El delantero del Barcelona Ferran Torres ha sido intervenido quirúrgicamente de urgencia este miércoles por una cuadro de apendicitis de forma satisfactoria, según ha informado la entidad azulgrana.
La operación ha sido realizada por los doctores Coroleu y Borras en el Hospital de Barcelona bajo la supervisión de los servicios médicos del club.
Así pues, el delantero barcelonista, que se había consolidado en la punta de ataque en las últimas semanas por los problemas físicos del titular habitual, Robert Lewandowski, causará baja en el derbi de este jueves frente al Espanyol en el RCDE Stadium en la antepenúltima jornada de LaLiga EA Sports. La victoria significaría el título liguero para el cub azulgrana.
El 20 de agosto de 2023 escribió su nombre con letras de oro en la historia del fútbol español. Fue la fecha en que la selección femenina se alzó con el primer Mundial de su historia. Y ni siquiera toda la retahíla de cuestiones extra deportivas que empañaron su gesta llegaron a mellar ni un ápice la competitividad de un grupo de jugadoras que no quieren ponerse techo. El pasado mes de febrero, sumaron al título de campeonas del mundo el de la primera Liga de Naciones en categoría femenina. Y ahora, en su debut en unos Juegos Olímpicos, pelearán también para añadirle una medalla de oro con la que podrían sellar un año perfecto a nivel deportivo.
El debut olímpico del fútbol masculino español, en Amberes, en 1920, dejó a la postre un recuerdo agridulce. A pesar de que la España con nombres aún hoy tan míticos como los de Ricardo Zamora o Rafael Moreno, Pichichi, se vio descabalgada de la lucha por el primer escalón del podio por la anfitriona y a la postre campeona, Bélgica, acabó por hacerse con la medalla de plata tras imponerse a Países Bajos después de que Checoslovaquia, la que iba a ser su rival en semifinales, fuera descalificada por el abandono de la final por el oro en protesta por el arbitraje. Un hecho que, a su vez, propició que el bronce fuera a parar a manos de Países Bajos. La medalla del más preciado metal se resistiría hasta 1992, cuando el grupo entrenado por Vicente Miera, con futbolistas como Pep Guardiola, Kiko Narváez, Luis Enrique, Mikel Lasa o Toni Jiménez, entre otros, se impuso por 3-2 a Polonia en la final.
El camino de la selección que entrena Montse Tomé, con las últimas vencedoras del Balón de Oro, Alexia Putellas y Aitana Bonmatí, y nombres como los de Irene Paredes, Olga Carmona, Oihane Hernández, Jenifer Hermoso, Salma Paralluelo o Athenea del Castillo en sus filas, no será precisamente fácil. Por lo pronto, deberán imponerse este jueves, en su primer partido, a una selección de Japón que fue la única capaz de vencerla, y por 4-0, en el camino triunfal que acabó con el Mundial de su historia en sus vitrinas. El resto de rivales a los que se medirá en esta primera fase también serán duros. Por un lado, todo un clásico del mundo del fútbol como Brasil, que cuenta con ocho mundiales y dos platas olímpicas en su haber, pero que nunca ha podido hacerse con el oro. Y, por el otro, una selección de Nigeria que, a pesar de ocupar el puesto número 36 en el ranking de la FIFA, cuenta con jugadoras como con experiencia en la liga española, como la ex azulgrana Asisat Oshoala, erigida en líder del grupo, o la joven Gift Monday, del Costa Adeje Tenerife.
Otros posibles rivales de España
Más allá de estas primeras rivales, con las que se medirán en el tercer grupo de los tres en los que se dividen las 12 participantes del torneo, el grupo C, hay otras selecciones que amenazan seriamente con frustrar los sueños dorados de las españolas. Por un lado, está el combinado de Estados Unidos, que atesora un total de seis medallas en las siete ediciones de un torneo que se disputó por primera vez en los Juegos de Atlanta, en 1996: cuatro de oro, una de plata y una de bronce, conquistada esta última en Tokio. Por el otro, Canadá, que subió al primer escalón del podio en tierras japonesas. Y, cómo no, las anfitrionas, una selección francesa que se midió a España en la final de la primera Liga de Naciones femenina de la historia y en la que el equipo que entrena Montse Tomé se impuso por 2-0 gracias a los goles marcados por Aitana Bonmatí y Mariona Caldentey.
