Resultó un partido de esos que parecen molestos para ambos púgiles. Evidente para el perdedor, un colista que llegaba al WiZink más bien en cuadro y que jamás tuvo opciones. Pero incluso para el vencedor, otro esfuerzo doble en mitad de la semana. Ningún lesionado, reparto de minutos y triunfo sencillo el Real Madrid ante el Asvel Villeurbanne, con Yabusele poniéndose las botas ante su ex equipo: se disparó hasta los 26 puntos (33 de valoración), su tope en la Euroliga. [86-79: Resultados y clasificación]
En mitad de un calendario infernal y con la Copa, el primer trofeo serio del curso, a la vuelta de la esquina, jugar contra el último en casa es lo más parecido a un alivio. Sobre todo, si éste se presenta sin tres de sus principales jugadores. Pero estos trámites suelen ser peligrosos y tantas veces se convierten en trampa. El Asvel, sin el eterno De Colo ni Luwawu Cabarrot y Lauvergne, no resultó un paseo. Pero casi.
Sólo se hizo de rogar. Ya en Lyon los blancos sufrieron para llevarse el triunfo (76-77). Entonces, otro entrenador enfrente, porque ya van tres en los galos, apenas cinco victorias, ahora con el joven Pierric Peupet y ya nulas opciones de alcanzar ni el play in. Pero el WiZink es un estupendo escaparante para valientes. Pese al ímpetu inicial blanco, el Asvel aprovechó un rato de despiste a continuación, malos pases y falta de intensidad en el segundo acto. Fue el ex NBA Mike Scott el que hizo un pequeño agujero en la zona. Pero regresaron Poirier y Yabusele, la tensión y los robos, y la distancia se volvió a atener a la lógica, con la máxima al descanso (45-35).
Es más, entre la ida y la vuelta de vestuarios, un 18-2 (55-37), con un sonrojante dominio del rebote ofensivo de Poirier. El Asvel cedía por su propia debilidad, también por su desacierto. Aunque por un momento se repitió el guion. Volvió Scott y le dio otro aire a su equipo, ahora más desinhibido, un parcial de 1-11 para no tirar del todo la toalla.
Pero jamás iba a soñar si quiera con arrimarse, incluso ante los destellos del pequeño Paris Lee. Yabusele era todo ímpetu y Musa, Hezonja y compañía no querían irse de vacío. Los últimos dos minutos, con todo resuelto y jugadas dignas de un entrenamiento de juveniles, fueron para olvidar. Porque el triunfo 22 en 25 partidos de Euroliga del Madrid no pasara a la historia.
Una vida juntos. Tres isleños, dos baleares y un canario, unidos por el talento y el destino. Carreras cruzadas para Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y Sergio Llull, quienes un 9 de octubre de hace 13 años disputaron por primera vez un partido defendiendo la misma camiseta (en el Palacio, contra el Fuenlabrada, victoria y 34 puntos del tridente) y cuya parada final, antes de los playoffs ACB, será en el Uber Arena de Berlín, la quinta Final Four juntos, del trío del que todos hablan, los veteranos, los que marcan la diferencia y no sólo en la cancha. Los guardianes de las esencias, los que, como dice su entrenador, «lideran con el ejemplo».
«Como si fuera la primera», proclama el que 100% no estará en otra Final Four más. Sin pronunciarlo, Rudy confirmó que están siendo sus últimos partidos como profesional. Cumplidos los 39 años, resistiendo al paso del tiempo y las lesiones, el de Palma mira sus desafíos finales, su cuarta Euroliga, su séptima ACB y sus sextos Juegos como nadie hizo jamás (acumula ya 11 medallas con España), palmarés de vértigo.
Y también hace repaso, de los debuts y de las herencias. De lo que ahora intentan dejar como legado al resto. «Los que vienen nuevos ven que esto es una familia y el escudo va por delante de cualquier cosa. Para eso estamos los veteranos», admitía estos días un Rudy que, mirando al porvenir del club, al impostergable relevo generacional, compara la identidad del vestuario blanco con la de España. «Cuando llegué en 2004 me arroparon y me hicieron saber la filosofía de la selección. Es parecido a lo que intentamos hacer aquí. Lo dijo Ancelotti, todos nos sentimos una familia, fútbol femenino, masculino y baloncesto», explicaba antes de partir hacia Alemania.
Uno de esos alumnos aventajados fue Luka Doncic, quien hace poco más de un año, cuando el trío de veteranos se erigía en protagonista en la remontada insólita de cuartos ante el Partizán de Obradovic, se rendía a sus maestros en redes sociales. «Me encantan los viejitos», bromeó igualmente otro ex compañero, Andrés Nocioni. Aquel fue el penúltimo baile, coronado con la Undécima en Kaunas. Han pasado 11 años desde que los tres juntos disputaron su primera Final Four, en 2013 en Londres, donde precisamente perdieron la final contra Olympiacos.
