El problema es que la carrera es ‘corta’. La Transgrancanaria Classic de este sábado (desde las 23.59 horas en Youtube), ‘sólo 128 kilómetros, ‘sólo’ 7.000 metros de desnivel positivo, sólo cruzar toda Gran Canaria de norte a sur, de Las Palmas a Maspalomas. Para la estadounidense Courtney Dauwalter, la mejor corredora de montaña del mundo, una carrera corta. No en vano venció en pruebas de más de 300 kilómetros y alcanzó los 450 kilómetros en una backyard ultra, una de esas competiciones sin meta, hasta que el cuerpo aguante. El problema es que la carrera canaria, para ella, es corta. Pero igualmente Dauwalter, puro estilo yankee, lo intentará. Vencer a los hombres, ¿Por qué no?
En todas las pruebas en las que ha participado, Dauwalter ha demostrado que sí se puede. En sus inicios, en 2017 y 2018, ya ganó la Moab 240 y subió al podio general de otras pruebas como la Tahoe 200. En 2021, en el Ultra Trail del Mont Blanc, la carrera más prestigiosa del mundo, fue séptima de la general. Y el año pasado en la Diagonale des Fous terminó cuarta a un paso del podio. En la ultradistancia no hay una mujer como ella, siempre con un abismo entre su espalda y la segunda clasificada, pero aún se le resiste una gran victoria internacional. ¿Será en la Transgrancanaria?
A su favor, como siempre, la genética femenina, que no suele gozar de tanta musculatura, tanta potencia, pero sí de un mayor porcentaje de grasa, es decir, de más reservas. En su contra, el altísimo nivel del cartel masculino. Pau Capell, un ganador de la UTMB, buscará su quinto triunfo en la Transgrancanaria Classic, el chino Jiasheng Shen, el griego Fotis Zisimopoulos y el rumano Raul Butaci serán los aspirantes internacional y también habrá otros españoles de garantías como Andreu Simón o Abel Carretero. A Dauwalter le intentarán pelear la clasificación femenina corredoras como Claudia Tremps, Claire Bannwarth o Anna Karlsson, pero lo tendrán difícil. La estadounidense opta a todo, ¿Por qué no?
Junto a la Classic, este sábado también tendrá lugar la Advanced, de 84 kilómetros, y el viernes se celebrará la Maratón, de 45 kilómetros, ambas con atletas destacados en la línea de salida. En la primera sobresalen José Ángel Fernández, Marcos Ramos, Marc Olle o Azara García y en la segunda, Antonio Martínez, Andre Rodrigues, Nuria Gil o Maite Maiora.
«¿Te cuento la verdad? Hay un año de mi vida que apenas recuerdo. Sé lo que me han explicado: que me desperté en el hospital y no podía hablar o que no identificaba los números de los relojes. Tuve que reaprender muchas cosas. Pero yo no lo recuerdo. Sufría muchísimos mareos, tenía sensibilidad a la luz, fue un año durísimo. Y hoy en día me quedan secuelas, no me he curado. Me medico cada día y hago vida normal, pero sin la medicación volverían los mareos».
Michael Mawn habla de la lesión cerebral que sufrió hace ocho años y cualquiera diría que ahora tiene un empleo tranquilo. A las nueve de la mañana se sienta ante un ordenador y se levanta a las cinco de la tarde. Pero no es así. Mawn, estadounidense de 25 años, es snowboarder y no sólo eso, es un especialista en el freeride, es decir, en el descenso fuera de pistas. En 2022 y 2023 ganó la prueba del Freeride World Tour (FWT) de Baqueira-Beret y en los próximos días buscará una tercera victoria en el valle de Arán. Otro golpe en la cabeza sería realmente crítico para él, pero asegura que en su especialidad se siente seguro. El accidente que le causó tantos problemas tuvo lugar cuando competía en halfpipe, la disciplina que en España popularizó Queralt Castellet, y ahora ya no necesita hacer tantas volteretas en el aire, aunque sigue haciendo.
En busca de la seguridad se pasó al snow fuera de pistas. Es una decisión osada, sin duda.
Es verdad. Mis amigos se ríen de mí cuando lo cuento porque es un poco loco. Pero es así. En el halfpipe siempre tienes que ir al límite, buscar el truco más difícil, y en el freeride, aunque las bajadas son complicadas, también se juzga el control o la técnica. Hay otros peligros, pero los saltos son más seguros.
«Quizá haya gente que piense que soy un inconsciente, pero no es así. Desde la lesión mi toma de decisiones es muy distinta. No me puedo permitir otra contusión cerebral. Si hay un acantilado por el que no debo saltar, no salto. Hay riesgo al hacer snow fuera de pistas, pero es un riesgo que sólo asumo cuando me siento preparado físicamente y mentalmente. Llevo varios años en el circuito mundial y puedo decir que no. Eso sí, cuando es mi día, lo tengo clarísimo».