David Goffin alzó la voz: «Algunos seguidores están aquí para molestar y no para animar. Los jueces de silla deberían intervenir, hoy uno me ha escupido un chicle. Muchos jugadores se quejan, hay ese sentir en el vestuario». Iga Swiatek, la número uno del mundo, le replicó dirigiéndose a la grada de la Philippe Chatrier: «Por favor, no gritéis durante el juego. Esto es serio para nosotras, estamos jugando por mucho dinero y puntos. Espero no convertirme ahora en una de esas jugadoras que no les gustan y a las que la abuchean». Y finalmente Novak Djokovic, también número uno, cerró la denuncia: «Quiero que los aficionados animen, que canten, pero a veces se pasan de la raya, es irrespetuoso. He vivido lo que vivió Goffin y apoyo sus quejas, hay que plantar cara a esos espectadores».
Christophe EnaAP
Roland Garros no es una caldera. Está muy lejos del ruido de cualquier partido de fútbol, de baloncesto, está lejos incluso del ambiente de la antigua Copa Davis. Pero los tenistas están acostumbrados al silencio absoluto. Y éste en París a veces se rompe, cada vez más. En su partido de segunda ronda ante Casper Ruud en la Suzanne Lenglen, Alejandro Davidovich se encontró con una aficionada que le daba indicaciones siempre que se acercaba al lateral a secarse el sudor y, al final, el español avisó del palique al juez de silla. El árbitro no hizo nada. Pero la mujer, entonces sí, avergonzada, calló. El debate es casi tan antiguo como el mismo tenis, pero con tantos deportes ruidosos, con gritos del público en cada jugada y música de los altavoces en cada parón, cada vez es más conveniente. ¿Realmente puede sobrevivir el silencio?
Más allá de Wimbledon, donde el mutismo está tan arraigado como vestir de blanco y comer frutas con nata, el US Open siempre ha dejado fluir el bullicio y el Open de Australia lleva el mismo camino. En las últimas ediciones, de hecho, permite la libre circulación de los aficionados -sin tener que esperar a entrar y salir en los descansos- e incluso ha montado un bar, el AO Courtside Bar, desde el cual se puede seguir la acción de la pista 6. El follón es considerable. El éxito del establecimiento, también.
El alcohol prohibido (un poco)
«Nos encanta que haya emoción y que la gente se exprese. Pero seremos inflexibles en cuanto al respeto por los tenistas y el desarrollo de los partidos. Si no te portas bien o lanzas cosas a los jugadores, te expulsaremos», amenazaba Amelie Mauresmo, directora de Roland Garros, en un encuentro organizado expresamente con los enviados especiales de otros países. El objetivo era frenar la idea de que el Grand Slam parisino es un desmadre y, para eso, anunció una medida: ley seca, prohibido el alcohol. En un principio parecía que no habría más cerveza, ni champán, ni vino en todo el recinto, pero en realidad sólo se ha vetado su venta en el interior de los estadios. La mayoría de aficionados comen y beben fuera antes de entrar a las pistas así que el veto es limitado.
Si hay un problema no será la solución. Pero... ¿Realmente hay un problema? En dirección contrario a Goffin, Swiatek o Djokovic, otros tenistas ya han comentado que el alboroto no les molesta, más bien todo lo contrario. Paula Badosa, que ha jugado sus dos partidos en las pistas pequeñas anexas a la Suzanne Lenglen, donde hay ruido por todos lados, defendió la libertad del público de gritar. «Ella [Swiatek] tiene suerte de jugar todos los partidos en la Philippe Chatrier, donde no molesta el ruido de otras pistas. Pero, dicho eso, a mi no me molesta el público, todo lo contrario. Me motiva. Hace unos años fue muy difícil jugar sin público por culpa del covid y ahora estoy muy contenta con afición», aseguró la tenista que este viernes se enfrentará a Aryna Sabalenka (sobre las 14.00 horas, Eurosport) precisamente en la Philippe Chatrier, la pista central.
