Acude el Giro al Valle del Adigio, con el Lago Garda como testigo de una ruta ya sin mentiras. Con todo por resolver, como en una novela de Agatha Christie. Hasta ahora, 15 etapas y dos semanas y media de carrera desde el amanecer en Albania, se desveló que el gran favorito, Primoz Roglic, no es el más fuerte. Y se intuyó que uno que ni siquiera aparecía en las quinielas se ha postulado de una forma tan osada que pone claramente en peligro la candidatura de Juan Ayuso. “Es el más fuerte, está de líder por méritos propios y defenderemos y ayudaremos para que se mantenga esta situación. Seremos obviamente coherentes con la posición que ha demostrado”, se rendía el lunes Josean Fernández Matxin a su pupilo Isaac del Toro. Porque, ¿cómo va a atacar el español a su compañero? ¿Quién sería capaz de hacer añicos uno de los códigos sagrados del ciclismo, no proteger a quien porta la maglia rosa?
Porque Del Toro ya se siente el más fuerte. “Soy una persona lógica, y pienso que después de la etapa del domingo he demostrado que tengo piernas, y eso me da confianza. No obstante, me pongo en el punto de mi equipo, los demás intentarán atacar y me tengo que defender. Para mí será una experiencia nueva, pero tengo gente buena alrededor que me orienta. Tenemos equipo para estar al frente”.
Ayuso, que ayer, en la jornada de descanso, no compareció en la rueda de prensa del UAE Team Emirates junto a Del Toro y Matxin como sí hizo la semana pasada, necesita varios elementos para que el próximo domingo en Roma pueda alcanzar lo que vino a buscar, el trofeo Senza Fine. Lo primero es que los infortunios le dejen de perseguir. Acumula dos caídas, tres puntos de sutura en su rodilla derecha que ayer mismo le fueron retirados (tras el accidente en el sterrato). Pero también tiempo perdido involuntariamente por el atasco que provocó un corte en el pelotón en la etapa del pasado sábado con final en Eslovenia (del que se libró Del Toro, como tocador por una varita mágica). Y hasta la lluvia inoportuna en la contrarreloj que le impidió más restar tiempo (y hasta ponerse de rosa) a su joven compañero.
Lo siguiente que necesita el español es terreno de verdad exigente. Y eso lo va a tener sin duda a partir de este martes. De Piazzola sul Brenta a San Valentino, cuatro señores puertos (Carbonance, Candriai, Santa Barbara y el final en San Valentino, una subida de casi 20 kilómetros). Casi la cuarta parte de la etapa será en ascensión (unos 50 kilómetros de los 203), con un desnivel acumulado de 4.737 metros por el Parque Natural del Monte Baldo.
El miércoles, con el Stelvio como testigo en lo alto, otros tres puertos con meta en Bormio. Entre ellos el Mortirolo en mitad de la etapa, aunque no se asciende por su mítica y feroz cara. Aun así, casi 13 kilómetros al 7,6% de desnivel.
El jueves llegará una pequeña tregua bordeando el lago Como, para afrontar un viernes-sábado demoledor. Primero, cinco puertos con final en Champoluc, 5.000 metros de desnivel acumulado en menos de 170 kilómetros por el Valle de Aosta. Y el sábado la guinda, el Colle delle Finestre. Una de las subidas más fascinantes de Italia con sus 18 kilómetros de carretera que suben por el bosque entre Val di Susa y Val Chisone, primero por asfalto y luego, en los últimos ocho, por grava donde Chris Froome dejó una hazaña para la historia en 2018. Ningún escalador puede tener queja.
Pero, para que las montañas sean propicias, Ayuso necesita que, como se dice en el argot ciclista, alguien mueva el manzano. Si él no puede/debe atacar, necesita aliados. Y ahí emergen cuatro nombres propios, candidatos y rivales también. En primer lugar, Richard Carapaz y Egan Bernal, reyes de la altitud, los más descarados y valientes. Atacan seguro. Después, Simon Yates, segundo de la general, el tapado. Y, por último, un Roglic que pese a sus flaquezas puede ser un elemento desestabilizador si logra recuperarse.
Por último, Ayuso necesita la mejor versión de sí mismo, despejar todas las dudas que ha ido sembrando. Él se defino y se siente como un corredor de grandes vueltas. Para eso se preparó a conciencia en un invierno como nunca para él. Pero, más allá de esa precoz y asombroso podio en la Vuelta con 19 años, todavía no ha tenido ocasión de demostrar que está hecho para ganar una (o varias) grandes, que debe ser el líder del UAE siempre que no esté Pogacar presente. A partir de hoy, su oportunidad.