La conexión portuguesa de los dos Joaos, Cancelo y Félix, reanimó al Barcelona ante el Oporto. El teórico lateral, el más incisivo en ataque de los barcelonistas mientras le duró la gasolina, se encargó, en primer lugar, de poner la igualada en el marcador después de que se adelantaran los visitantes. Y, ya en la segunda mitad, además, le dio el balón en bandeja al ex rojiblanco para poner por delante a los azulgrana. Un triunfo sufrido en extremo que les permite sellar su tan deseado pase a los octavos de final de la Champions y, casi con toda seguridad, asegurarse también el primer puesto de su grupo. [Narración y estadísticas (2-1)]
El Barça saltó al terreno de juego hecho un manojo de nervios. El triunfo del Shakhtar ante el Amberes obligaba más que nunca a sellar la victoria y, por mucho que Xavi acumulara talento en la medular y arriesgara con una defensa de tres, con Cancelo ejerciendo como extremo izquierdo, los azulrgana no lograban salir con claridad desde la zaga ni llevar auténtico peligro al área del Oporto, descontando algún que otro balonazo.
El conjunto portugués olió la sangre. Por eso, sin prisa, apostó por incomodar a los locales y esperar, agazapado, su oportunidad. A la primera, vio como su tanto era invalidado por fuera de juego. A la segunda, en cambio, logró su objetivo, aprovechando, para ello, un nuevo desajuste en tareas defensivas de los barcelonistas.
Pepé, cuando el duelo se disponía a cumplir su primera media hora de juego, cazó un rechace de Iñaki Peña para anotar el 0-1 y lanzar un jarro de agua helada sobre el Barça. Pero, tal y como admite Xavi, la urgencia espolea la reacción de los suyos. Y Cancelo, seguramente el más insistente de los atacantes barcelonistas, se encargó de poner la igualada en el luminoso casi después del saque de centro.
Iñaki Peña
El portugués, con una brillante acción personal tras asistencia de Pedri y deshacerse del intento de dos defensores por frenar su avance, estrelló al fin el balón en la red. El 1-1 reanimó a los locales. Tanto, que aumentaron su acoso a la meta rival y a punto estuvieron de llevarse un 2-1 al descanso. En justicia, también podría haber caído el 1-2. El portero azulgrana, con una plástica intervención a remate de Varela, se encargó de evitarlo.
Los azulgrana, de nuevo, saltaron al terreno de juego mucho más enchufados tras el descanso. Joao Félix, nada más arrancar la segunda parte, envió un primer aviso al travesaño y, casi acto seguido, tuvo la oportunidad de poner por delante a los suyos tras asistencia de Cancelo. El Oporto, no obstante, lejos de amilanarse, también tuvo una clara opción para echar sal en las heridas barcelonistas en una acción en la que Araujo, quién si no, se jugó el todo por el todo para evitar que el balón fuera entre palos e, incluso, rascó una falta a favor de los suyos.
A la tercera, en cambio, sí llegó la vencida para el ex rojiblanco. Con Cancelo, cómo no, como asistente. Joao Félix, con ese tanto, además, exorcizó unos demonios que le venían persiguiendo desde septiembre. El 2-1, por supuesto, serenó al Barça. Tanto, que empezó a rondar el tercero de la velada con tanta insistencia como poca puntería para acabar sumando su tan ansiada victoria.
Apenas el mercado semanal del parque de la Devesa agrieta la tranquilidad de Girona, donde poco, prácticamente nada, advierte que llega un gran día: el debut de la ciudad en la Champions, este miércoles en el campo del PSG (21.00 horas, Movistar). Sobre la arena de la Plaça de la Independència unos cartelones de Etihad Airways, patrocinador del equipo, dejan algo entrever -"Juntos hacia nuevas alturas" es el emblema- y para alivio del fotógrafo por allí aparece Javi, con una camiseta de Stuani y el logo de la competición. Pero poco más.
