavo enfrentamiento, con cuatro victorias a favor de Djokovic y tres a favor de Alcaraz. El serbio sostiene el mal recuerdo de los dos trofeos de Wimbledon concedidos al español, especialmente el último, cuando fue inferior. Y Alcaraz tiene en carne viva la derrota olímpica en París que no sólo le dejó sin un oro, también le desmontó anímicamente para lo que quedaba de temporada.
«Espero una gran batalla, como la mayoría de partidos en los que nos hemos enfrentado. Diría que sólo dos veces la batalla ha sido desigual: el año pasado en Wimbledon él dominó la pista y yo tuve un buen partido en las semifinales de las ATP Finals de 2023. En el resto, siempre ha habido intercambios tan intensos como los que tenía con Nadal», valoró este domingo Djokovic después de cerrar su pase y mantener en Melbourne su progresión ascendente. Como es habitual en él, en los primeros partidos, ante Nishesh Basavareddy y Jaime Faria sufrió ciertos apuros, pero en los dos últimos, ante Tomas Machac y Jiri Lehecka -este domingo ganó 6-3, 6-4 y 7-6(4)-, su dominio ha sido indiscutible.
JAMES ROSSEFE
Sus mayores problemas están fuera de las pistas, en las gradas, y son dos. El primero, el público australiano, que le abuchea desde su expulsión del país por negarse a vacunarse del covid y le genera cierto malestar. Y el segundo, un reportero del canal aussie Channel Nine, que se burló de sus fans serbios y le llevó ayer a retirarse de la pista sin conceder entrevistas post-partido. «Sólo pido una disculpa suya», reclamó y está por ver si ésta llega.
Una victoria sin problemas
«Intento no pensar en todo lo que ha conseguido, si pienso en todo lo que ha hecho no podría jugar. Ha ganado 24 Grand Slam, ha estado muchas semanas como número uno. Pienso en que puedo ganarle, saber mis armas. Voy a jugar y creer», valoraba por su parte Alcaraz, inmaculado pese a que aún se está adaptando a los cambios realizados en pretemporada. Este domingo, ante Jack Draper, acumuló demasiados errores con su saque y con su derecha, pero gracias a su velocidad, solventó sus apuros en el primer set y luego el británico se rompió; el marcador se cerró con 7-5, 6-1 y retirada.
Después el español se encerró en la sala de los fisioterapeutas junto al suyo, Juanjo Moreno, para ver el partido de Djokovic y confirmar que viviría otro episodio de la mayor rivalidad intergeneracional que ha dado el tenis. Mientras espera a medirse en una final de Grand Slam a Jannik Sinner, el adversario que le toca, Alcaraz sigue retando a quien le precedió en la cima del tenis. Meses atrás, confesaba que suele pensar en Djokovic en sus entrenamientos, en su tenis y especialmente en su consistencia. Ahora lo volverá a tener delante para seguir ampliando su número de páginas en los libros de historia.
Paula Badosa, en paz consigo misma; a ver quién es capaz de derrotarla. Tranquila, más tranquila que nunca, aparece en la Margaret Court y tranquila, más tranquila que nunca, resuelve su partido de octavos de final del Open de Australia ante Olga Danilovic por 6-1 y 7-6(2). Llegarán los cuartos y allí estará Coco Gauff, la actual número tres del mundo, pero esta Badosa es capaz de ir más allá.
"Antes del partido ni yo me reconocía, estaba muy relajada. Normalmente paso por una montaña rusa de emociones, mezclo momentos buenos con momentos malos, pero esta vez me he sentido muy segura. También vi el vídeo del otro día [la discusión con su entrenador, Pol Toledo] y pensé que tenía que comportarme mejor", aseguraba la española después de la victoria que la confirma de regreso a lo más alto del tenis.
Si en el último US Open ya estuvo entre las ocho mejores, ahora repite en Melbourne, una racha que sólo había vivido otra española antes: Arantxa Sánchez-Vicario entre 1997 y 1998. Su regreso al Top 10 del ranking ya es un hecho y quiere más. "He pasado por muchas cosas en los últimos años, no sólo la lesión de espalda, pero soy una guerrera. Ahora realmente estoy disfrutando del tenis y de lo que supone tener una carrera tenística. Entrar en la pista y ver una grada llena es una sensación increíble que ahora gozo de verdad", admitía Badosa y reclamaba su presencia en la pista central del Grand Slam, la Rod Laver, donde muy posiblemente disputará su próximo encuentro.
