Primoz Roglic abandona el Tour antes de la 13ª etapa tras una fuerte caída

Primoz Roglic abandona el Tour antes de la 13ª etapa tras una fuerte caída

Actualizado Viernes, 12 julio 2024 - 12:34

El esloveno Primoz Roglic, uno de los favoritos para el Tour de Francia, abandonó la carrera el viernes por la mañana justo antes de la 13ª etapa tras su fuerte caída la noche anterior, así lo anunció su equipo Red Bull-Bora.

"Después de una revisión detallada por parte de nuestro equipo médico anoche y nuevamente esta mañana, se tomó la decisión de que Primoz Roglic no será titular hoy", dijo el equipo.

El ganador del último Critérium du Dauphiné fue sexto en la clasificación general, a 4:42 del maillot amarillo Tadej Pogacar.

El jueves bajó dos puestos tras una fuerte caída en la final de la duodécima etapa.

Eterna maldición del Tour de Francia, única Gran Vuelta que falta en su colección, cruzó la meta a más de dos minutos del ganador y con el hombro derecho sangrando.

Para saber más

El esloveno de 34 años ya había caído en el mismo hombro en el Dauphiné y tiene fama de caer a menudo al suelo, ya sea por falta de destreza o porque llegó al ciclismo muy tarde tras una carrera inicial en saltos de esquí.

El jueves, no pudo hacer mucho cuando el kazajo Alexey Lutsenko chocó contra una isla separadora en forma de salchicha que lo hizo girar y atropellar a varios corredores.

Pogacar y sus dos perseguidores en la general, Remco Evenepoel (a 1:06) y Jonas Vingegaard (a 1:14) pasaron sin incidentes. No fue lo mismo para Roglic, que colocado en el lugar equivocado, en el momento equivocado, pasó por encima de su bicicleta.

Girmay firma un 'hat trick' en el Tour y sus triunfos pasan de anécdota a rutina

Girmay firma un ‘hat trick’ en el Tour y sus triunfos pasan de anécdota a rutina

...Y de pronto, en medio de la monotonía, a 12 kms, de la meta, cuando el pelotón aún no se había desperezado para preparar el sprint, Lutsenko hizo el "afilador" en una mediana. Arrastrados por él, bastantes hombres dieron con sus huesos en tierra. Notoriamente Roglic, que, a su pesar, va forjándose una desdichada leyenda de ciclista maltratado por la cara amarga de la casualidad.

Con el hombro derecho enrojecido, con toda esa zona, espalda, costado, dañada, llegó, en compañía de sus "coéquipiers", y con el rostro impasible de la resignación suprema, a casi dos minutos y medio de Biniam Girmay, quien, con su tercera victoria, daba buena cuenta de toda la nómina de velocistas. No estaba entre ellos Jakobsen, que había abandonado. También, enfermo, Pello Bilbao.

Tras la tempestad entre la realeza y la alta nobleza del Tour en la undécima etapa, llegó la calma en la duodécima, otra de más de 200 kms. (204), entre Aurillac y Villeneuve Sur-Lot. Uno de los dos días de reposo activo antes de los Pirineos, un par de etapas tremendas el sábado y el domingo, sobre todo el domingo, con cuatro puertos de primera y uno de categoría especial.

Antes de la caída de Roglic, en la que también se vieron envueltos Van der Poel y, entre los nuestros, García Pierna, no ocurrió casi nada. Previamente a ese percance y al sprint, sólo hubo que registrar el movimiento inicial y único de la escapada de Valentin Madouas y Quentin Pacher (Groupama), Anthony Turgis (Total Energies) y Jonas Abrahamsen (Uno-X Mibility). No se sabe muy bien qué pretendían los tres primeros en una etapa destinada al sprint final. Pacher y Turgis, quizás, su primera victoria profesional.

Por su parte, Abrahamsen, el corredor que hasta el momento ha acumulado más kilómetros en fuga, ha ido haciendo durante toda la carrera: puntuar en los puertos de tercera y cuarta. Es casi grotesco ver encabezar la montaña (de momento) a un corredor corpulento, macizo, de caderas anchas, culón. Pero está aprovechando muy bien las "tachuelas" para hacerse ver y adquirir un protagonismo legítimo.

La escapada, de la que acabó descolgándose Turgis después de la última cota, expiró a 41,7 kms. de la meta. Llegó a disponer brevemente de una máxima ventaja de 3:40. Pero nunca tuvo oportunidad alguna de llegar a buen puerto.

Aunque amodorrado, el pelotón iba rápido. Pero en las etapas predominantemente llanas, con carreteras anchas de buen piso, con tiempo agradable, sin viento en contra y con estas bicicletas tecnológicamente avanzadísimas, ir, digamos, a 45 por hora no tiene mayor dificultad. Son velocidades que se alcanzan por pura inercia.

