El color de la camiseta de la selección de fútbol de Brasil se convierte en eje de una batalla política: ¿podría ser roja?

El color de la camiseta de la selección de fútbol de Brasil se convierte en eje de una batalla política: ¿podría ser roja?

Actualizado Viernes, 16 mayo 2025 - 16:23

El verdeamarillo de la camiseta de la selección brasileña de fútbol ya no tiene el poder de antaño: la creciente y polarizada disputa política en el país está llevando a que amplias franjas de la población rechacen a la selección y a que la opción de una camiseta roja aparezca en el escenario.

Brasil de rojo "sería un crimen", dijo el legendario comentarista de fútbol Galvao Bueno, pero en visión de muchos, el "crimen" podría estar en vías de concretarse.

El sitio web especializado "Footy Headlines" aseguró días atrás que la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) tiene encaminado un acuerdo con la línea de ropa deportiva de Michael Jordan, Jordan Brand, que forma parte de Nike, para que la camiseta visitante a partir de 2026 sea roja, en sustitución de la azul habitual.

La CBF lo desmintió en un comunicado, pero apelando a formalidades como que las imágenes que circulan de la nueva camiseta "no son oficiales".

El asunto es objeto de un encendido debate en Brasil, porque la "seleçao" pentacampeona del mundo pocas veces estuvo tan baja en cuanto a cariño popular.

Por un lado, la selección se ve impactada por los malos resultados de los últimos tiempos, las derrotas ante la gran rival, Argentina, y el fracaso en las Copa del Mundo, donde fue campeona por última vez en Corea/Japón 2002.

Pero el mayor problema de la selección brasileña es político. Años atrás, la identificación de Neymar y la gran mayoría de los jugadores de la "canarinha" con el entonces presidente Jair Bolsonaro generó el rechazo de aquellos que no toleran al líder de la derecha extrema brasileña.

A eso se sumó la permanente utilización de Bolsonaro y sus partidarios de la camiseta verdeamarilla de la selección. De a poco, un símbolo de unidad del país comenzó a transformarse en prenda de desunión.

La posibilidad de que la camiseta visitante sea roja no contribuye, sin embargo, a solucionar el asunto, porque el color está identificado con la izquierda gobernante, el Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inacio Lula da Silva.

En 1917 y 1937, durante dos campeonatos sudamericanos, Brasil debió jugar de rojo por razones de fuerza mayor, pero ya casi nadie en el país tiene presente esa anécdota.

Los defensores del Brasil "vermelho", citados por "Footy Headlines", apelan a los mismísimos orígenes de Brasil: "El nombre del país proviene de 'Pau-Brasil', un árbol nativo famoso por su intenso tinte rojo, muy apreciado por los colonizadores portugueses. En ese sentido, 'Brasil' significa literalmente 'rojo' en el contexto histórico".

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"Hablo español. Bueno, si no, un poco de portuñol", se postula simpático y locuaz Joao Fonseca en el prólogo de la entrevista en la que atiende en la Caja Mágica a cuatro medios españoles. El chico de Ipanema, donde nació hace 18 años, llega al Mutua Madrid Open, torneo en el que ganó su primer partido en un Masters 1000 en la pasada edición, ya con un ATP250, conquistado sobre la arcilla de Buenos Aires el pasado febrero, y como vigente campeón de las Next Gen ATP Finals, el torneo de maestros para tenistas menores de 21 años. Aún es el número 65 del ranking, pero posee la impronta de un serio aspirante a codearse con la élite más pronto que tarde. Buen competidor, la rompe con la derecha y parece tener la cabeza bien amueblada.

"Aún me falta experiencia. Ahora quiero disfrutar del estreno en grandes torneos. Dentro de dos semanas disputaré por primera vez el de Roma y poco después también entraré directo en el cuadro final de Roland Garros. El cambio de superficie siempre es difícil. Estuve un tiempo en Río para entrenar. Creo que estoy bien rodeado por mi familia y buenos amigos. Y eso es fundamental para ser un buen jugador", apunta sobre sus perspectivas inmediatas.

Tras ganar bajo techo, en Jeddah, las Next Gen, se ha instalado en el circuito ATP, ya con algunos méritos contraídos en 2024, donde hizo cuartos de final en el torneo 500 de su ciudad natal. "La nueva generación que viene conmigo lo está haciendo muy bien, gente como Michelsen, Fils o Mensik, que ya ha ganado en Miami... Todos tratamos de disfrutar del proceso y sabemos que cada torneo es una nueva oportunidad de aprender".

¿Cuáles considera que son su principal fortaleza y su mayor debilidad?
Lo mejor es mi cabeza y mi golpe de derecha. De mi grupo de amigos en Brasil soy el único que trabaja, y lo llamo trabajo porque estoy todo el año viajando. Tengo la predisposición de exprimir cada instante e incorporar cosas nuevas. Es un deporte de mucha exigencia mental y creo que manejo bien las emociones en un deporte individual que exige templanza para combatir los nervios. Extraño mucho mi casa, aunque mi familia me acompaña a algunos torneos. En cuando a lo más mejorable en mi juego, me aplico en especial con la volea.

En el pasado Masters 1000 de Miami llegó a conectar una derecha a 181 kilómetros por hora y su golpe globalmente viajó ocho kilómetros por hora más rápido que la media del circuito. "Es algo natural. Desde pequeño me gustaba mucho ir hacia la bola para hacer golpes ganadores. Cuando tenía 11 o 12 años, siempre quería ir a full. Muchas se iban a la red y con algunas lograba winners, pero poco a poco fui ganando más consistencia. Nunca voy a perder esa esencia. En los puntos importantes golpearé fuerte. Es algo normal, que forma parte de mí".

Su victoria en tres sets frente a Andrey Rublev, (noveno cabeza de serie en Melbourne y defensor del título en Madrid) en la primera ronda del Abierto de Australia, donde tuvo que pasar por la fase previa, fue la constatación de un talento precoz. Todo ha cambiado para él en un corto período de tiempo. "Mi familia me ha ayudado a poner los pies en el suelo. Mis padres siempre me hablan de humildad y de la necesidad de trabajar duro. Estoy contento por cómo van las cosas, pero esto es solo el inicio y sé que tengo muchas cosas por delante".

La inmensa figura de su compatriota Gustavo Kuerten, Guga, tricampeón de Roland Garros y ex número 1 del mundo, santo y seña del tenis brasileño, es ineludible. Sobre nuestro interlocutor reposa la esperanza de los aficionados de su país, huérfanos de referentes ganadores desde hace bastantes años. "Miré muy poco jugar a Guga. Miré algo de Thomaz Bellucci, pero nunca he hablado con él. Sí con Guga, que estuvo en una eliminatoria de Copa Davis. Habla mucho con mi entrenador, no tanto conmigo. Creo que es mejor así. Ambos fueron muy importantes para el tenis brasileño y para el deporte en general. A veces pesa su nombre, sí. No quiero ser el próximo Guga, quiero ser el próximo Joao; trabajo para hacer mi propia historia".

Salgamos un poco del tenis. En un país de la tradición musical de Brasil, ¿le gustan la bossa nova y la samba o se inclina por otros estilos mas cercanos a su generación?
Sí, escucho música antigua, gente como Tim Maia. También me gusta la samba. Nunca pude disfrutar mucho del carnaval de Brasil, porque tenía el torneo precisamente allí y después me tocaba viajar.
¿Qué opina de Lula?
Nunca me gustó mucho hablar de política en los medios. Paso poco tiempo en Brasil y no pienso mucho en eso. Pero creo que mi país está mejorando cada vez más.