“Un día normal en la oficina”, pronuncia Pogacar con media sonrisa irónica, después de su ataque “estúpido” en el Col du Noyer, el que volvió a saltar por los aires una etapa que no estaba destinada para ello. El que hizo temblar a Vingegaard, amenazado hasta por un Evenepoel que intuye batalla por el segundo puesto. El camino hacia el tercer Tour de Tadej, hacia esa reconquista de la que ya sólo le separan dos etapas monstruosas en los Alpes (viernes y sábado) y una contrarreloj en Niza el domingo, al esloveno le perturban temas periféricos, de la propia conversación global que suscita su fenómeno.
En la rueda de prensa posterior a la victoria de Richard Carapaz en Superdévoluy, una coqueta estación de esquí a la que el Tour no había visitando nunca, al líder le preguntaron por un run run viral que se había desatado en las últimas horas. Una misteriosa figura que aparece en foros -en concreto, en el portal ciclista CyclingNews- y redes sociales y que especula, con demasiado acierto a veces, sobre el cambio de régimen en el entrenamiento de Pogacar para 2024. El supuesto topo, para más gracia, se denomina ‘Mou’.
Tadej sonrió cuando se le cuestionó sobre si podía desvelar la identidad de la persona que, parece, posee un conocimiento tan detallado del funcionamiento interno del UAE Team Emirates y sus prácticas de entrenamiento con el nuevo entrenador Javier Sola. Entre febrero y abril, el usuario compartió datos confidenciales sobre esos entrenamientos. “Quizás debería preguntaros a vosotros si sabéis quién es, porque no tengo ni idea. Pero sí, he oído que en los últimos dos días está recibiendo mucha atención. Creo que hace algunas cosas bien, pero también se equivoca demasiado”, expuso.
“No sé quién es este tipo ni cuál es su propósito. Creo que solo intenta ser importante en twitter y en foros o lo que sea, pero no lo sigo, solo escucho mucho. La gente pregunta. Tal vez todos juntos descubramos quién es”, agregó el esloveno, que también tuvo que salir al paso de otra información sobre el uso de un respirador de monóxido de carbono. “Es una prueba durante una concentración en altura para ver cómo respondes. Tienes que hacerla, dura dos o tres minutos. Respiras en un globo durante un minuto y luego ves la masa de hemoglobina. Y después tienes que repetirla dos semanas después”, aclaró, puntualizando que en su caso, no pudo completarla: “La chica que debía venir [a Sierra Nevada] después de dos semanas no vino. No es como si estuviéramos respirando en tubos de escape”.
LUCAS SÁEZ-BRAVO
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Una vida juntos. Tres isleños, dos baleares y un canario, unidos por el talento y el destino. Carreras cruzadas para Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y Sergio Llull, quienes un 9 de octubre de hace 13 años disputaron por primera vez un partido defendiendo la misma camiseta (en el Palacio, contra el Fuenlabrada, victoria y 34 puntos del tridente) y cuya parada final, antes de los playoffs ACB, será en el Uber Arena de Berlín, la quinta Final Four juntos, del trío del que todos hablan, los veteranos, los que marcan la diferencia y no sólo en la cancha. Los guardianes de las esencias, los que, como dice su entrenador, «lideran con el ejemplo».
«Como si fuera la primera», proclama el que 100% no estará en otra Final Four más. Sin pronunciarlo, Rudy confirmó que están siendo sus últimos partidos como profesional. Cumplidos los 39 años, resistiendo al paso del tiempo y las lesiones, el de Palma mira sus desafíos finales, su cuarta Euroliga, su séptima ACB y sus sextos Juegos como nadie hizo jamás (acumula ya 11 medallas con España), palmarés de vértigo.