El grupo principal se desperezó a siete kilómetros de la llegada. Afrontó los últimos y rectos metros con los sprinters rasgando a máxima potencia el aire. Girmay emergió de entre ellos, y otra vez de entre sus propias dudas de los últimos meses, para certificar una victoria clara de piel oscura. Tan clara como la clase de Roglic. Tan oscura como su suerte.

Vingegaard resurge en el Macizo Central y avisa a Pogacar que el Tour es cosa de dos

Vingegaard resurge en el Macizo Central y avisa a Pogacar que el Tour es cosa de dos

Nunca se sabe, y menos con tanta carrera por delante y sujeta a tantos azares y peligros. Pero el Tour ya parece cosa de dos. Y esos dos son Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard. Y viceversa. Dos colosos en la cima conjunta e inseparable de la clase común. Dos enemigos en la fraternidad de las alturas compartidas. Dos rivales irreconciliables en la jerarquía gemela.

El Macizo Central, 211 kms. con 4.350 metros de desnivel, concentrados prácticamente en los últimos 50 kms. contempló la pugna de dos gigantes enfrentados el uno al otro y a sí mismos en la comparación propia con la ajena. Cada cual es quien es y vale lo que vale. Pero la identidad y la valía del uno no son independientes de las del otro.

La segunda etapa más larga de este Tour, una de las cuatro de más de 200 kms., y la más exigente echó a volar desde la salida bajo el impulso de un Richard Carapaz que agitó el pelotón. Que lo zarandeó, contagiándole sus nervios o siendo contagiado por él, y no paró hasta arrastrar consigo a unos cuantos elementos, entre ellos Lazkano y Healy, y formar una escapada de 10 que nunca llegó a adquirir una ventaja más allá de los dos minutos.

En su largo y aplaudible protagonismo, sus componentes no eran nada desde un principio. No significaban nada, a la espera de que los acontecimientos de verdad, los más trascendentes, estallaran con la virulencia de una batalla y la belleza de una danza. De un combate y un baile. En el pelotón se presentía, se mascaba la tensión de una espera impaciente y, al mismo tiempo, temerosa.

Col de Puy Mary Pas de Peyrol, a 36 kms. de la meta. Eminencia de 1.590 metros de altitud, de 5,4 kms. de longitud al 8,1% de media y algún tramo sostenido al 14%. Montaña verde y espesa que, al ritmo de un pelotón cada vez más enflaquecido, se fue tragando a los escapados.

... Y entonces, a 580 metros de la cima, atacó la bestia amarilla. Nadie sobre una bicicleta en este mundo puede resistir tanta potencia en un corredor que cuenta con el motor de una máquina y las alas de ángel. Nadie en ese primer momento. Roglic, desmintiendo su experiencia, lo intentó. No pudo. Vingegaard, que va testando sobre la marcha su forma real, atrapó a Primoz. Más atrás, Evenepoel, que va aprendiendo a pasos agigantados, fue más prudente y subió a su ritmo.

Coronó Pogacar. Vingegaard y Roglic, a 16". Evepeneoel, a 34". Más lejos, Carlos Rodríguez, Ciccone, Adam Yates, Almeida, Landa... Admirables secundarios en una obra y un escenario reservados, en sus primeros papeles y bajo las luces más brillantes, a otros.

Pogacar mantenía medio minuto sobre Vingegaard al acabar el descenso. Pero Vingegaard, recortando metro a metro, jadeo a jadeo, lo alcanzó en el ascenso al col de Le Pertus. Todavía el esloveno se llevó los ocho segundos de bonificación en la cima, por cinco del danés. Descendieron juntos. Y empezaron juntos la última dificultad del día, el col de la Font de Cère.

Para entonces, aunque treparan en comandita y en igualdad de resultados y posibilidades, Vingegaard se había rearmado moralmente y obtenido una ventaja psicológica sobre quien había tratado con todas sus fuerzas de reducirlo, dejando la carrera asomada a la sentencia definitiva.

Coronaron. Bajaron a toda velocidad durante kilómetro y medio. El Tour sólo eran ellos. Afrontaron un repecho final de 800 metros. Se lo disputaron con la lógica avidez de todo triunfo parcial. Pero fundamentalmente con la pretensión de obtener el uno sobre el otro una superioridad anímica.

Estaban en juego muchas más cosas que una victoria de etapa, por importante que fuera. Cualquiera pudo ganar. Lo hizo Vingegaard para rematar por centímetros una jornada en la que le ha dicho a Pogacar que ha vuelto, que está mejor cada día y que, aunque, sí, nunca se sabe, esto es una cosa de dos, no de uno. De lo dos de los últimos cuatro años.

Evenepoel llegó a menos de medio minuto. Roglic, que se cayó, a menos de uno. Están aún ahí. Pero lejos...

