En los últimos tiempos los Premios Nobel relacionados con la Ciencia tienden a ser compartidos. Y es que los estudios, descubrimientos y avances en ese campo se suceden a tal velocidad y debidos por tantas mentes brillantes que Estocolmo se ve impeli
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Olvidémonos de Eddy Merckx. La verdadera unidad actual de medida de Tadej Pogacar (26 años) es Bernard Hinault. Los tiempos son siempre distintos, ya se sabe. Pero de algún modo hay que establecer las comparaciones. Y, después de todo, el programa y el calendario son básicamente los mismos. Y todos los ciclistas, los de ahora y los de siempre, tienen un corazón, dos pulmones, dos piernas y deben dar pedales encima de la mejor bicicleta del momento.
Incluso así, es difícil llegar a conclusiones absolutas. Las relativas son admisibles como tabla de cálculo. Fechas por fechas, existen matices. Merckx nació en junio de 1945. La temporada de sus 26 años pillaba a caballo entre dos saltos temporales. Hinault es de noviembre de 1954. Hacía toda la campaña con la misma edad. Pogacar acaba de cumplir, el 21 de septiembre, 26 años. Es decir, ha hecho casi todo el curso con 25. Pero ya con los 26 ganó el Mundial, el Giro de Emilia y el Giro de Lombardía.
Por lo tanto, para no complicar en exceso el cotejo por unos meses más o menos, para concretar, pensemos en un Merckx de 26 años en 1971. En un Hinault de esa misma edad en 1981. Y en el Pogacar de 2024. Para centrar, acotándolas, las comparaciones debemos referirnos a las cumbres referenciales de las carreras ciclistas: las tres grandes rondas, los cinco Monumentos y el Mundial.
A sus 26 celebrados años, Pogacar lleva 88 triunfos, entre ellos hay cuatro grandes rondas, siete Monumentos y un Mundial. A esa edad, Hinault acumulaba 85 (tres menos que Pogacar), cinco grandes rondas (una más), cuatro Monumentos (tres menos) y un Mundial (empate). Trayectorias, en conjunto, parejas, homologables. Parece claro que Hinault es el hombre a batir por Pogacar en el futuro. Obviamente, no será fácil. Pero el esloveno se halla en disposición de superar las 10 grandes rondas del francés.
Pogacar y Eddie Merckx.MUNDO
No así en lo referente a Eddy Merckx, que a los 26 años había ganado, en la más comedida de las distintas estimaciones, 119 carreras, en las cuales figuraban cinco grandes rondas, 10 Monumentos y dos Mundiales. Acabará su trayectoria con 11 grandes rondas, 19 Monumentos y tres Mundiales.
Pogacar, por mucho que se apresure, no tiene tiempo material para superar semejante palmarés. Es verdad que ha hecho cosas inéditas, como ganar un Mundial escapándose a 100 kms. de la llegada y ganar en la misma temporada el Tour, el Giro, el Mundial y un par de Monumentos. Pero todos los grandes han protagonizado hazañas exclusivas. Hinault (dejemos aparte a Merckx), sin ir más lejos, otro gigante habitualmente solitario, ganó en Lieja en 1980 tras 80 kms. de escapada bajo un temporal de nieve y temperaturas bajo cero que hizo que llegasen a la meta sólo 21 hombres de los 174 que partieron. Dejó al segundo, Hennie Kuiper, a 9.24.
Merckx, critériums aparte, y arrollador en el campo amateur, obtuvo profesionalmente, según diversas fuentes que quizás añaden otro tipo de galardones e incluso el récord de la hora, 286 o 249 victorias. En la cifra más restrictiva, 220. Hinault, que es quien realmente nos incumbe, y por las mismas razones, 146 o 136. A Merckx, suprema jerarquía, ni siquiera se le acercan no sólo Hinault, sino los sprinters y/o los rodadores, que acumulan numerosos éxitos parciales en las pruebas por etapas o de un día. Ni Mario Cipollini, ni Roger de Vlaeminck, ni Rik van Looy, ni André Greipel, ni Alessando Petacchi, ni Freddy Maertens, ni Mark Cavendish. Ni, con virtudes complementarias, Sean Kelly, Francesco Moser, Laurent Jalabert o Giuseppe Saronni. Ni, entre nosotros, Alejandro Valverde.
Pogacar no está «en la estela de Merckx», sino en la de Hinault, que se interpone entre ambos. Es probable, pero no seguro, que Pogacar alcance a Hinault. Es prácticamente imposible que se eleve por encima de Merckx. Pese a ello, estamos ante un campeón no de época, sino de épocas. En averiguar cuáles son sus límites reside el mayor atractivo del ciclismo actual.
Elegante, exquisitamente vestido, caballeroso, con una cuidada y corta melena entre rubia y gris, Leo Beenhakker, fallecido a los 82 años, llegó al Real Madrid desde su reputación en el Ajax y sus éxitos en la temporada 1979-80. En su primera campaña con el club de Amsterdam, había ganado la Liga y caído en la Copa de Europa ante el Nottingham Forest, a la postre campeón.
Antes de aterrizar en Madrid, había pasado brevemente por el Volendan y tres años en el Zaragoza. Pero fue su trayectoria en el Ajax, y, probablemente en parte, su imagen, que encajaba con la de un Real Madrid de pretensiones 'glamourosas', presidido por la atrayente, vistosa figura de un Ramón Mendoza mundano y atildado, un personaje de relieve social, lo que contribuyó a traerlo al Bernabéu. Era un extranjero digno de la proyección internacional del Madrid y procedente de un fútbol prestigioso. Daba futbolística y estéticamente la talla.
Encajó como un guante a la medida en un momento espléndido de la Quinta del Buitre y sus estrellas añadidas, entrenada por Luis Molowny y ya campeona de Liga. Beenhakker era un discípulo y un admirador de Rinus Michels, factótum del fútbol total holandés del Ajax y la 'Oranje'. Con la Quinta consiguió los títulos de Liga de 1986, 87 y 88, antes de entregarle el testigo a John Benjamin Toshack, que redondeó el quinquenio dorado de aquella generación madridista, madrileña y canterana.
Para algunos futbolistas de aquel grupo difícilmente repetible, Beenhakker fue quien más les influyó y contribuyó a conformar su estilo. Es cierto que estuvo en el mejor momento de ellos más que cualquier otro entrenador y sufrió, como los propios jugadores, la frustración europea.
También entrenador del Feyenoord y de la selección holandesa en el Mundial italiano de 1990, Beenhakker, tras dejar el Madrid, se convirtió en un trotamundos en equipos o en selecciones de, de nuevo Países Bajos, Arabia, Suiza. Volvió, efímero, al Madrid en 1992, para sustituir a Radomir Antic, aunque sin el éxito de antaño. Pese a ello, su figura ya había quedado para siempre Unida a la Quinta. Y viceversa.