Agustín Casado (Carboneras, 1996) es un novato olímpico de 28 años. Después de los Juegos de Tokio 2020, cuando se retiró la generación dorada, llegó a la selección española y desde entonces nadie lo ha movido del lateral izquierdo. Ayer, en los cuartos de final de los Juegos de París ante Egipto, sus cuatro goles fueron claves para una remontada que en algunos momentos parecía improbable. Del atasco en ataque hasta el descanso (8-12) a la victoria en la prórroga a base de corazón (29-28).
«Hemos estado espesos. No hemos hecho el partido que queríamos, pero este equipo tiene cosas más allá de la táctica, tiene alma, tiene espíritu, tiene sacrificio. Pase lo que pase peleamos hasta al final. Eso es lo que nos hace especiales», cuenta Casado, que mañana afrontará sus primeras semifinales de unos Juegos contra Alemania, un rival que ya se impuso a España en la fase de grupos (33-31). A lo largo de su historia, la selección ha jugado cuatro semifinales olímpicas y ha perdido todas para después llevarse siempre el bronce.
- ¿Cambiará esta vez esa estadística, la historia?
- Eso queremos. Alemania nos ganó la semana pasada en la fase de grupos, pero hicimos un buen partido y tuvimos mala suerte. Nos prepararemos de la mejor manera posible, iremos a por todas y nos dejaremos la piel, eso seguro.
- En la pista, después de ganar a Egipto, se han lanzado todos a abrazarse. ¿Qué ha pasado después?
- Ha habido un poco de locura por cómo ha ido el partido, la prórroga… Ha sido emocionante, pero en el vestuario ya hemos estado más tranquilos. Estamos muy contentos por jugar una semifinal olímpica, aunque sabemos que aún no hemos conseguido nada y que tenemos que descansar. Además, nos hubiera gustado París, pero jugar aquí en Lille nos ayuda a estar más lejos del barullo.
- Entre la crisis y la retirada de las leyendas siempre creemos que España bajará el nivel en balonmano y nunca pasa.
- Hemos entrado gente nueva, pero tenemos el mismo alma que antes. Somos un equipo. Es un tópico, pero nosotros no sólo lo decimos, también demostramos que es así sobre la pista. Somos conscientes de nuestras limitaciones y trabajamos para taparlas. No seremos los más grandes, pero nadie tiene nuestro espíritu. Aunque cambien los nombres, venga quien venga. Hay que vivirlo en primera persona para darse cuenta que es así.
- Lo de «somos un equipo» se rompe si juegan al mus.
- Sí, sí, ahí sí hay pique. Pasamos mucho tiempo fuera de casa, todos juntos, no hay nadie que pase tiempo solo y tenemos que encontrar pasatiempos. En la Villa jugamos a algún videojuego en una sala que había, veíamos otros deportes, pero principalmente nos dedicamos a jugar a cartas. Lo del mus a veces sí se calienta.
- ¿Quién gana?
- Yo tengo mis días, tengo mis días.
- Pero… ¿Generalmente quién gana?
- A ver, tengo que confesar que Adrià Figueras va en cabeza, se le da bien, sí, sí. Pero que no se confíe. También los vascos, Kauldi [Odriozola] e Imanol [Garciandia], tienen mucha pose para el mus, debe de ser algo de su tierra.
- ¿Cree que son sus Juegos?
- No, son los Juegos Olímpicos de todos. Somos varios debutantes en unos Juegos, pero llevamos todo el ciclo olímpico juntos. Ya jugamos el Europeo de 2022 [subcampeones, allí ganaron a Alemania por 29-23] y el Mundial de 2023 [terceros] y aquí venimos con experiencia. Sabemos que tenemos que ir paso a paso y ver dónde nos pone la competición. Hacer nuestro trabajo, básicamente. Ni pensar que vas a ganar el oro antes de jugar, ni por supuesto pensar que no tienes posibilidades.
- ¿Cómo vive alguien que ha dado tantos tumbos en sus clubes?
- Son situaciones difíciles, las vueltas que te hace dar el balonmano. Pero, bueno, ahora llevo un año en Veszprem, voy a estar allí un año más seguro y estoy más tranquilo. Además ahora ya estoy preparado para lo que venga. Si tengo que volver a mudarme, lo haré y ya está.