El suelo del monoplaza del español cambia para la carrera en Canadá. El propietario, Lawrence Stroll, precisamente canadiense, muestra su optimismo: “El plan es que nuestros dos coches suban al podio”
Fernando Alonso, en rueda de prensa, este jueves.ANDRE PICHETTEEFE
“En Canadá les machacamos”, proclamó Fernando Alonso después de la decepción por su séptimo puesto en Montmeló. “El plan es que en Canadá nuestros dos coches suban al podio”, deseó Lawrence Stroll, el propietario de Aston Martin, en la misma línea. ¿
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En el minuto 92, segundos antes del desastre, ningún aficionado del Barcelona hubiera creído que en sus desvelos aparecería el león Álex, la hipopótamo Gloria o el rey lémur Julien y mucho menos el jefe de los pingüinos chiflados, los culpables del todo. A esas alturas de la vuelta de las semifinales de Champions ante el Inter, con 2-3 en el marcador, la afición azulgrana ya no quería marcha, marcha. Pero el defensa italiano Francesco Acerbi apareció en el área pequeña, se anticipó a Ronald Araujo, marcó el gol que llevaba el partido a la prórroga y celebró con sus tatuajes al aire. Unas alas en la espalda, un millón de frases por todos los lados y, entre la amalgama de tinta en su cuerpo, los personajes de Madagascar, la película de animación de DreamWorks que triunfó en 2005. Delirios de juventud.
A Acerbi le apodaban ‘Leone’, en algún momento quiso tatuarse varios leones famosos, de Mufasa a Álex, y un personaje llevó a otro, nadie sabe muy bien por qué. Tampoco se conocen los motivos de las ausencias de la cebra Marty y la jirafa Melman, como tantas otras cosas de Acerbi.
DANIEL DAL ZENNAROEFE
Un futbolista tan peculiar como controvertido, tan ejemplificante como criticable. Que este martes, a sus 37 años, marcara su primer gol en Europa, un gol para la historia, sólo es un episodio de una vida muy vivida.
La muerte de su padre y el cáncer
Formado en el Brescia y el Pavía, Acerbi pasó su juventud al borde del amateurismo en Italia, jugando incluso en la Serie D y no debutó en la Serie A hasta los 23 años. Puro central ‘azzurri’, duro y bueno en el juego aéreo, su carácter y su zurda le llevaron del Chievo al Milan, pero la élite le vino a buscar en el peor momento. Cuatro meses antes de convertirse en ‘rossoneri’ en 2012 había muerto su padre y, con la pérdida, cayó en el alcoholismo.
"No me respetaba, no respetaba mi trabajo, ni a quienes me pagaban. A menudo llegaba al entrenamiento 'achispado', sin haberme recuperado de los efectos del alcohol. Físicamente me encontraba bien porque siempre he sido fuerte. Me valía con dormir un poco para rendir", confesó sobre aquella época en una entrevista con la revista 'L'Ultimo Uomo'. Por suerte lo rescató la medicina, aunque no fue un tratamiento de desintoxicación, si no una quimioterapia.
Después de fracasar en el Milan fue traspasado al Sassuolo y en el reconocimiento médico le detectaron un cáncer testicular. Fue operado y llegó a jugar pocas semanas después, pero una recaída le obligó a parar durante meses y, entonces sí, a replantarse su carrera, sus adicciones, su vida.
"El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por tenerlo. Descubrí que estaba enfermo en julio de 2013, nada más llegar al Sassuolo. Me operaron y seguía comportándome como un no profesional fuera del campo. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió de nuevo la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado. Sin la enfermedad habría acabado jugando en la Serie 'B' o, tal vez, me habría retirado. Estoy satisfecho de la persona en la que me he convertido a pesar de todas mis deficiencias", afirmaba al mismo medio quien, tras su regreso a los campos de fútbol, ya empezó un ascenso lineal.
