El suelo del monoplaza del español cambia para la carrera en Canadá. El propietario, Lawrence Stroll, precisamente canadiense, muestra su optimismo: “El plan es que nuestros dos coches suban al podio”
Fernando Alonso, en rueda de prensa, este jueves.ANDRE PICHETTEEFE
“En Canadá les machacamos”, proclamó Fernando Alonso después de la decepción por su séptimo puesto en Montmeló. “El plan es que en Canadá nuestros dos coches suban al podio”, deseó Lawrence Stroll, el propietario de Aston Martin, en la misma línea. ¿
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"Correr no es una pasión para nosotros, correr es doloroso, pero nos proporciona un futuro mejor para nuestras familias", resume Patrick Sang, el entrenador de Eliud Kipchoge, cuando EL MUNDO le pregunta el motivo del éxito de los corredores kenianos. En la historia de los Mundiales de atletismo, Kenia es el segundo país en el medallero, sólo por detrás de Estados Unidos, pese a sus 47 millones de habitantes -como España- y su falta de infraestructuras. Aquí no hay centros de alto rendimiento, ni sistema de becas, tampoco hay gimnasios. Hay escasez de todo, desde el agua potable a las mismísimas zapatillas para correr. Entonces, ¿Por qué ganan tanto? Precisamente por eso.
Ganan porque lo necesitan. Ganan porque es su oportunidad. En el país hay jóvenes de clase media, especialmente en Nairobi y Mombasa, que cuentan con numerosos caminos para construir su porvenir, pero en las zonas rurales del Valle del Rift no hay muchas más salidas. En el libro 'Correr con los kenianos', el fisiólogo Yannis Pitsiladis, quizá el científico que más ha investigado el atletismo keniano, también asume que la pobreza es la clave del éxito: "La clave es el afán de triunfar. Para un niño de Kenia que va caminando al río a recoger agua o acude corriendo al colegio, si no acaba siendo atleta tampoco tiene demasiadas oportunidades. Por supuesto, también son necesarios otros factores, pero ese afán es la fuerza que los impulsa".
A 2.500 metros de altitud
¿Y cuáles son esos otros factores? En primer lugar, la altitud. Nacer y crecer alrededor de los 2.500 metros, en una planicie sobre un valle, proporciona a los corredores de la zona una ventaja innegable. Sus cuerpos están acostumbrados a la falta de oxígeno, su sangre es única, pero si necesidad y altitud fueran los únicos ingredientes también habría múltiples campeones de Bolivia o Perú, de Nepal o de otros países africanos como Ruanda o Lesoto. Hay más.
NN RUNNING TEAM
"El ugali, nuestro secreto realmente es el ugali", determina Laban Korir, liebre de Kipchoge en una broma clásica a los periodistas que buscan porqués. El ugali, una especie de gachas elaboradas con harina de maíz, no es milagroso, pero sí tiene algo que ver. En el campamento del NN Running Team en Kaptagat un cartel sorprende. Lejos de los complejos planes de nutrición que se suelen ver en Europa o Estados Unidos, el menú para todo el año de Eliud Kipchoge y compañía es de una sencillez absoluta.
Para desayunar, un día pan y otro, fruta y huevos duros. Para comer, arroz, alubias, patatas y col ¡cada día! Para merendar, nada o porridge. Y para cenar, ugali acompañado de carne de cabra o ugali acompañado de huevo y leche. En definitiva, carbohidratos limpios y algo de proteína, nada de grasas ni de azúcar. Sólo algún día se dan un capricho y un corredor hace chapati, que consideran una delicia, pero no son más que frisuelos salados. Kipchoge dice que Faith Kipyegon, doble campeona olímpica de 1.500 metros, es la mejor cocinera de chapatis y Kipyegon asegura que ese honor le corresponde al propio Kipchoge.
