La era De la Fuente empieza de nuevo. Después de un partido en Escocia que destapó las dudas, las mayores dentro de la Federación, el seleccionador tiene la oportunidad de hacer un ‘reset’ gracias a un triunfo ante una Italia que vive en un diente de
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Después de una de las duras sesiones de la Corte Suprema de Estados Unidos, que debía decidir si ordenaba la entrega de las grabaciones de Richard Nixon a los investigadores gubernamentales, los periodistas asediaron a preguntas al presidente del órgano, el juez Warren E. Burger. «Digan a sus lectores que miren las páginas de Deportes de los periódicos, porque ahí está lo mejor del ser humano», respondió. En el resto estaba lo peor: la política.
El regate del juez no le impidió hacer su trabajo con deportividad. Había sido nombrado para el cargo por el propio Nixon, pero ante las evidencias, lideró el fallo en su contra, accionó la espoleta del 'caso Watergate' y provocó su dimisión. Alejandro Blanco podría haberse pasado a las páginas de Política, pero dijo "no" dos veces, lo mismo a Mariano Rajoy que a Pedro Sánchez. El "sí" lo habría quemado. El "no" lo ha hecho eterno, a punto de afrontar su sexto mandato al frente del olimpismo español, el último, que concluirá con el ciclo de Los Ángeles. Un cuarto de siglo sin equivocarse de página ni de bando, en el que el Comité Olímpico Español (COE) dejó de ser una sucursal de Viajes Halcón con los cinco aritos, para ser un agente activo del deporte español, aunque pase de puntillas por las competencias de otros. El presidente del COE es un dirigente aupado por dirigentes, los presidentes de federaciones, a los que siempre defiende y defenderá, pero donde realmente se siente a gusto es junto a los deportistas. Lo demás es política del deporte, y cualquier política mancha, aunque te apellides Blanco.
el embrión del 'caso noos'
Rajoy no fue quien escuchó el primer «no». Lo hicieron más arriba, en la Casa Real. De hecho, la candidatura de Blanco fragua en la rebelión contra el derecho de pernada olímpico que pretendía Iñaki Urdangarin. Las denuncias de los presidentes de federaciones frente a la llegada al COE bajo palio que pretendía el entonces marido de la Infanta Cristina fueron el embrión del estallido del 'Caso Noos'. La familia real puso la cruz a Blanco, que, una vez desactivado el 'yernísimo', se enfrentó en las primeras elecciones a Mercedes Coghen, en septiembre de 2005. Coghen contaba con la corriente del olimpismo más aristócrata y oficialista, incluso con la simpatía de Juan Antonio Samaranch Salisachs, hijo del patriarca, al que su padre había dejado una silla en el Comité Olímpico Internacional (COI) en el momento de su adiós. A Blanco, presidente del judo y de la Confederación Española de Federaciones, lo auparon, en cambio, los barones del deporte, entre ellos pesos pesados como Ángel Villar o José María Odriozola. La victoria, por un estrecho margen (101-84 votos), dolió. Lo que vino después, más.
Nada más llegar al puesto, Blanco decidió invitar al COE a David Meca, que unas semanas antes de su elección había logrado el récord en atravesar a nado el Canal de la Mancha. El dirigente recibió una misteriosa llamada desde el Consejo Superior de Deportes (CSD): «Su trabajo es reunir al equipo que va a los Juegos cada cuatro años, no recibir a deportistas». Hizo caso omiso. «Esta es la casa de los deportistas», respondió y responde, hoy, a quien le pregunta. Rafa Nadal fue el último que la pisó para tener una despedida, sólo entre deportistas, como no la pudo tener en Málaga, apenas unos suspiros de madrugada tras su partido final. Estar siempre del lado de deportistas significa riesgos, como cuando defendió a Alberto Contador, positivo por dopaje, o ha tenido que sacar, discretamente, de algún lío a algún campeón al que la noche se le hizo demasiado larga.