Fuera de la selección
Titular en el Sassuolo hasta llegar a debutar como internacional por Italia, en 2018 le fichó la Lazio de Simone Inzaghi, celebró su primer título -la Coppa de aquella temporada- y en 2022 se fue con Inzaghi al Inter. Ya habitual en la Italia que ganó la Eurocopa de 2021, aunque suplente de Bonucci y Chiellini, el año pasado protagonizó una polémica que le apartó temporalmente de las convocatorias.
Luca BrunoAP
El defensa del Nápoles Juan Jesus aseguró que había recibido insultos racistas de él ("me dijo vete negro, solo eres un negro"), aunque semanas después Acerbi no fue sancionado por falta de pruebas. Este martes, en la vuelta de las semifinales ante el Barcelona, después de frenar varios ataques azulgranas, encararse con Iñigo Martínez y con quien se le pusiera delante durante más de 90 minutos, marcó el gol de su vida. Para siempre, entre la afición culé, quedará el recuerdo de su físico ideal.
Ya de medianoche en París aparecían tres gigantes de nuevo en la Philippe Chatrier para recibir sus medallas. Sonaba el 'Y.M.C.A.' de los Village People y los aficionados bailaban y bailaban y el español Ayoub Ghadfa no bailaba, pero disfrutaba igual. Acompañado del uzbeko Bakhodir Jalolov, quien le ganó en la final, y el francés Djamili-Dini Aboudou, a quien derrotó en semifinales, por fin Ghadfa pudo celebrar la plata conseguida en una semana de ensueño.
Encima del podio saludaba a sus padres, presentes por sorpresas, y lanzaba besos a sus amigos, como Enmanuel Reyes Pla, que le aplaudían desde la parte baja de las gradas junto a su entrenador, Rafa Lozano. Era su gran momento después de la tensión previa ante un Jalolov, que lo intimidó, lo dominó y lo venció.
"Son muchos años de sacrificio, esfuerzo... al final uno siempre quiere el oro, y lo di todo. El esfuerzo fue bueno y en la final no pudo ser, pero estoy muy contento con mi trabajo y por la forma en la que rendí. En el primer asalto, estuve un poco descuidado, fuera de distancia. A medida que avanzaba el tiempo, cogí bien esas manos. Algunas me llegaron, y en otras llegué yo", analizaba Ghadfa, que en efecto en el segundo asalto completó una actuación que no fue premiada por los jueces. Al final sólo uno de ellos le concedió un round y fue en el tercero, al final, cuando todo estaba ya decidido.
John LocherAP
En todo caso, Jalolov, que tenía un club de fans en una de las esquinas de las tribunas, cerca de donde suele estar los entrenadores de los tenistas, le felicitó por su actuación. "El esfuerzo diario, el proceso, todo importa y disfruto de lo que hago, del boxeo, y se disfruta mucho más si consigues una medalla. Esta plata sabe a mucho", comentó el español que ahora espera "hacerse fotos en la Torre Eiffel con El Profeta [Reyes Pla] y celebrar".
Su salto al profesionalismo
Le espera la ceremonia de clausura de los Juegos de París, este domingo por la noche, y el regreso a Madrid, a los entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Después de haber sido subcampeón olímpico en los superpesados es posible que tenga ofertas para pelear como profesional y ahora ambas cosas pueden combinarse -de hecho Jalolov ya sumaba 14 combates- y Ghadfa aseguraba que aún no ha recibido nada.
"Todavía no he recibido ninguna oferta, no he recibido nada, así que, de momento, sigo en amateur. Seguiremos ahí con el equipo dándolo todo. Estamos creciendo y estamos muy orgullosos de todo el equipo, los que estamos aquí y los que no estamos", decía y se marchaba ya de madrugada a celebrar todo lo conseguido con su familia y sus amigos.
Del 21 de febrero a este 17 de marzo: fueron 25 días entre interrogantes para Carlos Alcaraz. ¿Aguantaría su tobillo derecho? En el primer partido del ATP 500 de Río de Janeiro, sufrió un esguince de grado II y la duda se mantuvo hasta este domingo, cuando celebró su Masters 1000 de Indian Wells. Pronto remitió la hinchazón y luego se disipó el dolor, pero quedaba la debilidad. Si se entrenaba en solitario, dudaba al pisar y se sentía inestable; si se entrenaba con algún otro tenista, no podía correr porque la dolencia podría agravarse. Únicamente después de vencer a Daniil Medvedev en la final por 7-6(5) y 6-1 y recibir el trofeo, Alcaraz explicó que la lesión era más grave de lo que había reconocido antes y que su éxito residió en creer.
