Tulu y Meyer, 30 años de un abrazo histórico: “Fue una victoria de toda África”

Tulu y Meyer, 30 años de un abrazo histórico: "Fue una victoria de toda África"

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Etíope y sudafricana, oro y plata en los 10.000 metros de los Juegos de Barcelona 1992, su vuelta de honor al Estadio Olímpico fue pura emotividad

Tulu y Meyer, este martes en Barcelona.Alejandro GarcíaEFE

«No hablo inglés y Elana me hablaba mucho. No la entendía, pero no lo necesitaba, veía que ella era feliz. No le importaba haber acabado en segundo puesto. Fue una sorpresa muy grande, su abrazo fue muy especial. Fue una victoria de toda África», explica la etíope Derartu Tulu, campeona olímpica de 10.000 metros en los Juegos de Barcelona 1992, la primera mujer negra africana con un oro al cuello.

«Fue una gran celebración. Me ganó alguien mejor que yo y estaba muy contenta con mi segundo puesto. Lo celebré por mi y por mi país, que volvía a ser parte del movimiento olímpico. Fue una suerte compartirlo todo con Derartu», añade la sudafricana Elana Meyer, subcampeona olímpica de 10.000 metros en los Juegos de Barcelona 1992, la primera medallista de su país tras la larguísima exclusión por el apartheid.

Hace 30 años, las dos, Tulu y Meyer, oro y plata, protagonizaron uno de los momentos más icónicos del deporte: al acabar la carrera se unieron en una vuelta de honor de altísimo valor histórico. África, unida. Pese a todo. Pese a tanto. La victoria de Tulu, que entonces sólo tenía 20 años, fue una sorpresa para sus rivales, Meyer incluida, pero eso no impidió que la sudafricana la abrazase como si fueran compatriotas. Este martes ambas se reencontraron en un acto del Museo Olímpico de Barcelona que continuará este miércoles en un encuentro con universitarios en el Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña (INEFC). En todo este tiempo las dos han forjado una amistad: a su llegada a Barcelona, Tulu colmó de regalos a Meyer, que quiso presentarle a sus hijos Christopher y Ene, de 15 y 12 años.

Tulu, pionera

«Nos hemos ido encontrando a lo largo del tiempo y creado una relación. Aquella vuelta de honor fue más importante que las 25 vueltas de la carrera. Fue un mensaje de paz. De hecho, en mi país, Etiopía, Elana es muy popular: mucha gente me pregunta por ella. Todo lo que ocurrió en Barcelona 1992 tuvo un impacto muy grande en las jóvenes, fue una inspiración, cambió el paradigma para las atletas», expone Tulu, una de las sensaciones de aquellos Juegos de 1992.

Nacida en Bekoji, a 2.800 metros de altitud, en el Mundial junior de 1990 ya se había colgado el oro, pero era casi una desconocida cuando triunfó dos años después. Su vuelta final, vertiginosa, le cambió la vida y cambió la situación de la mujer en su país y el resto de África Oriental. Antes, triunfaban Abebe Bikila o Miruts Yifter, pero las atletas no podían hacer carrera: debían dedicarse al hogar. Después de Tulu, que también ganó el oro en los Juegos de Sidney 2000, llegarían sus primas Tirunesh y Genzebe Dibaba y muchas otras. «Inspiré a muchas niñas, pero de manera contradictoria mis hijas [Tsion, de 24, y Ruth, de 16] no corren», bromeó ayer Tulu, que ahora tiene 50 años y es presidenta de la Federación de Atletismo de Etiopía desde hace cuatro.

El fin del apartheid

«Muchas veces me lo preguntan, pero no cambiaría aquel segundo puesto por nada. Nunca imaginé el impacto que tendría aquella vuelta de honor. Si hubiera ganado yo sería menor, sin duda. Quienes me paran por la calle ya no recuerdan si vencí o no, recuerdan la emoción del momento. Cuando Mandela dijo que el deporte puede cambiar el mundo y realmente tenía razón», proclama Meyer, que llegó al éxito mucho más tarde que Tulu.

Bajo el veto internacional a Sudáfrica por el apartheid, apenas pudo competir hasta que, cuando ya tenía 26 años, su país derogó las leyes racistas. Unos meses antes de Barcelona 1992, Juan Antonio Samaranch, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, anunció que Sudáfrica era readmitida -«recuerdo con emoción aquel momento»- y apareció en Montjuic «sin mucha preparación», pero «muy ilusionada». Cuando se unió a Tulu en aquella vuelta de honor, de hecho, Meyer ondeó una bandera blanca especialmente diseñada porque la nueva Sudáfrica todavía no había decidido sus colores. Este martes cedió esa bandera al Museo Olímpico de Barcelona. «Quería mostrar que mi país forma parte de África, un continente único», finaliza.

Objetivo: que Kipchoge corra en África

Al contrario que Tulu, Elana Meyer no disfrutó de muchos logros después de Barcelona 1992. De hecho, en los 10.000 metros de los Juegos de Sidney 2000, cuando ganó la etíope, acabó octava. Durante un tiempo se pasó al asfalto, donde llegó a poseer el récord mundial de medio maratón y luego abrió una academia en Stellenbosch, en Sudáfrica, llamada Endurocad, desde donde forma a jóvenes. Con la ayuda de Adidas, cuenta con varios programas para apoyar a talentos en su formación en el atletismo y en la vida en general. Al mismo tiempo, que ahora tiene 55 años, es parte de la propiedad y presidenta del maratón de Ciudad del Cabo, el maratón más importante de África.

«Uno de mis objetivos es crear oportunidades en nuestro continente y para eso trabajo para poner nuestro maratón a la altura de los majors de Estados Unidos y Europa. No puede ser que Eliud Kipchoge, uno de los mejores representantes de África en el mundo, nunca haya corrido en su casa. Me encantaría que lo hiciera, sinceramente», comenta quien ayer también recordó emocionada alguno de sus encuentros con Nelson Mandela, un referente para ella. «Comimos en alguna ocasión y cuando batí el récord de medio maratón me llamó. Era toda una inspiración para mí, un gran hombre», expuso Meyer.

kpd