El París Saint-Germain ha anunciado que Sergio Ramos no continuará en el Parque de los Príncipes la próxima temporada. Este adiós fue confirmado por el propio futbolista, que finalizaba contrato el próximo 30 de junio y que aún no ha querido despejar su futuro inmediato. “Afrontaré nuevos retos, luciré otros colores”, se limitó a anunciar el ex capitán de la selección española, de 37 años.
“Mañana será un día especial. No sé en cuantos lugares uno puede sentirse como en casa, pero, sin duda, el PSG, su afición y París han sido uno de ellos para mí. Gracias por dos años especiales en los que he podido jugar todos los torneos y dar mi mejor nivel”, detalló Ramos en su comunicado.
El club capitaliano, por su parte, recuerda que, tras su llegada el 8 de julio de 2021, el veterano central “ha aportado experiencia, disciplina y espíritu competitivo, impulsado por el sentido del sacrificio y el hambre de ganarlo todo”. En 57 partidos marcó cinco goles con el PSG, incluido su primero el 23 de enero de 2022 en liga contra el Reims. Del 28 de noviembre de 2021 al 1 de enero de 2023, permaneció invicto y sumó 34 partidos sin conocer la derrota.
“Inmensa gratitud”
“El PSG está encantado de haber visto a Sergio Ramos defender sus colores con tanta determinación, y le desea sinceramente lo mejor para el resto de su carrera”, incide el club.
Por su parte, el presidente Nasser Al-Khelaifi ha expresado su “inmensa gratitud” con el jugador “por los dos años que ha pasado con nosotros”. “El liderazgo, el espíritu de equipo y la profesionalidad de Sergio, combinados con su experiencia al más alto nivel, hacen de él una auténtica leyenda del fútbol, y ha sido un honor tenerle en París. Todo el mundo en el club le desea lo mejor”, añade el príncipe qatarí.
Ramos abandona París tras dos irregulares temporadas, en las que al menos pudo sumar dos títulos de la Ligue 1 y una Supercopa de Francia. La primera campaña quedó marcada por la lesión que arrastraba en el sóleo izquierdo y que ya había precipitado su salida del Real Madrid y la selección española. Esas reiteradas molestias musculares, trasladadas también al gemelo, le hicieron perderse 33 compromisos.
Este curso, el rendimiento de Ramos mejoró de forma evidente, tanto en la Ligue 1 como en la Champions, donde no se perdió ni un solo minuto de las ocho jornadas disputadas, cerradas con la rotunda eliminación en octavos ante el Bayern.
Nacido en Camas, Ramos se formó en el Sevilla y luego pasó a las filas del Real Madrid, donde jugó 16 temporadas. Considerado uno de los mejores defensas del mundo, ha marcado 101 goles en 671 partidos en todas las competiciones. Fue capitán del Real Madrid entre 2015 y 2021 y ayudó a su equipo a ganar cuatro Ligas de Campeones entre 2014 y 2018 y cinco Ligas (2007, 2008, 2012, 2017 y 2020). Con la selección española alzó dos Eurocopas (2008, 2012) y el Mundial de 2010.
Hoy sábado (21:00 horas), disputará su último partido ante el Clermont. Una noche donde la afición parisina festejará el título liguero, conquistado con algún apuro más de lo esperado ante el Lens, y despedirá a Leo Messi, cuya marcha fue confirmada el jueves por el técnico Christophe Galtier.
"Lo tenía todo bajo control". Eso pronunció después Miguel Indurain, aunque, quizá por primera vez se sintió (le sentimos), humano. Cabizbajo, la gorra blanca del Banesto, su inmensidad rosa apoyada sobre la valla publicitaria, el aliento entrecortado mientras se arremolinaban los fotógrafos en busca de la imagen del dios en apuros. El navarro acababa de ganar su segudo Giro de Italia consecutivo, pero en el Santuario de Oropa (donde este domingo acude Pogacar en busca de la maglia), un 12 de junio de 1993, un letón de Riga le había puesto contra las cuerdas.
Cundió el pánico. Porque Piotr Ugrumov, gorra amarilla del Mecair-Ballan, llegaba poderoso a la meta, poco más de un minuto después del ganador Ghirotto. Y le seguían Chiapucci, Tonkov y Roche, pero Miguelón, del que no había referencias, tardaba en aparecer. El día antes, en la contrarreloj de Sestriere, lo había dejado todo, aparentemente, visto para sentencia, con 1:34 en la general sobre el ruso.
