El destino de Carvajal hacia la sexta de Gento y el cambio táctico de Ancelotti: "Salimos vivos... Y aquí está"

El destino de Carvajal hacia la sexta de Gento y el cambio táctico de Ancelotti: “Salimos vivos… Y aquí está”

El destino es extraordinario. Daniel Carvajal Ramos puso la primera piedra de la ciudad deportiva de Valdebebas el 12 de mayo de 2004. Hace 20 años. Tenía 13 y jugaba en el alevín de la cantera blanca. Y Daniel Carvajal Ramos anotó el gol que entregó al Real Madrid la Decimoquinta Liga de Campeones y a él, a Nacho, a Modric y a Kroos (una con el Bayern), su sexta Copa de Europa, igualando la leyenda de Paco Gento. Nadie tiene más. Seis ganó Gento en una década prodigiosa entre los 50 y los 60. Seis han ganado estos futbolistas en otros diez años que ya son historia del fútbol.

«¡Reyes de Europa, somos los Reyes de Europa!», cantó la afición del Madrid cuando Vinicius, camino del Balón de Oro, puso el 0-2, su segundo tanto en las dos finales de Champions que ha disputado. Pero vayamos al principio.

«Mucho miedo y mucha preocupación», admitía Carlo Ancelotti en la previa. «Cuando lo tienes tan cerca, el miedo a perder aparece», insistió. Quizás fue ese miedo, algo extraño en un Madrid que ha ganado tanto, o quizás, más probable, fue una salida errónea al partido. Una mala ejecución de la idea del cuerpo técnico y una actitud lejos de lo necesario para hacer daño a su rival, pero el conjunto blanco no existió en la primera parte de Wembley.

«¡Calma! ¡Calma!», se desesperaba Carletto en la banda, con Carvajal como destinatario de la mayoría de sus proclamas al tenerle pegado a la línea de banda. «¡Calma, por favor!», le pedía al defensa y también a Rüdiger y a Toni Kroos.

El Madrid estuvo totalmente desconectado durante el primer tiempo. Acumuló una posesión superior al 60% y encadenó pases simples durante largos segundos, pero no estuvo acertado cuando quiso enfocar la portería del Dortmund y vio cómo su rival se hacía grande a la contra, en un pim, pam, pum que sólo se quedó sin gol por las manos de Courtois y el palo de Fullkrug. El Madrid sufrió un Madrid. Casi, porque sobrevivió de nuevo al borde del precipicio. Cinco remates, dos de ellos a puerta, para dejar sin aliento a la grada blanca, que llenó la mitad de Wembley mientras en la otra los fans alemanes dejaban sus gargantas en las nubes.

El cambio táctico de Ancelotti

Tras el descanso, al Madrid le costó ajustar sus piezas. Desde la banda, Carlo y Davide Ancelotti seguían desesperados intentando colocar a sus futbolistas. Los blancos, que empezaron el duelo en un claro 4-4-2, cambiaron en el minuto 54 al clásico 4-3-3, con Rodrygo y Vinicius en las bandas y Bellingham de nueve. Sirvió, vaya si sirvió, aunque hubo momentos de discusiones y dudas.

Vinicius no terminaba de entender a quién tenía que cubrir en defensa y Bellingham no se situaba en punta, algo que desquició a Ancelotti. El italiano, enfadado, con las manos en la cabeza y con su hijo al lado intentando también dar instrucciones en la distancia, terminó llamando a ambos a la banda para aclarar las cosas. Solucionado.

El cambio táctico definió la final. El cuadro madridista elevó su nivel, acorraló al Dortmund y navegó hacia una nueva Copa de Europa. Vinicius, en banda, provocó el córner que terminó en el 0-1 de Carvajal y Bellingham, en punta, asistió al brasileño en el segundo tanto.

El adiós de Kroos

Sólo quedaba disfrutar. Y Ancelotti, sabio de las emociones, ejecutó la sustitución que todo el mundo pedía. Introdujo a Modric y retiró del campo a Kroos, que se despidió para siempre del Madrid. Saltos de alegría, puño en alto, beso al escudo y la sonrisa de quien se va en lo más alto del fútbol mundial, Eurocopa mediante. Todos sus compañeros fueron a saludarle en su camino hacia la banda y Ancelotti le regaló un abrazo eterno de admiración. No le quería soltar, como todos. «Es un momento un poco triste, pero él quería terminar así», dijo el italiano.

«Es una felicidad inmensa. El partido era muy complicado. Salimos vivos de la primera parte sabiendo que tendríamos nuestro momento... y aquí está», explicó Carvajal. «Es la más especial porque me toca como capitán», admitió Nacho, que insistió en el ADN del club: «Es saber mantenerse en momentos complicados. Y aquí estamos, una noche mas y una Copa de Europa más».