CAROLINE BLUMBERGEFE
En su misma línea se han pronunciado la mayoría de tenistas estadounidenses, siempre entregados al show, como Coco Gauff:«La mayoría de aficionados son respetuosos y yo cuando veo un partido como espectadora también quiero hacer ruido. Entiendo que sea difícil si alguien grita de repente, pero a mí me gusta que haya bullicio». ¿Realmente puede sobrevivir el silencio?
Fue la mirada atrás la sentencia, el golpe de gracia a un Tour que, salvo sorpresa mayúscula, quedó sentenciado en las rampas de Plateau de Beille, a una semana del final inédito en Niza y con los Alpes todavía por recorrer. Fue valiente Jonas Vingegaard porque no le quedaba más remedio y murió con las botas puestas, al ataque ante quien no admite comparación. Tadej Pogacar es, indudablemente, el más fuerte. Alzó los brazos por tercera vez y supo que la reconquista es un hecho. [Narración y clasificaciones]
Los rostros esconden el sufrimiento, aunque son tantas las batallas, que Tadej y Jonas desentrañan cada gesto del rival. No hay secretos ya para ellos. Incapaz de contener los arreones finales del esloveno, cada vez más lejos en la general, Vingegaard optó por cambiar de estrategia, por mostrar todas sus cartas. A riesgo de perderlo todo, como así fue después. Maduró la etapa con su equipo, asumiendo por primera vez la responsabilidad en los cuatro puertos precedentes al desenlace, de salida el Col de Peyresourde bajo el calor de los Pirineos que obligaba a los ciclistas a marchar ya en la meta de Loundeville con los característicos chalecos de hielo.
Y atacó salvajemente bien temprano el danés, a más de 10 kilómetros de la cima de Plateau de Beille, para propiciar el mano a mano, para comprobar si la alta montaña, los esfuerzos acumulados y el sopor eran su baza ante Pogacar. Para explorar todos los límites posibles. Pero no cedió su Némesis, que buscaba agua y alivio a su rueda, que afilaba su hacha mortal, que sabía que resistir era ya un triunfo pero quería más. No dudó el líder, también desde bien lejos, para protagonizar una auténtica desolación.
Miró atrás Vingegaard tras su postrero acelerón y ahí supo Tadej que era su momento. Restaban casi cinco kilómetros y medio y se lanzó el del UAE, imparable hasta la meta, voraz. Hundiendo psicológicamente a su contrario. La aventajó en 1:08, una distancia nunca antes vista y le deja a más de tres en la general. El resto fue una carnicería: Evenepoel a 2:51, Landa a 3:54, Almeida, Yates y Carlos Rodríguez todavía mucho más lejos.
Una etapa para el recuerdo. Porque es un duelo jamás visto antes en la historia del ciclismo. No hay precedentes de dos tipos con semejante amor propio, con tanta superioridad, con esa capacidad de encajar los golpes y prepararse para el siguiente asalto. Es un combate diario en el que todo influye. Las fuerzas propias, el coraje del equipo, el clima, la orografía y hasta el paso de los días.
Enric Mas, seguido de De Plus, durante la etapa en los Pirineos.MARCO BERTORELLOAFP
Una jornada en la que apareción, al fin, Enric Mas, en un Tour que no le sonreía, que le vio fuera de la nobleza desde bien temprano, que alargo su mal fario con él. Ya sin opciones en esa general que hasta hace nada era su objetivo (siempre frustrado), eligió la etapa más dura hasta el momento para dar la cara, para colarse en la escapada del día y para ser parte del quinteto que aguantó hasta la ascensión final. En las faldas de Plateau de Beille (casi 16 kilómetros con una media del 7,9% de desnivel), llegó el balear junto a De Plus, Hindley, Carapaz y Jonannessen con una ventaja que superaba los dos minutos y medio.