Retirado en 2010, el que fuera rival de El Guerrouj y Cacho acumula ahora éxitos en medias maratones y pruebas de 10 y 5 kilómetros de toda España. “Sólo quiero estar sano, lo demás me da igual”, proclama
Reyes Estévez, qué talento. A los nueve años, cuando empezó a correr, ya ganaba. A los 20 años, cuando llegó a la élite, siguió ganando. Y ahora a los 47 años, cuando ya es sólo otro popular, todavía gana. Reyes Estévez, qué talento. «Eso me ha perseguido y es mentira. El atletismo es un deporte de entrenamiento, de constancia, de regularidad. Siempre ha parecido que estaba tocado por una varita, que ganaba sin esforzarme, pero eso es imposible», explica a EL MUNDO quién fue bronce en los 1.500 metros de los Mundiales de 1997 y 1999 y campeón de Europa en 1998.
Antes peleaba con Hicham El Guerrouj y Fermín Cacho y ahora con el compañero de oficina o el vecino del tercero en la Jean Bouin de Barcelona o en el Derbi de las aficiones de Madrid. Afincado en Sant Cugat, muy cerca del Centro de Alto Rendimiento (CAR) donde pasó adolescencia y juventud, su caso es extraño: dejó de competir, pero siguió entrenando.
- ¿Por qué?
- Cuando me retiré en 2010 estuve un par de años casi sin correr, quemado después de tanto tiempo en la élite, pero después mi cuerpo me pidió volver. Para dormir mejor, para estar en mi peso, para sentirme bien a nivel mental. Estuve saliendo dos o tres días a la semana, compaginándolo con la natación o con la bicicleta, hasta que llegó la pandemia. Durante el confinamiento no tenía más entretenimiento que correr en la cinta y hacer fuerza y cuando salí a la calle me di cuenta de que iba rápido. Me apunté a los cinco kilómetros de la Cursa dels Nassos [la San Silvestre de Barcelona], acabé en 14 minutos y dije: ¡Hostia!.
En los dos últimos años, Estévez ha sido cuarto en el Campeonato de España de maratón, ha ganado medias maratones y carreras de 10 y 5 kilómetros por todo el país y ha batido un puñado los récords nacionales de más de 40 años. Este domingo, en el maratón de Valencia, terminó entre los 100 mejores, en 2:18:17, plusmarca española de mayores de 45. Y pese a su edad no observa un final.
«Me estoy divirtiendo. No tengo presión, voy a las carreras a socializar. Si puedo pelear por la victoria, perfecto, si acabo décimo, también. Y si no tengo lesiones va a ser así siempre. A los 65, a los 75 o a los 85 años seguiré corriendo para mantenerme con salud. Si ahora intento ir a tres minutos por kilómetro, en el futuro intentaré ir a cuatro y así estaré entretenido», resume Estévez, hoy embajador de Hoka o de Runners CaixaBank, a quien algunos todavía identifican como aquel chico altísimo con el pelo teñido de rubio.
- En su época el atletismo te hacía famoso. ¿Cómo lo llevó cuando la gente dejó de pararle por la calle?
- Lo agradecí mucho. Hubo una época en la que la gente me conocía por todos lados, que se creaban chismorreos a mi alrededor. Salía un día a cenar y ya era un juerguista. Se creó esa fama de mí. También hubo una época en que me ayudaban en todo y al dejar el atletismo esa ayuda desapareció. Pero no me afectó nada, la verdad. Al contrario, lo disfruté.
Hay un momento en la trayectoria de Estévez que todavía hoy quema: los Juegos de Sidney 2000. Aquella era su oportunidad, suya era la medalla y la Federación Española de Atletismo (RFEA) lo apartó de la selección. A partir de ahí, nada fue igual. «Fue un palo. Fue injusto y desde ese momento estaba siempre con eso en la cabeza. Pensaba que tenía al enemigo en casa», recuerda el mediofondista que se retiró de mala manera. En 2010, poco después de dejarlo, estuvo envuelto en la Operación Galgo, aunque nunca llegó a ser acusado.
Estos días, Estévez, que recientemente se ha sacado el curso de entrenador, planea crear un grupo de atletas a su cargo cerca de Barcelona y quiere probar el trail y el triatlón.
- ¿Ahora se pica con los chavales?
- Qué va, eso ya pasó. A los nueve años gané mi primera carrera, una Jean Bouin, y la segunda, y la tercera, y más tarde, en alevines o cadetes, me cogía unos berrinches tremendos cada vez que acababa segundo. De estar tres días llorando, eh. Ahí aprendí a perder y, por eso, cuando llegué a la élite, a competir con Cacho, El Guerrouj o Ngeny ya no me frustraba. A veces ganas y a veces pierdes. Ahora lo único importante es poder correr, estar sano, no tener lesiones, todo lo demás me da igual.