Su faceta de empresario
Mawn creció en Denver, en el centro de Estados Unidos, y empezó a esquiar en estaciones como Aspen, pero pronto se pasó al snow para imitar a su hermana mayor. Después del accidente en el halfpipe, se centró en los estudios y se graduó en Negocios en la Universidad de Montana, pero tan cerca estaba su facultad de la nieve que... Hace cinco años se profesionalizó como uno de los protagonistas del FWT y así sigue, aunque nunca ha abandonado la rama empresarial. Ha creado dos start-ups, Posted Campus y Standby, y aún trabaja en ellas. De hecho, Standby, una plataforma que conecta negocios de hostelería con empleados, ya ofrece sus servicios en seis estados. «Combinar el trabajo con la competición a veces es difícil, pero también es muy interesante. Lo he hecho siempre, desde que estaba en la universidad, así que lo tengo muy normalizado. Sólo lo lamento si estoy compitiendo en Europa y se me complican los horarios», admite Mawn en conversación con EL MUNDO desde Baqueira, donde ya lleva unos días instalado.
¿Por qué se le da bien Baqueira?
Si te soy sincero, no lo sé. Es una montaña que me encanta. Antes de ganar aquí en 2022 ya pensaba que podría pasar una temporada viviendo en Baqueira. Veo a la gente muy tranquila aquí, disfrutando de la vida. Además, el ambiente de la competición es único porque los aficionados pueden estar muy cerca de la bajada y los escuchas. Eso no pasa en la mayoría de pistas del FWT.
En el freeride la organización propone una bajada y cada competidor puede realizarla libremente, sin señalizaciones ni límites de pista. No gana el más rápido, si no quien lo hace mejor. O mejor dicho más guapo. Del 0 al 100 los jueces valoran la línea escogida, el control, la técnica, la fluidez y el estilo en el aire. En Baqueira-Beret la prueba se desplaza hasta el Tuc de Bacivèr, al este del Pla de Beret, donde debe nevar en los próximos días para que todo transcurra con normalidad. Hay margen entre el 18 y el 23 de este enero, Mawn buscará su tercer triunfo, confiado en evitar otra lesión cerebral.
En la pista, prudencia. En el banquillo, prudencia. En las gradas, en los despachos, en las taquillas, prudencia. Incluso en las calles, prudencia. Años atrás la zona alta de Barcelona recibía el abril con carteles de Rafa Nadal en las marquesinas, las vallas y las farolas. Llegaba el torneo Conde de Godó y Nadal no sólo era el favorito, era el dueño. Hasta 12 veces levantó el trofeo, sólo en Roland Garros celebró más éxitos. Pero este año, prudencia, prudencia, prudencia.
Por Pedralbes y Sarrià, allí donde la ciudad luce bonitos jardines, anchas avenidas y pisos enormes, esta vez la imagen Nadal está acompañada por fotos de Stefanos Tsitsipas, Casper Ruud, Andrey Rublev y, por supuesto, por Carlos Alcaraz pese a su baja de última hora. Para toparse con el hoy número 646 del ranking ATP hay que darse un buen paseo por Via Augusta arriba y abajo. Si el próximo domingo Nadal vuelve a proclamarse campeón en Barcelona quizá sea extraño su escasa presencia por la ciudad, pero el pasado miércoles, en su primer entrenamiento, pocos hubieran apostado que jugaría siquiera.
Aquel día Nadal dejó sensaciones contrapuestas en la pista que lleva su nombre. Entre obreros taladrando y martillando, montando los palcos VIP para el torneo, Nadal apareció más delgado que nunca, exhibió su derecha de siempre ante el sparring David Jordà -298 del mundo- y disfrutó del tenis, pero reclamó intimidad al público y a la prensa cuando le tocaba practicar su saque. Como mucho dejó que se vieran unos ejercicios de volea.
Enric FontcubertaEFE
Si el entorno de Nadal siempre fue hermético, estos días lo fue más. No hubo pistas sobre su estado más allá de las molestias abdominales reconocidas o de las palabras de su tío y ex entrenador, Toni Nadal, en un acto en Segovia: «Tiene molestias a la hora de sacar, con lo demás ningún problema». De hecho, de aquella primera sesión en Barcelona, Nadal salió lanzando un mensaje de cautela en Instagram que todavía planteaba más dudas sobre su participación en el Godó. «Importante decir que no quiero confirmar que jugaré, ojalá que sí», escribió el ganador de 22 Grand Slam en la red social.
La mejoría de Nadal
Pero en los días posteriores la percepción general cambió. El jueves se ejercitó con todo un Top 20 del ranking ATP, el argentino Sebastián Báez, y ya dejó ver su saque. El viernes siguió trabajando junto a Alejandro Davidovich y anteayer, el sábado, venció por 6-1 a Andrey Rublev, seis del mundo, en un set de práctica. El resultado fue anecdótico porque el ruso está hundido en una crisis anímica considerable desde su descalificación del ATP 500 de Dubai y apenas se esforzó. Pero el servicio de Nadal desató la euforia. Incluso hubo un ace que levantó una ovación entre el público presente en las pistas de entrenamiento del Real Club de Tenis de Barcelona, la mayoría adolescentes.