Campeones desde hace décadas
La mezcla resulta perfecta, altitud, pobreza y ugali, pero igualmente no resuelve el enigma. Las dietas de otros países en desarrollo también se basan en lo mismo y tampoco hay dinero para comprar pizzas o Nutella. "Al final el secreto del atletismo en Kenia es esto", asegura Geoffrey Kamworor, subcampeón mundial de los 10.000 metros en 2015, y señala el lugar donde está: el centro de entrenamiento de Kaptagat. "El atletismo es parte de nuestra tradición". Y ciertamente. Correr no es sólo parte de la vida de muchos niños kenianos, que acostumbran a hacerlo descalzos y con una técnica perfecta, correr también es lo que hacen sus ídolos. Pese a la amenaza del fútbol -especialmente de la Premier-, el atletismo en el valle del Rift es el deporte rey, parte de su cultura, algo único.
NN RUNNING TEAM
Desde los primeros campeones, en los Juegos de México 1968, Naftali Temu, Kipchoge Keino y Amos Biwott, la referencia de corredores como Kipchoge o Kipyegon, la existencia de los centros de entrenamiento y las muchas carreras locales forman un ambiente ideal para el desarrollo del talento. En los últimos años, con la llegada masiva del dinero de los maratones comerciales, el dopaje está distorsionado ese contexto, pero sería absurdo atribuir tan histórico éxito a las trampas. Los mejores corredores del mundo guardan secretos, pero no son más que la tradición, la alimentación, la altitud y la necesidad, sobre todo, la necesidad.
Carlos Alcaraz deja de sonreír, de repente todo le sale mal, y parece que el cielo caerá sobre su cabeza o, como mínimo, que será eliminado. Cuando eso pasa, el análisis siempre es el mismo: ha desconectado, se ha despistado. Tan joven, tan explosivo, tan genial, todavía le cuesta estar dos, tres o cuatro horas a su máximo nivel. Pero, en realidad, algunos de sus malos ratos guardan otras razones. Este lunes, en su debut en el Open de Australia ante el kazajo Aleksandr Shevchenko se pudo ver el mejor ejemplo. Venció por 6-1, 7-5 y 6-1 con suficiencia, en apenas una hora y 55 minutos, pero en el segundo set tuvo una crisis que casi le cuesta un sobreesfuerzo, incluso un problema más grave.
En un abrir y cerrar de ojos su tenis desapareció, sus piernas se frenaron, se multiplicaron los errores y Shevchenko le ganó cuatro juegos consecutivos. ¿Qué pasó? Una doble falta. Después de todo un invierno experimentando con su saque, su primer error le llevó a unos minutos de preocupación, de centrarse en su golpe, hasta de bloqueo y eso le afectó en el marcador.
Hasta ese instante había sido un ciclón sobre la pista Margaret Court, muy fresco, muy rápido, muy agresivo -especialmente en el resto-, muy contundente, pero ahí llegaron las dudas. Hasta sumó un par de dobles faltas más. Fue un cuarto de hora para el olvido. Y, para su suerte, ahí se quedó. Cuando Shevchenko sacaba para llevarse el periodo (3-5 arriba), el español recuperó la compostura y se abalanzó sobre el triunfo.
Una derecha más potente
Hasta el miércoles, cuando se enfrentará en segunda ronda al japonés Yoshihito Nishioka, Alcaraz tendrá tiempo para analizar lo ocurrido en ese bajón y, en general, para estudiar los virtudes y defectos de su nuevo servicio. Ante Shevchenko aún no se observaron grandes avances.
Si bien su gesto parecía menos forzado, más natural, y por eso quizá menos lesivo, la velocidad de su golpeo no aumentó y su acierto quedó lejos de lo esperado. En ese segundo set incluso estuvo por debajo del 50% de primeros saques, un dato a mejorar. Después de su primer partido del año, le sobra tiempo para hacerlo, aún inmerso en el laboratorio junto a su entrenador, Juan Carlos Ferrero.
Porque si su servicio dejó interrogantes, no lo hizo su derecha. Más allá de sus genialidades habituales con las voleas y con las dejadas, Alcaraz sumó más potencia a su drive como el resultado del trabajo físico realizado en pretemporada -su camiseta sin mangas probaba un mayor desarrollo muscular- y del aumento de peso en su raqueta Babolat. En el horizonte, este Grand Slam, esta temporada, toda su carrera, está Jannik Sinner y para vencerle necesita armarse de más. Lo está haciendo, aunque la adaptación a algunos cambios pueda costar un tiempo.