Un segundo set de serenidad
Lo merece. Ante Danilovic fue una mujer con una misión: nada le molestó, nada le alteró. Si en las rondas anteriores sus victorias remontaron dudas, en esta ocasión no hizo falta. Muy segura con su servicio, arrolló a una Danilovic temblorosa en el primer set y cuando la serbia empezó a jugar, Badosa aceptó el reto. En el segundo set la española necesitó recuperar dos breaks, pero lo hizo confiada, serena, firme.
Danilovic, hija del ex jugador de baloncesto Predrag Danilovic, posee una de las derechas más potentes del circuito y hubo momentos en los que parecía indomable. Pero le falta temple y experiencia en los grandes escenarios y Badosa lo explotó sin dudarlo. Cuando fue necesario, aguantó, aguantó y aguantó. Quizá le faltó más variedad en su juego, obligar a Danilovic a jugar de otra manera, pero lo suplió con su actitud. La diferencia en errores no forzados -14 de Badosa por 23 de Danilovic- acabó siendo decisiva, como se vio en el tie-break. Por primera vez, la española está en cuartos del Open de Australia y ahora, tan tranquila, es capaz de ir más allá.
«Mi sueño es tener una familia increíble». Poco después de convertirse, con 38 años y 147 días, en el segundo jugador más veterano en alcanzar los octavos de final del Abierto de Australia desde 1988 (Roger Federer fue el anterior, en 2020), Gael Monfils confesaba los anhelos lógicos a una edad improbable para grandes aspiraciones profesionales.
Casado con la también tenista Elina Svitolina, que se sumó a la fiesta con su victoria ante Jasmine Paolini, cuarta cabeza de serie, el francés, 41º en el escalafón, tiene ya una hija junto a la ucraniana, Skaï, nacida en octubre de 2023.
El jugador parisino se impuso este sábado a Taylor Fritz, cuarto cabeza de serie, por 3-6, 7-5, 7-6 (1) y 6-4, para prolongar la secuencia de victorias iniciada con la conquista en el ATP 250 de Auckland del decimotercer título de su carrera. Hay que viajar hasta 1977 para encontrar un campeón más provecto. Fue Ken Rosewall, vencedor en Hong Kong a los 43, cuando el tenis aún estaba lejos de las demandas físicas que ya hace tiempo le caracterizan. «Sigo jugando para estos partidos, ante grandes jugadores, en grandes estadios, frente a grandes aficiones, con buena energía», dijo el héroe de la jornada una vez culminada su primera victoria ante un rival del top 5 en casi 17 años.
Contemporáneo de Richard Gasquet, quien se ha quedado en la fase previa en Melbourne, y de Rafael Nadal, que se retiró el pasado noviembre en la Copa Davis, Monfils, acaso el menos talentoso de los tres, mantiene su pujanza amparado en las cualidades atléticas que siempre le distinguieron y en una incombustible pasión por el juego. En 2004 estuvo a un paso de cuadrar el Grand Slam júnior, tras ganar el Abierto de Australia, Roland Garros y Wimbledon.
Un servicio letal
Ante Fritz, 11 años más joven, finalista del último Abierto de Estados Unidos y presente en los siete últimos octavos de los majors, ganó el 82% de los puntos con su primer servicio y suscribió 24 aces, el último de ellos para cerrar el partido. El californiano, consumado sacador, se quedó en 12 servicios directos. «Sirvió de foma increíble, escondiendo bien las direcciones; nunca pude leer bien dónde iba a enviar la pelota en los puntos importantes», admitió Fritz. «Cuando no conectaba el primero, lograba enormes saques cortados. Incluso entonces, cuando sí adivinaba las direcciones, eran muy difíciles de restar por el efecto que llevaban. Era muy complicado hacerle daño; lo devolvía todo. Si continúa jugando así, será duro vencerle para cualquier jugador».