Si acaso hay más camiones que de costumbre descargando comida y cerveza en los bares de alrededor, como el Fock Viu, una hamburguesería y cocktelería muy 'street food' que se prepara a conciencia. Allí se reunirán hoy decenas de chavales convocados por el podcast 'Tribuneros de Montilivi' de Pol Mejias y Martí Pardo. "A Girona le falta un lugar de referencia donde ver los partidos de fuera. No hay un sitio donde se junte la afición, estamos desperdigados y, de hecho, igual vas a un bar de la Plaça de la Independència y no sabes muy bien a quien se anima. La gente no es muy enérgica y muchos no visten la camiseta del equipo", comenta Pardo, veinteañero que describe el carácter de sus vecinos.
Un joven posa en la Plaça de la Independència, de GironaDavid RamirezAraba Press
"La gente tiene ganas de Champions, pero en Girona somos tranquilitos, no nos volvemos locos. Por ejemplo, las entradas para la afición visitante en el campo del PSG no se han acabado. Había como 2.000 e irán unos 1.000, la mitad. Entre semana la gente trabaja y lo primero es lo primero", expone Pardo sin acritud, consciente que tampoco se puede cambiar una ciudad tan burocrática, tan funcionarial, tan capital de provincias, en un visto y no visto. Además, hasta hace 20 años el Girona FC deambulaba entre Tercera y Regional Preferente y su masa social sigue en construcción. En 2011, ya en Segunda, Montilivi vivió el primer pleno de su historia -9.286 espectadores- y hubo que esperar a 2017 para el verdadero 'boom', con el ascenso a Primera y la compra del club por parte del City Group.
"Mi padre fue empleado del club y yo siempre fui del Girona, pero en el colegio se reían de mí por eso. Los que íbamos al campo nos conocíamos todos. Ahora hay niños del Girona, es bonito y vienen grupos de turistas, sobre todo holandeses, que van o vienen de la Costa Brava", expone Lluís Bosch, presidente de la Penya Gironina y autor de un Montilivi hecho con piezas de Playmobil -expuesto en el Centre Cultural La Mercè-, que también habla del talante propio: "Hay mucho alegría, más orgullo de ciudad que nunca, pero también hay temor. El 'tarannà gironí' es el que es: serios, reservados. Nos gusta estar en Champions, pero ya sufrimos por lo que pueda pasar con los aficionados de otros equipos".
Montilivi, en el último partido ante el BarçaLLUIS GENEAFP
Y es que la Champions ha obligado al Ayuntamiento a movilizarse, a visitar Villarreal este agosto para aprender de su ejemplo, a preparar dispositivos especiales junto a los Mossos y a coordinarse con la Universitat de Girona, cuyo campus está al lado de Montilivi, al sur de la ciudad. Las clases acabarán antes en los días que lleguen los aficionados del Feyenoord, del Slovan de Bratislava, del Liverpool y del Arsenal. "Es un reto para la ciudad y tenemos que aprender. Hay que saber disfrutar del momento y, a la vez, que no perjudique la convivencia", apunta Àdam Bertran, regidor de Deportes de la ciudad, que desvela que no habrá Fan Zone, pero sí se realizará un control de los fans visitantes, especialmente de los hooligans que lleguen sin entrada.
"Serán cuatro días en cinco meses, tampoco tanto", asume y como miembro de Esquerra confirma que la política se quedará a un lado. Aunque Girona está gobernada por las CUP con el apoyo de Junts y Esquerra, no se esperan actos reivindicativos antes o durante los partidos de Champions. De hecho, en Montilivi las esteladas sólo fueron mayoría entre el fervor de 2017. "El Girona es un club privado y desde el Ayuntamiento sólo podemos desear que la Champions permita que aumente la gente que practica deporte en la ciudad", finaliza Bertran.
Pocas esteladas, propiedad extranjera
"En Girona cuesta mantener el deporte al margen de la política, pero el club lo ha conseguido. Tiene un posicionamiento más cercano al Espanyol que al Barça porque entre las gradas hay gente diversa. Se ha mantenido al margen del independentismo y eso le ha ido muy bien", puntualiza Ángel Martínez, regidor del Ayuntamiento por el PSC y ex jugador de la entidad, cedido por el Espanyol al Girona para la temporada 2010-2011, que añade: "También los propietarios son extranjeros". El City Group del jeque Mansour de Abu Dhabi, el dueño del Manchester City, posee el 47% de las acciones mientras que el 35% es del magnate Marcelo Claure y el 17% restante es de Pere Guardiola, hermano de Pep.