Todavía en el césped, Ancelotti reconocía que «ha sido más difícil de lo que esperábamos». «Hemos sufrido mucho en la primera parte, en la segunda hemos estado mejor, hemos tenido menos pérdidas», añadió, explicando sus conversaciones con Vinicius: «Le he empujado porque creo que la primera parte hemos sido un poco vagos y ellos han jugado a lo que querían. Salían al contraataque y han tenido mucho peligro».

El niño que puso la primera piedra, la estrella de Sao Gonçalo que superó todas las presiones del mundo y el alemán que fue leyenda en Madrid tienen otra Copa de Europa.

El arrojo sin premio de un gran Dortmund: entre el ritual de Füllkrug y las lágrimas de Sabitzer

Actualizado Sábado, 1 junio 2024 - 23:35

Justo antes de saltar a la hierba, como cada noche, Niclas Füllkrug se activó con ese gesto tan característico en sus orejas. Algo así como un encendido automático con el que se aísla del ruido exterior y orienta sus cinco sentidos hacia lo único importante. Era el partido más importante de su vida y debía cumplir con la rutina. El delantero alemán, con un remate al palo y un gol anulado, vivió el lado más amargo del fútbol en Wembley.

El empeño de Füllkrug fue también la frustración de Edin Terzic, que no dudó en acercarse a felicitar a Carlo Ancelotti justo antes de que Slavko Vincic decretase el final. La desesperación de la leal hinchada borusser, a la que sólo hubo que reprochar esos abucheos fuera de tono ante Vinicius. El fútbol debería mostrarse menos cruel con Mats Hummels, autor de una final impecable. O con Marco Reus. Once años después de la final ante el Bayern, otra vez en Wembley, el capitán tampoco pudo saldar su deuda con la Champions.

No existían palabras de ánimo para unos futbolistas que habían cumplido lo que su técnico les reclamó en la previa. Arrojo ante el eterno campeón. Lloraba inconsolable Marcel Sabitzer ante las cámaras mientras las banderas amarillas aún flameaban. Si existe forma humana o divina de derribar al Madrid en una final, el Borussia apuró casi todas. Suyo fue el dominio, en lo táctico y anímico, a lo largo de 70 minutos. Pero en esa hora bruja, la que distingue a los grandes equipos de los inmortales, el Real jamás perdona.

Inmovilizar al espontáneo

Deberán volver con orgullo al Westfalenstadion, convencido de que sólo así era posible. Desde el primer minuto, para lo que la afición blanca resultaba casi una rutina, en el fondo del Dortmund se disfrutaba como un acontecimiento extraordinario. Dos horas antes del pitido inicial, cuando aún bullían los madridistas en Borough Market, el fondo alemán ya se teñía de amarillo y negro. La ovación a Jürgen Klopp rivalizó con los abucheos a José Mourinho cuando ambos aparecían por los videomarcadores. El vínculo con el equipo, tan estrecho, llegó al delirio en el momento en que los futbolistas hicieron esperar al árbitro para agradecer el incondicional apoyo.

Nada pudo objetarse a la combatividad del Dortmund. Si Sabitzer ni siquiera titubeó para inmovilizar al tercer espontáneo que había invadido el césped, lo demás vendría de añadidura. El Madrid había localizado el flanco débil en torno a Ian Maatsen, que sufría las acometidas de Dani Carvajal y Fede Valverde, pero el Dortmund casi siempre supo competir. Incluso pese a un Nico Schlotterbeck más atribulado que de costumbre. Al joven central quisieron tranquilizarlo antes de que se ganara una ridícula amarilla por protestas.

Superada la media hora, Davide Ancelotti tuvo que sujetar a su padre por la manga, porque el Madrid no podía tolerar tantos minutos a merced del rival. Justo antes del descanso, Gregor Kobel quiso entrar en calor con todo tipo de estiramientos. El Madrid, perdido en la presión, romo en la zona de tres cuartos, no había asomado por sus dominios.

En busca de respuestas

El entusiasmo del fondo germano se redoblaría en los instantes previos a la reanudación. Primero, con una pancarta con el lema Auf geht's Dortmund. Kampfen und siegen (Vamos, Dortmund. A luchar y ganar). De inmediato, no menos de dos docenas de bengalas emponzoñaron el ambiente. Cumplido el minuto 50, los suplentes de Ancelotti, que ni habían calentado al inicio junto al resto, saltaron a la banda. Luka Modric, siempre atento de reojo, parecía particularmente inquieto.

Fue llamativa la desesperación de Ancelotti, braceando como nunca en el área técnica y girándose hacia el banquillo en busca de respuestas. Su larga charla con Davide en el ecuador presagiaba algo, aunque el primer cambio llevaría la rúbrica de Terzic. El último hurra de Reus para infortunio del inspiradísimo Karim Adeyemi.