El partido se vivió con intensidad y colorido en la grada, con nutrida presencia de seguidores franceses que encorajinaron a Monfils, quien disputa su 19º Abierto de Australia y 65º Grand Slam. Encadena ocho victorias consecutivas después del triunfo en Auckland. Sólo Novak Djokovic, que le derrotó antes, en la segunda ronda de Brisbane, ha conseguido detenerle esta temporada.
Eliminado de inicio Stan Wawrinka, de 39 años, Monfils es el más viejo del cuadro. Tendrá como próximo adversario a uno de los jugadores emergentes. Siendo menos reactivo, Ben Shelton, 22 años, 21º del ránking, también 1,93, presenta analogías con el estilo del hombre al que se medirá por primera vez. Dos tenistas con hechuras de playmaker en busca de los cuartos.
Paula Badosa tenía una aclaración que hacer. En mitad de su partido de este viernes de tercera ronda del Open de Australia ante la ucraniana Marta Kostyuk, se quejó a su equipo del viento que azotaba el Melbourne Park y las cámaras enfocaron a su palco. Allí, en la parte superior, estaba su novio, el también tenista Stefanos Tsitsipas, pidiéndole tranquilidad: subía y bajaba sus manos abiertas, «calma, calma». De vuelta a la pista, la televisión captaba cómo Badosa le mandaba a paseo y le señalaba con más gestos que, si tan espabilado era, que bajara él a jugar en esas condiciones.
De inmediato, la escena de Matrimoniadas se hizo viral, rebotada en todas las redes sociales por cuentas de tenis, de deportes y hasta de prensa rosa. Por eso, Paula Badosa tenía una aclaración que hacer. Después de vencer a Kostyuk y al viento por 6-4, 4-6 y 6-3, apareció en rueda de prensa y dejó claro que nunca había abroncado a Tsitsipas. Debajo del griego estaba Pol Toledo, actual entrenador de la española, y era él quien se había llevado la bronca.
«La discusión no fue con Stefanos, fue con mi entrenador. Ya he visto en redes sociales que mucha gente habla de nosotros; es normal porque así conseguirán más visitas. Pero durante los partidos interactúo con mi entrenador. Él me decía que mentalmente aceptara el desafío del viento y en ese momento me estaba resultando difícil. Por suerte pude hacerlo en el tercer set», proclamaba sin negar en ningún momento el conflicto, sí el protagonista. Sobre la pista, la Badosa de siempre: fuerte, incontrolable, suya. Sobre la pista, también, una Badosa nueva: sana, completamente sana.
"Ha olvidado todos los dolores"
Después del calvario de lesiones que le machacaron en 2023, especialmente después de la fractura de estrés entre las vértebras L4 y L5, la española vuelve a disfrutar del tenis y a brillar. Este viernes se clasificó por segunda vez en su vida para octavos del primer Grand Slam del año y este domingo buscará allí lo desconocido ante la serbia afincada en España Olga Danilovic, hija del ex jugador de baloncesto Predrag Danilovic y pareja de Jan Oblak, que sorprendió a Jessica Pegula. Si logra vencer, el límite es el cielo aunque en cuartos tendría un hipotético enfrentamiento ante Coco Gauff y luego en semifinales ante su amiga Aryna Sabalenka. Y si no lo logra, será igualmente un éxito.
Ng Han GuanAP
Hace no tanto, estaba completamente parada, sin poder entrenar, y necesitaba más de tres horas de masaje diarias. «Ahora ha olvidado todos esos dolores, todas esas molestias, no nota nada, ni tan siquiera sobrecarga después de los partidos. Eso hace que su preparación tenística, física y mental sea mucho más sencilla, que pueda llegar más lejos», comenta a EL MUNDO el fisioterapeuta Roberto Martín, jefe de la clínica Ignition de Getafe y responsable de la rehabilitación de Badosa, que expone el plan que tan buenos resultados está dando.
