Vingegaard amenaza con “atacar” y Pogacar responde: “Estoy preparado para luchar contra todos, especialmente contra Jonas”

Actualizado Lunes, 21 julio 2025 - 17:57

La jornada de descanso del Tour de Francia también forma parte de la propia guerra. Aparcado el pelotón este lunes en sus cuarteles generales, todos en los alrededores de Montpellier, es momento de repasar el estado de la tropa y de mirar lo que viene, que no es poco: el martes, el Mont Ventoux. Jueves y viernes, los Alpes. También es tiempo de batalla psicológica, de recados al adversario. Visma Lease a Bike y UAE Team Emirates no han dejado de hacerlo.

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El primero en disparar este lunes fue Jonas Vingegaard, quien en su comparecencia ante los medios no dudó en advertir que no tira la toalla, pese a que su distancia con respecto a Tadej Pogacar en la general es ya de más de cuatro minutos. "Es una gran diferencia, pero mi punto fuerte es la tercera semana", advirtió el danés, mirando de reojo algunos precedentes. Tanto en 2022 (Granon) como en 2023 (col de la Loze), los Alpes y sus jornadas maratonianas fueron sus aliados. No así el año pasado.

El Visma tiene un plan. Siempre lo tuvo y siempre fue la última semana. Otra cosa es que pueda llevarlo a cabo, porque la fortaleza de Pogacar asusta. "Estoy preparado para la lucha contra todos, especialmente contra Jonas", respondió después el esloveno, que habló de seguir concentrado y de confiar en sí mismo, como hasta ahora. Y que tiene un par de cuentas por saldar, empezando por el Mont Ventoux (15,7 kilómetros al 8,7%). En el gigante de la Provenza, en 2021, el esloveno fue incapaz de seguir la rueda de un Vingegaard que dejó su primera gran exhibición, avisando de lo que venía. Bien es cierto que luego lo atrapó en la bajada.

Jonas dejó otra frase interesante que habla de sus ambiciones: "Estoy dispuesto a sacrificar mi segundo puesto para intentar ganar". Porque, no muy lejos de él y luciendo una plenitud que asombra, acude el joven alemán Florian Lipowitz. "Tenemos que atacar, intentar algo. Perdí tiempo en dos días malos, pero sé que mi nivel real es mucho mejor, lo que me ayuda a mantener la fe en mí mismo", pronunció el danés.

La amenaza de uno y la seguridad del otro. La lucha eterna, esta vez con Pogacar como claro dominador. "Tengo confianza en mí mismo.Seguro que Jonas también, porque está en buena forma. Lo vimos en la contrarreloj y en la etapa a Superbagnères. Tendré que mantener la concentración cada día. Dormir bien, comer bien. Y mantener el ánimo que tenemos con el equipo. Va a ser difícil, pase lo que pase", razonó el líder.

El miedo de Pogacar en el Tourmalet y otro récord imposible a su alcance: “El Tour me trae a los lugares donde peor lo he pasado. Estoy impaciente”

Actualizado Sábado, 19 julio 2025 - 23:02

"Gracias por no lanzar el ataque desde abajo. Cuando escuché lo de los tres minutos, pensé que no sería suficiente". Thymen Arensman acaba de lograr la victoria de su vida en Superbagnères, un corredor cinco estrellas que nunca cumplió todas las expectativas pero que ahora, sentado a la vera de Tadej Pogacar en el podio, le pide un selfie y le agradece su clemencia.

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La suficiencia del esloveno es tal que el Tour de Francia escapa de los Pirineos no cuestionándose quién lo ganará, más bien intentando colocar a Pogacar en la historia, especulando hasta dónde puede llegar, qué no podrá conseguir de lo que se proponga. Tras la enésima exhibición en la cronoescalada de Peyregudes del viernes, cuarto triunfo parcial en 13 etapas disputadas, L'Equipe directamente se preguntaba si el esloveno alcanzaría el récord de ocho en una misma edición logrado por Charles Pélissier en 1930, Freddy Maertens en 1976 y Eddy Merckx en el 70 y el 74.

El tríptico pirenaico, tres de tres (¿quién fue el último que ganó tres etapas seguidas de montaña?), era demasiado goloso, otro alarde más. A por él pudo acudir Pogacar, tan poderoso después cuando Jonas Vingegaard le probó -«esperaba que Tadej atacara en la última subida. Luego me di cuenta de que no era el caso. Así que decidí ir a por todas», admitió el danés-, cuando Arensman, bravísimo ganador después, afrontaba Superbagnères con tres minutos de diferencia y una paliza en sus piernas. Podría haber pedido un punto más a Marc Soler o gas a Jonathan Narváez, como en Hautacam, y haberse lanzado a otra gesta. Pero Pogacar esta vez optó por contradecir su instinto, por «defender el amarillo, por no atacar».

«Jonas ha estado realmente bien. En realidad, esperaba que atacara un poco antes», aseguró el esloveno, que amagó con el contraataque, pero se dio cuenta de que sus piernas no estaban esta vez para demasiadas fiestas. «Por eso he optado por controlar la etapa, mantenerme a su rueda y esperar al sprint final. Éste es probablemente el día de Pirineos en que le he visto más fuerte. Estoy seguro de que seguirá atacándome en los Alpes», anticipó.