Jasper Philipsen supera a Girmay y termina con su maldición en el Tour

Jasper Philipsen supera a Girmay y termina con su maldición en el Tour

Final de la maldición y nuevo integrante en la fiesta de los sprinters. El belga Jasper Philipsen, por fin, pudo anotarse su primera victoria de etapa en esta ronda y terminar con su permanente frustración. El velocista del Alpecin superó al eritreo Biniam Girmay (el más eficaz en esta edición, con dos triunfos) y se olvidó de sus desagradables momentos: en la sexta etapa fue descalificado por cerrar a Van Aert y fue segundo en la quinta y octava.

El compañero de Van der Poel fue el más afortunado en un día de charleta, de intercambio de confidencias. Jornada sin apenas historia, la primera etapa plácida de este Tour.

La cita posterior a la jornada de descanso suele ser peligrosa por la dificultad de algunos para adaptarse al cambio de biorritmos. Un entrenamiento inadecuado o un exceso de inactividad han acarreado dolorosas facturas en otras ocasiones. Este martes, el pelotón alertado por esos precedentes y pensando en los próximos desafíos, con entrada en el Macizo Central y luego visita a los Pirineos, se tomó la etapa con tranquilidad hasta el tramo final.

Ayuso, Aranburu y Lazkano

Ni siquiera, los aventureros de turno se lanzaron a ganar cuota de pantalla. Un ejercicio de transición para Tadej Pogacar, que mantiene su puesto de privilegio en la clasificación general, y Jonas Vingegaard, muy satisfecho tras haber superado el primer tercio de la carrera con sólo 75 segundos de desventaja respecto al esloveno.

La llegada a la meta de St. Amand Montrond también fue la clausura de un encuentro sin sobresaltos para Juan Ayuso, Alex Aranburu y Oier Lazkano, que celebraron su elección para los Juegos de París. El compañero de Pogacar doblará, al afrontar la prueba en línea y la contrarreloj.

A por el Macizo Central

Eso sí, fue un día muy señalado por el noruego Jonas Abrahamsen (Uno-X) que igualó el récord del belga Ludo Peeters, datado de 1984, al portar el maillot de líder de la clasificación de la Montaña durante las 10 primeras etapas del Tour.

Este miércoles, una etapa complicadísima, con desgaste permanente. Única excursión en el temido Macizo Central. Serán 4.350 metros de desnivel en 187 tortuosos kilómetros. La parte más dura se concentra en los últimos 50 km, con los ascensos al Col de Néronne (3,8 kilómetros al 9,1%), el Puy Mary Pas de Peyrol (5,4 km al 8%) y el encadenado final al Col de Pertus (4,4 km. al 7,9%) y el Col de Font de Cere (3,3 al 5,8%) previos a la meta en Le Lioran. Nueva criba en el top ten de la carrera.

Turgis se lleva la victoria y Pogacar pone el espectáculo en el 'sterrato'

Turgis se lleva la victoria y Pogacar pone el espectáculo en el ‘sterrato’

De Troyes a Troyes, mucho ruido y pocas nueces con victoria de Anthony Turgis (Total Energies), francés, 30 años, séptimo triunfo profesional. Etapa impresionante, pero intrascendente. Etapa imponente, pero sin repercusiones. Etapa en la que pasó de todo para que, al final, no ocurriese nada.

Etapa en la que, después de mil y un ataques, de un millón de dimes y diretes, de emociones sucesivas, siempre a punto de zarandear la general, acabaron llegando ocho de los 14 de la escapada inicial, de la que se descolgó, a causa de un pinchazo, Oier Lazkano. Etapa, en todo caso, de tremendo desgaste en víspera de la jornada de descanso.

Un disparate de etapa de 199 kms., caracterizada por 14 tramos de tierra que sumaban 32 kms., seis de ellos en la parte final, que desembocó en un espectáculo casi hipnótico, pero, a la postre, vacío. Mientras desde los primeros kilómetros echaban a volar Turgis, Stuyven, Romo, Lazkano, Aramburu, De Gee, Pidcock, Lutsenko, Healey...empezó el festival de los sectores terrosos.

En el 13, se quedaron Roglic, Ayuso y Van Aert. Enlazaron. Las bicicletas y los coches levantaban un polvo como niebla. En el 12 pinchó Vingegaard. Enlazó. En el 11 atacó Pogacar. Lo atraparon. El polvo se pegaba al sudor y volvía casi grises las piernas, los brazos y los "maillots". En el 10 demarró Evenepoel. Sólo respondieron Pogacar y Vingegaard.

El triple impulso los llevó a alcanzar a los de delante. Entonces, neutralizados entre ellos, se pararon. Los de delante, aliviados, siguieron solos y el pelotón atrapó al trío de ases. Entre los fugados y el gran grupo, se intercaló una flotilla de cuerpos rebozados, con Van der Poel de mascarón de proa.