El periodista de RTVE Ignasi Rosell, con una posición cercana al banquillo, desvelaba que el propio tenista había reconocido su entusiasmo a sus entrenadores, Carlos Moyà, Marc López y Gustavo Marcaccio. «¡Cómo estoy sacando!», le habría dicho en consonancia con lo que se veía sobre la pista. Luego se marchó a comer con su mujer Mery y su hijo, Rafael, presentes en Barcelona y por la tarde fue la mano inocente del sorteo.
Rivales jóvenes, rivales complicados
Ofreció suerte para el resto, no para él. Más allá de pensar en quien se encontraría en las semifinales o en la final, sus rivales en las primeras rondas son jóvenes con motivación y dotes en la tierra batida. El primero, el italiano Flavio Cobolli, con quien se encontrará este martes (no antes de las 16.00 horas, Teledeporte), fue campeón de dobles en el Roland Garros junior de 2020 y el año pasado se metió en el cuadro final del Grand Slam parisino para enfrentarse a Carlos Alcaraz. El segundo, el hispano-uruguayo-australiano Alex de Miñaur, está a las puertas del Top 10 de la ATP y viene de ganar su segundo ATP 500 en Acapulco.
Y el tercero, posiblemente Arthur Fils, la mayor promesa del tenis francés, de sólo 19 años, está creciendo sobre arcilla de la mano de Sergi Bruguera, su entrenador desde el invierno. Los tres pueden ser adversarios ideales para adquirir ritmo de competición. Los tres pueden ser adversarios peligrosos por su talento y motivación.
En todo caso, como Nadal ha subrayado en todos los actos en los que ha participado, irá partido a partido. Si regresan los dolores en el abdomen no forzará para evitar un parón más largo. Su objetivo era, es y será competir en Roland Garros a partir del 20 de mayo, es decir, en poco más de un mes, y entre medias no hay nada fijo. Como en cualquier momento el español podría retirarse del Godó, en cualquier momento podría darse de baja del Mutua Madrid Open y del Masters 1000 de Roma.
Con Alcaraz entre interrogantes y el tenis español en crisis -en el Godó sólo juegan ocho locales y cuatro, Martín Landaluce, Dani Rincón, Roberto Bautista y Albert Ramos, han sido invitados por la organización-, en la Caja Mágica confían en que Nadal se mantenga sano esta semana para verle jugar la siguiente. Pero no hay nada seguro. Prudencia, prudencia, prudencia.
Hubo más nervios semanas atrás en Roland Garros cuando casi le toca debutar contra Rafa Nadal, pero Carlos Alcaraz igualmente tenía motivos para la inquietud ante el sorteo de Wimbledon. Después de caer al número tres del ranking mundial le esperaban Jannik Sinner o Novak Djokovic en semifinales y, más allá de ellos, en las primeras rondas amenazaban un puñado de especialistas en el golpeo que tanto luce sobre hierba. Al final, este viernes, en el larguísimo acto celebrado en el All England Club hubo un poco de todo para el español.
En el camino para revalidar su título en Londres, Alcaraz divisa a lo lejos un enfrentamiento con Sinner, posiblemente el peor posible, más teniendo en cuenta el estado físico de Djokovic, pero hasta entonces sólo se advierte un obstáculo de auténtica altura. En la primera semana, el ya campeón de tres Grand Slam se medirá a adversarios que a priori puede derrotar sin exigirse al máximo y eso es una bendición. Después de su temprana eliminación en Queen's tendrá en un principio un camino llano para ir cogiendo ritmo.
Su debut será el próximo lunes a las 14.00 horas ante el estonio Mark Lajal. De 21 años como él, número 262 del ranking mundial y procedente de la previa, Lajal apenas ha disputado cinco partidos en el circuito ATP con dos victorias -una de ellas ante Jaume Munar- y tres derrotas. Debutará en Wimbledon y, de hecho, debutará en hierba por lo que no debería ser adversario para el vigente campeón en Londres. En segunda ronda, un posible enfrentamiento ante el australiano Aleksandar Vukic sería algo más duro, no en vano está en semifinales del ATP 250 de Eastbourne, y más tarde, le esperan el estadounidense Frances Tiafoe -o el italiano Matteo Arnaldi, sensación en París- y el francés Ugo Humbert.
Ambos supondrían un desafío, pero ninguno como su hipotético rival en cuartos de final. Más allá de Casper Ruud, el favorito por ranking, en ese escalón Alcaraz podría medirse con el estadounidense Tommy Paul, reciente campeón en Queen's, un jugador peligroso. También finalista en el ATP 250 de Eastbourne el año pasado, su tenis se adapta muy bien a la hierba y, en caso de encontrarse, reclamará al español su mejor versión. Luego, entonces sí, vendrían Sinner en semifinales y Djokovic en la final para un segundo éxito consecutivo que sería histórico.