Quizá también en su mente daban vueltas las reflexiones del día anterior, cuando fue cuestionado por eso de dejar algo a los demás, por la imagen que puede labrarse en un pelotón quien arrasa sin compasión. Y él razonó, como en otras ocasiones, que cómo iba a hacer eso a sus compañeros del UAE Emirates que se dejan la piel por él, que cómo no iba a pelear por un triunfo «si se presenta la oportunidad», y que eso de los amigos y los enemigos, cuando acabe su carrera, «probablemente ya no hable con el 99% del pelotón».

Pero el deporte profesional pocas veces entiende de magnanimidad y tipos como Miguel Indurain quedan pocos. Lo de ayer desde Pau fue cuestión más de precaución. «De mantenerse seguros. Estábamos asustados cuando bajábamos el Tourmalet con la niebla cerrada. Apenas se veía la carretera, 20 metros delante...», confesaba Tadej, que se acercó con honor y cariño a tender la mano al vencedor Arensman cuando el neerlandés estaba tendido en el asfalto completamente exhausto. «No he venido a hacer enemigos...». Y realmente no se percibe en el pelotón ningún síntoma de odio contra quien lo domina.

Pogacar, por delante de Vingegaard en Superbagnères.

Pogacar, por delante de Vingegaard en Superbagnères.Thibault CamusAP

Pogacar, pese a la tregua del sábado y la que el domingo camino de Carcassone también se dará, seguirá teniendo oportunidades de ampliar su palmarés de victorias parciales mientras asegura su cuarto Tour (ya aventaja a Vingegaard en 4:13). La próxima, que sería la quinta (el año pasado estableció su récord, con seis, las tres últimas seguidas), será el martes en Mont Ventoux, cima mítica, etapa monopuerto ideal para un ataque definitivo. Allí pusieron su nombre Bobet, Charly Gaul, Poulidor, Julio Jiménez, Merckx, Thevenet, Pantani, Froome... Apetecible. Y todavía con dos de alta montaña por delante en los Alpes (la venganza de La Loze...) y la última en París, que este año introduce la novedad de Montmartre que seguramente eliminará a los sprinters. "Parece que este año el Tour ha querido traerme a los lugares donde peor lo he pasado. Hautacam, el Ventoux, el Col de la Loze, donde exploté en 2022. Son tres puertos que me gustan y estoy impaciente por volver a subirlos", amenaza.

Pogacar amontona ya 21 victorias de etapa en el Tour, algo que a su edad, 26 años, sólo habían logrado Merckxs y el velocista Mark Cavendish, y 30 en grandes vueltas (el Caníbal sumó 64 en toda su carrera). Y se le intuye tanta cuerda que, cuando ayer le preguntaron en la televisión francesa por la candidatura de su país, Eslovenia, de acoger la salida del Tour de 2029, cuando él ya tenga 30, se mostró realmente ilusionado. . "Siempre he tenido un poco de envidia de los ciclistas franceses que pasan por sus pueblos o ciudades de origen. Espero que en 2029 todavía esté en la bicicleta, al inicio de ese Tour. Sería un sueño", expresó.

Pogacar da tregua, aguanta los ataques de Vingegaard y Arensman pone su sello en Superbagnères

Actualizado Sábado, 19 julio 2025 - 17:30

La noticia en Superbagnères, donde el Tour regresaba 39 años después, -memorias de aquellas batallas ya a color, con Hinault, Lemond y Fignon como protagonistas; del último triunfo, el de Robert Millar en 1989 por delante de Perico Delgado...-, es que Tadej Pogacar no ganó. Concedió tregua el tirano del Tour, permitió el UAE una fuga, de la que el más fuerte y el más bravo, Thymen Arensman, se llevó un triunfo bajo la niebla de los que queda para siempre. [Narración y clasificaciones]

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El líder se limitó a observar esta vez, a ignorar su hambre voraz, a poner pausa a la historia, a apenas marcar con una suficiencia demoledora los intentos de Jonas Vingegaard. El danés, inquieto en la calma de los favoritos, olvidó humillaciones previas y lo probó justo en el momento que cruzaba por debajo de la pancarta de cuatro kilómetros para la cima, con no demasiado que perder. Consiguió marcharse en pareja con Pogacar y se respetaron, apenas un par de acelerones cada uno, el último, con el que el esloveno le rebasó en meta para otro bocadito a su ventaja en la general, que ya se dispara a 4:13.

Por detrás de ellos, no demasiado lejos, Felix Gall y un Florian Lipowitz que asalta el podio por méritos propios y también por el abandono de Remco Evenepoel en las primeras rampas del Tourmalet, la otra noticia del día. Carlos Rodríguez, que ayudó a su compañero en la escapada y que se mostró combativo toda la jornada, asciende al Top 10, objetivo de mínimos, y recupera sensaciones, más importante.

En el tercer día en los Pirineos se marchó el sol y llegó el otoño, niebla y llovizna para refrescar el ambiente y hacer los descensos cautelosos. El sábado venía marcado por los dos recitales previos de Pogacar, dos mazazos que dejaron al Tour boquiabierto. Y por sus palabras tras la crono en Peyragudes, cuando fue cuestionado por su carácter insaciable, tres etapas ya en su zurrón en la presente edición. Algo así como no estoy aquí para hacer amigos en el pelotón: "Esto es el Tour. No puedes aflojar si se te presenta una oportunidad de pelear por un triunfo de etapa. Nunca sabes cuándo va a ser tu último", aseguró, poniendo en valor el trabajo de su equipo.

Pogacar, al llegar a la cima.