Nadal y Blanco, en el COE.EFE
La hiperactividad de Blanco ha generado más que suspicacias con los secretarios de Estado para el Deporte, desde Jaime Lissavetzky o Miguel Cardenal a José Manuel Rodríguez Uribes, ahora limadas, y es que en el desfiladero de la política del deporte, aparte de las discrepancias, es fácil pisar competencias ajenas. Tampoco ha gustado nunca en el CSD el pensamiento de Blanco, convencido de que el verdadero liderazgo del deporte español debería recaer en el COE, a semblanza del CONI italiano. Una transformación compleja, dado que el modelo español mantiene el brazo del Estado dentro del deporte, a través de las funciones públicas delegadas, el sistema de subvenciones o el control de los procesos electorales, una herencia del Franquismo, de los tiempos de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes, que la democracia no cambió lo suficiente.
La tóxica Federación de fútbol
Las 'guerras púnicas' con el CSD hay que enmarcarlas también en la gran guerra del fútbol. Blanco sabe que es el candidato de las federaciones y eso le ha llevado, puertas afuera, a defender siempre a los presidentes, a la siciliana, incluidos Villar, al que le une la amistad, o Luis Rubiales, al que llamaba «hermano», pero con el que no ha vuelto a hablar desde que, el día antes de la grotesca Asamblea, le dijo por teléfono que debía dimitir. Blanco sabía que, por primera vez, no debía acudir a la Asamblea de los aplausos. Rubiales le borró de su agenda. En numerosas ocasiones, había sido advertido de que debía apartarse de una Federación tóxica. En este último mandato, está en su voluntad mayor equidistancia con la era de Rafael Louzán.
Si el primero lo ganó por un margen estrecho, en los siguientes no hubo rivales, con apoyos del 94% (2017), 93% (2013) y 97% (2017 y 2021). Eso trajo muy pronto las paces, incluso la complicidad, con la Casa Real, una vez repudiado Urdangarín, que llegó a tener 'periodistas-espías' en los medios para calibrar sus opciones de liderar el olimpismo. El dirigente que quiso poner letra al himno español, tuvo buenas relaciones incluso con líderes el 'procés', como Carles Puigdemont, porque España no se entiende deportivamente sin Cataluña.
Nadal, el sucesor perfecto
Blanco coge aviones como otros el metro, duerme cuatro horas, no se pierde una gala de las federaciones y mantiene apartados de su mundo a su mujer, médico, y a sus hijos, altos funcionarios de la Administración. A sus 74 años, sabe que es su último 'round', con la pena del sueño no cumplido de Madrid, porque cree que ha tenido los mejores proyectos para los Juegos. Llegó al cargo tras el intento por 2012, se implicó en el de 2016 y lideró el de 2020. El viejo modelo de votaciones, el del 'lobbysmo', los favores y la corrupción, fue inabordable en un olimpismo donde la influencia de España se acabó con Samaranch padre. El ciclo de Tokio debía marcar su final, pero reconsideró su decisión por la candidatura de Barcelona-Pirineos. De nuevo, una colisión con la política, personificada en Javier Lambán. Madrid deberá esperar a otro tiempo, piensa, pero en el que le queda hay mucho trabajo: presionar por el modelo deportivo nacional que tiene en la cabeza, poner en marcha la Universidad del deporte y pensar en su sucesor. Nadal sonríe.
Empieza la fiesta en una Europa donde son cada vez más los que quieren que se acabe, y no sólo el 'outsider' español Alvise Pérez, surgido de la sentina de las redes sociales. Crecen los euroescépticos con discursos que desentierran la peor de las pasiones del continente: el nacionalismo. Nada ha costado tanta sangre. Entre esas pasiones ancestrales se encuentra también el fútbol, que levanta estandartes no siempre en la dirección adecuada, pero cuya reconstrucción a lo largo del tiempo es, hoy, lo más parecido al amenazado sueño europeísta, con libre circulación de jugadores desde la 'sentencia Bosman', hace casi 30 años, gracias a sus tribunales. Europa tiene un Real Madrid campeón de la Champions con más acento francés que español sin que ello ofenda a sus aficionados, y selecciones que integran a hijos y nietos de migrantes, como el francés Kylian Mbappé los españoles Lamine Yamal y Nico Williams, dispuestas a conquistar la Eurocopa. El fútbol, tantas veces señalado por las viejas lacras, tiene, pues, una misión, y no es únicamente la de ganar. Es la de mostrar cómo el balón transita mejor si encuentra puentes. Como las ideas. Como Europa.