El palco del Girona, ante el Barcelona.Alejandro GarciaEFE
Sin una Junta Directiva al uso, el Girona ha tenido que cambiar parte de su consejo de administración para evitar conflictos con la UEFA, pero igualmente muchas decisiones se toman lejos de la ciudad. "El otro día, un tertuliano de TV3 decía que el Girona ya no es un equipo humilde por los propietarios que tiene, pero no es verdad. En España no hay dinero y ésta es la única forma de crecer ahora. El City Group respeta la identidad del club, no le ha cambiado el nombre, por ejemplo, y mantiene la base de lo que fue", proclama Martínez, que recuerda cuando los jugadores compartían coche para ir a los partidos.
El entorno de un modesto
O cuando a Montilivi sólo iban 300 aficionados. O cuando el Palamós, el Figueres o el Vilobí se llevaban a los canteranos de la entidad. O cuando no había periodistas que cubrieran los partidos. Ahora los hay, claro, pero no hay día que la tribuna de prensa se acerque al número de profesionales que mueven Real Madrid, Barcelona o Atlético. "Como mucho somos 15, aunque lo normal es que estemos entre cinco y 10. Girona es una ciudad muy pequeña, de 105.000 habitantes, y el entorno del club es pequeño, de trato personal, con una relación con los jugadores más cercana", expone Alex Luna, periodista de Mundo Deportivo o DAZN e impulsor de otro podcast, Montiliving, también con tirón entre los jóvenes.
El Girona, en su último entrenamiento antes del PSG.LLUIS GENEAFP
"Si dentro de unos años el Girona baja a Segunda su masa social bajará, pero quedará lo que estamos viviendo ahora, con la temporada pasada o con el debut en Champions. Ahora hay niños del Girona y eso no pasaba antes", subraya Luna, que en contraposición al tópico habla de una nueva Girona "abierta y divertida" gracias al deporte.
Paraíso para los expats
Porque no es sólo el fútbol. El súbito ascenso del Girona ha coincidido con el nuevo proyecto del Girona Bàsquet de la mano de Marc Gasol -en ACB desde 2022- y con la moda del ciclismo en la ciudad. Hace años, con Lance Armstrong como referente, muchos profesionales se instalaron en el centro y con el paso del tiempo llegaron los amateurs de todas partes del mundo, con sus eventos, sus tiendas de ropa ciclista y sus cafeterías de especialidad. Hoy Girona es un lugar 'cool' para 'expats' gracias a su oferta deportiva.
Ciclistas en la cafetería La Comuna, de Girona.David RamirezAraba
"Antes quizá se veía como un pueblo cerrado y ahora es una ciudad que atrae, con mucha calidad de vida. Muchos nos ven como el Silicon Valley del deporte, un ecosistema único. De hecho, hemos creado un movimiento, el Girona Play Together, para que haya más sinergias entre fútbol, baloncesto y ciclismo", expone Jordi Puyol, de Athletic Affair, una agencia de Girona vinculada a los deportes outdoor y a eventos como el Sea Otter, el festival ciclista que se celebra este fin de semana. Antes hoy, en el campo del PSG, Girona vivirá un gran día, el debut de su equipo en la Champions, aunque poco, prácticamente nada, advierta sobre ello en la ciudad.
Son días difíciles para el fútbol. No hace falta que lo diga Ancelotti, señor en la sala de prensa, con la verdad que todos compartían, todos menos la Liga, pero extraviado en el banquillo, sometido por un Milan que nada tiene que ver con aquellos en los que jugó o dirigió. Ese Milan desconocido, sin italianos, bailó en un Bernabéu que parecía un paisaje lunar, lleno de cráteres, al son que marcaron Morata y Reijnders. [Narración y estadísticas]
La carga emocional era inevitable en el Bernabéu, reverencial en el silencio de homenaje a las víctimas de Valencia. A las emociones que importan se iban a unir, una vez rodó la pelota, otras que importan menos, por la vuelta a la escena de Vinicius después del no Balón de Oro y el regreso de Morata a un lugar donde lo han querido y lo han pitado, pero para la condición humana, en general, es más común el recuerdo de lo malo. Está en su derecho Morata, después de un exorcismo emocional que lo ha liberado, y está como nunca. Hiperactivo en todas partes, también en el gol, llevó al Madrid a los límites en los que vive peligrosamente, después de encajar siete goles en el Bernabéu en los dos últimos partidos, ante Barça y Milan. Morata pasó, marcó y hasta taconeó al larguero frente a un Madrid que también le resultó desconocido.