Pogacar, al llegar a la cima.MARCO BERTORELLOAFP

Desde la salida de Pau se intuía oportunidad para la fuga, para escaladores, y a ello se afanaban en el bus del Movistar por la mañana, conscientes de que la actuación de su líder Enric Mas necesitaba mostrar algo más. Atentos estuvieron de inicio, con hasta cinco hombres en los primeros vaivenes, los que ya no resistió Evenepoel, los que acabaron también con Skeljmose tras una caída.

Y tres Movistar, Einer Rubio, Muhlberger y el propio Mas estaban en la escapada que hizo camino, donde también buscaba puntos para la Montaña el bravo Lenny Martinez (puso su nombre en solitario en la cumbre del Tourmalet), pero también Sepp Kuss y Simon Yates por el Visma y Arensman y Carlos Rodríguez por el Ineos. Sin embargo, pronto el balear confirmó que no está para demasiado.

Fue en el Peyresourde donde Arensman, en cuyo palmarés lucía la etapa en la Vuelta de 2022 en Sierra Nevada, inició su ofensiva. La que le iba a llevar a la gloria, un fuori classe que nunca mostró en las generales lo que prometía. Su esfuerzo desde ahí hasta la estación de esquí de Superbagnères fue extraordinario, manteniendo las distancias con un grupo de favoritos en calma, con el ritmo de Marc Soler primero y Narvaez y Adam Yates después, hasta que Vingegaard intentó lo que parece imposible. Le honra, al menos.

Sin cabra, sin cinta en el manillar, sin bidón, sin pinganillo y con la bici negra: los detalles “cómodos” con los que Pogacar arrasó en la cronoescalada de Peyragudes

Actualizado Viernes, 18 julio 2025 - 23:15

«Era la gran decisión, con qué bici empezar», expone Tadej Pogacar en el altiplano de Peyragudes, mientras sacude en el rodillo el ácido láctico de sus piernas, que han realizado un esfuerzo como si de un test se tratara, 23 minutos clavados desde el lago de Loudenvielle, 10,9 kilómetros a una velocidad de 28,4 por hora, lo impensable para cualquier mortal. Habla el tirano del Tour de los detalles de su enésima exhibición (el cuarto triunfo ya en lo que va de carrera), basada esta vez en el puro sacrificio sin más estrategias, alejado de alardes técnicos y hasta de consejos de pinganillo que le pudieran despistar de lo único que le preocupaba: «Ir a tope desde el principio hasta el final».

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La gran decisión era cómo afrontar una cronoescalada en la que, tras unos primeros metros de terreno menos áspero, después de girar a la derecha en el pueblo de Estarvielle, se afrontaba un infierno, coronado por un muro rectilíneo e interminable de asfalto negro y rampas del 16% donde tantos hacían zigzag en una crono que apenas 'disputaron' un puñado de corredores. Tadej optó por lo más simple, su Colnago aerodinámica de siempre, con el característico manillar en forma de Y. Y con doble plato. A diferencia de Vingegaard, Evenepoel, Roglic o Lipowitz, no uso la cabra de contrarreloj. El danés incluso llevó el llamativo casco aero. Dio igual, en el primer punto intermedio, situado en Escadaoux, el único relativamente llano, ya marcaba el mejor tiempo el líder.

«Competimos todo el año con este tipo de bicicleta. Hicimos nuestros cálculos. Quería ir más cómodo y fue la decisión correcta. Salí sin auriculares porque la táctica era sencilla. Podía ver los tiempos en los puntos intermedios de las pancartas. Desde el primero, vi la luz verde y los cinco segundos de ventaja, lo que me dio impulso. Abrí un hueco y mantuve un buen ritmo hasta el final», explicó con detalle lo que por la mañana se gestaba en el autobus del UAE Emirates. «Siempre tenemos un plan, pero no siempre sale. Bueno, con Tadej sale más veces de lo habitual», bromeaba a esas horas de calma su director Josean Fernández Matxin.

El ejercicio de Pogacar fue de una precisión exquisita, incrementando paulatinamente su distancia con Vingegaard hasta los 36 segundos finales que ya le dan un colchón de más de cuatro minutos antes de la etapa de hoy, una de las reinas de este Tour, entre Pau y Superbagneres (con el Tourmalet a la mitad). En la última cuesta, mientras Jonas se motivaba doblando a un Evenepoel que padeció muchísimo, incluso problemas mecánicos, Tadej reconoció que «casi» explota. Explorar los límites.

Pogacar, durante la cronoescalada.

Pogacar, durante la cronoescalada.Mosa'ab ElshamyAP

Sí hubo otros detalles que llamaron la atención en el esloveno. Por ejemplo, no llevaba bidón en su bicicleta (ni siquiera soportes para ello). Es decir, no le iba a hacer falta beber en el tiempo transcurrido, pese al calor reinante en los Pirineos, algo menos ayer que en la jornada previa. Tampoco había pintura amarilla en su montura, habitual cuando es la bici del líder. Reinaba el negro: cualquier gramo de más sobra para escalar. Incluso Pogacar fue sin cinta en su manillar, algo que se había visto pocas veces. «Llevaba pensando en esta contrarreloj desde diciembre; quería que todo saliera perfecto. Y en el último momento, el equipo lo gestionó todo a la perfección», concedió sobre la exhaustiva preparación.