Cuando Francia levantó su primer Mundial, en 1998, Jean Marie le Pen, fundador del Frente Nacional, se avergonzó del equipo que lideraba Zinedine Zidane por la mayoritaria presencia de jugadores de origen magrebí y subsahariano. Para este ex miembro de la Legión Extranjera no era digno de la 'grandeur'. Por entonces, se trataba también de un emergente 'outsider' de la política francesa, volcada con el proyecto europeo que había liderado Jacques Delors y en pleno desarrollo del Tratado de Ámsterdam, que ampliaba los ámbitos de competencia de la Unión Europea (UE). El perfil multirracial de 'Le Bleu' no ha cambiado, capitaneada la selección por Mbappé, de padre camerunés y madre argelina, fiel a la 'France noir, blanc et beur'. En cambio, el legado de Le Pen, aunque con matices y el nuevo nombre de Agrupación Nacional, ha llevado a su hija Marine a un triunfo histórico en las elecciones europeas del pasado domingo, en la figura de su apadrinado Jordan Bardella. Francia no es la Hungría de Viktor Orban ni la cambiante Polonia. Es el corazón del europeísmo, junto a Alemania, sede de la Eurocopa y donde los radicales y euroescépticos de Alternativa para Alemania (AfD) se han hecho con el segundo puesto.
El hincha Macron, cercado
Emmanuel Macron, un hincha de la selección, como demostró en los palcos mundialistas de Moscú y Doha, acudió a despedir al equipo de Didier Deschamps en Clairefontaine, 'Chez le Bleu'. Al contrario que su padre, Marine también se comportó del mismo modo en sus redes sociales cuando Francia ganó su segundo Mundial, en 2018. Es mejor estar del lado del fútbol, el problema es el mensaje que se incorpora. El de los nacionalistas y euroescépticos es peligroso, especialmente en un torneo de selecciones como el que se inicia, mañana, en Múnich, y con un 'revival' de grupos de hinchas violentos en el corazón del continente. Son los ultras 2.0.
La UEFA está formada por 55 federaciones nacionales, mientras que la UE la componen 27 países. La Europa futbolística es más grande que la política y ello obliga a equilibrios diplomáticos diferentes. No obstante, la coordinación es cada vez mayor, especialmente en lo que respecta a las grandes tensiones o conflictos internacionales, como sucede en la actualidad con las guerras en Ucrania y Gaza. El organismo de Aleksander Ceferin apartó a Rusia de las fases de clasificación, en paralelo a las decisiones de los países occidentales, pero mantiene en su seno a Israel, igual que Eurovisión, del mismo modo que las grandes potencias del continente no han retirado a sus embajadores en Tel Aviv.
Ucrania, causa y privilegio
Ucrania toma parte en el torneo, después de una heroica clasificación y de que sus jugadores hayan sido liberados de las férreas normas de reclutamiento en el país, al considerar que competir es su forma de luchar. Un criterio tan entendible por la propaganda que busca Volodimir Zelenski para la causa ucraniana, como polémico por tratarse de un privilegio. El portero Lunin ha dejado claro que los importantes son los que están en el frente.
Ucrania gozará de simpatías en Alemania, pero su competitividad está lejos de llevarla al grupo de las selecciones con aspiraciones, pese a estar en uno de los grupos más asequibles, junto a Bélgica, Eslovaquia y Rumanía. Su título es su presencia.
