Uno escuchó un crack, otro un clac y otra empezó a chillar como “si fuera un cerdo al que estaban matando”. Tras esos acontecimientos, el pozo. Operaciones, fisios y muchas lágrimas. Calvarios que no siempre terminaron bien. La última temporada, 13 futbolistas sufrieron una rotura de cruzado en LaLiga; David Silva, hace menos de un mes. Un mal que está en todos los deportes. Así son las rodillas del infierno.
César Jiménez
La suya fue la lesión más célebre y no por el daño sino por el causante. “Como fue Figo y el Bernabéu, se montó un pollo, pero yo sólo quería volver”. César Jiménez (Ávila, 1977), central canterano del Real Madrid y exjugador del Zaragoza recuerda aquel fatídico 16 de enero de 2005, cuando el portugués le destroza la rodilla de un pisotón. “No lo tengo clavado en la cabeza ni siento rencor, lo que me fastidió es que me encantaba estar en un vestuario, jugar…”.
Jiménez deja la frase en el aire antes de recordar todo el calvario de “dos años y pico de lesiones”. De cómo luchó para recuperarse de una rotura de cruzado y menisco que le dejó “la rodilla con juego”, es decir, inestable. “La rodilla llora en un traumatismo. Todo traumatismo cuando hay apoyo prejuzga gravedad”, explica el doctor Pedro Guillén, el mayor especialista en lesiones de rodilla y pionero en las operaciones de esta articulación a través de la artroscopia.
Ocho meses después de aquello, tras muchos altibajos, mientras entrenaba con los juveniles del conjunto maño, César oyó “clac”. “Lo escucharon varios jugadores desde lejos”, cuenta Jiménez sobre su segunda rotura, esta vez, él sólo tras un giro. “El cruzado suele ser de una autolesión fortuita”, cuenta Guillén.
“Más que la operación, lo peor es el no volver a jugar. Los meses que pasas en la soledad”, revela el exfutbolista. Momentos duros que David Llopis, psicólogo deportivo define como de “gran impacto emocional”. “El objetivo es ayudar a gestionar y a entender el momento y a llenar el vacío que le va a dejar la práctica deportiva“, explica Llopis.
César se pegó a su fisio, Míchel Román, con la esperanza de volver a competir. “Pasaba más tiempo con él que con mi familia”, apunta. Pero la rodilla no iba. Los servicios médicos le confirman la peor de las noticias, por mucho que se opere, no va a poder jugar de nuevo. Entonces, llegó la decisión. “Es duro cuando te planteas dejarlo, pero luego anunciarlo… frente a tus compañeros, el fisio llorando… uf”, explica Jiménez. Y Alejandro Lanchas, ex fisioterapeuta del Leganés y propietario de la Clínica 180grados, entiende perfectamente esas lágrimas: “Nosotros tenemos que tener esa confianza con el jugador, le vemos más que su mujer”.
Entonces se apagaron los focos, se colgaron las botas y se acabó el fútbol. “Cuando ya no tengo que entrenar, cuando pierdes la rutina… es que te planteas dejarlo a los treinta y tantos pero con veintitantos…”. Hay muchas frases a medio acabar en la boca de Jiménez, como lo fue su carrera. “Cuando la retirada es por una lesión, es más impactante ya que no es el momento establecido o esperado, su impacto es mucho mayor”, disecciona el psicólogo deportivo.
Casi 20 años después, el fútbol sigue en la cabeza y en el trabajo del exfutbolista abulense. “No he vuelto a tocar un balón”, apostilla el hoy director de la Escuela de Entrenadores Deportivos de Ávila. “Es que a mí me encantaba, vivía y disfrutaba mucho del fútbol”.
Pablo Orbaiz
“Salté a un balón perdí la noción de donde estaba el suelo, al caer noté como si se rompiera una tabla”. El exfutbolista Pablo Orbaiz (Pamplona, 1979) nunca olvidará el sonido y la sensación que tuvo en su primera rotura de cruzado el 4 de enero de 2003 en un partido entre el Athletic de Bilbao y el Racing de Santander. “Es como si enciendes un radiador y notas como se quema el ligamento”, añade. Una lesión que le llega porque no había terminado de coger la forma tras una rotura de tobillo en la primera jornada de la liga.
Primero, el dolor, al bajar al vestuario, el miedo. Luego, ya más calmado, el médico del Athletic y un directivo del club, Fernando Astorqui, le dicen que puede tener los cruzados rotos de su rodilla izquierda. “Es un momento de impacto emocional en el que puede aparecer desesperación, rabia, inseguridad o miedo a no volver a poder competir”, relata David Llopis.
