El Tour se concedió una tregua a sí mismo, consciente de lo que atravesó y de lo que está por venir. Incluso el clima aflojó, lluvia y casi 15 grados menos que el día previo. Entre Clermont Ferrando y Moulins, llegada inédita, jornada tranquila y resultado sabido: los sprints son cosa de Jasper Philipsen. [Narración y clasificaciones]
Ni siquiera le hizo falta esta vez la ayuda de su compañero Mathieu Van der Poel. “También puedo ganar sin él”, concedió después, consciente de su tiranía. Volando a 65,6 por hora en el último kilómetro, su triunfo fue incontestable sobre Dylan Groenewegen y Phil Bauhaus. Es el cuarto en lo que va de Tour y sólo cedió en Limoges ante Mads Pedersen, un sprint algo diferente entonces, con una engañosa rampa final.
En el pelotón actual en activo, sólo Mark Cavendish puede presumir de haber ganado cuatro o más etapas en el mismo Tour. El último en ganar cinco fue Marcel Kittel en 2017. Contando las dos de la pasada edición, es la sexta para Philipsen en la Grande Boucle, su 33 como profesional para, hoy por hoy, el mejor llegador del mundo sin discusión.
Al del Alpecin y al resto de sprinters ya no les quedan demasiadas oportunidades, quizá ya sólo ya la última de París. Al contrario que en la jornada previa, la etapa no resultó caótica. El pelotón controló a los tres escapados del día, Andrey Amador, Louvel y Daniel Oss, que fue el último en claudicar, a falta de 13,5 kilómetros, en mitad del aguacero.
Antes de adentrarse en los Alpes que se antojan decisivos, este viernes el Tour afronta otra etapa traicionera ente Roanne y Belleville en Beaujolais, con cinco puertos, los dos últimos de segunda categoría.
Europa, la razón de ser del Real Madrid, su destino obligado, no supuso reacción. Este nuevo Madrid en busca de rumbo y crecimiento sumó su tercera derrota seguida del curso, otro borrón, otro palo en la rueda para su despegue, ante un Bayern agresivo y mordaz, liderado por la clase de Shabazz Napier, uno de esos NBA que alegran la Euroliga. [97-89: Narración y estadísticas]
Las alarmas ya están encendidas, pese a que no van ni dos semanas de competición. Fue un mercado de riesgo, una renovación más profunda de lo habitual, y Chus Mateo sabe que no puede permitirse un equipo sin alma. Intentó ponerse serio tras un mal arranque, firmó unos alegres minutos después del descanso, pero acabó tan desquiciado como Campazzo en la última jugada, en la que fue expulsado por protestar de mala manera una falta que no pitaron cuando buscada a la desesperada la prórroga.
Todo en el estreno del espectacular SAP Garden, donde flotaba en el ambiente el navajazo en Coruña y la final de la Supercopa perdida. Y el Bayern, también reinventado con Gordon Herbert y hasta cinco caras nuevas, pronto supo agrandar la herida con su baloncesto de cara.
Sin Hezonja, Mateo varió su quinteto con la introducción de Eli Ndiaye (repitiendo el guion de las dos últimas Final Four) y sin el señalado Rathan-Mayes (que dejó fogonazos de calidad, aunque falló cuatro tiros libres imperdonables). Pero pronto se comprobó que el arranque de la Euroliga en Múnich no iba a servir para reencontrarse con la fluidez. Dos derrotas seguidas nublan la confianza, más cuando el remozado Madrid necesita cimientos desde los que crecer. Pero este Bayern post Laso encontró facilidades que quizá no esperaba.
Defensa
Los blancos olvidaron la lección número uno, la de defender. Pérdidas, faltas de concentración y el Bayern acribillando desde el perímetro, especialmente mortal Napier. Sólo Musa, como queriendo arreglar el desaguisado que costó la derrota en Coruña el domingo, contestaba. Mateo hizo debutar en la temporada al olvidado Hugo González y fue la segunda unidad la que propició la primera reacción, con un triple desde el medio del campo sobre la bocina de Rathan-Mayes.
Pero el inicio del segundo acto fue volver a las andadas, a la desidia defensiva, con Carsen Edwards como un demonio y Voigtmann descolocando a todos con sus lanzamientos y sus rebotes ofensivos. La ventaja llegó a ser de 11 tras una canasta de Booker y ahí, de nuevo, el toque a rebato. Otro golpe de orgullo comandado por Campazzo y Tavares para cerrar la herida antes del descanso (52-51).
Fue otro Madrid a la vuelta, como no podía ser de otra forma. Y pronto se notó en el marcador su salto defensivo. Un parcial de 0-13 para cambiar la dinámica. Campazzo se adueñó completamente del escenario, una lección magistral de dominio, baloncesto diversión con puntos y asistencias y su clásica conexión con Tavares. Sólo cuando se tomó un descanso -el contraste con Feliz es abismal todavía- pudo el Bayern respirar.
Pero cuando la corriente parecía a favor, emergió un Bayern tremendo en el comienzo del acto definitivo. Un 24-4 (cinco triples y la electricidad de Carsen Edwards y Napier) para encender todas las alarmas, para tirar todo el trabajo por tierra, pues ni el desesperado arreón final pudo evitar el peor de los augurios, una derrota para empezar la Euroliga, tan fastidiosa como para sacar de sus casillas a Campazzo, el líder que comprueba como su excelencia no le sirve a su equipo.