Fueron 36 segundos al final con Vingegaard, una distancia asumible si no hubiera sido por lo sucedido el jueves en Hautacam. El danés, que guardó absoluto silencio ese día, sí que reflexionó ayer. Y se mostró más esperanzado sobre su rendimiento de lo que cabría pensar. «El jueves fue un día realmente decepcionante. Esperaba más, pero al final me quedé sin fuerzas, estaba vacío. Fue una de mis peores actuaciones. Hoy (por ayer) una de las mejores. Es bueno reaccionar así. Hice todo lo que pude», concedió. Y habló sobre que "todo ha vuelto a la normalidad», de que «el Tour está lejos de terminar» y de que seguirá intentándolo. «No he perdido la fe en mí mismo. Sigo creyendo en nivel. Todo el equipo está muy fuerte, solo tenemos que demostrarlo en los próximos días», concluyó.

De asombro en asombro, Pogacar vuelve a exhibirse en la cronoescalada de Peyragudes

Actualizado Viernes, 18 julio 2025 - 17:43

Bordeando el precioso lago de Genos-Loudenvielle, hace tres años marchaban a una velocidad que cuesta asimilar Pogacar y Vingegaard, que desde entonces no han dejado de escribir capítulos en su rivalidad. Se siguen persiguiendo y se perseguían entonces, el danés a rueda, pues tenía su primer Tour a tiro y al día siguiente en Hautacam lo iba a sentenciar. Y que no se iba a despegar del esloveno hasta la cima de Peyragudes. [Narración y clasificaciones]

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Mismos escenarios, días cambiados, rivalidad del revés. Ahí donde volvió a exhibirse este viernes Tadej, esta vez sin brazos arriba, apenas el puño derecho apretado con rabia, como los dientes en esa lucha contra el crono en la que también es el rey. De amarillo, aventajó en otros 36 segundos a Jonas, en 1:20 a Roglic, en 2:39 a un desesperado Evenepoel y en otra barbaridad al resto de los mortales. Otro paso más hacia lo que parece una evidencia, su cuarto Tour de Francia.

Pasa el tiempo, cambian los escenarios y las tendencias, se acumulan afrentas y se desatan revanchas. De aquellos días de derrotas en los Pirineos, aunque en el altiplano venciera entonces Tadej, a estos de plenitud y dominio. De cuentas saldadas. Aún con el regusto a épica de la jornada anterior en Hautacam, la cronoescalada puso todavía más distancia entre ambos. Otra pequeña gran afrenta en la moral ya torturada de Jonas, quien no intuye resquicio por donde inquietar al todopoderoso Pogacar.

Por esas laderas que son territorio en invierno del esquí y en verano de los descensos vertiginosos en longboard, Pogacar desató de nuevo su tormenta. Como si nunca tuviera suficiente. Su victoria 21 en el Tour, la 30 en grandes vueltas (Merckxs sumó 64 en toda su carrera), a los 26 años. Cuatro ya en la presente edición que tiraniza, aunque aún sienta dolor en las quemaduras de su brazo izquierdo, en el golpetazo en la cadera tras la caída de Toulouse sólo 48 horas antes.

Hasta en el muro final, esa pared infernal que remata a los que antes no han calculado bien y hacen zigzag en la rampa recta de asfalto negro, como una escena de terror, al 16%, terreno agreste y desértico donde los aficionados aguardan a los héroes. Hasta ahí, donde los demás se retuercen, el amarillo de Tadej reluce, como si hiciera guiños al sol, a más de 1.800 metros de altitud. Y pedalea con alegría y rabia, consciente de que va a volver a ganar.

En 10,9 kilómetros aventaja a Vingegaard, que salió con cabra de contrarreloj y remató un gran final persiguiendo para doblar a Remco, en 36 segundos. No hay muchas batallas entre ellos en cronoescaladas puras como referencia. Hace cinco años el danés aún no compareció en el Tour cuando Tadej lo reventó en La Planche des Belles Filles. Sí en 2023 en Combloux, otra historia, una exhibición como no se recuerda, 1:38 de ventaja para Jonas en poco más de 22 kilómetros.

La contrarreloj apenas la disputaron los 30-40 mejores de la general. Luke Plapp había sido la referencia, todos lejos de él. Roglic fue la sorpresa y Lipowitz, que ya amenaza el podio de Evenepoel, volvió a rendir a gran nivel. Los españoles cumplieron algo mejor que en las jornadas previas. Con Carlos Rodríguez 13º, Enric Mas 15º y Cristián Rodríguez 18º.

Pogacar y otro capítulo en Hautacam para su leyenda, entre la venganza y el homenaje al fallecido Samuele: “Pensaba en él durante el último kilómetro”

Actualizado Jueves, 17 julio 2025 - 22:44

Cuando todavía faltaban dos kilómetros para poner su nombre para siempre estación de esquí de Hautacam, en tal nivel de esfuerzo que hasta el pinganillo le sobraba, Tadej Pogacar intuyó un elemento extraño en la moto de televisión que marchaba justo a su lado, intentando captar cualquier detalle de su rostro sufriente. Mientras encaminaba su cuarto Tour de Francia, mientras firmaba la enésima exhibición de su ya inigualable carrera, el esloveno tuvo a bien advertir al cámara de que llevaba enganchado un cartón en su rueda trasera.