Había llegado el momento en que el Madrid inclina la historia sólo con el escudo. Füllkrug, que se había batido con bravura frente a Nacho, desatendió sus obligaciones en el primer palo ante Carvajal. El primer clavo en el ataúd del Dortmund, que ya no levantaría cabeza. El éxtasis había cambiado de fondo. En el blanco reclamaron aModric. Se contaban, exactamente, 86.212 espectadores en Wembley. Y hubo que esperar al minuto 85 para disfrutar del croata. Una vez más mereció la pena.

Guardián blanco entre el centeno

Actualizado Sábado, 1 junio 2024 - 23:43

El rey de Europa no quería confiarse. Porque sabe desde antiguo que el exceso de intimidad con la leyenda pierde a los héroes. Por eso luchó hasta el final contra su condición de favorito. Por eso cuando advertía contra el riesgo escondido entre el centeno alemán, en realidad se estaba asustando a sí mismo. Porque ha desarrollado tal dependencia de la épica que se siente incómodo en la facilidad. Este Madrid de época se ha enamorado de su propia

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Füllkrug, el último ‘panzer’ alemán: un duelo con su amigo Rüdiger que puede decantar la final

Actualizado Sábado, 1 junio 2024 - 10:45

Contemplado de cerca, Niclas Füllkrug podría pasar por un peso pesado, con su célebre dentadura mellada, sus 189 centímetros y sus bíceps forjados hace un par de años, cuando ni siquiera jugaba en la Bundesliga. Sin embargo, el máximo realizador del Dortmund, autor de 15 goles en 42 partidos, nunca ha cruzado guantes con un rival tan propicio como Antonio Rüdiger, su gran amigo, el encargado de vigilarlo el sábado en Wembley. Füllkrug, uno de los últimos panzers del área, sabe que juega en un puesto en vías de extinción. Y que este fútbol moderno, tan previsible por momentos, le considera un vestigio del pasado.

La ascensión resultó más que ardua, pero una década después, Füllkrug al fin ha hollado la cima. Esta final de Champions supone un desafío asombroso para un ariete que en mayo de 2022 -mientras el Real Madrid partía rumbo a la Decimocuarta en París- andaba luchando por el ascenso del Werder Bremen. Su ejemplar empeño guarda similitudes con el de Joselu. A los 31 años, dos después de su primera convocatoria con la selección absoluta, tantas horas de entrenamiento táctico y gimnasio han merecido la pena.

Füllkrug no alcanza las dimensiones de Jan Koller, aquel descomunal checo que hizo tambalear a Iker Casillas en febrero de 2003. Tampoco se siente demasiado cómodo con el balón en los pies. No obstante, su mera presencia en el área debería suponer toda una inquietud para Rüdiger, el central que minimizó a Erling Haaland. Sin embargo, a diferencia del City, que apenas quiso colgar balones, el mayor caudal ofensivo del Borussia se intuye en los centros hacia la frente de su ariete. "Me gusta Antonio porque, pese a su agresividad, es muy honesto. Cuando viene hacia ti parece que quiere matarte, pero eso también me gusta. Adoro jugar contra esta clase de defensas", admitió el pasado martes, tras el último entrenamiento previo al Media Day.

Desde que en agosto, ya iniciada la Bundesliga, pudo cerrar su traspaso, Edin Terzic ha confiado a Füllkrug la responsabilidad rematadora. Aprovechando las continuas lesiones de Sebastian Haller, poco a poco ha ido adaptándose al fútbol de transición de este Borussia. El gol al PSG en la ida de semifinales, dejando en mal lugar a Lucas Hernández, dejaría constancia de sus virtudes. Füllkrug no es sólo un fósil del fútbol de antaño. También ejecuta a toda velocidad. Incluso con la zurda, su pierna menos hábil.

Para saber más

Durante las semanas previas al Mundial 2022, la figura de Füllkrug fue cuestionada por los medios alemanes, estupefactos ante la inclusión de un delantero recién salido de la Bundesliga 2. Su golazo a España, pocos minutos después de saltar a la hierba, silenciaría las críticas, multiplicando el interés del Borussia. Una década después de la salida de Robert Lewandowski, en el Westfalenstadion contaban de nuevo con un rematador puro. Alemán, por más señas, lo que le conectaba con algunas leyendas del club.

Friedhelm Konietzka, por ejemplo, siempre será recordado como el autor del primer gol en la historia de la Bundesliga. Su peinado a cepillo le otorgaba un aire tan marcial que pronto le apodarían Timo, en honor al general soviético Semyon Timoshenko. De su adusto carácter se cuentan mil historias, aunque ninguna tan divertida como la de aquel 4 de diciembre de 1963, con un memorable 5-0 al Benfica. Pasada la media hora, Konietzka iba a anotar el primer gol, así que un espectador saltó al césped para colgarse de su cuello. El gesto poco amable de Timo sigue levantando carcajadas entre los fieles a la Südtribüne.

