"Estuvo haciendo un campo de entrenamiento aquí en la Blume de Madrid y no podíamos ponerla a pelear con nadie. La poníamos con Jennifer Fernández y le hacía daño. Con quien la pusiéramos le hacía daño. La pusimos con José Quiles y estaban por igual. Bajo mi punto de vista, no es justo", señalaba el seleccionador español de boxeo, Rafa Lozano, en charla con Radio Marca sobre la polémica de los Juegos de París: la presencia de la boxeadora argelina, Imane Khelif, en la categoría femenina, en el peso de -66 kilos.
Apenas 40 segundos duró su rival, la italiana Angela Carini, en su debut olímpico para avivar el debate. Con sólo dos derechazos de Khelif, Carini, que llevaba un tiempo haciendo campaña contra ella, advirtió que su salud estaba en riesgo y decidió retirarse. "Me dolió mucho, nunca me habían dado un golpe tan fuerte", señaló la italiana que en 2019 llegó a ser subcampeona del mundo y añadió: "Puse fin al combate porque después del segundo golpe, después de años de experiencia en el ring, sentí un fuerte dolor en la nariz y dije: 'Ya es suficiente'. Ya hay más boxeadoras que están diciendo que no van a subir al cuadrilátero, esto no es jugar en igualdad de condiciones".
Este sábado (17.22 horas) Khelif vuelve a competir, en cuartos de final, ante la húngara Anna Luca Hamori y está por ver qué pasará. Pero pase lo que pase, el ruido alrededor a Khelif continuará.
Porque su caso incide en la enorme controversia que desde hace varios años sobrevuela el deporte femenino: ¿Hay que abrazar la diversidad o proteger a la competición de ella? Khelif no es una mujer transexual, nació con aparato genital femenino, pero sí es una mujer intersexual, es decir, tiene cromosomas XY y altos niveles de testosterona, y por lo tanto cuenta con ventaja: su desarrollo muscular puede ser mayor y sus niveles de fuerza pueden ser superiores. A lo largo de la historia del deporte ha habido varios casos como Khelif, de hecho la propia Khelif ya compitió en los Juegos de Tokio 2020 -fue quinta-, pero ninguno con la repercusión de la mediofondista sudafricana Caster Semenya.
También mujer intersexual, entre los Juegos de Londres 2012 y Río 2016 dominó los 800 metros, pero después la Federación Internacional de Atletismo (World Athletics) creó una norma en su contra: si quería seguir compitiendo en categoría femenina tenía que medicarse para reducir sus niveles de testosterona. Aunque Semenya hubiera nacido así estaba vetada. La atleta empezó a recurrir en todos los tribunales habidos y por haber y su caso todavía está dando tumbos en el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, pero lo cierto es que no volvió a competir. En su defensa, el argumento del nacimiento: un 1,7% de las mujeres del mundo nacen intersexuales al igual que un 1,7% de las mujeres del mundo son pelirrojas. ¿Se podría prohibir competir a una mujer por el mero hecho de nacer pelirroja?
Las normas anti-trans
En su contra, el auge de las mujeres transexuales en el deporte. La aparición de deportistas como la halterófila Laurel Hubbard, debutante en los Juegos de Tokio 2020, primera mujer trans olímpica, obligó a las federaciones internacionales a crear normas específicas sobre la diversidad sexual y la mayoría optaron por la misma vía: no pueden competir. Las transexuales están vetadas y, por añadido, por la misma norma, las intersexuales también. Por el momento tienen cerrado el paso en Juegos Olímpicos, Mundiales o Europeos -otra cosa son competiciones menores o de formación- en atletismo, en natación, en rugby... y en boxeo.
¿Entonces por qué compite Khelif en París y por qué lo hizo tres años atrás en Tokio? Por dos cosas. Primero porque la Federación Internacional de Boxeo (IBA) está suspendida por sus irregularidades por el Comité Olímpico Internacional (COI) -su presidente está ligado al Gobierno ruso de Vladimir Putin- y el COI organiza plenamente el torneo olímpico. Y segundo porque el COI tiene un enfoque distinto hacia las deportistas transexuales e intersexuales.
En el COI, que cuenta con un Panel de Expertos de la Comisión Médica exclusivamente centrado en esto -con la española María José Martínez Patiño-, la opinión mayoritaria es que no haya una prohibición absoluta y se estudie caso por caso. Por eso permitió la participación de la halterófila Hubbard en Tokio y por eso siempre ha tenido la puerta abierta a Khelif. Está por ver qué pasará estos días en París, pero pase lo que pase el ruido a su alrededor continuará.