Radiografía de David Popovici, la nueva estrella de la natación: “Le costó encontrar el equilibrio entre diversión y disciplina”

Radiografía de David Popovici, la nueva estrella de la natación: "Le costó encontrar el equilibrio entre diversión y disciplina"

Mundial de natación

Actualizado

El entrenador del hombre más rápido del mundo, Adrian Radulescu, desgrana su último año antes del Mundial de Fukuoka, donde buscará revalidar el oro en los 100 y los 200 metros libre

El nadador David PopoviciMUNDO

David Popovici, un fenómeno, un portento, la nueva estrella de la natación. El verano pasado, con sólo 17 años, batió el récord de todos los récords, los 100 metros libre, y el mundo se abrió ante él.

Media docena de universidades de Estados Unidos le ofrecieron un cheque en blanco. Michigan, Stanford, Berkeley…. La posibilidad de entrenar al lado de los mejores nadadores del mundo; de convivir con Michael Phelps, su ídolo; de estudiar Psicología, la carrera que más le atrae por herencia de su madre Georgeta, psicóloga.

Todos los técnicos estudiaron su técnica. ¿Cómo lo hace? Su posición, propulsado fuera del agua, surfeando su propia ola. Su frecuencia de brazada, inalterable, siempre inalterable. Su fuertísima patada, especialmente la izquierda. Sus recobros, su rolido, sus virajes.

Y su país, Rumanía, se volcó a mimarlo. Lo que quisiera, lo que necesitara. Desde Nadia Comaneci y Ecaterina Szabo, gimnastas de la época comunista, no tenían un referente mundial y en los últimos Juegos sólo sacaron cuatro medallas, tres en remo y una en esgrima.

Un adolescente más

David Popovici, un fenómeno, un portento, la nueva estrella de la natación. Pero también un adolescente más, un chaval que sale con su novia Taisia Niuleasa -aprendiz de maquilladora-, que escucha hip-hop rumano -Subcarpati, Kazi Ploae o Specii-, que pasea en bici por Budapest y que está intentando sacarse el carnet de conducir.

“Muchas cosas han cambiado alrededor de David, pero para él este ha sido un año especial porque ha acabado el Bachillerato [con un 8,65 en la Selectividad rumana] y ha escogido una universidad de Budapest para seguir con sus estudios. El objetivo es que sea lo más competitivo posible, pero también que aprenda, que viva”, explica Adrian Radulescu, en conversación con EL MUNDO, desde Fukuoka, donde Popovici intentará volver a proclamarse campeón del mundo de los 100 metros libre (el jueves, sobre las 13.30 horas, en Teledeporte) y los 200 metros libre (el martes, a las 13.00 horas, en TDP).

El nadador David PopoviciMUNDO

En sólo una respuesta, Radulescu, al que llaman Mr. Adi, resume su manera de dirigir la trayectoria del talento. Otros hubieran musculado a Popovici, un tipo de 1,91 metros, 2,05 de envergadura y apenas 79 kilos de peso. Otros le hubieran exigido disciplina y rectitud, más con la tradición deportiva rumana. Otros le hubieran machacado a hacer kilómetros y hubieran multiplicado sus especialidades para que gane tres, cuatro o cinco oros en cada Mundiales. Radulescu, no. Desde que conoció a un Popovici de 9 años en el Aqua Team Bucuresti le dejó hacer, toleró ciertas travesuras y, poco a poco, fue educándole para que fuera el mejor nadador del mundo y, a la vez, un buen tipo. Por ejemplo, le introdujo en la Filosofía, de la que el míster es amante, en Séneca, en Platón.

¿Era tan rebelde como dicen?
No, no diría que era rebelde, sólo quería jugar y pasárselo bien. Para aprender necesitaba entender las cosas, no recibir órdenes. Obviamente en sus inicios no tenía la mejor actitud para desarrollarse como nadador, pero estaba dispuesto a escuchar. Llevó un tiempo encontrar el equilibrio entre diversión y disciplina, pero lo conseguimos.

“Mucha gente exagera sobre David. Por ejemplo, sobre su físico, sobre sus condiciones. Tiene una buena constitución para un nadador, pero otros nadadores también la tienen. No es una reencarnación de Adonis o de Apolo, esa no es la realidad. La técnica siempre es más importante que el físico”, proclama Radulescu que quiere mantener a Popovici en la senda correcta. Ha conseguido el apoyo económico suficiente -del Gobierno rumano, de varias empresas del país y de Arena- para que el nadador no tenga que marcharse a Estados Unidos a estudiar, ha acordado con él restringir las apariciones públicas del nadador “para que nadie sueñe por él” y ha mantenido el foco centrado en sólo dos pruebas, los 100 y los 200 metros libre. Sobre el salto de Popovici a los 400 metros libre se ha rumoreado mucho y en los últimos Campeonatos de Rumanía disputó varias distancias de mariposa y de relevos, pero todavía no es el momento.

¿Por qué no nadar cinco o seis pruebas como hacen la mayoría de estrellas?
Estamos centrados en los 100 metros libre y en los 200 metros libre. David disfruta como un niño cuando mejora su marca personal en otras distancias y en otras especialidades, pero nuestros objetivos en el camino hacia los Juegos de París 2024 no han cambiado.

El mundo es otro para Popovici. Los rivales que antes no lo conocían ahora le desafían, especialmente el húngaro Kristof Milak, que cambió la mariposa por el crol para medirse a él. Sus padres, Mihai y Georgeta, ya no llevan a las competiciones aquellas camisetas que ponían ‘Padres de Kahuna’ -un Kahuna es un mago, una complicidad infantil entre la familia- e incluso han cambiado de empleo: Mihai es ahora director de la escuela de natación del Dinamo de Bucarest. Y los aficionados le reconocen allí donde esté, como estos días en Fukuoka, donde se ha cansado de hacerse selfies. Pero Popovici no deja de ser un adolescente más.

La presión es grande, eso es innegable, pero intentamos que no le cambie. David es un chico sensible, humilde, tranquilo. Es mejor persona que nadador”, finaliza su entrenador, Adrian Radulescu, sobre el fenómeno, el portento, la nueva estrella de la natación.

kpd