Aún más significado simbólico hubo que atribuir a Lothar Emmerich y Sigfried Held. Bautizados como los Gemelos Terribles, lideraron al Borussia hacia la Recopa de 1966, el primer título europeo de un club alemán. Emmerich, hijo de minero y nacido en Dortmund, se entendía telepáticamente con Held. Uno iniciaba por la izquierda y el otro, desde el corazón del área, rompía la red. Como Jadon Sancho y Niclas Füllkrug, por poner un ejemplo actual.

Obrero, sobrio y de izquierdas: así es el Dortmund, rival del Madrid en la Champions

Obrero, sobrio y de izquierdas: así es el Dortmund, rival del Madrid en la Champions

El sábado, cuando los futbolistas del Dortmund salgan del túnel de Wembley para disputar la final ante el Real Madrid, una voz al unísono rivalizará con los acordes de la Champions. Un rugido en las gargantas de 24.610 hinchas alemanes entonando el Heja BVB, la canción que durante las cinco últimas décadas se ha convertido en su himno más popular. Desde 1976, año del último ascenso a la Bundesliga, la afición del Borussia recibe al equipo con su pegadizo estribillo. Sin embargo, este ritual pudo truncarse en 2001, cuando un Borussia sin identidad navegaba a la deriva. La directiva de Gerd Niebaum quiso enterrar la canción por otra más moderna, sin reparar en la obstinación de la Südtribüne. El sector más fanático del Westfalenstadion manejaba otros planes.

"Hay otros clubes en la elite europea, como Barcelona, Bayern o Real Madrid, que pertenecen a sus seguidores y no a conglomerados o ricos hombres de negocios. Sin embargo, existen dos diferencias entre el Dortmund y ellos. La primera es que el Borussia sigue siendo, más que una marca global, un club esencialmente impulsado por la comunidad. La segunda es el apoyo. Es natural que los aficionados se quejen a menudo de que no los escuchan o incluso los ignoran.

Los seguidores del BVB se quejan regularmente de esto, pero no conozco ningún club de este tamaño que tenga tantos enlaces con su afición y esté tan preocupado por lo que quieren y necesitan las personas en las gradas, a diferencia de las que están sentadas frente al televisor". Estas son algunas de las conclusiones que convierten Building the Yellow Wall: The Incredible Rise and Cult Appeal of Borussia Dortmund (Orion Publishing, 2019) en uno de los mejores libros sobre fútbol de la última década.

Identidad

Uli Hesse, su autor, dirige la prestigiosa revista 11Freunde. También milita como hincha fervoroso del Dortmund, aunque ello no le haya impedido diseccionar la figura de Franz Beckenbauer, el gran mito del Bayern, o acometer la historia del gigante muniqués en Bayern: Creating a Global Superclub (Yellow Jersey, 2016). Toda su devoción por el Borussia, su certero análisis, se compendia en un párrafo que completa el anterior. "Mantener esta posición supone un sufrimiento diario. Por un lado, el BVB pretende demostrar que Theodor Adorno se equivocaba. "No hay vida verdadera en la falsa", decía el filósofo alemán.

En otras palabras, el Dortmund cree que hay un modo de competir en el alto nivel sin traicionar los elementos esenciales de su identidad, que define como "rebeldía, lealtad y sencillez". Sin embargo, para hacer esto el club necesita algún tipo de éxito. Después de todo, nadie puede ser rebelde, leal y sencillo en la mediocridad de la mitad de tabla. Sólo demuestras algo cuando llegas a la cima y aun así te niegas a venderte".

El texto de Hesse, aún no traducido al castellano, aborda la idiosincrasia de un club enfrentado, desde su nacimiento, con el poder. "La fundación representó casi un acto revolucionario para unos jóvenes como nosotros y nos exigió mucho valor y coraje. Después de todo, nuestra sagrada Iglesia Católica, tan próxima al Gobierno, era la institución más importante para nosotros", admitió, poco antes de su muerte, Franz Jacobi, secretario y mano derecha de Heinrich Unger, presidente. Sólo una semana después de aquel cuarto domingo de adviento de 1909, el capellán Hubert Dewald amenazaría con la excomunión a aquellos 18 sacrílegos que pretendían jugar los domingos. "No es un simple día de esparcimiento que podamos pasar como mejor nos parezca", clamó desde su púlpito.

Hoy, algunos ecos subversivos perviven en la terraza de la cervecería Wenker, la de más rancio abolengo en el Alter Markt. Los rescoldos de un carácter obrero e izquierdista. Las secuelas de una vida precaria en las minas de carbón y la industria acerera. El temperamento local, según Hesse, se fundamenta en "un enfoque sensato ante la vida, un fuerte espíritu de trabajo, un sentido de la solidaridad y una aversión a la charla pretenciosa". Nadie viaja a Dortmund atraído por el paisaje o la vida cultural y nocturna. Allí sólo se respira fútbol. Apurando las rondas en los pubs de Lindemannstrasse, los turistas enfilan hacia el estadio.