La etapa seguía frenética, encendida. Los fuegos eran reales, visibles, llamativos. Pero de artificio. Polvo y más polvo. Bruma irrespirable. Y entonces, en el sector 4, atacó brutalmente Pogacar. Se fue. Jorgenson, en un esfuerzo colosal, acercó a Vingegaard al esloveno. Se fueron los tres. ¿Se fueron? No. Antes del sector 2, los atraparon. En el sector 1, de nuevo Pogacar, aunque con menos fuerza, interpuso metros entre él y el resto. Nada. A la postre, nada.

Allá adelante, los ocho escapados se vigilaban, se atacaban, se enredaban en amagues. Del río revuelto sacó fruto Stuyven. Llegó a disponer de 10 segundos de ventaja. Pareció entonces el ganador. Pero no. Le echaron mano en el último kilómetro. Y, en los metros finales, Turgis les ganó la partida a Pidcock, De Gee y Aranburu, con Romo en séptima posición. A 1:17, cruzaron la línea Girmay, Matthews, Van der Poel y compañía. Inmediatamente después, el pelotón con todos los ilustres. La general no cambia.

Algunos no compartimos el reciente y contagioso entusiasmo por el "sterrato", el "gravel", o como queramos llamarlo. El ciclismo es asfalto de mayor o menor calidad; de carreteras más o menos anchas y en mejor o peor estado, incluyendo el adoquinado fundacional, que suben, bajan y llanean. Pero no polvo (si hace sol), barro (si llueve), piedrecitas y trampas El ciclismo ya posee bastantes atractivos de todo tipo a la intemperie, viento lluvia, sol, como para recurrir a estímulos forzados. Fuera del asfalto ya están el ciclocross y la bici de montaña. El Tour se apunta a una moda que con la Strade Bianche y la Clásica de Jaén es suficiente. Pero doctores tiene la Santa Madre UCI y las heréticas Organizaciones.

Girmay, el rey africano del sprint, repite victoria antes del temido 'sterrato'

Girmay, el rey africano del sprint, repite victoria antes del temido ‘sterrato’

Biniam Girmay, el primer africano de raza negra que conquistó una etapa e el Tour de Francia, se consagra como el sprinter más poderoso de la Grande Boucle. El eritreo, con la misma autoridad que hizo el pasado lunes, impuso este sábado su punta de velocidad en la meta de Colombey-les-Deux-Églises, cuna del general Charles de Gaulle. Un emblemático lugar en el que Girmay volvió a poner a África en el centro de atención de la carrera más formidable.

''Este triunfo va edicado a mi familia', que siempre me ha apoyado tanto'', declaró el ciclista del Intermarché-Wanty, portador del maillot verde, que distingue al líder de la clasificación por puntos.

Girmay, 24 años, formado en la escuela de Alto Rendimiento de la UCI en Aigle, se impuso a los belgas Jasper Philipsen y Arnaud de Lie en un sprint en ligera subida y peligroso por el agua y la humedad que había en la calzada. Alex Aranburu, sin apenas ayuda de sus compañeros del Movistar, logró una meritoria novena plaza.

Girmay fue el héroe de un Tour que camina a golpe de sobresalto diario: fugas agónicas, subidas asfixiantes descensos primorosos, esprintes diabólicos, descalificaciones, abanicos afilados... La riqueza de un espectáculo primoroso que sigue liderado por Tadej Pogacar.

La jornada posterior al sueño cumplido de Remco Evenepoel y a la derrota de Pogacar en la primera crono de la ronda, arrancó con lluvia por carreteras estrechas de la zona de la Borgoña y animada por el hiperactivo Jonas Abrahamsen, el portador del maillot de lunares del Premio de la Montaña, que saltó poco después del banderazo de salida en Semur-en-Auxois y que estuvo peleando contra la dictadura del pelotón hasta poco antes del desenlace de la jornada. El noruego del Uno-X, que llegó a tener una ventaja de seis minutos, fue neutralizado a falta de 14,4 kilómetros para la meta.

El rodador de 28 años se le pudo ver en la parte trasera del pelotón en la resolución del ejercicio, cuando el grupo se lanzó al sprint sin la presencia del velocista danés Mads Pedersen, que no tomó la salida por las molestias ocasionas en la caída de Saint-Vulbas.

Un día de alta exigencia previo a la frenética cita de este domingo, con la visita a un campo sembrado de trampas. Territorio Comanche en los alrededores de Troyes. Una etapa de 199 kilómetros que incluye 14 tramos de sterrato, carreteras sin pavimentar, generadoras de estrés, que partirán al pelotón en mil pedazos. 32 kilómetros de vértigo. Seis zonas de grava están situadas en la parte final de la jornada.