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Fue la anécdota surrealista de una jornada de ciclismo para el recuerdo. Otra más. Porque en la mente de Tadej durante el sacrificio, durante el pedaleo sin tregua con el que destrozaba a su rival Jonas Vingegaard, iba un pensamiento más profundo, el dolor por el compañero caído, la dedicatoria al cielo que acogió a Samuele Privitera, el joven ciclista italiano fallecido el día anterior tras un accidente durante la disputa del Giro del Valle de Aosta sub-23. «Esta etapa es para Samuele y para toda su familia. Esta mañana fue muy duro enterarme de lo sucedido. Pensaba en él durante el último kilómetro, en lo duro que puede ser este deporte», pronunció emocionado.

También, cómo no, en su ataque sin preludios, en su acelerón brutal nada más arrancar ese puerto que inauguró Luc Leblanc para el Tour en 1994, coronando el recital de Miguel Indurain, estaba el ánimo de venganza. Son esas cerillas las que encienden a los campeones, las postales que cuelgan en sus habitaciones para no olvidar lo padecido. «Todo el mundo me decía que era la hora de la revancha y blablabla». En estas mismas rampas, tan soleadas como entonces, hace tres años fue torturado por el Visma y por el propio Vingegaard, que ayer sólo podía admitir la inferioridad en palabras de su director Grischa Niermann:«Creo que Jonas se sintió bien, pero en la última subida, Tadej fue claramente el mejor. Teníamos una estrategia y vimos a Matteo abandonar [Jorgenson, con problemas toda la etapa, acabó perdiendo más de 10 minutos]. No fue lo que esperábamos, pero Jonas sigue siendo el mejor de los demás». Aquí el danés había sentenciado aquel Tour inolvidable, labrado colectivamente en el Granon, ante un Pogacar que lo intentó una y otra vez hasta quedarse sin fuerzas. «Cuando nos acercamos a la subida final, era el mundo al revés respecto a 2022. Volvía a haber un belga en cabeza, pero esta vez no era Wout van Aert sino Tim [Wellens] y era nuestro equipo quien marcaba el ritmo. Ha sido un día muy, muy duro y yo también tenía el 2022 un poco en la cabeza... pero nos ha tocado el lado feliz de la historia. Hemos hecho un gran trabajo con el equipo y estoy muy contento de ganar aquí y de sacar tiempo a mis rivales», se congratulaba el esloveno, que por supuesto recuperó el amarillo tras el temprano desfallecimiento de Ben Healy.

Pogacar celebra su victoria en Hautacam.

Pogacar celebra su victoria en Hautacam.POOL LUCA BETTINIMUNDO

Y por último está el acicate de las heridas, de la mala noche por los rasguños de la caída llegando a Toulouse. Pogacar lucía hematomas por dentro y por fuera, un aparatoso vendaje en su brazo izquierdo. Que no le impidió volar por los Pirineos. «Nunca se sabe cómo reacciona el cuerpo después de una caída, pero ésta no ha sido tan grave. Sólo siento el dolor cadera si hago estiramientos acrobáticos, pero con el dorsal puesto me limito a pedalear. El Tour no ha terminado», resumió, avisando de la cronoescalada de hoy en Peyragudes y del etapón del sábado con final en Superbagnéres, Tourmalet incluido.

Pogacar saludó a Emmanuel Macron y habló algo cansado en sala de prensa después, donde reconoció que se encuentra en el "mejor momento de su carrera", un pico que intentará alargar lo máximo posible. Durante la etapa había tidado de intuición, agazapado entre los miles de movimientos que hubo entre Soulor y Borderes, desatando su furia lanzado por Narváez en Hautacam. Lo ascendió a 20'6 kilómetros por hora, para completarlo en 35:08, lejos eso sí del mejor registro -el del dopado Bjarne Riis en 1996 (34:40)-, pero más de dos minutos y medio mejor que su ascensión de hace tres años (Vingegaard lo hizo esta vez 56 segundos peor). Su victoria es además única por otro motivo: nunca había completado una etapa de una gran vuelta con una ventaja tan amplia sobre el segundo.

Pogacar dinamita el Tour en Hautacam

Actualizado Jueves, 17 julio 2025 - 18:04

Tantas veces las afrentas pasadas son acicates. Hautacam estaba marcado a fuego en la lista de cuentas por saldar de Tadej Pogacar, aquel querer y no poder en el Tour de 2022 para acabar rindiéndose ante Jonas Vingegaard. Como si esas nubes negras y el dolor de las abrasiones de la caída de Toulouse del día anterior fueran gasolina, el esloveno despejó todas las dudas en las primeras rampas del coloso pirenaico. Nada quiso saber de nadie. Su compañero Jonathan Narváez le lanzó como si de un sprinter se tratara y para la cima se fue en solitario, para su enésima exhibición, un despliegue bestial, un golpe a la moral de todos, su cuarto Tour encaminado, pues distanció en más de dos minutos a su rival danés, que ya está a 3:31 en la general. [Narración y clasificaciones]

Alzó los brazos con rabia, con rostros de esfuerzo máximo, la grandeza de un ciclista único que no sabe de estrategias. Tadej sólo entiende de ciclismo ofensivo, de tumbar a su rival como si de un combate de boxeo se tratara. El ring eran los Pirineos y el calor el artista invitado. Todo lo antes, el Soulor que pareció una escabechina temprana, fue un preludio de la obra maestra. Esta vez no le falló el equipo a Pogacar, pero tampoco lo hubiera necesitado.

Lipowitz fue el tercero de los mortales, muy cerca de Vingegaard. Por detrás, diferencias de otra época, de ciclismo en blanco y negro, de escaladores de leyenda. Pogacar honra su deporte.