La afición del Borussia en el Signal Iduna Park

La afición del Borussia en el Signal Iduna ParkGETTY

Porque el Borussia nunca habría cumplido 115 años sin el Westfalenstadion, su tabla de salvación tras la quiebra de la industria minera. "Convertirse en sede del Mundial de 1974 y recibir fondos públicos (tanto del länder de Renania del Norte-Westfalia como del gobierno federal) para construir el nuevo campo supuso un sustancial golpe de suerte", prosigue Hesse, premiado en los Charles Tyrwhitt Sports Book Awards de 2019. Tras la temporada 1973-74, el Dortmund había acabado sexto en la segunda división, con un promedio de 8.900 espectadores en sus gradas.

El curso siguiente, el equipo volvió a terminar sexto, pero recibiendo 25.400 espectadores en la nueva sede. Pese a deambular por la Bundesliga 2, los amarillos acogían a más gente que 13 equipos de la máxima categoría, incluido el Mönchengladbach, absoluto dominador por entonces. Hoy, bajo la denominación de Signal Iduna Park y un contrato de patrocinio que expira en 2026, su capacidad se ha ampliado a 81.365 espectadores, la mayor de Alemania.

Hans-Joachim Watzke, director general del Dortmund durante las dos últimas décadas, se hace escuchar varias veces a lo largo de 288 páginas. "El aficionado alemán quiere sentir que forma parte de un todo. En Inglaterra, el hincha ahora es básicamente un cliente y puede vivir toda una vida con eso. Pero si le dices a un seguidor alemán que es sólo un cliente, te va a matar. Tiene que sentirse conectado con el club". Aún peor, lógicamente, se entendería el paso de cliente a mero consumidor. Quizá por ello, Watzke comprendió en 2001, su primer año en la cúpula del Dortmund, que el célebre Muro Amarillo no iba de farol. Y que tras cantar tozudamente el Heja BVB antes de cada partido, terminaría dando marcha atrás a los planes de Niebaum.

Del “no” al fútbol inglés a la “libertad” de Dortmund y Madrid: el cuento de hadas de Bellingham en Wembley

Actualizado Sábado, 1 junio 2024 - 01:05

En el primer parón internacional de esta temporada, allá por septiembre de 2023, una palabra dejó boquiabiertos a varios internacionales de la selección inglesa: «¡Vamos!». «'¿Vamos?' ¡Pero si sólo lleva unas semanas en España!», clamaban entre ellos. Jude Bellingham ya celebraba en castellano los goles que marcaba en los entrenamientos. Era su forma de volver a mostrarse como el verso suelto de St. George Park, el corazón de la Federación británica, de expresar con una palabra la libertad que había encontrado lejos de las islas, primero en Alemania y después en España. Una libertad vital y futbolística. Una salida a la camisa de fuerza que, presionados por el propio foco mediático del Reino Unido, se suelen poner los jugadores ingleses, llamados y convencidos de que triunfar en casa es Triunfar. El viaje de Bellingham hacia su primera final de Champions confirma un caso único, una evolución extraordinaria. Un cuento de hadas.

En los campos anexos de St. George Park nadie olvida a aquel capitán de la selección sub'16. No se cortaba las medias a la altura de los gemelos ni celebraba sus tantos con el gesto de la cruz, pero ya llevaba el brazalete y cada balón pasaba por él. Sus primeros entrenadores admiraron su planta y vieron en él un mediocentro defensivo, posición que en Inglaterra suele ser para el dorsal 4, pero su fútbol se encargó de rechazar esa idea. Jude era mucho más, aunque nadie observaba el techo, sólo el camino. Algunos vieron a un '8', un clásico box to box, pero el adolescente también tenía último pase, llegada y regate: podría ser un '10'. Quizás por eso, su primer dorsal en el fútbol profesional fue el '22' que llevó en Birmingham y Dortmund. La suma de 4, 8 y 10.

La presión de la selección

«En el fútbol inglés hay mucha presión, especialmente con los futbolistas que juegan en la Premier y en la selección. Es un foco constante», explica Gary Hackett, exentrenador del Stourbridge, club del pueblo de Bellingham. Conoce a Jude desde niño. Cuando Bellingham dijo «no» al Liverpool y al Manchester United, parte de la opinión pública del país se le echó encima. Una supuesta futura estrella dejando el fútbol nacional, casi una herejía en el país de los protestantes.

Criado en un pueblo de trabajadores e hijo de un policía, el momento de su fichaje por el Dortmund podría haber roto el equilibrio de cualquiera. El mundo vivía todavía en pandemia y Bellingham, con 17 años, lideró la salvación del Birmingham en la segunda inglesa hasta finales de julio. Cualquiera hubiera necesitado una pausa mental y física. Él no. A los siete días, cogió un avión hacia el Signal Iduna Park. «No quiso más vacaciones. Nos sorprendió a todos», comentan desde el club alemán. Habían pagado 26 millones por él y quería demostrar que era un precio justo.