Todos ellos son complicados pasos por firmes sin asfaltar, en los que Pogacar se siente superior. El esloveno ya ha ganado dos veces la Strade Bianche, se anotó la segunda edición de la Clásica de Jaén y superó una jornada similar en el último Giro de Italia (ganada por Pelayo Sánchez).

Estas pistas por la comarca de Troyes son menos irregulares que las de la Strade Bianche. Los chemins blancs (caminos blancos) transcurren por bellos parajes adornados por viñedos. Varios corredores, entre ellos Tom Pidcock (triunfador en la Strade Bianche de 2023) y su compañero Laurens de Plus reconocieron la etapa antes de tomar la salida del Tour. Carlos Rodríguez deberá pegarse a ambos rodadores del Ineos

Un día apropiado para el lucimiento de Pogacar y marcado en rojo en el calendario de Oier Lazkano, el clásicómano del Movistar que ya se anotó la última Clásica de Jaén, y de otros vencedores de la Strade Bianche: Van der Poel (2021), Van Aert (2020), Kwiatkowski (2014 y 2017). Etapa tremenda para un Tour machacante.

Evenepoel planta cara a Pogacar en la primera contrarreloj del Tour

Evenepoel planta cara a Pogacar en la primera contrarreloj del Tour

Por orden de llegada, por grado de apropiación y cercanía a la amorosa victoria, en la cumbre del ciclismo mundial, Remco Evenepoel,Tadej Pogacar,Primoz Roglic y Jonas Vingegaard se enzarzaron en la disputa de una contrarreloj primorosa en su interés, su intensidad y su emoción. No tanto en su trascendencia estricta, porque las diferencias, en 25,3 kms., no podían ser grandes entre ellos.

Pero, en lo escueto de su lenguaje cronométrico, el resultado certificó que, a expensas de que la carretera y sus azares se pronuncien más adelante de modo diferente, hay cuatro hombres para tres puestos de un podio aún sin determinar. Cuatro hombres a los que, realmente, sólo les mueve el afán de ocupar su cima, aunque Pogacar, en el conjunto de posibilidades teóricas, parece el destinado para ello.

La primera gran referencia la estableció Kévin Vauquelin al bajar de los 30 minutos (29:44). Lo dejó atrás por 76 centésimas Victor Campenaerts. Quienes salieron después no rebajaron ese tiempo hasta que los Fab Four entraron en liza. Desde el primer momento, y en los tres puntos intermedios, situados en los kms. 8,6; 14,4 y 19,9, Evenepoel, Pogacar y Vingegaard realizaban los mejores tiempos. Bueno, en el tercero, Roglic se adelantó a Vingegaard y ese cambio dictaminó la clasificación final.

En su primer Tour, Evenepoel (28:52) fue el único que, a 52,6 kms. por hora, bajó de los 29 minutos. Pogacar (a 12"), Roglic (a 34") y Vingegaard (a 37") bajaron de los 29:30. Las espadas están en todo lo alto. Remco aspira a lo máximo, pero debe pasar la reválida de los grandes puertos. Pogacar permanece como máximo favorito y no admite más dudas que, tras el Giro, pueda acusar la tercera semana. Vingegaard parece, a medida que acumula kilómetros, ir adquiriendo la forma que le permita enfrentarse a Pogacar y, quizás, a Evenepoel. En cuanto a Roglic, es la solidez personificada, y descartarlo en el vértice de la baraja sería un atrevimiento.

La modalidad de contrarreloj es paradójica. Los corredores actúan por separado. Pero, en la ausencia de acompañantes o intermediarios, se enfrentan directamente. A distancia, pero unidos, defendiendo cada uno su suerte, por un cronómetro neutral, objetivo, insobornable. Justo.

Juan Ayuso (decimoquinto, a 1:18) y Carlos Rodríguez (decimoséptimo, a 1:27) no nos dejaron satisfechos. Conservan, sin embargo, en la general, sus puestos en el Top-10. Ayuso es quinto, a 2:16. Rodríguez, séptimo, a 2:31. Tal como están las cosas, no ofrecen quejas. Ayuso, por otra parte, tiene por delante una doble tarea: mantener el tipo y echar una mano a Pogacar.

Groenewegen vence al sprint tras el ligero susto de Pogacar en un abanico

Groenewegen vence al sprint tras el ligero susto de Pogacar en un abanico

Actualizado Jueves, 4 julio 2024 - 19:06

En las crónicas deportivas siempre se empieza por el final, por el resultado, que es lo que, en definitiva, importa. En las etapas ciclistas llanas, con mayor razón, porque suelen resolverse de golpe en su mismísimo epílogo. En el caso que nos ocupa, entre Mâcon y Dijon, hablamos, además, de la etapa más llana de este Tour. Destinada más que cualquier otra a los sprinters, esos "locos" que, en un hervidero de pedaladas frenéticas, se disputan a dentelladas las galas del triunfo.