De la mano de su técnico, Toledo, de su preparador físico, David Antona, y de su psiconeuroinmunólogo, Daniel de la Serna, la hoy número 12 del ranking WTA ha aceptado unos cambios en su vida que no eran sencillos, pero sí necesarios. Por ejemplo, ahora no toma gluten ni lácteos para evitar una inflamación del estómago que puede entorpecer el trabajo de la columna vertebral.
El invierno en Dubai con Halep
«Está muy comprometida, esta pretemporada ha cumplido con todo a rajatabla», asegura Martín. Desde Dubai, donde reside, y con Simona Halep de compañera de entrenamientos, Badosa ha potenciado este invierno una mejoría que ya se pudo observar a finales de la temporada pasada. Si antes del pasado Roland Garros un TAC confirmó su recuperación, a partir de entonces voló. Con su título en el WTA 500 de Washington, los cuartos de final del US Open y las semifinales en los WTA 1000 de Cincinnati y Pekín saltó más de 100 puestos en el ranking mundial para volver al lugar que le tocaba.
Ng Han GuanAP
«Estoy muy orgullosa de cómo estoy respondiendo ante determinadas situaciones», aceptaba este viernes Badosa, que admitía que para desconectar durante el Open de Australia necesitaba ver en televisión «algo tan extremo» como es el reality La Isla de las Tentaciones. «Cuando cree en sí misma es una de las cinco mejores del mundo», proclama su fisio, Martín, y ella, sin duda, está cerca de colocarse entre ellas.
Se presentaba Alejandro Davidovich y, con él, siempre la misma etiqueta: un tenis robusto, una mentalidad quebradiza. Desde que ganó el Wimbledon junior en 2017 y se supuso un posible sucesor de Rafa Nadal, arrastra el estigma de sus días torcidos, aquellos en los que la cabeza le jugó malas pasadas. Cuando fue sancionado en el mismo Wimbledon por soltar demasiados tacos o cuando sufrió un ataque de pánico en Montecarlo. Pero eso parece ser ya pasado. En el presente Open de Australia, a sus 25 años, el español no sólo ha llegado más lejos que nunca, a octavos de final, si no que lo ha hecho con la psicología como fortaleza, indestructible, imparable.
En dos rondas consecutivas, primero ante el canadiense Felix Auger-Aliassime y este viernes ante el checo Jakub Mensik ha remontado dos sets en contra para completar la mejor semana de su vida. Mensik, de hecho, llegó a estar con 6-5 y 30-0 al servicio en el tercer partido para cerrar el partido, pero Davidovich supo resucitar para deleite del público del Melbourne Park.
"Nunca había remontado dos sets a cero abajo. La fortaleza que saco de este partido es tremenda. De confianza, de seguir luchando porque cualquier cosa puede pasar", comentaba después de su victoria ante Auger-Aliassime por 6-7(7), 6-7(5), 6-4, 6-1 y 6-3 y, sin duda, el aprendizaje le sirvió para derrotar a Mensik por 3-6, 4-6, 7-6(7), 6-4 y 6-2.
Los cambios tras un mal año
"Debo trabajar la negatividad, es un aprendizaje que tengo que hacer, entender que en todo proceso hay baches y obstáculos", confesaba a EL MUNDO desde Australia el año pasado, antes de una temporada muy irregular. Después del ascenso que le llevó a la final del Masters 1000 de Montecarlo de 2022 -cayó ante Stefanos Tsitsipas- y a las puertas del Top 20 del ranking ATP, el año pasado el español apenas apareció en las rondas finales de los torneos grandes y cayó hasta el 66 de la lista mundial. Le afectaron las molestias en la espalda que le obligaron a renunciar a Wimbledon, pero ya entonces arrastraba una racha de derrotas y, de hecho, finalizó la temporada en negativo: 18 derrotas por 22 victorias.
Por eso decidió hacer cambios y parece que ahora está recogiendo los frutos. En invierno dejó de trabajar con Fernando Verdasco para ponerse a las órdenes de Félix Mantilla y David Sánchez, dos entrenadores experimentados que le acompañan estos días en Australia.
En octavos de final, el domingo, se medirá al estadounidense Tommy Paul, uno de los mejores rivales para analizar su nueva actitud. En 2023 se midió a él en tercera ronda del US Open y acabó desecho, jugando realmente mal -se llevó incluso un 6-0- y acumulando dudas para el futuro. Ahora Davidovich es otro. Después de dos remontadas de madurez, ahora es su momento.