Su evolución, en números

Bellingham cruzó el Canal de la Mancha y sólo volvió a casa para visitar a la familia y para regresar a St. George Park con la selección. Esquivó la espiral mediática del día a día, pero Wembley, el coloso del fútbol nacional, le esperó en cada parón para juzgar sus progresos, para ver si aquel chico de Stourbridge podía ser el que guiara el primer gran título de Inglaterra más de medio siglo después del Mundial. Debutó con 17 años, 4 meses y 14 días mientras seguía con su liberación futbolística en Dortmund, concretando techos.

Pasó de dos ocasiones creadas por partido en su primera temporada a 4 en la tercera. De 1,48 aceleraciones con balón por jornada (las veces que un jugador recorre más de 10 metros con la pelota) a 3,24 en su último año. De 10 goles en sus primeros 90 partidos a 14 en los 42 de su último curso en Alemania. ¿Su dorsal? De nuevo el '22'.

En Madrid ha encontrado la libertad definitiva y ha elevado su juego hasta el dorsal '5'. No por posición, sino por el dueño y su zona de influencia. Zidane, icono de Chamartín, futbolista completo. Libre. «Nuestro punto fuerte es la libertad con la que jugamos. Es muy divertido», explicó esta semana durante el Media Day del Real Madrid, donde ha terminado como tercer máximo goleador del torneo, porque ahora resulta que también puede ser un '9'. Pero es que también lleva 12 asistencias de blanco. Un resumen futbolístico alejado de lo que recibió en St. George Park, más rígido, más posicional, menos creativo.

Wembley espera de nuevo al chico que dijo «no» al fútbol inglés para conquistar Europa ante su antiguo equipo. Su cuento de hadas.

El Real Madrid se cita con la inmortalidad en el templo de Wembley

El Real Madrid se cita con la inmortalidad en el templo de Wembley

Se marcha Kroos, como antes lo hicieron Cristiano, Raúl, Casillas, Sergio Ramos, Benzema o tiempo atrás Di Stéfano, aunque ninguno con la paz interior del alemán, y ahí continúan otros, sonrientes mientras juguetean con la pelota en mitad de un templo, como niños bajo el retablo antes de misa, porque convierten cada final en un domingo cualquiera. Han conseguido dominar a la liturgia en lugar de sentirse apocados por su trascendencia. No hay voluntad de Dios, sino únicamente su propia voluntad, porque estamos ante esta religión sin Dios que es el fútbol. Ni el responso imaginario ni la música de la Champions les atenaza, ya que son la Champions en carne y hueso. También en espíritu. La carne es mortal; el espíritu, jamás.

La final de Wembley es la número 18 del Madrid, de las que ha ganado 14, a la espera del desenlace ante el Borussia Dortmund. Lo ha hecho de forma heterodoxa, en épocas diferentes y con modelos distintos, aunque pasara 32 años en blanco. Existe, sin embargo, un paralelismo en la concentración de las seis primeras, levantadas en el margen de 11 años, entre 1955 y 1966, y las cinco del último decenio, que pueden convertirse también en seis en Londres. Los presidencialistas Santiago Bernabéu y Florentino Pérez son los ideólogos de ambos periodos de éxito, pero mientras la primera época tuvo un liderazgo unívoco en el campo en la figura de Di Stéfano, la segunda ha sobrevivido a la marcha de los grandes jugadores para colocar al Madrid por encima de los nombres, como predicaba el argentino.

ANTES DE MBAPPÉ

Son los futbolistas los que se impregnan de su relato, no al revés, un intangible que los hace gigantes. Mbappé llegará en su busca. A su desplante, hace dos años, respondió el Madrid con el título en su ciudad, París. Tras su último fracaso, puede añadir el de Londres. El francés lo tiene todo, fama y dinero, a sus 25 años. Todo menos el Grial sin el que se sentirá incompleto. Por eso llegará a un Madrid sin Kroos, pero renovado y proyectado hacia el futuro, que volverá a citarse en una final.

Desde todos los ángulos, el equipo de Carlo Ancelotti parte como favorito, sea la historia; el recorrido en esta Champions, invicto; el balance goleador en el torneo (26 para los blancos por 17 de los alemanes); la jerarquía de sus jugadores o la experiencia de su técnico 'Mr. Champions' del banquillo, con cuatro títulos.

LA RECONSTRUCCIÓN DEL DORTMUND

El Dortmund es un equipo bien estructurado, motivado y liberado de presión, que ha sabido, asimismo, reconstruirse pese a las últimas salidas de Haaland y Bellingham. Ahora es más coral y ofrece un periodo de reinserción a Jadon Sancho. Hummels es el eslabón con el gran Dortmund de Klopp, puro pop, que mereció ganar la Champions, en 2015, y perdió ante el Bayern. El título que conquistaron en 1997 con una versión de menos brillo llevó a un defensa, Sammer, al Balón de Oro.

