Barcelona y el efecto contrario

Algunos piensan que la Fórmula 1 es aburrida, que nunca pasa nada y que son sólo coches dando vueltas. El GP de España los llevó a todos la contraria. La carrera tuvo intensidad e incertidumbre desde la primera hasta la última vuelta.
De hecho, el dilema de lo que podría pasar comenzó antes de que lo hicieran los entrenamientos libres. Con la entrada de una nueva normativa de control de la flexibilidad de los alerones delanteros algunos pensaron que desde España la historia iba a ser diferente y que McLaren podría verse muy perjudicado. Craso error. Mientras siete equipos cambiaron sus alerones delanteros para adecuarse a la normativa, McLaren no cambió nada en Barcelona. Eso sí, 1-2 el sábado en clasificación y 1-2 el domingo en carrera. Menudo chasco se han llevado algunos. Justo el efecto contrario.
En carrera sucedió un poco lo habitual: Oscar Piastri salió bien desde la pole, Lando Norris perdió una posición con Max Verstappen y el holandés se convirtió en el único rival de McLaren por la victoria. Lo intentaron todo en Red Bull y, en un alarde de buscar algo diferente en la estrategia, le pusieron en un plan de tres paradas. Funcionó. Al menos para mantenerle cerca porque en ritmo de carrera Max no podía aguantar a los coches naranjas.
Sirvió para mantener a raya al resto de rivales, pero hubo un fallo: la salida de un safety car a pocas vueltas del final. Red Bull no tenía más ruedas. Decidieron ponerle a Max el único juego nuevo que le quedaba, un duro (nadie lo había utilizado porque era un neumático lento y difícil de calentar). Max seguía tercero, pero con una jauría de neumáticos blandos justo detrás. Todo indicaba que iba a ser una escabechina. Que Verstappen tendría que sacar los mejores trucos de su repertorio para no perder muchas posiciones, pero se produjo el efecto contrario.
Cuando se relanzó la carrera, Verstappen estuvo a punto de perder el coche y de irse directo contra el muro. Salvó el accidente, pero le hizo vulnerable ante Charles Leclerc y todos los demás. En medio de la recta se tocaron, el monegasco le pasó, Max se enfadó, George Russell quiso aprovechar el desconcierto, pero también se tocaron, Red Bull le pidió que le devolviese la posición al británico, Verstappen se enfadó más, se la devolvió y de nuevo chocó contra él en una acción muy macarra que parecía premeditada. La decisión de los comisarios fue rápida: 10 segundos. Max pasaba de ser quinto a décimo. Además, recibía una sanción de tres puntos en la superlicencia para acumular un total de 11, a uno de ser excluido de un gran premio. Es decir, lejos de mostrar su mejor versión nos enseñó su cara más oscura, justo el efecto contrario.
Verstappen acabó en el grupo de villanos. A su vera, Liam Lawson, un peligro en la pista. Del neozelandés ya se ha cansado la casi totalidad de pilotos del paddock.
En el grupo de estrellas, Piastri, que acumula ya cinco victorias, cuatro poles y ocho podios consecutivos. También Norris, que no ganó, pero ayudó a McLaren para firmar el tercer doblete del año. Leclerc, pese a las debilidades de Ferrari sumó su tercer podio. Nico Hulkenberg, con el modesto Sauber (último equipo de la parrilla), logró un increíble quinto puesto después de sorprender a Lewis Hamilton en las últimas vueltas. Uno de los mejores robos de cartera de la temporada. George Russell, el hombre invisible, al que no se le ve mucho en las carreras, pero siempre está. Isack Hadjar, el mejor rookie del año o, por supuesto, Fernando Alonso.
El asturiano sumó sus primeros puntos de la temporada después de fajarse en un combate frenético con Gabriel Bortoleto, Pierre Gasly, Lawson y Hadjar. Obviamente, no son los rivales que él querría, pero hoy por hoy esto es lo que hay. Es evidente que Aston Martin ha dado un pequeño salto adelante con la evolución que presentó en Imola. Desde entonces, Fernando se ha metido siempre en Q3 y ha podido puntuar en las tres carreras disputadas. En Imola no hubo suerte y en Mónaco se rompió el motor, pero estaba ahí para puntuar.
No hubo suerte con Williams. Carlos Sainz pronosticó que Barcelona iba a ser difícil, pero se equivocó. Fue un infierno. Por primera vez este año, ningún FW47 se metió en la Q3 y por segunda vez, ninguno de ellos puntuó.
Se pensaba que el GP de España podría ser un desastre de público tras los pobres resultados de Sainz y Alonso, pero no fue así. Hubo más de 300.000 espectadores a lo largo del fin de semana. Otra vez una fiesta, otra vez varias generaciones juntas compartiendo pasión. Con este ya van 55 ca en España. Una cita con la F1 a la que no hemos faltado en 39 años. Pese a todos los indicios, otra vez, el efecto contrario.