En la salida de Auch, ya mañana soleada y una pequeña y dura cuesta desde los autobuses de los equipos hasta la zona de firmas, como para abrir boca, Pogi era el centro de todas las atenciones. Lucía un vendaje en su brazo izquierdo y cara de póquer. Dormir con semejantes quemaduras por todo el cuerpo siempre es un incordio. Él y Vingegaard, también como anticipando lo que vendría después, acudieron juntos hacia la presentación.

Escapada

La alta montaña, el primer contacto mezclado con el intenso sopor, fue como un bofetón para los ciclistas. En las primeras rampas del Soulor, que se ascendía por la vertiente de Ferrieres, ya todo era un rosario de sufrientes, incapaces de seguir la rueda del rival. En el grupo de 50 que marchó de inicio por delante, entre ellos Carlos Rodríguez, el Ineos apostó fortísimo. El ritmo de Axel Laurence pronto adelgazó la escapada, pero en un momento ya tampoco había ningún compañero: coronó Woods el primero, seguido de un grupito con Skejlmose, Einer Rubio, Storer y Armirail.

Más llamativo era lo que sucedía por detrás, entre los favoritos. El primero en tirar la toalla fue Remco Evenepoel, de nuevo incapaz de rendir en la exigencia de las rampas duras, aunque iba a saber dosificarse con mucha inteligencia ('sólo' acabaría perdiendo 3:31). También Enric Mas pronto firmó su tragedia, la de cada año. Incluso el líder Ben Healy (crisis total) se fundía al intentar seguir el ritmo de los Visma, primero Campenaerts, luego Benoot y después Kuss.

Sin embargo, al equipo de Vingegaard la táctica le saltó por los aires cuando su comodín Matteo Jorgenson se vio en problemas. Ahí tuvo que amainar la tormenta y calmar el ritmo. Fue como un golpe de calma repentino para todos. Que incluso se mantuvo en el siguiente puerto, el preludio de Hautacam, cuando hasta Remco se acercó para enlazar después en la larga bajada.

Al comienzo de Hautacam, la estación de esquí que Luc Leblanc inauguró para el Tour, seguido de Miguel Indurain, en 1994, ya todo lo anterior daba igual. Wellens había puesto el ritmo y Narvaez dio el acelerón. Vingegaard esta vez no hizo ni amago de seguir el pedaleo de poder de Pogacar, que fue aumentando poco a poco su distancia hasta la meta. Un cabalgar celestial, otra de sus tardes para el recuerdo.

El gesto de deportividad del Visma tras la caída de Pogacar: “Respeto para el pelotón, muchas gracias”

Actualizado Miércoles, 16 julio 2025 - 19:01

"Todo va bien, respeto para el pelotón, respeto para todos. Muchas gracias". Recibido como siempre por el masajista Joseba Elguezabal, repartiendo saludos de alivio a compañeros y rivales, con el culotte magullado a la altura de la cadera y rozaduras en su brazo izquierdo, Tadej Pogacar era, cómo no, el centro de atención en la meta de Toulouse. Apenas seis kilómetros atrás, en el atribulado descenso de la última cota del día, donde tanto Jonas Vingegaard como Matteo Jorgenson volvieron a enseñar las garras con sus ataques, el esloveno se había ido alarmantemente al suelo por la imprudencia de Tobias Johannesen.

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Se levantó rápido, recompuso el manillar y la cadena de su bicicleta y emprendió la marcha. Había caído a gran velocidad y no muy lejos tanto de la acera como de unos bolardos. El sofoco iba en el cuerpo: "Me asusté cuando vi la acera. Iba directo con la cabeza hacia ella".

Al ritmo que viajaba ese pelotón ya escuálido, hubiera perdido un tiempo precioso con sus rivales, justo antes de la llegada de los Pirineos. Sólo hubieran tenido que mantener la inercia los cuatro Visma, pero se hizo el parón. Las reglas no escritas del ciclismo. La deportividad, cuando sólo unos metros atrás se lanzaban demoledores ataques, cuando cada día se cruzan dardos mediáticos en la guerra psicológica que mantienen los dos mejores equipos del mundo. "Fue mala suerte, no es que tomara mal una curva o algo así, simplemente tocó una rueda. Creo que hicimos lo que había que hacer", se sinceró Vingegaard.

"Estoy bien, un poco raspado. Le doy las gracias al pelotón. Podría haber perdido tiempo, no mucho. Gran respeto a todos. Gracias por vuestro apoyo", manifiesta después Pogacar, que explicó la caída, a gran velocidad y todavía fuera de la zona de protección. "Bajando de la cima, los ataques de Matteo y Jonas pusieron a todos al limite. Un corredor decidió seguir uno de los ataque desde la parte derecha, no me vio y chocó con mi rueda", valoraba, sin querer todavía sacar conclusiones de sus dolores: "Normalmente el día después de una caída no es el mejor. Pero daré lo mejor de mí. Creo que estamos listos como equipo para lo que venga".