Tour de Francia
LUCAS SÁEZ-BRAVO
Enviado especial
@LucasSaezBravo
Le Markstein
Actualizado Sábado,
22
julio
2023
-
20:03El español, que sufrió una dura caída al comienzo...
"No soy idiota, la temporada no ha sido buena. Y, a partir de aquí, ya veremos qué pasa". La era Roger Grimau en el Barça no pasará a la historia. Si sustituir el pasado verano a un entrenador con el carácter, el prestigio y el salario de Sarunas Jasikevicius recién conquistada la Liga Endesa ante el Real Madrid campeón de Europa por un técnico de perfil bajo y sin ninguna experiencia en la élite como el ex alero parecía una apuesta arriesgada -"radical" la calificó el domingo mismo quien la tomó, Juan Carlos Navarro-, el año en blanco de los azulgrana ha confirmado los peores presagios.
Grimau comenzó y terminó de idéntica manera, con una derrota ante el Real Madrid. La primera, allá por septiembre en la Supercopa en Murcia, tenía todas las justificaciones posibles. Ante un rival sin apenas cambios en su plantilla y reforzado con Facundo Campazzo, se plantaba un Barça bisoño y remozado. Ahora en junio, el 3-0 en semifinales de la ACB no puede resultar, sin embargo, más doloroso. Confirma el fracaso de un colectivo que quedó tocado de muerte tras perder el quinto de la serie de cuartos contra Olympiacos y no acceder por primera vez en cuatro años a la Final Four. Y que apenas puede rescatar de su camino algunos destellos, la pulcra temporada regular en la Euroliga y quizá la disputadísima final de la Copa en Málaga (donde, de nuevo, perdió contra el Madrid, como en siete de las nueve ocasiones en que se las vieron).
A Grimau, cuya hoja de servicios apenas incluía un paso por el filial y que se rodeó de ex compañeros como Víctor Sada, Carles Marco y Rafa Martínez en el cuerpo técnico, ya le buscan sustituto a pesar de tener un año más de contrato. Suena ya Xavi Pascual y sonarán algunos más (Dimitris Itoudis, Jaka Lakovic...), todos con salarios más elevados y mejores currículums. Y una misión casi desesperada, devolver al Barça a la primerísima plana, algo que no logró del todo ni Jasikevicius y esas Final Four que no remató. En las últimas 10 temporadas, los azulgrana, campeones de Europa por última vez en 2010, han sumado dos ligas (ambas con Saras) y cuatro Copas. Un palmarés incomparable al del eterno rival con Pablo Laso y Chus Mateo: en el mismo tiempo, tres Euroligas, cinco Ligas y cinco Copas.
El propósito de enmienda de Juan Carlos Navarro en la dirección deportiva junto a Mario Bruno Fernández fue el de españolizar la plantilla como clave de la competitividad perdida. Finiquitó al carísimo Nikola Mirotic y se la jugó por el no menos caro Willy Hernangómez de vuelta de la NBA, por pagar la cláusula de Darío Brizuela al Unicaja, por Joel Parra y por otra apuesta que, esta sí, iba a resultar lo más ilusionante que le ha sucedido al equipo durante todo el curso: Jabari Parker. En febrero, además, se incorporó Ricky Rubio tras su año apartado por sus problemas de salud mental, lo que parecía un plus para la hora de la verdad donde se disputan los títulos. "No he sido todo lo que esperaba", reconoció él mismo.
Pero, por primera vez desde 2017 con Bartzokas, el Barça se despide sin ningún título. Sin ni siquiera pisar la Final Four ni la final de la ACB por tercera vez en 18 años. Recibiendo casi 300 puntos en tres partidos del Madrid. Y volviendo a recurrir (como en la final de Copa) al arbitraje como excusa ("Estamos siempre supercondicionados").
Con sensaciones poco esperanzadoras en la plantilla y el vestuario, donde Willy, señalado por estatus y salario como el referente que se necesitaba, no sólo no ha estado a la altura en lo deportivo, también ha mostrado evidentes signos de poco feeling con Grimau. Con Kalinic, otro peso pesado, sin convocar para el tercero en el Palau. Con Vesely expulsado, Jokubaitis inédito y Ricky superado claramente por Campazzo. "Estamos en el Barça, el balance es malo porque no hemos ganado nada. Aquí hay que ganar. Es complicado en caliente ver más allá. Hemos tenido momentos en la temporada en los que hemos jugado muy bien al baloncesto, pero evidentemente esto no sirve porque hay que jugar bien cuando toca, cuando nos jugamos títulos. Y hay que luchar por ellos. Como mínimo, aquí en el Barça hay que estar en disposición de ganarlos. La temporada, a excepción de la final de Copa del Rey...", pronunciaba un Grimau con aroma de despedida.
Esa sensación de inferioridad ante el Real Madrid será, de nuevo, clave en los movimientos de mercado que intentarán reiniciar de nuevo el proyecto. "No será una revolución, a veces dos o tres piezas son muy importantes", admite un Navarro consciente de que las arcas culés no están para fiestas y que la mayoría de jugadores de la plantilla tienen contrato en vigor: sólo finalizan Oriol Paulí, Kalinic y un Ricky cuyo futuro es toda una incógnita. Los nombres de refuerzos ya han empezado a sonar, empezando por el ex madridista Juan Núñez.