Golpea entre las piernas y a la carrera; poco después, devuelve una dejada imposible de devolver; poco después, conecta un globo de espaldas que rebasa a su rival; poco después lanza al aire su raqueta para una volea sin él; y poco después... Las victorias de Carlos Alcaraz en el Open de Australia son hechos por ocurrir, certezas que tarde o temprano tendrán lugar, pero cada minuto suyo en pista merece ser observado. El espectáculo brota en cualquier momento y obliga a sonreír al más mustio. Con su frescura actual, con la sonrisa siempre expuesta, pocos rivales pueden discutirle; lo importarte, en realidad, es divertir y divertirse.
Este viernes, en tercera ronda, ante el portugués Nuno Borges, Alcaraz venció por 6-2, 6-4, 6-7(3) y 6-2 con varios de los 'highlights' que amontonará esta temporada. Después de dos encuentros en la Margaret Court, volvió a la Rod Laver, la pista central del Melbourne Park, y lo celebró con mucho show. El público de pie, ovación ensordecedora; una concatenación de asombros más allá de la emoción del resultado.
Porque Borges fue mucho más rival de lo que fueron Alexander Shevchenko en primera ronda y Yoshihito Nishioka en segunda, pero su juego tampoco tensó a Alcaraz. La diversión debía continuar. En el tercer set, cuando todo parecía decidido, la derrota en el tie-break no provocó su desespero, más bien todo lo contrario. En otros momentos, en otros torneos, esas situaciones se le habían vuelto incómodas -rostro serio, golpes nerviosos-, pero esta vez no fue así. En el cuarto set, Alcaraz recuperó la agresividad del inicio, la intención, la diligencia y cerró alegre el triunfo.
Tan valiente como desafinado
"Intento jugar diferente tenis, diferente tipo de golpeos, eso es lo que me hace disfrutar del tenis y lo que me ayuda sobre la pista. Intento entretener al público", proclamaba el español al acabar, que se medirá en octavos de final al vencedor del duelo entre Jack Draper y Aleksandar Vukic. Draper siempre le ha supuesto un reto, de hecho le venció en su último duelo, la temporada pasada en Queen's, así que serviría para medir con exactitud el momento de Alcaraz.
Como pasó en los duelos anteriores, ante Sousa el actual número tres del mundo fue más decisivo que antaño, más letal con el saque y más incisivo con el resto, pero también menos acertado. Más allá de su porcentaje de primeros servicios -nuevamente, sólo un 60%-, que mejorará en cuanto se adapte al nuevo movimiento, Alcaraz sumó un número inhabitual de errores no forzados, un total de 50 por 54 golpes ganadores. Era el precio a pagar por tanta valentía, siempre arriesgando y dentro de la pista, pero ante otros rivales puede ser peligroso. La opción lógica sería dar un paso atrás, pero entonces llegaría el aburrimiento y eso no puede ocurre. Entre victorias que son certezas para Alcaraz, la diversión debe continuar.
Paula Badosa ha arrancado el año a lo grande y abrazando su mejor tenis. La catalana se llevó un duelo de infarto frente a la ucraniana Marta Kostyuk (17) por 6-4, 4-6 y 6-4 en la tercera ronda del Open de Australia y ya espera rival en octavos, informa Efe..
"Las condiciones eran muy duras con el viento, mis primeros dos fueron muy diferentes en pista interior. Creo que (Stefanos Tsitsipas) estaba más nervioso que yo, me ha dado unos consejos muy buenos", comentó la española sobre la Kia Arena tras la conclusión de un choque marcado por el viento.
Se enfrentará en los octavos de final a la ganadora del duelo que enfrentará a la estadounidense Jessica Pegula con la serbia Olga Danilovic.
Se impuso finalmente la templanza de una renacida Badosa, que tendrá la posibilidad de meterse nuevamente en el top-10 en este torneo, frente a una exasperada Kostyuk que acabó a lágrima viva por los nervios de un duelo que duró dos horas y media.