El respeto cobra aún más valor cuando la batalla está desatada. En la aparentemente etapa sin historia de Toulouse, Vingegaard había atacado hasta en los alocados kilómetros iniciales, cuando se formaban las escapadas. Al danés le secundó el líder y gozaron de unos metros. "En un momento dado, Tadej se quedó cortado y se me presentó la oportunidad de atacar junto a Jonas. Lo hice porque me apetecía apretar y ver qué pasaba", explicaba después Ben Healy, que también aclaró esos instantes de tensión y dudas que se vivieron en cabeza tras el percance de Pogacar. "Es simplemente respeto entre corredores. Es una parte de la etapa en la que no esperábamos crear diferencias de tiempo. Habría agradecido lo mismo a cambio, y creo que habría ocurrido si me hubiera caído. Cuando nos enteramos, fui a hablar con Jonas, quien me dijo: 'Lo estamos esperando'. Hubo consenso", detalló el irlandés.

"No vi nada sobre el accidente. Honestamente, no sabía que Tadej se había caído, pero Remco [Evenepoel] gritó: '¡Alto, alto, alto!'", desveló también Ilan Van Wilder, compañero del belga en el Soudal. "Ha sido una cuestión de respeto, nadie quiere coger ventaja por una caída o avería. En el ciclismo estas cosas pasan, pero no me gusta aprovecharlas", contó el español Carlos Rodríguez, que también viajaba en ese pelotón, a más de tres minutos de Abrahamsen y el resto de escapados.

A Pogacar le toca asumir el susto y valorar las heridas con rapidez. Porque el día después es una de las etapas más dura de todo el Tour, sin duda la más exigente de lo que llevamos. Entre Auch y Hautacam, cuatro puertos, especialmente selectivos Soulor (casi 12 kilómetros al 7,6%) y el propio Hautacam (13,5 al 7,9), donde Vingegaard le derrotó en 2022. Sin tiempo para el descanso, el viernes, la cronoescalada de 11 kilómetros de Peyragudes. Y el sábado, más madera, un encadenado con el Tourmalet, Aspin, Peyresourde y la meta en Superbagneres.

El ‘hipster’ Ben Healy, el inclasificable líder del Tour que se nacionalizó irlandés por sus abuelos

Actualizado Martes, 15 julio 2025 - 22:17

En las pedaladas desacompasadas de Ben Healy (Birmingham, Gran Bretaña, 2000) no se intuye rastro de eso que en el ciclismo se llama clase. No resulta agradable verle avanzar, casi siempre agarrado a las manetas superiores del freno y con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha. Pero, más allá de la estética, lo del nuevo líder del Tour de Francia, un pequeño irlandés con pelo largo, barba y pendientes, se veía venir.

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Desde incluso antes de llegar al profesionalismo en 2022, era famoso por sus locuras. Por intentar escaparse lo antes posible y, a poder ser, sin compañía. Con 18 años, Healy se convirtió en el ganador más joven de una etapa del prestigioso Tour del Porvenir. En solitario, claro. Como no había ningún equipo irlandés en la carrera de 2019, Healy y su compatriota Daragh O'Mahony fueron seleccionados para un combinado UCI junto a un peruano, un marroquí y dos corredores de la República Checa. Un año después, volvió a sorprender al mundo proclamándose campeón de Irlanda por delante de Nicolas Roche.

A Healy, puro carisma, el ciclismo le viene por su padre Bryan, que tampoco nació en Irlanda. Cuando era adolescente y ya comenzaba a despuntar en el equipo Wiggins, Ben decidió obtener la ciudadanía del país de sus abuelos paternos -que habían llegado a Londres desde Cork por motivos laborales en los 60-, donde veraneaba de niño. «Sentí que fue una buena decisión y, siendo sincero, al principio fue por las oportunidades, pero la conexión familiar estaba ahí, y ahora me siento realmente parte de Irlanda. Esa parte de la familia también está orgullosa de lo que he hecho. Vuelvo de vez en cuando, pero no tan a menudo por las carreras», reconocía recientemente.

Tras Elliott, Kelly y Roche

El aventurero Healy, un tipo que acostumbra a martirizar a sus compañeros de fuga y que cuenta entre sus hazañas la victoria de etapa en el Giro de 2023 (50 kilómetros en solitario), la de la última Vuelta al País Vasco (57) y la del pasado jueves, su estreno en el Tour, en Vire (43), pretende ahora conservar lo máximo posible el amarillo. «Esto es un cuento de hadas, un sueño hecho realidad. A partir de ahora, me centraré en la general para respetar el maillot amarillo e intentar conservarlo el mayor tiempo posible», lanzaba el lunes.

Healy es el cuarto irlandés que lo consigue y el primero en 38 años, desde Stephen Roche, el único ganador (aunque con sólo tres etapas con el liderato), por delante de Perico Delgado y completando en 1987 un histórico doblete con el Giro. Antes, Sean Kelly en el 83 (una etapa) y Seamos Elliott en 1963 (cuatro). «Es un poco hipster, pero sabe lo que quiere y tiene las piernas para conseguirlo. Es un verdadero luchador y un trabajador incansable», le reivindicaba Roche tras lograr el liderato.

Healy, que vive entre Girona y Andorra junto al ciclista profesional Tom Gloag, pedalea feo y mide poco más de 170 centímetros, pero es la forma de acoplarse en la bicicleta uno de sus puntos fuertes. «Es increíblemente aerodinámico y tiene una potencia increíble», le elogiaba ayer su compañero en el Education First- EasyPost, Harry Sweeny. En la lucha contra el crono lo demuestra.

Healy, el pasado lunes, camino de Le Mont-Dore Puy de Sancy.

