Antonio Benito (Tomelloso, 1994) viene de nadar en el legendario Kailua Kona Pier, donde este sábado tomará la salida en el Ironman más famoso y duro del mundo, el Mundial de Hawaii. Ha compartido sesión con «los noruegos», Gustav Iden y Kristian Blummenfelt. «Había que aprovechar la oportunidad, es un lujo», cuenta en conversación con EL MUNDO desde la isla, alucinado él mismo con la revolución de su carrera deportiva, con su salto a la larga distancia del triatlón. «De Tomelloso a Hawaii, es heavy, ¿no?», bromea.
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Es uno de los favoritos donde ningún español, ni siquiera Javier Gómez Noya o Iván Raña, ha vencido jamás (Eneko Llanos fue segundo en 2008), pero, al regreso de Hawaii, pase lo que pase, «volveré a ser Antonio el policía», en su comisaría de Lugo. Porque hace no tanto, pese a estar desde los 17 años entrenando con la selección española en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, este manchego no lo tenía tan claro. «Uno quiere vivir del deporte, pero si no llegan los resultados… Si no tienes ingresos hay que generarlos de alguna forma. Me puse a trabajar en el Decathlon dos años, también llegué a dejar el triatlón casi un año, luego me volví a reencontrar… Lo vi un poco negro», admite.
El éxito a Antonio le ha llegado de repente, al dejar la distancia olímpica. Ganó el mítico Zarautz de 2023 «con un mes y medio de cabra», «me cambió el chip», y se aventuró en el mundo Ironman. «Si me dicen esto hace dos años… Va a ser mi tercer Ironman, el primero fue en Cascais hace un año (tercero y por debajo de las ocho horas). Todo ha ido súper rápido, aunque sin saltarme ninguna etapa. Luego fui a Vitoria, gané (7h36:38, récord de la prueba) y conseguí el slot para Hawaii. Y ya estoy aquí», pronuncia, sin presión, pero consciente de que todos le mirarán de reojo: esta misma temporada se ha llevado el Mundial de Larga Distancia de la ITU en Townsville (Australia) y lo celebró en meta con su característico choque de pies. «Hay mucho entreno detrás. Ha tardado en salir casi 10 años [ríe], he tenido que ser paciente. A nivel fisiológico, metabólico, de mis características… mi cuerpo se adapta mejor a la media y larga distancia», explica.
Ha preparado Kona concienzudamente junto a su entrenador, Pablo Dapena, aunque, al contrario que el resto de sus rivales (los favoritos son Sam Laidlow, Patrick Lange, Magnus Ditlev, los noruegos…), él no sea profesional. Cuando le rodeaban las dudas, en plena pandemia, se preparó la oposición de Policía nacional y pasó un año en la Academia de Ávila. «Mi padre siempre nos ha dicho que teníamos que estudiar. Nos ha insistido muchísimo. Y con lo pesado que es… Lloró mucho más cuando aprobé la oposición que cuando me vio ganar en Vitoria. Eso es así», cuenta sin rubor. Porque a Antonio todos le conocen como El Melón, un recuerdo de sus orígenes. «Mi padre es agricultor. Mi madre es ama de casa, pero ahora han estado vendimiando los dos. Somos de Tomelloso, somos de campo. Desde pequeños lo hemos aprendido. Curte. Sé lo que es vendimiar, podar, coger aceitunas, melones… Te da una perspectiva de vida un tanto distinta y capacidad de valorar las cosas. Si eres de campo, ya sabes lo jodido que es… Mirar al cielo cada día a ver si la nube trae piedra o sólo agua. ¡Cómo no vas a tener los pies en la tierra!», explica con orgullo.
Así que, a sus 30 años, con los resultados, la fama y los patrocinios (Hoka, 226, Orbea…) llegando de repente, nada le puede amedrentar, ni siquiera las maratonianas jornadas de entrenamiento, con las tres disciplinas incluidas, después de su turno como policía, ahora en Lugo, antes en Girona. «Si sólo entrenara… Me da rabia y me frustra, hay días que estoy puteadísimo. Pero creo que gracias a la tranquilidad económica que me ha dado el ser Policía están llegando estos resultados y me quita un poco de presión. Hay que adaptarse a la situación y no pensar ‘joder, vaya mierda de día, estoy reventado porque he entrenado después de trabajar’», se sincera.
Para Hawaii ha logrado un permiso por deportista de alto nivel, se ha podido concentrar unas semanas en Lanzarote y realizar las espeluznante sesiones de Heat training con las que ha tratado de simular las condiciones de calor y humedad que tendrá en la isla. «Alguien que no tenga ni idea de triatlón dirá que: ‘¿Qué hace el loco este en Lanzarote con chubasquero en el rodillo?’. Yo también lo he pensado», ríe al recordar los entrenamientos infernales, hasta cinco días por semana, en los que ha llegado a perder cuatro litros: «La cuestión es estresar al cuerpo. Al principio, a la media hora te dan ganas de morirte. Espero que valga la pena».
«Saldré a por todas. Aunque, para quitarle hierro al asunto, yo pienso que es un triatlón más. Lo único que, si en un ironman te puedes encontrar gente buena, aquí están todos los que han ganado, lo mejor de lo mejor», dice Benito, quien, en sus redes sociales, ha ido contando con su inconfundible humor manchego sus andanzas en la isla donde se inventó el triatlón.