Aquel lunes, el día que Ricky Rubio salió por la puerta del Hotel Meliá Castilla de Madrid, ya todo eran nubes negras. Una profunda depresión, una frase de despedida a Sergio Scariolo -«no estoy bien, no me veo capaz»- y un viaje a Barcelona para tomar poco después una decisión tan valiente como drástica: «He decidido parar mi actividad profesional para cuidar mi salud mental». La selección no llevaba concentrada ni 10 días de cara a un Mundial que su líder nunca disputaría.
«El 30 de julio fue uno de los días más duros de mi vida. Mi mente se fue a un lugar muy oscuro», confesaba ayer en una amplia entrevista en The Athletic en la que, al fin, Ricky desvelaba todo. El mismo día que anunció la luz al final del túnel. Este martes, seis meses después del stop y casi nueve de su último partido oficial -seis minutos contra los Knicks en los pasados playoffs de la NBA-, el base estará en una cancha de baloncesto. «Ha llegado el momento de entrar en la fase final de mi recuperación. Llevo unas semanas dándole vueltas y, tras otras tantas trabajando mente y cuerpo, me veo con ganas y fuerzas de ver cómo reacciono con un balón en mis manos. Mi siguiente paso ha sido pedir al FC Barcelona si podría, sin ningún compromiso y sin interrumpir sus planes de temporada, entrenar con ellos», proclamó en sus redes sociales.
Para saber más
En el entrenamiento del Barça estarán Roger Grimau y Víctor Sada, entrenador principal y asistente. No muy lejos, el director deportivo Juan Carlos Navarro. Todos los que le rodearon hace 13 años, cuando se despidió del club para poner rumbo a la NBA, una aventura de 12 temporadas llena de vivencias tan intensas, para bien y para mal. Allí le tocó superar el trance de la muerte de su madre Tona Vives, a los 56 años, a causa de un cáncer de pulmón. Y, antes, el de su entrenador en Minnestoa Flip Saunders por un linfoma de Hodgkin. «Fue un infierno, Me sentí desorientado», ha descrito Ricky esos días de 2016. Grimau, Sada y Navarro han sido elementos clave, en lo personal y deportivo, de un retorno que el del Masnou ha bautizado con una peculiar palabra japonesa: Nankurunaisa.
Más que una palabra, es una frase. Y viene a significar algo así como «con el tiempo todo se arregla». Es lo que el que fuera MVP del Mundial 2019 escribió tras el anuncio de su vuelta a las canchas con el Barça. Por eso no se antoja algo inminente, aunque los azulgrana tienen nueve días antes de que se acabe el plazo de inscripción de jugadores para la Euroliga (7 de febrero). Ni tiene prisa el jugador ni el club, encantado con el refuerzo de quien le llevara a conquistar Europa en 2010.
Ricky ha necesitado tiempo para limpiar su ánimo. «Tengo escalofríos pensando en los días en los que todo era oscuro. Había algo que me nublaba la mente, que no podía superar. Ahora estoy mucho mejor con la ayuda que necesitaba recibir, y me estoy reconstruyendo de dentro hacia fuera, y no de fuera hacia dentro», admite en The Athletic. Una pausa que ya tomaron estrellas como Simon Biles, Michael Phelps, Kevin Love o Naomi Osaka, normalizando la educación emocional en el deporte de elite. Rubio volvió a Barcelona y se apoyó en la familia y en el intenso trabajo con su Fundación. En su mujer Sara Colomé y en su hijo Liam, de cuatro años, al que llevaba a diario al colegio. Por primera vez en mucho tiempo, pudo pasar la Navidad con los suyos, con su padre Esteve también, en el Maresme. Poco a poco fue poniéndose en forma, primero gimnasio y luego golf. Y, después, también baloncesto.
Y, tras solucionar sus asuntos con una NBA a la que pronto tuvo claro que no iba a volver, ha elegido al Barça como lugar ideal de retorno. Su desvinculación hace unos días de los Cavaliers ya era una declaración de intenciones: sólo regresaría a ese baloncesto europeo en el que debutó con 14 años. Ahora tiene 33, pero no se intuye decadencia baloncestística pese al doloroso historial de lesiones, la última, en diciembre de 2021, sólo unos meses después de cielos individuales como su despliegue en los Juegos de Tokio, donde fue el máximo anotador (25,5 puntos), en «mi prime físico y mental».
Nankurunaisa. Primero entrenar, quizá después jugar con el Barça en Liga Endesa y Euroliga y, por qué no, este verano un retorno olímpico con España, a esos Juegos que le dieron a conocer en Pekín cuando sólo tenía 17 años.