Vincent Poirier y su torso desnudo lleno de tatuajes jugaba con su niña Nola en el parqué del Martín Carpena, que tras la final copera se había convertido en una reunión social del madridismo feliz. Selfies, abrazos y charlas con el trofeo de mano en mano. El MVP estaba en las manos del Facu Campazzo, pero todo el mundo era consciente de que igual de merecido hubiera sido para el pívot francés. Su actuación desde el jueves en Málaga fue impecable, pero más determinante resultó en la final contra el Barça, dejando en evidencia a Willy Hernangómez en el momento de la verdad.
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En esos dos rebotes ofensivos, dos palmeos poderosísimos, estuvo el éxito blanco, el tirón en el momento clave. También había algo de reivindicación, pues esta vez la torre que sostenía el entramado de Chus Mateo no era Edy Tavares. Era el tipo “en la sombra”. Y de alegría del resto por él. Porque si algo llama la atención en Poirier, que sería el cinco titular del 90% de los equipos de Euroliga, es su actitud. En contraste con las malas caras de Mario Hezonja, por ejemplo, el ex del Baskonia siempre tiene un gesto de complicidad con quien comparte minutos y entrenamientos. “Le adora (a Tavares)… Se quieren muchísimo”, admitía Chus Mateo después, encantado con sus gigantes. “Todos sabemos lo que ha hecho Edy por este equipo, todo lo que nos ha dado. Ahora ha estado lesionado y yo estoy aquí para suplirle”, concedía el héroe.
Porque precisamente estos días se ha puesto en evidencia el mal momento de forma de Tavares. Que coincide con su vuelta tras unas semanas lesionado, pero también con el estancamiento de su renovación. En junio acaba contrato con el Real Madrid y, pese a rumores sin demasiado fundamento, no hay conversaciones ni con el club blanco ni con los pretendientes que no le van a faltar. Ni en Europa ni tampoco en esa NBA en la que no logró triunfar.
Se asemeja en todo eso con Poirier, otro renegado de la mejor liga del mundo, como Campazzo, Deck, Musa, Yabusele o el propio Hezonja. Tesoros blancos ahora. El ex de Celtics y Sixers también acaba contrato y también se lo rifan. Y tampoco sabe nada, de momento. Este verano, con el retorno de Willy Hernangómez a España, se barajó la posibilidad de su regreso al Madrid, pero en el club eran conscientes de que en ningún caso habría hueco, tal era la confianza en Vincent.
Porque no tiene precio “trabajar y pelear, con paciencia, a la sombra de un gigante”. Y el mal momento de Tavares es aprovechado por Poirier, un tipo que mantiene una conexión especial con Sergio Rodríguez -no hay partido sin alley oop entre ambos, en la final tampoco faltó-, que llegó tarde al baloncesto (hasta los 17 jugaba al fútbol, de central), que pone tapones con un ansia descomunal (muchos de ellos con la izquierda) y que va al rebote ofensivo como un tigre.
Venía a la Copa en forma, con uno de sus mejores partidos de siempre, contra el Girona hace un par de semanas, cuando firmó 37 de valoración. En la final anotó 17 puntos sin fallo (32 de valoración), siete de siete, lo nunca antes visto En toda la Copa, 12 de 12, incluyendo un triple. “Ha hecho un trabajo increíble. Es que no solo ha estado genial en la final sino que lo ha estado durante todo el torneo, además viniendo desde el banquillo…”, reconocía Campazzo sobre el pívot suplente, el que esta vez y hasta el argentino era consciente, merecía los laureles. “Cuando Vince caía fuerte por dentro, generaba espacios en las esquinas. Y después, si volvíamos a tocar la pintura, encontrábamos los huecos. Eso, añadido a sus rebotes ofensivos, ha dado un trabajo muy completo para ganar la Copa”, concluía el Facu.