Ya estamos tardando en decir que se la llevó Dylan Groenewegen (Jayco Alula), el campeón nacional de Países Bajos. Es su sexta victoria en el Tour. Nada. No ocurrió realmente nada antes de esos momentos. No importó que, a lo largo de la ruta, entre viñedos (esto es Borgoña) y verdes horizontes abiertos, a veces inabarcables para la vista, soplara con cierta intensidad (entre 20 y 25 kms. por hora) un viento cambiante. Dio igual que, a 75 kms. de la llegada, el pelotón, adormecido y adelgazado momentáneamente a causa de unos movimientos nerviosos y fugaces en la proa a cargo del Visma, se rompiera de golpe a causa del viento, en un súbito abanico, como se rompe un hilo sometido a un brusco tirón.

En el minoritario grupo de cabeza se quedó aislado de los suyos Pogacar. No le entró miedo, faltaría más, pero nunca se sabe qué puede pasar en un momento dado, un pinchazo, una avería, un percance, una caída, y encontrarse solo puede ser peligroso. Se rezagó un tanto mirando hacia atrás con frecuencia para constatar poco después que el UAE, con Ayuso, Soler, etcétera, tirando del segundo carro, enlazaba sin mayores agobios. Tampoco nadie intentó aprovechar una situación que no pasó de un amago de apuro, de un atisbo de amenaza. Los abanicos los carga el diablo. Pero las aguas volvieron rápidamente a su cauce.

Caída

Sufría una avería Cavendish y, al amparo de los coches, regresó pronto al rebaño. El asfalto se deslizaba bajo las ruedas de la tropa a 40 por hora y nada ocurría. La gente iba de paseo. Con el material y el piso actuales, a esa velocidad las bicis van solas. Todo el mundo esperaba el zafarrancho final, en el que se desencadenarían las hostilidades buscando, primero, la colocación de los velocistas y, luego, ellos y sólo ellos, en su duelo de fuego, arrancándose la piel en los últimos llameantes 200 metros, cuando las piernas arden y el corazón estalla. ¿Habría caídas? Sí, una sin trascendencia a 7 kms. de la llegada. Bettiol y Van den Berg no sufrieron daños.

El pelotón marchaba tan tranquilo que entró en harina más tarde de lo habitual. Se sacudió la modorra en cuanto se alcanzó la zona de protección (4 kms.) El sprint fue limpio y en él entraron los hombres más rápidos. Menos Cavendish, que se da por satisfecho con su 35ª victoria y aguarda alguna otra oportunidad más adelante. Groenewegen batió a Philipsen, Girmay, Gaviria (bien por el colombiano, que parece recuperar un buen gope de pedal), Bauhaus, De Lie, Van Aert (que va afinando la llanta), Démare, Kristoff y Ackermann.

La séptima etapa, una contrarreloj individual de 25,3 kms., la más corta con el nombre más largo (Nuits-Saint-Georges-Gavrey-Chambertin) de este Tour, se presenta como la más importante de la semana, después de la presidida por el Galibier. Los pronósticos apuntan a Evenepoel y Pogacar. Veremos cómo reaccionan, especialmente, Roglic y Vingegaard, los otros aspirantes al triunfo en la carrera, no solamente al podio o al Top-10.

La etapa es fundamentalmente plana, con un repecho en la parte central de un kilómetro y medio al 6,1% de porcentaje máximo.

Cavendish vence, supera el récord de etapas de Merckx y los españoles, a la sombra de Pogacar, renacen en el Tour

Cavendish vence, supera el récord de etapas de Merckx y los españoles, a la sombra de Pogacar, renacen en el Tour

Sin lanzadores, como en el ciclismo clásico, un coloso de 39 años, 70 kilos de peso y 175 centímetros se elevó por encima de todos para escribir una página de oro en la historia del Tour. 35 victorias en sus vielas. Más que nadie. Mark Cavendish ya mira a Eddy Merckx por encima del hombro.

Lo que parecía una etapa de transición, esta quinta entre Saint Jean de Maurienne y Saint Vulbas, en la que los principales favoritos viajaron protegidos en el seno del pelotón, albergó un hecho memorable. Mark Cavendish superó el registro del Caníbal al imponerse en un sprint desordenado, con empujones y caídas. "Llevo 15 años corriendo el Tour, sé lo que hay que hacer, sé que no sirve de nada estar acariciándose el ego en el pelotón, que lo mejor es pasar los días como puedas y estar a tope en el momento adecuado", aseguró el veterano corredor del Astana.

