La UEFA ya ha designado al árbitro que pitará la final de la Champions del próximo día 1 de junio, que enfrentará al Real Madrid y al Borussia Dortmund en el estadio de Wembley. Será Slavko Vincic, colegiado esloveno, de 44 años, que cuenta con más de una década de experiencia internacional a sus espaldas.
Después de haber dirigido la final de la Europa League entre entre el Eintracht de Franckfurt y los Rangers en 2022, el esloveno podrá vivir su segunda gran final continental. Un premio que se produce cuatro años después de que viviera su experiencia personal más dura.
El anecdótico episodio sucedió en mayo de 2020, en medio de la pandemia que obligó, entre cosas, a disputar todos los encuentros a puerta cerrada. Ese mes saltó la noticia de que había sido detenido, junto a otras 35 personas, en una redada policial contra una red de prostitución, tráfico de drogas y de armas cuando se encontraba en Bosnia-Herzegovina.
Vincic había sido invitado a comer por uno de sus socios cuando, de repente, se vio rodeado por policías sin saber muy bien cuál era el motivo. Al parecer, la operación giraba en torno a la influencer Tijana Maksimovic, que estaba acusada de pertenecer a esa red. Finalmente, el colegiado testificó ante la policía que desconocía totalmente quiénes eran aquellas personas y pudo regresar a su país absuelto de todos los cargos. Todo quedó en un gran susto.
HISTORIAL
Esta temporada, el colegiado ha dirigido un total de siete partidos en la Champions, entre ellos, el Borussia- Atlético de Madrid que terminó con la caída de los de Simeone en cuartos de final. Sin embargo, nunca ha tenido la oportunidad de arbitrar a los de Ancelotti, por lo que su actuación en la final será una incógnita.
Durante la competición, el esloveno ha mostrado un total de 19 cartulinas amarillas, siendo el PSG-Milan el encuentro donde más la enseñó con 6 ocasiones.
Algunos decían, y dicen, que estos cuartos de final de la Liga de Campeones son los mejores de la historia. Los ocho clubes que han llegado hasta la penúltima ronda de la mayor competición continental asustan, aunque siempre unos más que otros. Los tres equipos españoles sabían lo que querían y lo que no, y en el sorteo de los cruces, podríamos decir que uno de ellos ha tenido más suerte que los demás. El Atlético de Madrid se medirá contra el Borussia Dortmund, el rival más flojo, mientras que el Barcelona recibirá al PSG de Kylian Mbappé y el Real Madrid se volverá a ver las caras con el ogro de Europa, el Manchester City, sufriendo el partido de vuelta en el Etihad Stadium.
Las cuatro eliminatorias son las siguientes, con el primer equipo jugando en casa el partido de ida:
Arsenal - Bayern Múnich
Atlético de Madrid - Borussia Dortmund
Real Madrid - Manchester City
PSG - Barcelona
Lo primero que hay que destacar es el regreso del cuadro de Carlo Ancelotti a Manchester, a la casa del actual campeón, hogar de Pep Guardiola, de Erling Haaland, de Kevin De Bruyne... Un equipo que el curso pasado fue capaz de endosarle al Real Madrid la peor derrota de la temporada. Un 4-0 que le dejó fuera de la final y que dolió más que cualquier otra derrota de los últimos años.
En la ida, en la misma situación que vivirá este año, el conjunto madridista fue capaz de ponerse por delante con un gran gol de Vinicius Júnior, pero el tanto de De Bruyne en la segunda parte dejó la eliminatoria un poco cuesta arriba. En tierras inglesas, el City arrasó a los blancos y se erigió como el mejor equipo de Europa.
Ancelotti aterrizará en la eliminatoria sin Alaba y con las dudas de Courtois y Militao, que están en los últimos pasos de su recuperación de las lesiones de ligamento cruzado y podrían ser parte del equipo durante el cruce. Pero sobre todo, llegará con Bellingham y Vinicius convertidos en una de las mejores parejas de Europa. No está Benzema, pero sí Jude. Ahí reside la ilusión madridista ante un City que no ha cambiado con respecto a la pasada campaña. Al contrario, es todavía mejor.