En lugar de renunciar al torneo estadounidense antes de empezar, superó un difícil estreno ante el italiano Matteo Arnaldi, luego mejoró y así partido a partido hasta derrotar consecutivamente a Alexander Zverev, Jannik Sinner y el propio Medvedev, es decir, al quinto, al tercero y al cuarto del ranking del mundial. ¿Aguantaría su tobillo derecho? Finalmente aguantó, vaya si aguantó.
"Ganar este torneo significa mucho para mí porque la semana previa al comienzo tenía muchas dudas sobre mi tobillo. Recuerdo mi primer entrenamiento solo aquí en Indian Wells: me pasé 30 minutos sin moverme, tirando cestas. Después, el primer entrenamiento con jugadores fue muy duro porque no podía jugar a mi mejor nivel. No me sentía bien con mi tobillo y tenía muchísimas dudas en mi cabeza, pero en la primera ronda empecé a sentirme mejor. Y cada partido fui a mejor y a mejor. Así que estoy muy feliz por ganar este título de nuevo, por haberme sobrepuesto a los problemas", resumió Alcaraz que agradeció el trabajo de su equipo durante ese periodo incierto en el que nadie sabía qué ocurría.
"Quiero agradeceros a cada uno de vosotros, han sido unas semanas bastante intensas, las hemos disfrutado mucho, hemos hecho un gran trabajo estando aquí para recuperar el tobillo. Muchas dudas al principio del torneo para ver si íbamos a poder jugar a un nivel óptimo. Todos hemos puesto cada uno nuestro granito de arena para levantar el título", lanzó a su palco.
Antes de empezar el torneo en el desierto de California, Alcaraz ya había expresado ciertas dudas sobre la firmeza de su tobillo, pero en ningún momento fue más allá. De hecho, antes e incluso durante el Netflix Slam en Las Vegas contra Rafa Nadal, el español se proclamó recuperado y listo para competir. No lo estaba, pero mandaba el espectáculo. En aquella cita, su técnico, Juan Carlos Ferrero, reconoció que el esguince estaba ralentizando los entrenamientos y poco más.
Menos presión
Pese a lo contradictoria que pueda parecer, la lesión en realidad pudo ayudar a Alcaraz a quitarse la mochila que portaba desde su proeza en Wimbledon el año pasado. Desde entonces no había levantado ningún título y sólo había disputado una final, en el Masters 1000 de Cincinnati, siempre asfixiado por los nervios y apresurado por la inquietud. Quería ganar los partidos antes de jugarlos, antes incluso de empezarlos. La lesión de tobillo, en cambio, rebajó sus expectativas alrededor del Masters 1000 de Indian Wells y le liberó. Sólo en los primeros juegos de la final ante Medvedev, cuando retomó la ansiedad, dejó de disfrutar.
El título en Indian Wells supuso una serie de hitos estadísticos para Alcaraz y algo más. Se convirtió en el primero en defender la corona en California desde Novak Djokovic en 2016, en el segundo tenista en ganar cinco Masters 1000 antes de los 21 años -el primero fue Rafa Nadal- y en el segundo español con más trofeos de esa categoría por delante de su entrenador, Juan Carlos Ferrero (cuatro) o Carlos Moyà (tercero). Pero no sólo eso.
Su éxito le relanzó en la carrera por el número uno. Después de la renuncia de Djokovic a jugar el cercano Masters 1000 de Miami, el español, que está a menos de 1.000 puntos de desventaja, ya sabe que podría volver a Europa a un paso de la cima. Antes será muy difícil, pero en el próximo Grand Slam, Roland Garros, a finales de mayo, el número uno del ranking ATP podría volver a estar en juego. Con el tobillo recuperado, nuevamente en la senda del éxito y alejado de la ansiedad, podría ser otra vez el momento de Alcaraz.