Pitada al himno de la Champions
La rabia concentrada por la decepción del Balón de Oro llevó al Bernabéu a pitar el himno de la competición que da sentido a su historia. Son esas contradicciones de las que es peligroso emborracharse. El caldo de cultivo, añadido al 0-4 de clásico, como cuatro puñales, propiciaba la salida del Madrid como una salida de toriles. La presión alta apareció donde no siempre lo hace, hecho que provocó pérdidas iniciales en el Milan, con un riesgo excesivo por parte de Maignan con los pies. Si no obtiene su fruto y el rival la supera, entonces el Madrid repliega de forma defectuosa, corre más de la cuenta, sin tener muy claro cómo y dónde presionar, lo que ofrece muchas alternativas de pase a los oponentes. Con un tipo como Reijnders enfrente, mejor santiguarse. El gol que logró el holandés, tercero de su equipo, después de recorrer medio campo y combinar con Leao para matar a Lunin, retrata los males del Madrid. No es la primera vez que sucede esta temporada. Ahí aparece un trabajo pendiente por parte de Ancelotti.
Lo sabe el técnico, que ha hecho de su centro del campo esta temporada un 'Tiovivo'. Modric volvió a la titularidad, con la intención de que el croata encontrara los pases verticales para Vinicius y Mbappé, y diera equilibrio a la línea. En el descanso, visto el fracaso y por debajo en el marcador, cambió al unísono a sus dos acompañantes, Valverde y Tchuoaméni, pitado en el Bernabéu. Más tarde retiraría también al croata.
No es habitual en el italiano, con toda una parte por delante, hecho que convertía la decisión en un mal síntoma. Camavinga y Brahim fueron lo sustitutos, en busca de más dinamismo y profundidad. El peligro era el espacio, convertido el campo en un páramo para que corrieran Leao y Theo. Con una desventaja mínima y mucho tiempo por delante, sorprende que el Madrid no tuviera otro plan que el de tocar la corneta.
La imprecisión de Vinicius
Alineados por Paulo Fonseca en la izquierda, Theo y Leao anunciaban por dónde debía llegar el peligro del Milan, un equipo de buen pie. Morata, en cambio, tiene un rol mucho más coral, retrasado hasta en acciones defensivas, con movimientos que dan alternativas, pero sin perder el sentido del gol, como ocurrió para rematar el despeje de Lunin en el segundo gol visitante. El primero, en cambio, no llegó por ninguna de esas vías, sino a través de una acción a balón parado. Thiew cabeceó entre Tchouaméni, paralizado, y Militao.
Vinicius buscaba las réplicas, pero quien tuvo las más claras fue Mbappé. En la mejor encontró a Maignan bajo los palos. Intermitente el francés, sus apariciones dependían de que el Madrid lo encontrara. Lo hizo Modric en la segunda mitad, pero el disparo salió desviado. El francés, muy ansioso, necesita utilizar más recursos para estar presente. Lo hace Vinicius y lo hizo Morata, pese a tener el gol como misión. El brasileño, sin embargo, no estuvo preciso. Apenas encontró una opción clara en la que fue objeto del penalti. El lanzamiento, a lo 'Panenka', le daba al Madrid la igualada, pero nada más. Un disparo de Rüdiger quiso activar la épica, pero el VAR dijo no. La épica no se cena todos los días, aunque ahora esta Champions va a necesitar sus atracones, ya que Ancelotti no encuentra el menú.
El cortador de céspedOpinión
JULIÁN RUIZ
Actualizado Miércoles,
20
septiembre
2023
-
21:37Bellingham, en la acción del 1-0 ante el Unión Berlín.AFPCrónica...