En Barcelona, la noticia del regreso de Kylian Mbappé ha despertado cierto temor. En los octavos de la 2020-2021, el delantero galo anotó un hat-trick en el Camp Nou para sentenciar el partido de vuelta y eliminar al conjunto liderado por Leo Messi. Será una eliminatoria para juzgar al máximo nivel la capacidad defensiva de los de Xavi Hernández, en una zaga en la que ha sorprendido Cubarsí, ante un PSG guiado ahora por Luis Enrique, ex entrenador culé. Otro reencuentro con miga.
Los franceses, sin Messi ni Neymar, parecen ahora más equipo que antes a pesar de tener menos nombres. En octavos fueron mejores que la Real Sociedad, siempre con Mbappé como ejecutor de su ofensiva.
En el Metropolitano, siempre con cierta calma, no podían esconder las sonrisas esta mañana. En unos cuartos con el City, el Bayern, el Madrid o el PSG, la suerte les ha cruzado con el Borussia Dortmund, sobre el papel el rival más débil de los ocho que estaban en liza. Lo más preocupante puede ser ese partido de vuelta en el Signal Iduna Park de Dortmund, pero los de Simeone aparecen como favoritos ante el equipo liderado por Marco Reus y Jadon Sancho.
Arsenal y Bayern disputarán la única eliminatoria sin equipos españoles de los cuartos de final. Mikel Arteta intentará seguir haciendo historia con los 'gunners' en su regreso a la Champions ante unos alemanes que ahora lidera Harry Kane tras su salida del Tottenham. La vuelta en Múnich decanta un poco el cruce para el Bayern, aunque el conjunto alemán ha dejado muchas dudas este curso en la Bundesliga, superado por el Bayer Leverkusen de Xabi Alonso.
De superar sus eliminatorias, Atlético y Barça se verían las caras en las semifinales, mientras que el Madrid se enfrentaría al ganador del Arsenal-Bayern. Pero para eso primero hay que pasar por los cuartos, que se disputarán el 9 y 10 de abril (la ida) y el 16 y 17 de abril (la vuelta).
El sábado, cuando los futbolistas del Dortmund salgan del túnel de Wembley para disputar la final ante el Real Madrid, una voz al unísono rivalizará con los acordes de la Champions. Un rugido en las gargantas de 24.610 hinchas alemanes entonando el Heja BVB, la canción que durante las cinco últimas décadas se ha convertido en su himno más popular. Desde 1976, año del último ascenso a la Bundesliga, la afición del Borussia recibe al equipo con su pegadizo estribillo. Sin embargo, este ritual pudo truncarse en 2001, cuando un Borussia sin identidad navegaba a la deriva. La directiva de Gerd Niebaum quiso enterrar la canción por otra más moderna, sin reparar en la obstinación de la Südtribüne. El sector más fanático del Westfalenstadion manejaba otros planes.
"Hay otros clubes en la elite europea, como Barcelona, Bayern o Real Madrid, que pertenecen a sus seguidores y no a conglomerados o ricos hombres de negocios. Sin embargo, existen dos diferencias entre el Dortmund y ellos. La primera es que el Borussia sigue siendo, más que una marca global, un club esencialmente impulsado por la comunidad. La segunda es el apoyo. Es natural que los aficionados se quejen a menudo de que no los escuchan o incluso los ignoran.
Los seguidores del BVB se quejan regularmente de esto, pero no conozco ningún club de este tamaño que tenga tantos enlaces con su afición y esté tan preocupado por lo que quieren y necesitan las personas en las gradas, a diferencia de las que están sentadas frente al televisor". Estas son algunas de las conclusiones que convierten Building the Yellow Wall: The Incredible Rise and Cult Appeal of Borussia Dortmund (Orion Publishing, 2019) en uno de los mejores libros sobre fútbol de la última década.