Desde el reconocimiento al trabajo de Edin Terzic, la realidad es que los peores adversarios del Madrid son la estadística y los que anidan dentro de sí mismo. A la estadística que habla de ocho Champions consecutivas, desde la 'Séptima', es mejor no mirarla, porque alienta, pero la ley de la probabilidad dice que cuánto más ganas, más amenazante es la llegada de la derrota.

Pese a encontrarnos ante el Madrid más estable y equilibrado tácticamente de los últimos tiempos, el equipo de Ancelotti ha ofrecido algunos tramos de desconexión también en esta Champions, como en los octavos contra el Leipzig, o ha tardado en activarse. En una final y frente a un equipo que saca mucho partido a esos lapsus, como hizo en en la vuelta ante el Atlético o en París, podría deparar dificultades inesperadas. Ancelotti necesita a un equipo sólido y dominador para no jugar el partido que quiera el Dortmund, pero también paciente, porque nadie disputa los desenlaces como el Madrid. Kroos para lo primero; Vinicius para lo segundo.

VINICIUS Y COURTOIS

Goleador en París, hace dos años, Vinicius está en su momento más decisivo, como ha demostrado en esta Champions, en especial frente al Bayern. Es el jugador al que invoca una final, además de sentirse invocado en el camino del Balón de Oro y frente a la llegada de Mbappé. No se llega donde quiere llegar sin ego. Ancelotti lo sabe y lo acepta, y el Madrid también, pero sin olvidar el peso de los 'antidivos' en el camino hacia Wembley, desde Lunin a Nacho o Joselu.

El ucraniano, afectado por una oportuna gripe, cedió ante la ley de la gravedad que es capaz de invertir Courtois. Una vez bajo los palos, no hay clemencia posible. Hace dos años, fue un héroe en París ante las baterías del Liverpool. Entonces dijo el belga que estaba en el lado bueno de la historia, después de haber sufrido al Madrid en Lisboa. No hay lados buenos y malos para quienes se entregan. Es el lado inmortal de la victoria el que ocupa el Madrid, porque gane o pierda en Wembley, volverá.

Terzic: “Si somos valientes, tendremos nuestra oportunidad”

Actualizado Viernes, 31 mayo 2024 - 21:43

Quizá no sea el mejor estratega, ni el motivador más persuasivo, pero Edin Terzic gasta un carácter tremendo. Fuera y dentro del banquillo. Así lo ha demostrado durante sus dos temporadas al frente del Dortmund y así se evidenció ayer desde que dio sus primeros pasos por Wembley. Con la barbilla alta y una sonrisa tensa encabezó la expedición amarilla en cada rincón del templo londinense. Llegado su momento en la rueda de prensa oficial, mitad acalorado, mitad ansioso, tuvo que quitarse la parte de arriba del chándal. Necesitaba sentirse cómodo para contar su verdad.

Terzic, con contrato hasta junio de 2025, ni siquiera sabe aún si continuará al frente del Borussia la próxima temporada. Ese detalle, tan crucial para cualquiera, no le importa ahora en absoluto. Su cabeza sólo se ocupa de cómo hacer frente al Real Madrid. «Hemos tenido 60 partidos para prepararnos de cara a esta final. Ellos tienen el papel de favoritos, pero no nos importa», arrancó. «El Madrid es, de largo, el club más laureado del torneo y esta temporada sólo ha perdido dos veces, ambas frente al Atlético. Sólo tendremos una oportunidad si somos valientes y demostramos que no vinimos aquí a verles levantar otro trofeo más».

A los 41 años, Terzic se sigue considerando un tipo joven. También en su profesión, exigente para cualquiera. Incluso para Carlo Ancelotti, que aún sufre casi como el primer día. «Siento el mayor de los respetos por Carlo, porque ha ganado con diferentes equipos, en diferentes épocas y diferentes culturas. Pero estamos listos para competir y demostrar que podemos luchar por el título».

«Pensé que estaría nervioso, aunque hoy, realmente, no me siento así. La razón es que tengo mucha confianza en que jugaremos un gran partido», vaticinó el ex ayudante de Lucien Favre. Devoto hincha del Borussia, Terzic sólo contaba 14 años cuando Andreas Möller y Matthias Sammer alzaron la única Orejona en la historia del Borussia. Aquel recuerdo supone ahora una motivación para su vestuario, ansioso de llevar al delirio a los 30.000 que han viajado a Londres y los más de 100.000 que lo seguirán desde las calles de Dortmund. «Lo siento por toda esa gente que no ha podido conseguir entrada, pero estoy convencido de que Wembley, como el Olímpico de Múnich en 1997, se teñirá de amarillo y negro».