Kostyuk, íntima amiga en el circuito de la gerundense, arrancó con fuertes embestidas, particularmente desde el lado del 'drive', que le hicieron tomar la delantera en el marcador con una tempranera rotura. Sin embargo, la única esperanza española en el cuadro femenino no perdió los nervios y remontó una primera manga que acabó adjudicándose por 6-4, tras conectar dos 'breaks' in extremis.
El mismo guión se impuso en el segundo set, con una imperial Kostyuk que no amansaba su amargado gesto a pesar de la vertiginosa ventaja de 5-0. Rozó la remontada Badosa, que conectó cuatro juegos consecutivos para meterle el miedo en el cuerpo a una agitada Kostyuk.
Badosa mantuvo sus dos primeros servicios en el tercero y rompió en su primera oportunidad para acabar de derrumbar psicológicamente a su rival y amiga, que acabó llorando y transmitiendo aireadamente su malestar a su equipo.
Consiguió la joven Kostyuk de 22 años asentarse, pero la desventaja inicial sería suficiente para que la catalana nacida en Nueva York se clasificara por segunda vez en su carrera a unos octavos de final a orillas del Yarra.
En la edición de 2021, Badosa también se impuso en tercera ronda a la ucraniana Kostyuk y cayó severamente ante la estadounidense Madison Keys por 6-3 y 6-1.
Hace dos años, a principios de 2023, fue señalado por el dedo divino de Roger Federer. On, la marca deportiva que el suizo apadrina desde sus inicios, decidió abrirse al tenis, crear una línea, empezar a patrocinar a jugadores y escogió sólo a tres. La polaca Iga Swiatek, actual número dos del ranking WTA; el estadounidense Ben Shelton, ya entonces en el Top 20 del ranking mundial; y un adolescente brasileño desconocido llamado Joao Fonseca. Aún no había ganado nada, acababa de debutar en ATP con una derrota en el ATP 500 de Río de Janeiro, pero ya le ofrecieron un contrato multianual que incluía, por ejemplo, el sueldo de un fisioterapeuta personal para que viajara con él a los torneos. Ahora Fonseca es a sus 18 años el nuevo fenómeno del tenis mundial.
Este jueves cayó en segunda ronda del Open de Australia ante Lorenzo Sonego en un partidazo a cinco sets, por 6-7(6), 6-3, 6-1, 3-6 y 6-3, pero su juego -con victoria en primera ronda ante Andrei Rublev en tres sets- evidenció que pronto peleará por los títulos en los mejores torneos. De hecho, él mismo admitió tras la derrota que le había podido la presión: «La gente está hablando sobre mí y estaba más nervioso. Me ha faltado experiencia».
Detrás de Sinner y Alcaraz
Fonseca es lo que el tenis espera del futuro. En un mundo sin el Big Three, retirados ya Federer y Rafa Nadal y a la espera de Novak Djokovic, sólo Carlos Alcaraz y Jannik Sinner han mostrado el atractivo que exige el público y detrás de ellos faltan nombres. Si la época anterior contó con Andy Murray, Stan Wawrinka, Juan Martín del Potro e incluso David Ferrer o Tomas Berdych, ¿Ahora quién? Hoy están Alexander Zverev o Taylor Fritz, pero ninguno despierta la ilusión de Fonseca.
«Va a estar ahí. Sólo es el principio de año, pero vamos a poner su nombre en la lista de los mejores del mundo muy pronto. Su victoria ante Rublev es impresionante. Debemos tener cuidado con él», analizó el propio Alcaraz, para quien el peligro de Fonseca es doble. Porque el juego del brasileño recuerda al de Sinner. Más bajo, pero más fuerte, el brasileño saca con potencia y pega especialmente plano, con una violencia que sólo se entiende al observar el extenso movimiento de su derecha. Ante Rublev firmó el golpe ganador más rápido de todo el Open de Australia, a 181 kilómetros/hora.
