Natación sincronizada
La canadiense, con un severo trastorno de estrés postraumático, regresó en octubre a la ciudad española para intentar revivir los días más tristes y más alegres de su vida. “Me impactaron muchas cosas del viaje”, admite a EL MUNDO
El 18 de julio de 1992, Sylvie Fréchette llegó a su casa de Montreal y encontró muerto a su prometido, Sylvain Lake. Todas las ventanas estaban bajadas y todas las puertas estaban cerradas excepto una: la que conectaba el salón con el garaje, donde el coche de la pareja llevaba horas en marcha. Apestaba a humo. Lake se había suicidado.
El 6 de agosto de 1992, Sylvie Fréchette ganó el oro en el solo de natación sincronizada de los Juegos Olímpicos de Barcelona después de un ejercicio revolucionario y se convirtió en una estrella en Canadá. De inmediato, el Banco Nacional la hizo protagonista de sus anuncios y la televisión pública le entregó un programa de entrevistas llamado ‘Simplement Sylvie’.
Entre ambos días, menos de tres semanas y una sucesión de hechos que Fréchette hoy no recuerda. La multitudinaria rueda de prensa que ofreció en el aeropuerto de Montreal antes de volar hacia Barcelona, los días previos en la Villa Olímpica, la ceremonia de inauguración, su victoria con polémica en las piscinas Picornell, la celebración que no existió, el multitudinario recibimiento de vuelta a casa o las miles de cartas de admiración que los aficionados canadienses le enviaron los días posteriores. Nada. Desde hace décadas su memoria evita los momentos más tristes y, a la vez, más felices de su vida. A sus 56 años, no lamenta ninguna enfermedad cerebral, está sana, pero todavía sufre los efectos de un severo trastorno por estrés postraumático.
- ¿Recuerda siquiera algún instante o algún detalle concreto de aquellos Juegos?
- Nada. Es muy difícil de entender, lo sé. Y para mí también es muy confuso porque no sé qué es real y qué no. Por ejemplo, recuerdo mi regreso a Canadá, las miles de personas que me esperaban en el aeropuerto, pero en mi mente aparezco yo en tercera persona. Supongo que lo que recuerdo es haber visto las imágenes de mi llegada en televisión. Es increíble lo que hizo la mente para protegerme. Después del suicidio de mi novio, de mi prometido, y justo antes de los Juegos Olímpicos, el bloqueo era la única manera de avanzar.
- ¿En qué momento empieza y en qué momento finaliza ese vacío en su memoria?
- A partir de aquel día trágico, cuando llegué a la que era mi casa, no recuerdo nada más hasta noviembre. De agosto, septiembre y octubre no guardo nada. En noviembre empecé a dar vueltas por Canadá como parte de la promoción del Banco Nacional y eso sí lo recuerdo: las ciudades que visité, la gente que conocí. También recuerdo la primera Navidad en mi nueva casa, porque vendí la anterior, claro. Para evitar estar sola en esos días señalados empecé a invitar a gente, a mucha gente, incluso a desconocidos.
El regreso a Barcelona
Fréchette ahora quiere saber. Quiere saber qué le pasa, por lo que ha consultado a expertos, que le han hablado de su trastorno mental, de su origen, de sus efectos, de cómo se parece a aquello que sufren muchos veteranos de guerra. Y quiere saber qué vivió realmente en Barcelona 1992. Por eso, el pasado octubre viajó a la ciudad por primera vez desde los Juegos, visitó las piscinas Picornell, el Museu Olímpic o el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat y, entre otras cosas, conoció a una adolescente que en aquella final olímpica era voluntaria, ayudaba a los jueces: Gemma Mengual.
La televisión pública canadiense que organizó su viaje y ha realizado un documental sobre el mismo, ‘Sylvie Fréchette. Retour à Barcelone’, pidió a Mengual que ejerciera de anfitriona y la española aceptó emocionada porque Fréchette fue su ídolo de infancia. Antes que venciera los Juegos de 1992, la había visto proclamarse campeona del mundo en Madrid 1985 y Perth 1991 y aún la vería ser subcampeona olímpica por equipos en los Juegos de Atlanta 1996. «Llevaba tiempo pensando en si volver o no a Barcelona y siempre lo posponía. Encontraba excusas bajo las piedras. Si te digo la verdad, me aterrorizaba. Me preocupaba qué recordaría y qué sentiría al respecto. Pero cuando llegué el primer día al Museu Olímpic y conocí a Gemma ¡uf! En sus ojos veía lo feliz que estaba de ayudarme y su abrazo fue tan intenso que pensé: ‘Aquí nada puede salir mal’», explica Fréchette, en conversación telefónica con EL MUNDO desde su casa de Canadá
- ¿Pudo recordar algo de los Juegos de 1992 durante su visita?
- A principios de este año me hicieron una entrevista aquí en Canadá, me preguntaron si recordaba la ceremonia de inauguración y les dije que no porque realmente no fui. Me llamó uno de mis entrenadores y me dijo: ¡Sylvie, claro que fuiste a la ceremonia! En los días posteriores, yo intenté recordar y recordar y recordar y nada. Pero, ¿Sabes qué? En el Museu hay una sala donde emiten toda la ceremonia, estuve viéndola ¡y me encontré! Ahí estaba, caminando por el estadio con el resto de la delegación de Canadá. Me puse a llorar. De hecho, lloré mucho en mis días en Barcelona, pero fueron preciosos. Ahora por fin tengo recuerdos de Barcelona.
- Volvió a las piscinas Picornell, la sede olímpica de la sincronizada.
- Me impactaron muchas cosas de mi regreso a las Picornell. Lo primero, la puerta de entrada. ¡Es muy pequeña! No la recordaba en absoluto. Tampoco la piscina, nada. Pero si recordaba cómo acceder al agua o cómo se llega a los vestuarios. ¿No te parece una locura? Y cuando me zambullí en el agua… fue increíble, realmente increíble. Me sentí como en casa, me sentí aliviada y ¿Sabes qué? ¡Nadé mi solo! ¡Entero! Soy una persona mayor, no hago mucho deporte, me gusta la buena comida y me gusta el vino y pude completar mi solo de los Juegos de Barcelona 1992. Mi cuerpo sí recordaba.
En su visita al Museu Olímpic, Fréchette, además, se subió a lo más alto del podio de los Juegos y recibió su oro en Barcelona, algo que no pudo hacer en 1992 por culpa de un error técnico. Una de las jueces, la brasileña Ana Maria da Silveira Lobo, escribió 8,7 cuando realmente quería ponerle un 9,7 y, aunque quiso rectificar, no se entendió con el responsable, un juez japonés, por culpa del mal inglés de ambos. Canadá tuvo que protestar ante la Federación Internacional de Natación y meses después Fréchette fue proclamada campeona olímpica.
Hoy, ya retirada después de varios años trabajando en Las Vegas con el Cirque du Soleil, ofrece charlas sobre salud mental y sigue aprendiendo sobre su bloqueo mental. «¿Sabes cuándo decidí mirar atrás? Cuando mis hijas crecieron y la gente empezó a hablarles de mi carrera, de lo que gané, de los Juegos de Barcelona. Me preguntaban y yo no sabía qué responderles. Empecé a pensar que no podía huir del legado que les dejaba. Ahora estamos juntas en esto, en recuperar mi pasado», finaliza Fréchette.