Sinner, con una velocidad extra, supo optimizar los riesgos

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Hay que felicitar a Jannik Sinner porque fue mejor e impuso la eficacia de su tenis en un territorio tan delicado como la hierba. En esta superficie los márgenes son muy estrechos y esta vez Carlos Alcaraz no encontró el billete de regreso. Me dio la impresión de que el italiano traía otra velocidad de piernas, otro ritmo de juego. Fue más dominante frente a un rival esta vez menos eléctrico, pero seguramente en la menor combustión del español tuvo mucho que ver la presión a la que se vio sometido en todo momento.

Sinner metió una séptima marcha y sometió a Alcaraz con la violencia de sus tiros y la eficacia de su servicio. Fue tan agresivo el ya campeón que casi se vio empujado a subir a la red más de lo que acostumbra. Fue también inteligente en el planteamiento y a la hora de trabajar y cerrar los puntos. Y exhibió una admirable fortaleza mental no sólo a la hora de definir, sino en el momento crítico del séptimo juego, cuando neutralizó dos pelotas de rotura que le hubieran dejado con el cuarto set igualado y con el pasado reciente viniéndosele encima.

Salió de ese trance y se vio otra vez 40-0, otra vez tres bolas de Grand Slam, y otra vez el mismo rival ante el que se le escaparon hace poco más de un mes en la final de Roland Garros. Seguramente habría simulado numerosas veces esta hipótesis junto a su equipo. Dentro de la dificultad, pues resulta imposible recrear el escenario real, hay un trabajo de previsualización en el que se trazan distintas alternativas estratégicas con el fin de que el jugador gane seguridad en una situación límite, que no se vea al borde de un abismo, sino a las puertas de una bien ganada redención.

Hay que felicitar también a Carlos por el excelente torneo realizado y por la admirable secuencia de triunfos con las que se presentó en la final. Sinner sabía que a medida que se prolongasen los intercambios y que se dilatase el partido su rival cobraría ventaja, pues sabe manejarse mejor en ese tipo de situaciones.

De ahí que, aun siendo un tenista siempre punzante, esta vez asumiera mayores riesgos. Era la única manera que tenía de poner fin a cinco derrotas consecutivas ante Alcaraz, algunas tan dolorosas como la sufrida en París, y alimentar una hermosa rivalidad que no ha hecho más que empezar. Nos queda muchísimo por disfrutar de ambos, que son un regalo para este deporte.

kpd