Pero la recuperación de la primera rodilla va bastante bien, pese a que el jugador se ve diferente respecto a sus compañeros. “Yo le decía al médico: ‘Sabino, me veo lento respecto a mis compañeros‘” y el doctor, con el que tenía mucha confianza, le respondía con sorna: “Pablo, el burro por mucho que entrene nunca será caballo”.
A Orbaiz le costó un año olvidar la lesión. “La mente suele actuar como limitante”, explica Alejandro Lanchas. Y, cuando mejor estaba el medio navarro, llega el Bernabéu en 2006. Orbaiz nota un pequeño pinchazo en la primera parte en la rodilla derecha, pero comienza la segunda y ve, en un giro, “como la rodilla va para un sitio y el cuerpo para otro”. Esta vez no hubo dolor, sólo la sensación de “la rotura de un papel de fumar”. Esta vez la rodilla derecha.
“Cuando te rompes un cruzado vas desequilibrado y por eso, muchas veces, se acaba rompiendo el otro. Es algo tanto físico como mental porque intentas proteger la lesión previa”, detalla el ex fisioterapeuta del Leganés. Nueva operación y todo va bien hasta que una infección trunca la recuperación. “Pasé una época muy mala, me cambió el carácter“, explica Orbaiz que se tuvo que someter a dos operaciones más. “Es fundamental preparar a los familiares para que sean una ayuda, no una fuente de estrés”, detalla el psicólogo deportivo.
Pero Pablo Orbaiz volvió y, como él dice, “pude desarrollar mi carrera”. Osasuna, Athletic, Olympiakos y Rubin Kazan. Una carrera en la que nunca “se sintió señalado por las lesiones”. Orbaiz también tuvo varias operaciones de tobillo por lo que cree que “tendía a lesiones articulares” ya que “apenas recuerda alguna muscular”. “Siempre se dicen que los deportistas, tras una lesión, vuelven más fuertes, pero hay algunos que tienen articulaciones de cristal como Asenjo”, explica Lanchas.
Ivette Mussons
Si ya es difícil sobrevivir en España del balonmano y, especialmente si eres mujer, si sufres tres operaciones de cruzado la cosa se complica aún más. “Un futbolista tiene todo a su disposición porque se lo pagan, en mi caso me lo tuve que pagar yo con el fisioterapeuta del Elche”, explica la jugadora de balonmano e internacional con España, Ivette Mussons.
La primera vez que se rompió Ivet fue en 2015, con su equipo el Elche Mustang en un partido de la Copa de la Reina, tenía 20 años. “¡Era una niña!”, exclama y recuerda el intenso dolor, “no sabía ni dónde tenía la pierna”. “Cuando se rompe un cruzado hay que operar inmediatamente porque sino es el principio del fin”, cuenta el doctor Guillén. Y lo cierto es que todo fue bien en esa primera operación y en la recuperación de la deportista aunque, cuando volvió a jugar, “no era tan agresiva como antes”.
Dos años después, un nuevo mazazo. Ivet subía al podio con muletas tras ganar los Juegos del Mediterráneo con la selección. Ella se había roto días antes ante Italia la temida triada. “Me rompo en un salto y cuando caigo empiezo a chillar como cuando matan a un cerdo”, describe la deportista.
En esta ocasión, la recuperación no va tan bien. “Una buena operación va al 100% aparejada a una buena recuperación. Si va torcido, la recuperación se tuerce”, cuenta el fisioterapeuta del Centro 180 grados. Y a Ivet le entraron las dudas sobre si podría continuar, especialmente cuando veía que no podía “ni subir el peldaño de una escalera”.
“Cuando la recuperación no va bien tiene un impacto a nivel psicológico y cuando el deportista, por lo que sea, no se encuentra bien anímicamente, influye en su cuerpo”, explica David Llopis. Pero Aitor Soler, el recuperador del Elche CF, tenía otra idea así que le tocó ejercer de psicólogo y de fisio con Ivet. Triunfó en ambas facetas y, poco antes de la pandemia, la catalana retornaba al parquet entre lágrimas, “he vuelto”.
Recientemente, pese a que ahora su juego es “más táctico y menos explosivo”, Ivet se ha vuelto a lesionar la rodilla. “Pienso si merece la pena seguir jugando y que me suponga no poder hacer ciertas cosas dentro de unos años”, reflexiona la deportista. “Cuando las lesiones se van repitiendo en el tramo final de tu vida deportiva, la retirada, aunque no la deseas, es el alivio al finalizar una etapa complicada”, explica el psicólogo deportivo. Y ella, claro, la ve cercana.
Conclusión
Cuesta mucho ser retirado que no retirarse. Cuesta mucho vivir una carrera entre el terreno de juego y una camilla, pero si hay personas que pueden llevarlo son los deportistas. “Se caracterizan por su capacidad de superar retos, adversidades y por saber adaptarse por eso suelen tener más recursos psicológicos para afrontar las adversidades”, cuenta David Llopis.