Al fin emergió su figura al fondo de la recta de meta, agarrado abajo en el manillar, superando el apuro. Entró a 36 segundos y salvó el Giro, pese a los sudores para siempre recordados en Oropa, casi 12 kilómetros a más del 6%, una subida que desde sus primeras rampas convirtió en exigente Moreno Argentin y en la que Ugrumov, segundo también en el Tour de 1994, se empeñó después en atacar y atacar. "No se trataba de resistir como fuese a su rueda, tenía un margen de sobra. Me he mantenido tranquilo. Ugrumov está muy fuerte y preferí seguir a mi ritmo. De lo contrario, me habría arriesgado a reventar. En ningún instante pensé que perdería la maglia rosa", razonó el navarro.
Una cima no tan dura, pero sí mítica por los precedentes. Porque no sólo Indurain grabó allí, al norte de la ciudad e Biella, su leyenda. Más aún lo hizo unos años después Marco Pantani. En 1999 firmó una ascensión legendaria, también vestido de rosa.
Había recuperado el liderato el Pirata el día antes, en la meta de Borgo San Dalmazzo, donde tan mal lo pasó Laurent Jalabert. Aventajaba con 53 segundos a Paolo Savoldelli y 1'21" a Ivan Gotti. Pero en las primeras rampas del Racconigi-Santuario di Oropa, dedicado a la Virgen Negra, se encendieron todas las alarmas cuando a Pantani se le enredó la bicicleta, un problema mecánico aprovechado por sus rivales.
Con 45 segundos perdidos y el Mercatone Uno aguardando a su líder, Pantani se lanzó a la desesperada, en solitario ya, con seis kilómetros todavía por delante. Uno a uno, hasta 49 adelantamientos, incluidos Gotti, Savoldelli, Simoni y finalmente Jalabert. Estaba solo en cabeza a falta de tres kilómetros y apenas celebró el triunfo: "No pensaba que los había cogido a todos...".
Será la séptima vez que la Corsa Rosa acabe en Oropa. La última, en 2017, se vivió un bonito combate entre Doumoulin y Nairo Quintana. Con 161 kilómetros previos y otras dos subidas concentradas en la parte final, buen terreno para que Pogacar inscriba su nombre allí y recupere la maglia que ayer le birló el ecuatoriano Narváez, una fiera en el Muro de San Vito y un cañón en la meta de Turín.
"¡Así, sufriendo, se crea el equipo!". Y tanto que había sufrido. En su primer partido bajo la dirección de Pablo Bouza, la selección masculina de rugby ganó a Países Bajos (18-20) después de que los locales fallaran un tiro a palos con el tiempo agotado. Las palabras de Bautista Güemes, uno de los veteranos, a sus compañeros abrazados en círculo contenían una segunda verdad. El equipo se está creando, está en construcción.
Mes y medio más tarde, la selección española ha acabado tercera en el Campeonato de Europa, el nivel siguiente al Seis Naciones. Tras esa angustiosa victoria en Amsterdam y otra más holgada contra Alemania(27-5), España se ha medido a tres quinces que disputaron el último Mundial. Plantó cara a Georgia antes de ser avasallada al final (38-3), dominó muchos minutos a Portugal pese a la derrota (33-30) y este domingo se ha impuesto a Rumanía en un encuentro que empezó mal y remontó con meritoria autoridad (33-40). Una actuación global que devuelve la ilusión a los aficionados.
"El seleccionador se enfoca mucho en el grupo, que estemos unidos", afirmaba hace unos días Güemes. El argentino Pablo Bouza dirige esta etapa. La anterior, conducida por Santiago Santos, se cerró con el éxito deportivo de la clasificación para dos Mundiales y el desastre de las descalificaciones posteriores por la alineación irregular de jugadores nacidos en el exterior. La columna vertebral se basa ahora en jóvenes talentos de la prolífica cantera española. Parte están enrolados en clubes franceses, algunos en los equipos filiales de 'promesas'. El nuevo capitán, Mario Pichardie, sólo 23 años, demostró su liderazgo contra Rumanía.
"Armar un equipo, crear una identidad" es el objetivo declarado por Bouza para este 2024. No sólo implica trabajo deportivo. Los ratos libres se aprovechan para hacer actividades juntos. "Se crean más vínculos; si no, sé cómo uno me la va a pasar pero no le conozco", señala Álvaro García, capitán hasta agosto de la selección sub20 y ya asentado en la absoluta. Cuenta cómo los sub20, que se clasificaron para el mundial de su categoría, pactaron unos valores en los que se refugiaban cuando un partido se torcía. Siente que, sin haberlo verbalizado, el XV del León comparte "el compromiso, me dejo el hombro por el equipo, y ser disciplinados".