Calendario de la Eurocopa Alemania 2024
El sueño de Platini y el Brexit
Italia, campeona en 2021, un año después por la pandemia, vive en una montaña rusa: no se clasificó para el Mundial anterior (Rusia) ni para el siguiente (Qatar). El pedigrí es su aliado, pero no parece en condiciones de repetir la gesta que cumplió en Wembley, ante Inglaterra. En Londres concluyó una Eurocopa extraña por la pandemia y por transitar por varios países. Cuando Michel Platini, ex presidente de la UEFA, la ideó, pretendía ser un homenaje al proyecto europeo. Cuando se celebró, el 'Brexit' había dinamitado uno de sus puentes y Platini había dejado su lugar entre acusaciones de corrupción. La maldición quiso que la final se celebrara en Londres, fuera ya de la UE.
La Inglaterra que entonces perdió es un candidato a todo desde hace unos años, ya que goza de una de sus mejores generaciones, a la que ahora se añade Jude Bellingham, después de su estirón y su Champions en el Madrid. Sin embargo, algo falla a nivel mental en este equipo que dirige un entrenador de perfil bajo, Gareth Southgate. Estuvo cerca en el Mundial de Rusia, cayó ante Italia en la final de Wembley y perdió ante Francia, con un error de Harry Kane en el punto de penalti, en Qatar. Sabe que es su última oportunidad.
Francia es la roca, pero una roca por la corre Mbappé y sobre la que baila Griezmann. El nuevo jugador del Madrid falló un penalti en la tanda que dejó fuera a su selección en la última edición, pero en la final del Mundial, pese a la caída de Francia, dejó claro su capacidad para cambiar el signo de un partido. La Euro es su primer gran torneo lejos del PSG, un estímulo más para este futbolista-depredador. Vinicius hará lo mismo en la Copa América, antes de su encuentro en el Bernabéu para jugar juntos por más Champions y uno contra el otro por el Balón de Oro.
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La bandera alemana
A ese Bernabéu no volverá Toni Kroos, cuyo regreso a Alemania es parte de su final de cuento. No todos lo escriben tan bien. Ha dado a la 'Mannschaft' el mando que necesitaba, porque jugadores de calidad le sobran. Kroos y el hecho de ser local confieren a Alemania una condición de favorita que no ha vuelto a exhibir desde su título mundial en Brasil, hace 10 años. Kroos estaba allí. Durante su Mundial de 2006, la juventud alemana acabó con complejo de exhibir su bandera, dado el pasado nazi. Ahora el peligro es que los radicales de la nueva Alemania no lo hagan en exceso y con otras intenciones.
También en Brasil estaba Cristiano, el eterno. El folletín que protagonizó en Qatar aventuraba un final de 'primadona' que ha perdido la voz, pero la gestión del español Roberto Martínez en el banquillo lo ha rehabilitado, pese a jugar en el balneario de Arabia. La clasificación de Portugal ha sido excelsa, hecho que la coloca en un segundo escalón en el que también está la España de Luis de la Fuente.
Campeona de la Liga de Naciones, donde derrotó a Italia y Croacia, rivales en su grupo, España llega tras la crisis del caso Rubiales, con un entrenador que fue parte del 'Rubialismo' y un presidente, Pedro Rocha, imputado. El balón dictará, pues, sentencia con respecto a una selección que depende de jugadores clave: Carvajal, Rodri, Pedri, Nico Williams y Lamine Yamal.
Carvajal ha hecho su mejor temporada tras muchos sinsabores con España; el jugador del City es el compás de un equipo pragmático, olvidado el catecismo de la posesión; el canario fue el mejor joven de la pasada Euro y vuelve al mismo sitio tras reventar y entrar en un bucle deportivo y personal; Nico tiene la platea que no le ofrece el Athletic, y Yamal está, a sus 16 años, ante el reto de romper en estrella de la Europa que viene, esperemos que con menos euroescépticos.