Los buenos augurios conviven estos días con el amargo recuerdo de la pasada Bundesliga, entregada al Bayern en la última jornada. Justo un año después, aquel fiasco sirve para espolear al vestuario. «No importa lo duro que fuese aquello, porque siempre hay que levantarse e intentarlo de nuevo. Esta es la parte más bonita de nuestro deporte. Yahora estamos en uno de los estadios más icónicos del mundo para enfrentarnos nada menos que al Madrid». Poco antes de entrar a la sala, un periodista alemán había abordado a Terzic con una pregunta ya recurrente. «Sí, hace 10 años jamás hubiese soñado dirigir en una final de Champions, pero hace cuatro meses, cuando entramos en octavos, por supuesto que lo pensé»..

Poco antes de entrar a la sala, un periodista alemán había abordado a Terzic con una pregunta ya recurrente para él. «Sí, hace 10 años jamás hubiese soñado dirigir en una final de Champions, pero hace cuatro meses, cuando nos clasificamos para octavos, por supuesto que lo pensé». En septiembre, según él mismo admitió, nadie confiaba en este Borussia, con una plantilla muy renovada respecto a 2023.

Una de las apariciones más refrescantes de este curso fue la del central Nico Schlotterbeck, que deberá hacer frente su ex compañero, Jude Bellingham. «Puede hacer todo: regatear, disparar y cabecear. Además, sus extremos son muy buenos. Necesitamos defender como equipo y si les controlamos, podremos ganar», pronosticó el central. Por último, una mención para Julian Brandt, que también exhibiría un gran optimismo frente a los micrófonos. «Creemos que podemos ganar. Tenemos una confianza total y lo vamos a demostrar».

España da un paso más hacia la Eurocopa con una plácida victoria ante Dinamarca

España da un paso más hacia la Eurocopa con una plácida victoria ante Dinamarca

Actualizado Viernes, 31 mayo 2024 - 20:55

España se jugaba el liderato y no defraudó. Pocas selecciones en el mundo, por no decir ninguna, tienen la capacidad de esta selección para dominar los partidos. Es la Campeona del Mundo y el prestigio de la estrella se ha vuelto a imponer sobre las rivales del conjunto de Montse Tomé.

Dinamarca comenzó el partido con una tibia presión en la salida de España, pero poco tardó en encerrarse atrás para defenderse del asedio. España abrió pronto el marcador. Después de que Oihane avisara en el minuto 9 con un disparo desde la frontal, un saque de esquina en el 16 lo remataba Jennifer Hermoso completamente sola en el segundo palo.

La lata estaba abierta y España, lejos de relajarse, lo aprovechó para seguir atacando. Poco antes de la media hora, Salma Paralluelo era derribada dentro del área por la central Faerge, que intentaba evitar que la delantera blaugrana se quedara sola ante la portería. Mariona convirtió fácilmente el penalti (0-2).

Faltó la sentencia

Dinamarca no tuvo ninguna opción. Solo el balón parado ponía en aprietos a una defensa española que supo protegerse. Paredes de cabeza y Salma con un disparo alto intentaron incomodar a la guardameta danesa antes del descanso, pero España se marchaba al vestuario con los deberes hechos.

En la segunda parte, Paralluelo comenzó avisando con un remate desde la frontal primero y con un disparo cruzado que desvió la portera, después. Pero el tercero no llegaba. En vista del dominio, jugadoras menos habituales como Lucía García, Inma Gabarro o Vicky López, que se enfrentará estos días a la selectividad, tuvieron su oportunidad, pero el marcador ya no se movió.

Alexia también probó con un disparo a la escuadra de la portería danesa, pero el balón se marchaba fuera por poco. Solo dos pequeños contragolpes daneses rompieron la tranquilidad de Cata Coll, que vivió la segunda parte como una espectadora de lujo. La mala noticia del encuentro fue la lesión Laia Codina, que tuvo que ser sustituida por molestias musculares.

En los minutos finales, Vicky pudo sentenciar el partido con dos ocasiones muy claras dentro del área, pero de nuevo, faltó el acierto. Con estos tres puntos en el casillero, España mantiene el liderato y se volverá a ver las caras con Dinamarca el próximo día 4 en Tenerife.

Pintas para la vigilia en el hotel del Real Madrid: "O goleada o catástrofe: no hay término medio"

Pintas para la vigilia en el hotel del Real Madrid: “O goleada o catástrofe: no hay término medio”

Lleva un tiempo comprender que afición casi nunca es sinónimo de satisfacción. El aficionado de verdad lleva sus colores como el cofrade su paso, y en la encrucijada de cada partido encuentra mucho antes razones para el sufrimiento que para el disfrute. El madridista fetén, que conoce como nadie el hábito feroz de la victoria y colecciona más títulos de los que caben en un museo descolonizado, en realidad se siente incómodo en vísperas de disputa

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