Álvaro pide con frecuencia consejo a Del Hoyo y Ovejero, internacionales con más kilómetros que a la vez son sus competidores por el puesto de talonador. "Hay muy buen rollo, mi librito de apuntes se está llenando". Acude a la experiencia ajena porque en varios aspectos nota el salto de categoría. "La melé es una de las fases más complicadas; el ritmo de juego es distinto; y la parte física, no es lo mismo jugar entre gente que tiene 20 años que entre gente que tiene treintaypico", apunta. La melé es también la faceta del juego en la que el XV del León se ha visto más superado en estos cinco partidos. La solución no será inmediata. Hacen falta kilos de músculo y sobre todo horas de vuelo.
Durante el torneo la selección española ha mejorado en defensa, especialmente en la propia 22. "Nos encontramos cómodos", resume el apertura de origen argentino Bautista Güemes. El grupo también ha crecido en los contactos. De retroceder en el primer partido contra Países Bajos a imponerse en el pick and go -percusiones sucesivas- en la primera mitad contra Portugal y a hacer así dos ensayos, ambos de Pichardie, a los antaño abrasivos delanteros rumanos.
Sin embargo, esa dureza que va adquiriendo el quince de Bouza suele debilitarse a partir del minuto 60. El seleccionador tampoco ha dado hasta ahora muchos minutos a los hombres del banquillo. "Puedes jugar a lo que quieras, pero si delante no aguantas un partido entero, los equipos empiezan a flaquear", describe Álvaro García. Su compañero Bautista Güemes coincide. "Hay un momento en que nos empezamos a caer y por eso necesitamos subir el aspecto físico para aguantar los ochenta minutos al 110%". Destaca el compromiso común de seguir avanzando al margen de las concentraciones. "El físico es un poco nuestro debe, tenemos que trabajar, siento que cada uno lo va entrenar mucho más", añade.
La solución óptima a este problema supera a los propios jugadores y afecta en realidad a todo el calendario de competiciones. El seleccionador se ha mostrado partidario de un acuerdo con los clubes para que los internacionales lleguen más descansados a los partidos de 2025, cuando se disputará la clasificación para el el mundial de Australia 2027. Pero ese pacto parece muy difícil con los clubes franceses, ya bastante remisos a prestar a sus profesionales.
En las cinco semanas de trabajo el equipo se ha esforzado en reducir las pérdidas de balón y en rearmar el maul de touche, una plataforma ofensiva que la selección de Santos practicaba de memoria y que, por la renovación, ha perdido efectividad. "Es un fuerte nuestro y vamos a seguir aunque tengamos gente joven, en categorías inferiores trabajamos mucho eso", afirma Álvaro García, convencido de que volverán a sumar ensayos avanzando en formación. Su pronóstico, expresado el pasado jueves, se cumplió el domingo contra Rumanía.
En el Campeonato de Europa ha destacado la calidad y peligrosidad de los tres cuartos españoles, veloces ejecutores de la mayoría de los ensayos. "Queremos rucks rápidos, mover la pelota, y hacer al otro equipo, más pesado, que se canse. En la inferioridad física podemos correr, tenemos jugadores que manejan muy bien la pelota", explica Bautista Güemes.
En los dos últimos partido la selección de Bouza tuvo tanta o más posesión de balón que Portugal y Rumanía, otra señal de progreso. "El engranaje es más fluido cada vez", subraya Álvaro García, quien elogia la experiencia que aporta un puñado de veteranos. Güemes, 33 años, destaca que a los recién llegados sólo les falta "rodaje" y apela al legado. "Estamos para acompañar y luego dejarlos que sigan", subraya.
A este equipo en construcción le queda media docena de partidos para completar la puesta a punto antes de luchar por la ansiada clasificación para Australia 2027. "España no sólo va a competir, sino que lo va a lograr", sentencia Güemes. Para él, superviviente del último fiasco, sería un sueño cumplido. "Si estamos acá, es por algo".
La clasificación, en 2025
La aspiración española de acudir a un mundial de rugby por primera vez desde 1999 se ve favorecida por el aumento de los equipos participantes, que en Australia 2027 subirán de 20 a 24. Eso puede suponer al menos una plaza más en el torneo clasificatorio europeo, que se disputará a lo largo del año 2025. No se ha anunciado aún cómo se desarrollará.
Para Francia 2023, las selecciones del llamado Campeonato de Europa compitieron por dos plazas directas y una de repesca. Si se confirmara el aumento, ocho selecciones lucharían ahora por al menos cuatro puestos. Georgia vuelve a ser favorita para conquistar el primero. Con Rusia aún excluida, Portugal, Rumanía y España serían candidatas a los otros. La amenaza para todos es el avance de Países Bajos.