Identidad
Uli Hesse, su autor, dirige la prestigiosa revista 11Freunde. También milita como hincha fervoroso del Dortmund, aunque ello no le haya impedido diseccionar la figura de Franz Beckenbauer, el gran mito del Bayern, o acometer la historia del gigante muniqués en Bayern: Creating a Global Superclub (Yellow Jersey, 2016). Toda su devoción por el Borussia, su certero análisis, se compendia en un párrafo que completa el anterior. "Mantener esta posición supone un sufrimiento diario. Por un lado, el BVB pretende demostrar que Theodor Adorno se equivocaba. "No hay vida verdadera en la falsa", decía el filósofo alemán.
En otras palabras, el Dortmund cree que hay un modo de competir en el alto nivel sin traicionar los elementos esenciales de su identidad, que define como "rebeldía, lealtad y sencillez". Sin embargo, para hacer esto el club necesita algún tipo de éxito. Después de todo, nadie puede ser rebelde, leal y sencillo en la mediocridad de la mitad de tabla. Sólo demuestras algo cuando llegas a la cima y aun así te niegas a venderte".
El texto de Hesse, aún no traducido al castellano, aborda la idiosincrasia de un club enfrentado, desde su nacimiento, con el poder. "La fundación representó casi un acto revolucionario para unos jóvenes como nosotros y nos exigió mucho valor y coraje. Después de todo, nuestra sagrada Iglesia Católica, tan próxima al Gobierno, era la institución más importante para nosotros", admitió, poco antes de su muerte, Franz Jacobi, secretario y mano derecha de Heinrich Unger, presidente. Sólo una semana después de aquel cuarto domingo de adviento de 1909, el capellán Hubert Dewald amenazaría con la excomunión a aquellos 18 sacrílegos que pretendían jugar los domingos. "No es un simple día de esparcimiento que podamos pasar como mejor nos parezca", clamó desde su púlpito.
Hoy, algunos ecos subversivos perviven en la terraza de la cervecería Wenker, la de más rancio abolengo en el Alter Markt. Los rescoldos de un carácter obrero e izquierdista. Las secuelas de una vida precaria en las minas de carbón y la industria acerera. El temperamento local, según Hesse, se fundamenta en "un enfoque sensato ante la vida, un fuerte espíritu de trabajo, un sentido de la solidaridad y una aversión a la charla pretenciosa". Nadie viaja a Dortmund atraído por el paisaje o la vida cultural y nocturna. Allí sólo se respira fútbol. Apurando las rondas en los pubs de Lindemannstrasse, los turistas enfilan hacia el estadio.
Porque el Borussia nunca habría cumplido 115 años sin el Westfalenstadion, su tabla de salvación tras la quiebra de la industria minera. "Convertirse en sede del Mundial de 1974 y recibir fondos públicos (tanto del länder de Renania del Norte-Westfalia como del gobierno federal) para construir el nuevo campo supuso un sustancial golpe de suerte", prosigue Hesse, premiado en los Charles Tyrwhitt Sports Book Awards de 2019. Tras la temporada 1973-74, el Dortmund había acabado sexto en la segunda división, con un promedio de 8.900 espectadores en sus gradas.
El curso siguiente, el equipo volvió a terminar sexto, pero recibiendo 25.400 espectadores en la nueva sede. Pese a deambular por la Bundesliga 2, los amarillos acogían a más gente que 13 equipos de la máxima categoría, incluido el Mönchengladbach, absoluto dominador por entonces. Hoy, bajo la denominación de Signal Iduna Park y un contrato de patrocinio que expira en 2026, su capacidad se ha ampliado a 81.365 espectadores, la mayor de Alemania.
Hans-Joachim Watzke, director general del Dortmund durante las dos últimas décadas, se hace escuchar varias veces a lo largo de 288 páginas. "El aficionado alemán quiere sentir que forma parte de un todo. En Inglaterra, el hincha ahora es básicamente un cliente y puede vivir toda una vida con eso. Pero si le dices a un seguidor alemán que es sólo un cliente, te va a matar. Tiene que sentirse conectado con el club". Aún peor, lógicamente, se entendería el paso de cliente a mero consumidor. Quizá por ello, Watzke comprendió en 2001, su primer año en la cúpula del Dortmund, que el célebre Muro Amarillo no iba de farol. Y que tras cantar tozudamente el Heja BVB antes de cada partido, terminaría dando marcha atrás a los planes de Niebaum.