Sea como sea la vida de Rafael Nadal a partir del próximo 24 de noviembre, si algo parece claro es que no le faltarán fuentes de ingresos. No sólo por el dinero generado con su actividad como tenista, que hasta 2023 le había reportado ganancias directas por valor de 135 millones de dólares, según la revista Forbes, sólo por detrás de Novak Djokovic. Sino también por el poder de su marca personal, por su músculo inversor y por la diversificación de sus negocios privados fuera de la pista.
Nadal tiene intereses en el sector hotelero y en el dorado refugio inmobiliario de su isla natal y de las grandes ciudades españolas, así como en sectores punteros como la industria farmacéutica o la de la alimentación.
Desde su cuartel general de Manacor, el deportista mallorquín lleva más de una década proyectándose como empresario y preparándose económicamente para el siempre temible día después de la retirada.
Para ello, se ha guiado por la misma determinación con la que se conduce en el tenis y por el consejo de su propio entorno familiar, una saga local que no es para nada ajena al mundo de los negocios. También se ha rodeado de un grupo de asesores de alto nivel, casi todos paisanos suyos. Entre esa hermética camarilla se cuentan antiguos hombres de la banca mallorquina -personas de perfil discreto, esquivos a la exposición- y exitosos empresarios de las Islas con una fuerte proyección internacional, como los ibicencos Matutes o la poderosa familia Escarrer (dueños de Meliá Hotels).
Con un patrimonio neto estimado de 310 millones de euros, el tenista de Manacor ocupó el pasado año el puesto 198 en el ranking anual de las personas más ricas de España que elabora este diario. El séptimo más acaudalado en su comunidad autónoma, tierra donde los primeros puestos los ocupan los grandes hoteleros y la familia March.
Además de sus patrocinadores habituales y sus numerosas campañas publicitarias globales (Banco Santander, Telefónica, Nike, Kia, Amstel 0.0, Babolat o Richard Mille) su inversión más visible tiene que ver con su propia marca deportiva, erigida en torno a la Rafa Nadal Academy, su complejo deportivo y residencial de Manacor, la instalación más puntera de la zona que forma a jugadores de todo el mundo, con 26 pistas de tenis, museo y salas de conferencias.
El deportista se alió en 2023 con el fondo de inversión español GPF y con su amigo y ex tenista Carlos Costa con el objetivo de expandir internacionalmente su negocio de academias de tenis, empezando por EEUU, gran mercado de este deporte.
La segunda gran pata de las inversiones de Nadal es la hotelera. El de Manacor tiene intereses en dos resorts en la isla caribeña de Cozumel, en Mexico. Son el Secrets Aura (con suite a su nombre) y el Sunscape Sabor. Además, abandera un proyecto en el que invierte junto al grupo Meliá, una joint venture con la que explotan una nueva cadena hotelera bautizada como Zel. Este verano abrieron en la Costa Brava su segundo hotel (el primero fue en Palmanova, en Mallorca) y aspiran a tener 20 establecimientos en 2030.
Nadal, que estrenó el año pasado villa en primera línea de mar en Porto Cristo y quiere seguir viviendo en Mallorca, apuesta por el seguro valor del ladrillo. Ha ido invirtiendo al menos en 18 inmuebles valorados en 26 millones de euros, en zonas muy valiosas de Madrid, Barcelona y de su isla natal, donde el suelo es refugio del capital. Igualmente, se ha publicado que participa en un proyecto junto a otros socios para edificar villas y apartamentos de lujo en Marbella por 200 millones de euros.
Pequeños proyectos
El deportista balear ha apostado además por proyectos de energías renovables (eólica y fotovotaica) junto a la familia Mascaró. Y en otoño de 2023, en una de sus últimas incursiones inversoras conocidas, lanzó la marca NDL Pro-Health, una línea de complementos alimenticios en alianza con Cantabria Labs, la empresa farmacéutica de la familia Matji.
La vertiente más glamurosa de sus inversiones se ha vehiculado a través de Mabel Capital, en la firma Tatel, aventura en la que invirtió con el hotelero Abel Matutes (Palladium Group) y que ha explotado restaurantes en lujosos destinos turísticos e inversiones inmobiliarias. En esa faceta, también ha invertido en la producción de contenidos audiovisuales a través de la productora Komodo, que está detrás del festival Mad Cool o de la exitosa serie de Netflix Soy Georgina, documental en primera persona sobre la vida de la mujer de Cristiano Ronaldo.