"Para muchos ganar una etapa ya te justifica una carrera y yo tengo tantas victorias... Esto es algo increíble. Tengo mucho respeto por esta carrera, para mí es el evento deportivo más importante del mundo. Quedan dos semanas y voy a tratar de dar el máximo", dijo, tras dedicar el histórico triunfo a su familia y de ser felicitado por Pogacar. El esloveno le prometió que no iba a batir su plusmarca.

Cavendish superó a Eddy Merckx en una jornada marcada por varias caídas provocadas por las isletas y los estrechamientos de la calzada. Pogacar se salvó milagrosamente de una trampa en la que Pello Bilbao quedó atrapado. El británico ya será un emblema de un Tour que apunta al renacimiento del ciclismo español, con los integrantes de la nueva generación en posiciones delanteras. Ellos estuvieron espléndidos en la primera gran cita montañosa.

En el Galibier, Juan Ayuso, en su esforzado aprendizaje de gregario, se pegó a la rueda de Pogacar y aguardó el instante preciso para recibir la orden de colocarse en la punta de lanza y comenzar el baile de desgaste. Vingegaard, Evenepoel y Roglic sufrieron con el ritmo impuesto por el debutante chaval de Jávea (21 años), que además de sacrificarse por su jefe de filas, fue capaz de sprintar a Roglic en la meta de Valloire y terminar tercero. Ahora es cuarto en la general.

Minutos antes de coronar el Galibier, Ayuso había cruzado mirada cómplice con Oier Lazkano, el prometedor clasicómano vitoriano, cazado tras superar la cima de Lautaret y premiado como el corredor más activo en el primer desafío alpino del pasado martes. ''Para que te toque la lotería, hay que comprar boletos. He intentado ganar la etapa y al final he subido al podio por el ser el más combativo del día. He cumplido un sueño. Este es mi primer Tour, quiero aprender y sé que habrá mucho sufrimiento'' , aseguró el polivalente corredor del Movistar.

Lazkano tiene 24 años, uno más que Carlos Rodríguez, el aspirante más sólido del Ineos a entrar el podio de Niza. En esta primera semana apenas se ha despegado de la estela de Roglic y Evenepoel, sus principales adversarios en su objetivo final de la ronda gala. El andaluz es un diésel con potencia que escala con soltura y desciende con habilidad, como demostró en la conquista de la etapa finalizada en Morzine de la pasada edición. Este miércoles, el ciclista de Almuñécar apenas se dejó ver en una etapa llana. Ocupa la sexta plaza en la general, a 1.16 de Pogacar. El séptimo eso Mikel Landa, el escudero de oro de Evenepoel. Tres españoles entre los siete primeros, como en los mejores tiempos, como en los comienzos de Jonathan Castroviejo, compañero de Carlos Rodríguez, que a sus 37 años es el más veterano de la carrera.

Y no es sólo que los españoles aparezcan en las primeras posiciones, sino también se dejan ver en el desarrollo de las etapas, metiéndose en escapadas. El debutante Raúl García Pierna (23) y Cristian Rodríguez (29) ya han otorgado importantes cuotas de pantalla al Arkea con sus fugas. Aventuras presenciales que los patrocinadores valoran mucho.

En esta edición del Tour hay 15 españoles, uno más que en 2023. En 2022 sólo hubo nueve, entre ellos Enric Mas (29), que tuvo que abandonar y que este año busca un lugar en el top ten. Ahora es 20º, a 4.40 de Pogacar. En el Movistar cuenta con la ayuda de Alex Aranburu (28) y Javier Romo (25). El balear peleará por ganar una etapa, un objetivo que también persiguen Pello Bilbao (34, Bahrain, sexto en 2023), Ion Izagirre (35, Cofidis), Jesús Herrada (33, Cofidis) y Carlos Verona (31, Lidl) y Marc Soler (30, UAE). El corredor catalán, uno de los escuderos de confianza de Pogacar, explica que el Tour es muy largo, pero que para su equipo era muy importante que el esloveno asumiera el liderato con autoridad en el primer test de montaña. "Tadej es increíble, siempre nos pide por la radio un poco más, parece que a él no le duelen las patas'', añade Juan Ayuso, el baluarte de la nueva generación del ciclismo español que pugna por abrirse hueco en la ronda que todo otorga y todo quita.

Tras la etapa inolvidable para Cavendisg, este jueves llega una nueva jornada para aventureros y velocistas, con salida en Macon y llegada en Dijon, con un recorrido de 163 kilómetros. Atentos a los posibles cortes provocados por el viento. Esto no para.