Y también hace repaso, de los debuts y de las herencias. De lo que ahora intentan dejar como legado al resto. «Los que vienen nuevos ven que esto es una familia y el escudo va por delante de cualquier cosa. Para eso estamos los veteranos», admitía estos días un Rudy que, mirando al porvenir del club, al impostergable relevo generacional, compara la identidad del vestuario blanco con la de España. «Cuando llegué en 2004 me arroparon y me hicieron saber la filosofía de la selección. Es parecido a lo que intentamos hacer aquí. Lo dijo Ancelotti, todos nos sentimos una familia, fútbol femenino, masculino y baloncesto», explicaba antes de partir hacia Alemania.
Uno de esos alumnos aventajados fue Luka Doncic, quien hace poco más de un año, cuando el trío de veteranos se erigía en protagonista en la remontada insólita de cuartos ante el Partizán de Obradovic, se rendía a sus maestros en redes sociales. «Me encantan los viejitos», bromeó igualmente otro ex compañero, Andrés Nocioni. Aquel fue el penúltimo baile, coronado con la Undécima en Kaunas. Han pasado 11 años desde que los tres juntos disputaron su primera Final Four, en 2013 en Londres, donde precisamente perdieron la final contra Olympiacos.
El lockout y Laso
El destino les había hecho coincidir de blanco primero. Fue durante el lockout de la NBA en 2011, cuando Rudy fichó temporalmente por aquel Madrid de Pablo Laso que daba sus primeros pasos (él terminó ese curso en Denver y regresó). No disputó aquella Supercopa en Bilbao por lesión y esa mañana de octubre contra el Fuenlabrada (unos días después, en Charleroi, jugaron juntos su primer partido en Euroliga, también con victoria) fue el capítulo iniciático de un libro extraordinario.
Después, coincidieron en cuatro Final Four más y levantaron tres. Si alzan la de Berlín entraran en un selecto grupo y sólo serán superados por Dino Meneghin (siete títulos) y Clifford Luyk, Aldo Ossola y Alvertis (cinco).
Llull ha disputado 10 de las últimas 13 Final Four -«intentamos cuidarnos un poquito más que el resto»- y Rudy, que no estuvo en 2011, nueve. El Chacho las mismas, aunque repartidas con el CSKA (también fue campeón) y el Armani Milán. También con la selección compartieron una trayectoria de aventuras y éxitos. De la primera vez que coincidieron, en los Juegos de 2012, hasta el 2016. Protagonizaron los tres un periodo en el que lograron cuatro medallas en cinco veranos: la plata olímpica en Londres, el bronce continental en Eslovenia, el oro de Lille y el bronce en los Juegos de Río, con el único traspié del Mundial patrio de 2014.
Rudy y el Chacho fueron ya campeones del mundo en 2006 y Llull y Rudy lo hicieron en 2019. Existencias entrelazadas, como cuando el Chacho y Rudy jugaron a la vez en los Blazers. Pero hambre intacta, a pesar de que si se suman todos sus títulos, la cifra asusta: han ganado 90, casi tantos como años (112) entre los tres. «La sensación es tan buena y bonita cuando ganas, que quieres perseguirla constantemente. Pones mucho esfuerzo, quieres que merezca la pena. Eso es lo que nos mantiene», explicaba el base esta semana, sin aclarar todavía si se retirará al final de la presente temporada (en unos días cumplirá 38 años): «No he profundizado en la decisión que tomaré. Puedo tener una idea, pero lo que pase en Berlín no será decisivo. Quiero estar centrado en competir bien y disfrutarlo».
«Son los que guían y transmiten a los jóvenes cómo funciona esto», había dejado dicho su entrenador, quien sigue contando con los tres en cada partido, situaciones críticas o momentos de sentenciar, casi siempre al comando de la segunda unidad. A los tres esta temporada han respetado las lesiones. O, evidentemente, si hay que jugarse la última bola. Para eso, no hay dudas, Llull. «Me la volvería a tirar. No me voy a esconder en esos momentos», proclamaba, recordando la histórica canasta ante el gigante Fall de hace un año en Kaunas, tan presente para todos este viernes en la pretendida revancha de Olympiacos.