Familia rica, ascenso lento
Nacido y criado en Río de Janeiro, empezó a jugar al tenis en el Country Club, el club más exclusivo de la ciudad, en el que ya entrenaba por ocio su padre, Christiano Fonseca, fundador de IP Capital Partners, el primer gestor de fondos independiente de Brasil. Desde pequeño Fonseca destacó en todo, en fútbol, en judo, en jiu jitsu y hasta recibía clases de yoga, pero a los 12 años se decantó por el tenis después de recibir la invitación de la academia de Guilherme Teixeira, su actual entrenador. No fue una estrella precoz, nada se sabía de él a nivel internacional -de hecho, no estuvo en el Petits As, el Mundial sub-14 oficioso-, pero en 2023 apareció deslumbrante.
Después de firmar con On, ganó el US Open junior de aquel año, se colocó como número uno del mundo junior, rechazó una oferta de la Universidad de Virginia y saltó al profesionalismo. El año pasado ganó las Next Generation ATP Finals a Arthur Fils, Alex Michelsen o Jakub Mensik, jóvenes que ya están en el Top 50 de la lista mundial, y se confirmó como la gran promesa de su generación. Tras su éxito en el Open de Australia y de su 'boom' mediático, que le ha llevado a contratar la misma responsable de comunicación que ya tuvo Gustavo Kuerten, el último gran tenista brasileño, en los próximos meses Fonseca debe evolucionar para llegar a donde quiere llegar. «Quiero vivir jugando contra los Top 50. Tengo ganas de entrar entre los 100 mejores [lo hará el próximo lunes], de ganarme mi sitio, de seguir trabajando para mejorar. Mi sueño es ser número del mundo», finalizaba Fonseca. El dedo divino de Roger Federer tenía razón.
El 6 de octubre, ante Tomas Martín Etcheverry, en octavos de final del Masters 1000 de Shanghai. Desde ese día, Jannik Sinner había ganado todos sus sets, en el torneo en China, en las ATP Finals y en lo que iba de Open de Australia. Un total de 13 victorias sin discusión, de 29 periodos consecutivos a su favor. Este jueves, en cambio, en segunda ronda del Grand Slam, el italiano cedió el primer set ante el desconocido Tristan Schoolkate, un australiano de 23 años que ocupa el puesto 173 de la ATP y sólo había jugado siete partidos en el circuito. No fue más que una anécdota, pues después Sinner remontó para dejar el marcador en un 4-6, 6-4, 6-1 y 6-3, pero sirvió para emborronar el historial inmaculado que lucía.
Schoolkate, un excelente sacador, jugó un tenis brillante en el primer set, muy agresivo, muy acertado, aunque le faltaron recursos para mantener más tiempo la discusión ante el número uno del mundo. «No le conocía demasiado y me lo puso complicado. Durante una hora su nivel de tenis fue más alto que el mío así que fue un partido difícil de levantar. La verdad es que estoy feliz por cómo lidié con la situación. Quizá me ha venido bien para mejorar en los próximos partidos», comentó Sinner que en tercera ronda se enfrentará al estadounidense Marcos Giron, un jugador que llevaba cinco años consecutivos cayendo en su primer partido en Melbourne.
El italiano, en busca de revalidar su título en Melbourne, sorprendió con un anuncio en relación a su equipo. Según comentó, Darren Cahill, su entrenador desde 2022, dejará de dirigirle la temporada próxima y abandonará el tenis después de llevar las carreras de Lleyton Hewitt, Andre Agassi o Simona Halep. «Darren me ha aportado muchísimas cosas. Un año es muy largo, todavía queda mucho y no quiero hablar demasiado sobre su retirada. Me siento muy, muy afortunado, además de muy feliz, por ser su último jugador en el circuito», aseguró Sinner. Cahill había insinuado su adiós en una entrevista, pero no lo había oficializado todavía.
En todo caso, ahora Sinner deberá rearmar de nuevo su grupo después del desbarajuste que acompañó a su positivo por dopaje. Entonces el tenista decidió despedir a Umberto Ferrara, su preparador físico, y a Giacomo Naldi, su fisioterapeuta, y contrató en sus puestos a Marco Panichi y Ulises Badio, que previamente habían trabajado con Novak Djokovic. Para el próximo curso quizá decida quedarse con Simone Vagnozzi como único técnico o quizá contrate a alguien más para acompañarle en los torneos.