Pogacar, respaldado por un excelente Juan Ayuso, doblega a Vingegaard en el Galibier y retoma el liderato del Tour

Pogacar, respaldado por un excelente Juan Ayuso, doblega a Vingegaard en el Galibier y retoma el liderato del Tour

El gigante de los Alpes encumbró al favorito y puso a prueba la capacidad de resistencia y sufrimiento de un orgulloso defensor del título. Tadej Pogacar derrotó a Jonas Vingegaard en las paredes nevadas del coloso Galibier en el primer desafío de alta montaña. Liderato para el esloveno, con una renta de 45 segundos sobre Remco Evenepoel y 50 sobre el danés. Una jornada espléndida para Juan Ayuso, que tras ejercer como gregario de Pogacar, tuvo el coraje de terminar tercero. Carlos Rodríguez y Primoz Roglic también entraron en el grupo de los mejores.

En la formidable cima alpina se volvió a escribir otra página gloriosa con un ejercicio tremendo de potencia de Pogacar y un emocionante descenso hasta Valloire, en el que sacó de punto a Vingegaard. La preparación del Tour del danés, tras la caída en el País Vasco, parece que se ha quedado corta.

Y es que el Galibier nunca defrauda. Desde la prehistoria de las máquinas de hierro, aglutina los relatos más épicos del ciclismo. En 1933 acogió la primera gran hazaña de esos escaladores con cuerpo de jilguero. Vicente Trueba, que presumía de recorrer Torrelavega y Madrid del tirón, estableció el primer gran récord de subida en el Tour de Francia: dos horas y 10 minutos en coronar la terrorífica cima alpina, 23 minutos menos que el mejor registro que ostentaba el francés Eugène Christophe.

"Donde las águilas no llegan''

El cántabro (1,57 metros y poco más de 50 kilos), corría sin equipo, sin asistencia mecánica y coronaba los puertos en primer lugar y en solitario. En las fotos siempre aparecía subiendo solo, por delante del pelotón. Fue el primer ganador del Premio de la Montaña y el pionero en escalar agarrado a la parte baja del manillar. Creó estilo. Henri Desgrange, el fundador de la ronda francesa, le bautizó como La pulga de Torrelavega. Al director y al público les apasionaba la manera salvaje de escalar del español nacido en el valle de Sierrapando.

Trueba fue un precursor al que le privaron de ganar el Tour. En la 10ª etapa de la edición de 1933, entre Digne y Niza, el cántabro se metió en una fuga de seis corredores que dejó a todo el pelotón descalificado por fuera del control. Pero Desgrange ordenó a los jueces que ampliaran el margen del retraso permitido, pasando del 8% al 10%, de esa manera rescataron a todos. En la clasificación general final, Trueba quedó sexto, los cinco primeros fueron corredores repescados. Lógico y entendible que siempre reclamara ese Tour.

Trueba, un peso pluma, volaba en las subidas y se hundía en los descensos. Carecía de la habilidad de Pogacar, que este martes se lució en la emblemática ascensión que determinó la resolución de la etapa. El esloveno retó a Vingegaard en un descomunal ataque a falta de 800 metros para la cima del Galibier y coronó primero, con una renta de ocho segundos, esa cúspide donde los ''hombres supieron elevarse a una altura donde las águilas no llegan'', según proclamó Desgrange.

Ayuso, Vingegaard y Pogacar, en la subida al Galibier.

Ayuso, Vingegaard y Pogacar, en la subida al Galibier.AP

La subida al Galibier (30 kilómetros de longitud) fue un ejercicio de desgaste. Después del paso por Lautaret, se abrieron las hostilidades. Tras neutralizar una fuga en la que se metieron Oier Lazkano, Van der Poel o García Pierna, Pogacar puso a trabajar a todos sus escuderos: Politt, Wellens, Soler, Sivakov y Almeida para estirar el pelotón y descolgar al líder Carapaz y a gente relevante como Bernal, Pidcock, Thomas, Enric Mas, Bardet o Simon Yates.

Carapaz, principal damnificado

A falta dos kilómetros ordenó a Juan Ayuso que asumiera el mando. El empuje del debutante español terminó por minar las energías de los enemigos de Pogacar. Cuando parecía que había quemado al equipo sin resultado, el esloveno saltó cerca de la pancarta de la Montaña y todos, excepto Vingegaard, se apartaron. En dos acelerones se desprendió del danés. A partir de ahí comenzó un nuevo festival, negociando con maestría las curvas en un descenso vertiginoso. Los ocho segundos en la cima se convirtieron en más de medio minuto en la meta.

El Galibier, una vez más, fue cuna de gestas y brutales desfallecimientos. El damnificado de hoy fue el líder Carapaz. Cedió cerca de cinco minutos y medio. Allí Vingegaard desnudó en 2022 a Pogacar con una sucesión de ataques coordinados del Visma; Contador firmó su ataque más desesperado en 2011, Pantani humilló a Ullrich en 1998. En su cima se lucieron Bartali, Coppi, Bahamontes, Charly Gaul, Merckx, Ocaña, Zoetemelk...Una subida sólo al alcance de los mejores.

Monsieur le Galibier nunca desilusiona.