«A veces me hablan de él y yo pienso: ¡A mí qué me cuentas!», exclama Jaume Pueyo sobre el absurdo que le persigue. A sus 23 años ya ha celebrado el mejor resultado de un español en la Copa del Mundo de esquí de fondo y con su estilo está logrando que la modalidad sea cool, que se sigan sus retransmisiones en Eurosport -fue lo más visto en el canal el pasado fin de semana-, que se multipliquen sus seguidores en redes sociales, pero tiene que aguantar un recuerdo que nada tiene que ver con él: «¿Oye, eso no es lo que hacía Juanito Muehlegg?». Lo era, lo era.
«Supongo que es inevitable porque mucha gente es lo único que ha visto de esquí de fondo. Pero yo no había cumplido ni un año, no quiero que me relacionen con él y, por supuesto, que nadie me acuse de lo mismo. No sé casi nada de él, sólo que era un dopado a más no poder, que lo nacionalizaron sin tener relación con España y que ganó tres medallas en los Juegos de Salt Lake City 2002 antes de que le pillaran», cuenta Pueyo sobre un estigma difícil de borrar. Aunque si alguien puede hacerlo es él.
Jaume Pueyo, en competición, el pasado fin de semana.Jean-Christophe BottAP
Un aro en cada oreja, un gestito guapo en cada foto, un trend en TikTok, un baile al llegar exhausto a meta. «Hago un poco el perla, ya está bien de vez en cuando. Sé que es muy difícil en España, pero hay mucha gente que esquía y el fondo les puede molar. Es un deporte muy guay, es como el ciclismo, muy táctico a veces, muy explosivo otras veces. En países como Noruega o Suecia es el deporte nacional y aquí va creciendo poco a poco», explica en pleno despegue.
Fans de los países nórdicos
La temporada pasada fue décimo en una prueba de la Copa del Mundo, lo nunca visto por un español -más allá del innoble Muehlegg-, y este curso va a por mucho más. El 7 de diciembre, en la noruega Lillehammer, fue tercero en la clasificación del sprint, algo que obligó a los expertos de los países nórdicos a preguntarse: «¿Pero éste quién es?». «He visto que hay gente de Noruega que ha empezado a seguirme. Supongo que les hace gracia que sea español, ese flow nuestro. También tienen que estar hartos de ver ganar a noruegos, que son muy serios, que no hacen nada de show», asume Pueyo.
Mientras sus rivales noruegos llevan con ellos una decena de entrenadores y otros tantos skimans, es decir, los especialistas en encerar los esquís, Pueyo sólo va acompañado de dos técnicos y recibe la ayuda del equipo italiano para lo demás. Junto a él suele viajar Bernat Sellés, de su misma quinta, también habitual en la Copa del Mundo, y en ocasiones también los dos juniors, Marc Colell y Peio Añarbe. «Creo que lo nuestro tiene mucho mérito porque somos cuatro que tenemos que ser buenos sí o sí. En los países escandinavos tienen miles de esquiadores en la base y sólo llegan los mejores a la Copa del Mundo», analiza Pueyo con un objetivo en mente: los Juegos Olímpicos de Milán-Cortina d'Ampezzo 2026.
El diploma olímpico, la ambición
En la anterior cita, los Juegos de Pekín 2022, ya participó con sólo 19 años y se quedó a un segundo de las rondas finales en el sprint estilo libre. «En 2026 el sprint será estilo clásico, que me va a un poco peor, pero da igual, estoy mejorando. Creo que puedo conseguir un diploma, me encantaría», finaliza en conversación telefónica desde Davos, en Suiza, donde este sábado volvió a colarse en los cuartos de una prueba de la Copa del Mundo.
Hasta que acabe el Mundial de Trondheim, en Noruega, que tendrá lugar en marzo, dará vueltas por las montañas de medio planeta en busca de éxitos para hacer que el esquí de fondo tenga más seguidores en España y para borrar de la memoria colectiva la imagen del tramposo Muehlegg ganando medallas en Salt Lake City 2002.