Healy, el pasado lunes, camino de Le Mont-Dore Puy de Sancy.AFP

Es posible que hoy, en la etapa con inicio y final en Toulouse, logre mantener el liderato. Pero está por ver cómo rinde en la alta montaña. Es la gran pregunta que se hacía el Tour en el día de descanso. En cualquier caso, Healy es toda una incógnita, un tipo inclasificable que se formó en el velódromo, que de adolescente brilló en mountain bike y que este mismo año fue podio en la Lieja-Bastoña-Lieja (décimo en la Amstel y quinto en la Flecha Valona).

«El nivel de Pogacar y Vingegaard es increíble. Tendré que mejorar muchísimo si quiero reivindicarlo. Vi a Tadej después de la meta: súper fresco, mientras que yo estoy agotado. Pero espero poder volver al Tour algún día con mayores ambiciones», concedía en la llegada de Le Mont-Dore, donde observó con suspense y escoltado por su madre cómo su ventaja le daba el liderato. Porque, a sus 25 años, es sólo la tercera Gran Vuelta para Healy tras el Tour del año pasado y el Giro del 23. Hautacam, el jueves, pondrá a prueba al hipster irlandés nacido en Birmingham y los 29 segundos de ventaja que tiene con Pogacar.

La llamativa felicidad de Vingegaard y la "presión" del Visma contra Pogacar: "Estamos siguiendo nuestro plan"

La llamativa felicidad de Vingegaard y la “presión” del Visma contra Pogacar: “Estamos siguiendo nuestro plan”

En la inédita meta del Mont-Dore, pleno Macizo Central, casi 2.000 metros de altitud, Jonas Vingegaard mostraba una sonrisa como no se le recordaba. Tan llamativa como el poco rastro de esfuerzo en su rostro tras ocho puertos y 4.400 metros de desnivel acumulado. Tras haber secundado sin aparente dificultad el salvaje ataque del mejor ciclista del mundo apenas unos minutos antes. En la primera etapa de montaña del Tour de Francia no había logrado arañar ni un sólo segundo a Tadej Pogacar y a estas alturas, 10 etapas, sigue perdiendo 1:17 con su rival. ¿Entonces? «Estoy feliz con mis piernas, ha sido un buen día», avanzaba con una satisfacción que escondía algo más.

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Lo mental a veces también hace mover los vatios y esta vez casi todos los (agresivos) planes del Visma Lease a Bike salieron bien. Ganaron la etapa con Simon Yates, la guinda, y consiguieron aislar a Tadej Pogacar (de paso, perdió el liderato en favor del infatigable Ben Healy), quien, con su ataque final sin lanzador -ni rastro ya ahí de Jonathan Narváez o Adam Yates- no pudo soltar la rueda de Vingegaard. Desde hace tiempo son conscientes en el equipo neerlandés que tumbar al esloveno es labor colectiva. Ya lo experimentaron aquel inolvidable día camino del Granon. En la táctica de Richard Plugge, Grischa Niermann y compañía no parece haber lugar para el conformismo.

La estrategia viene labrada desde hace días y va más allá, al desgaste pensando en las "maratonianas etapas alpinas" donde supuestamente el físico escalador de Vingegaard y su resistencia podrían imponerse. Entre otras cosas, también pretende desconcertar de momento a un Pogacar que ya habló de una «carrera extraña» del Visma y que, además, ha tenido la desgracia de perder a Joao Almeida, su principal escudero. Desde la primera de las ocho ascensiones de ayer desataron la tormenta. En la escapada del día marchaban ya dos de sus hombres, avanzadillas Campenaerts y un Simon Yates que fue tapado hasta rematar en el puerto final. «Queríamos estar delante para probar cosas y correr con agresividad. No obstante, se ha dado la circunstancia de que podía pelear por la etapa y la he aprovechado lo mejor que he podido. El equipo tiene la moral alta pese a haberse llevado un pequeño golpe en la crono. Lo asumimos y seguimos adelante», admitió el ganador del último Giro de Italia, quien ya sólo pensará en ayudar a su líder.

De esos ataques «para poner presión» también habló el feliz Vingegaard: «No estábamos pensando en que (Pogacar) siguiera de amarillo, aunque hubiera tenido que pasar por el podio y le hubiera quitado algo de energía. Estábamos siguiendo nuestro plan, meterle presión a UAE. Tenemos un equipo muy fuerte y mis piernas están bien», desvelaba el danés.

Con todo eso consiguieron que el UAE Emirates, siempre tan poderoso, tuviera que tomar la responsabilidad en el pelotón, lo que fue haciéndoles perder piezas. Primero Sivakov, luego Nils Politt, al poco Tim Wellens. Cuando, en la subida sin catalogar previa al Col de la Croix de Sant Robert Sepp Kuss y Matteo Jorgenson lanzaron sus fuegos artificiales, ya apenas le quedaban hombres a un Pogacar que incluso respondió en primera persona al demarraje del estadounidense, que es quinto en la general.

Igual que en Le Mont-Dore, donde hasta Remco Evenepoel intuyó un resquicio por el que intentarlo (sin éxito). Así que, aislado ya, Tadej tuvo que poner orden con su zarpazo, al que un fresco Vingegaard respondió con más suficiencia de la habitual. «Sigo detrás de Pogacar, por supuesto, y tendré que recuperar tiempo en algún momento. Hoy (por ayer) y en lo que va del Tour, pude seguirlo, algo que no pude hacer en el Dauphiné. Demuestra que tengo un mejor nivel», se congratuló el aspirante.