El lockout y Laso
El destino les había hecho coincidir de blanco primero. Fue durante el lockout de la NBA en 2011, cuando Rudy fichó temporalmente por aquel Madrid de Pablo Laso que daba sus primeros pasos (él terminó ese curso en Denver y regresó). No disputó aquella Supercopa en Bilbao por lesión y esa mañana de octubre contra el Fuenlabrada (unos días después, en Charleroi, jugaron juntos su primer partido en Euroliga, también con victoria) fue el capítulo iniciático de un libro extraordinario.
Después, coincidieron en cuatro Final Four más y levantaron tres. Si alzan la de Berlín entraran en un selecto grupo y sólo serán superados por Dino Meneghin (siete títulos) y Clifford Luyk, Aldo Ossola y Alvertis (cinco).
Llull ha disputado 10 de las últimas 13 Final Four -«intentamos cuidarnos un poquito más que el resto»- y Rudy, que no estuvo en 2011, nueve. El Chacho las mismas, aunque repartidas con el CSKA (también fue campeón) y el Armani Milán. También con la selección compartieron una trayectoria de aventuras y éxitos. De la primera vez que coincidieron, en los Juegos de 2012, hasta el 2016. Protagonizaron los tres un periodo en el que lograron cuatro medallas en cinco veranos: la plata olímpica en Londres, el bronce continental en Eslovenia, el oro de Lille y el bronce en los Juegos de Río, con el único traspié del Mundial patrio de 2014.
Rudy y el Chacho fueron ya campeones del mundo en 2006 y Llull y Rudy lo hicieron en 2019. Existencias entrelazadas, como cuando el Chacho y Rudy jugaron a la vez en los Blazers. Pero hambre intacta, a pesar de que si se suman todos sus títulos, la cifra asusta: han ganado 90, casi tantos como años (112) entre los tres. «La sensación es tan buena y bonita cuando ganas, que quieres perseguirla constantemente. Pones mucho esfuerzo, quieres que merezca la pena. Eso es lo que nos mantiene», explicaba el base esta semana, sin aclarar todavía si se retirará al final de la presente temporada (en unos días cumplirá 38 años): «No he profundizado en la decisión que tomaré. Puedo tener una idea, pero lo que pase en Berlín no será decisivo. Quiero estar centrado en competir bien y disfrutarlo».
«Son los que guían y transmiten a los jóvenes cómo funciona esto», había dejado dicho su entrenador, quien sigue contando con los tres en cada partido, situaciones críticas o momentos de sentenciar, casi siempre al comando de la segunda unidad. A los tres esta temporada han respetado las lesiones. O, evidentemente, si hay que jugarse la última bola. Para eso, no hay dudas, Llull. «Me la volvería a tirar. No me voy a esconder en esos momentos», proclamaba, recordando la histórica canasta ante el gigante Fall de hace un año en Kaunas, tan presente para todos este viernes en la pretendida revancha de Olympiacos.
Sarunas Jasikevicius tenía a toda su familia en las gradas del WiZink, felices todos de otro triunfo más de papá en una cancha que siempre se le dio bien. Con el Barça, ocho victorias en 11 partidos, incluida una final de Copa. Esta vez, con el amarillo del Fenerbahçe, la cosa no fue un paseo ante el Real Madrid, pero casi.
Venció de principio a fin, dominando abrumadoramente el rebote. Con la sabiduría de Calathes a los mandos y el poderío de Nigel Hayes-Davis, otros dos ex azulgrana. Y su equipo, de menos a más, ya está en puestos playoffs.
Era la primera vez que regresaba el técnico lituano al Palacio desde la última final de Liga Endesa y sobre ese pasado de rivalidad se le cuestionó en sala de prensa. Y, aunque ya ha dejado algún avance de aquel "proceso feo" que resultó su salida del Barça el pasado verano, sorprendieron las duras palabras del Saras. "Todo el mundo me pregunta por el Barcelona y hay que dejar eso atrás. Además, lo hemos dejado de una manera bastante mala. Hoy he hecho una entrevista en la que he dicho que al final en la Euroliga esto es una victoria y dos días de buena prensa, y si pierdes te vas sin la victoria y tienes dos días de mala prensa. El maratón sigue", dijo en primer lugar de forma enigmática.
Para después aclarar que no era "la primera vez" en la que salía así del Barcelona, "ganando", recordando su etapa de jugador, en la que partió rumbo al Maccabi tras ganar la Euroliga (aunque luego regresaría para cerrar su carrera antes de su último paso por Zalgiris). "La decepción es enorme, sin ninguna duda. El trato malo sigue ahora mismo, estos días ha seguido, sobre mi familia y eso. Un día hablaré claro, no quiero hacer más daño. Un día hablaré bastante más de lo que he hablado hasta estos momentos", zanjó. Su hijo Lukas juega en la cantera azulgrana.
Tras tres temporadas como entrenador del Barça, el pasado verano el club le hizo una oferta a la baja que él no aceptó y Roger Grimau se hizo cargo del equipo. Jasikevicius llevo al Barça a las tres últimas Final Four, perdiendo la final ante el Efes en 2021 y dos veces en semifinales contra el Madrid después. Conquistó dos Copas y dos ligas ACB.
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LUCAS SÁEZ-BRAVO
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