Recuerda la NBC que aquel 1996 fue el año de ‘La Macarena’. Desde entonces Estados Unidos no había tenido más de un tenista en cuartos de final de Roland Garros. De Jim Courier y Pete Sampras a Francis Tiafoe y Tommy Paul, el rival de Carlos Alcaraz este martes (20.15 horas, Eurosport y Max). Un éxito que tiene detrás a un español, José Higueras, que entrenó precisamente a Courier, Sampras o Michael Chang, que luego trabajó con Roger Federer y que acabó su carrera desarrollando un programa para resucitar al tenis yankee. De allí salió la generación actual, con otros como Ben Shelton o Taylor Fritz, jugadores que conoce muy bien.
«Fue un proyecto que duró más de 10 años. Hice más de un millón de millas, estuve en todos los estados. Me llamó Patrick McEnroe, hermano de John, que era director técnico de la Federación, insistió mucho y al final acepté», recuerda a EL MUNDO, jubilado en Idaho desde hace dos años, quien llegó dos veces a semifinales aquí en París, en 1982 y 1983, y a ser número seis del ranking mundial.
- Otra vez hay estadounidenses triunfando en tierra batida, ¿Cómo lo ha conseguido?
- Cuando empecé en 2008 el sistema en Estados Unidos se basaba en el conocimiento de entrenadores que estaban muy mayores. Todo estaba anticuado. Sinceramente, era un desastre. Nosotros queríamos impulsar un tenis más moderno y, entre otras cosas, incluimos la tecnología. Soy español, veo el tenis como un español, y sabía que necesitaban trabajar la táctica. Hasta entonces, su entrenamiento era físico y de técnica de saque y les faltaba un juego organizado, completo, más golpes. Cuando Shelton en octavos hacía alguna dejada ante Alcaraz, yo pensaba: ‘Eso es cosa mía’ Antes las dejadas no existían para ellos.
- ¿Construyó en Estados Unidos muchas pistas de tierra batida?
- En Estados Unidos se juega poco en tierra y sigue siendo así, pero necesitaban un mínimo. Antes tenías unas pistas de tierra verde que eran rarísimas. Cuando la Federación construyó su Campus Nacional en Orlando pedí ocho pistas de tierra batida de verdad, que importaron de Italia. También contratamos entrenadores extranjeros para que aportaran otra visión del juego. En los primeros años hubo reticencias, pero todo cambió en 2015 cuando Tommy Paul ganó la final del Roland Garros junior a Taylor Fritz. Muchos empezaron a creer.
- Ese proyecto le hice dejar de entrenar a Roger Federer después de que ganara el US Open de 2008.
- Se lo dije al día siguiente de la final, sí. No era por dinero porque realmente ganaba menos, era por romanticismo. El tenis ha sido muy bueno conmigo y con mi familia y pensé que el proyecto de la Federación era una manera de devolver algo. Podía ayudar a más gente, a decenas de miles de personas. Era un romántico, quizá un poco gilipollas. El desarrollo del programa fue un trabajo muy duro porque el país es muy grande y tenía que cambiar su mentalidad. Comparado con eso, entrenar a un jugador es comerte un helado.
EFE
- A Federer, además, tampoco se le tendría que enseñar mucho.
- Obviamente. Si trabajas con un principiante puedes aportar más, pero con un jugador tan bueno te tienes que centrar en los detalles. Ellos ya saben muchísimo y si te llaman es para aprender algo nuevo, algo distinto, no para que les digas lo que ya saben. Antes hablábamos de las dejadas de Shelton, te cuento una anécdota con Roger. Un día estábamos viendo un video y le dije: ‘Roger, en todo el partido no has hecho una dejada de derechas’. Él me dijo que con su derecha quería ser agresivo y le respondí: ‘¿Y qué hay más agresivo que una dejada?’. Si nunca haces dejadas, el rival te espera desde el fondo y estás dejando de utilizar una arma muy potente. A partir de entonces empezó a hacer más dejadas de derechas. Esos detalles son los que buscan los mejores.
- ¿Observa cosas de Federer en algún jugador actual?
- Para mí Roger era un jugador único, por cómo sentía el juego, por la habilidad que tenía, pero Alcaraz hace cosas que hacía él. Nadie lo puede negar. Alcaraz juega al tenis como yo lo interpreto, me encanta ver sus partidos. El problema es que en el circuito no hay muchos que jueguen así. La tecnología ha cambiado mucho el tenis, especialmente los cordajes. Cuando se jugaba con cordajes de tripa, si le pegabas mal, la bola iba increíblemente mal. Necesitabas mucho tacto. Ahora los cordajes de filamentos ayudan a que la pelota se quede en pista y se tira de fuerza en demasiadas ocasiones.
- ¿Qué recuerda de sus dos semifinales en Roland Garros?
- Yo era una paparra de mucho cuidado, lo devolvía todo. Lo primero que recuerdo es que si hacía un punto increíble me aplaudían tres personas y si fallaba, aplaudían 5.000. Rafa ha ayudado mucho al recibimiento de los españoles en Francia, pero antes era muy distinto. Los franceses… Mi juego era muy de tierra batida, jugaban muy atrás, demasiado, y sólo cuando me vine a vivir a Estados Unidos en 1980 abrí la mente. Empecé a sacar más fuerte, a ser más ofensivo. Curiosamente eso me hizo jugar mejor en Roland Garros. A Borg no le podía ganar, pero a Wilander y Vilas les podía pelear el triunfo. Igualmente me faltaba juego, no sé qué hubiera pasado si me hubiera ido antes de España.
AFP
- ¿Por qué se fue a vivir a Estados Unidos estando aún en activo?
- Porque mi esposa es de aquí y porque en España me machacaron. Entre 1979 y 1980 sufrí una hepatitis B que tardaron mucho en diagnosticarme y en 1980 jugué una Copa Davis en Valencia contra Alemania Occidental. Estaba flojo de piernas, no me encontraba bien, perdí los dos partidos y nos eliminaron. La prensa me sacrificó, me pegaron unos palos gordísimos. Llegué a casa, estaba mi madre llorando y dije: ‘Se acabó’. Fue feo. Pero sé qué algún día volveré a España.
- ¿Cómo empezó en el tenis?
- Nací en Diezma, un pueblo de Granada, en un cortijo donde trabajaba mi padre, que era mulero, se encarga de las mulas. No teníamos ni agua ni luz ni nada y cuando yo tenía seis años nos marchamos a Barcelona en busca de una vida mejor. El hijo de una vecina jugaba al tenis y yo no sabía ni qué era, pero a los nueve años empecé a trabajar de recogepelotas en el Real Club de Tenis de Barcelona. Éramos niños pobres, nos pagaban dos pesetas y media la hora. Pero así empecé. A ver tenis, a jugarlo. Los de mi generación, Santana, Orantes, Antonio Muñoz, veníamos del mismo sitio, de muy abajo.