En realidad, el Real Madrid debió perder por una goleada en Anfield tan escandalosa como la del Metropolitano. Xabi Alonso no tiene ni las agallas, ni la inteligencia futbolística, ni el talante, ni el talento que necesita el equipo en estos momentos.
Caer por un solo gol fue casi una broma del destino. Los desastres del Metropolitano y de Liverpool marcarán su carrera para siempre.
Alonso fracasó con Camavinga, pero sobre todo con Vinicius, que hoy por hoy es un jugador intrascendente. No debería estar en el Madrid: ya no tiene categoría para ello. Alonso, sin embargo, le teme y fue incapaz de sentarlo. Esa debilidad se transmite al resto del equipo.
Lo de Mbappé es un caso clínico dentro de la clínica de Alonso. No apareció, no se involucró, no mostró hambre ni orgullo frente a la defensa del Liverpool. Se arrastró por Anfield como una vieja gloria.
Al descanso, el Madrid guardaba el 0-0 con la avaricia de un usurero. En realidad, debía ir perdiendo por cuatro goles. ¿Qué pasó? Pues que ‘saint’ Courtois volvió a ser el salvador, y el Liverpool se quedó como un niño al que le han quitado cuatro juguetes maravillosos.
Esta vez, el ‘espía’ de Alonso —Camavinga— no sabía qué hacer. Parecía un muñeco ante cada jugador arrollador del Liverpool. Y eso que el equipo inglés, técnicamente, ha bajado mucho. Da rabia pensar que el Madrid no tendrá en años una oportunidad tan clara para ganar en Anfield.
Van Dijk está como quien espera el retiro, y Salah, casi igual. Aun así, Carreras le hizo un marcaje que lo hundió anímica y espiritualmente. Junto con Valverde, fue de lo poco rescatable del Madrid.
La crisis de Vinicius
Lo más absurdo del planteamiento de Alonso fue insistir en que todos los balones de peligro pasaran por Vinicius: un desastre, como casi siempre. Mientras tanto, Mbappé se inhibía, se retorcía en su fama y esperaba, inmóvil, un centro imposible del brasileño.
No intentó una sola jugada individual. Mbappé lleva cuatro partidos besando la luna, pero la luz de su brillo natural está apagada. Y justo en los cuatro encuentros más importantes. Parece tener miedo a la responsabilidad de los grandes partidos. Algo pasa en el bosque enmarañado de su mente. Es una pena.
Menos mal que Bellingham protagonizó la única jugada de gol del Real Madrid y estuvo a la altura de una noche de Champions. En cambio, Huijsen estuvo flojo, casi tanto como Militao, y Arda Güler pareció un suplente de sí mismo.
El otro gran problema, el epicentro del desastre, es que en el Madrid no hay un líder actual. No hay un gran capitán que empuje al equipo. El único que manda es Florentino Pérez. Se acabó la era de los Ramos, los Cristiano o incluso los Modric. En Anfield, el Madrid traicionó su historia de equipo que pelea hasta el final.
Pareció un conjunto miedoso, sin garra, sin velocidad, como si creyera desde el inicio que no podía ganar el partido. Solo uno lo creyó: Courtois.
España puede esmerarse en practicar la modestia fuera del campo, pero cuando rueda el balón, esa estrategia se desmonta. La selección, que luce la escarapela de campeona del Mundo, quiere esta Eurocopa y la buscará con uñas y dientes. Cuando le haga falta y cuando no. En su debut fue arrolladora ante una Portugal, de luto por la muerte de Diogo Jota, que no opuso la más mínima resistencia en Berna. Las españolas o dieron ni una opción a un rival que perseguía la sombra de la pelota. Y eso que Montse Tomé protegió a Cata Coll y Aitana, durante muchos minutos, en una decisión que resultó acertada. A España no le hicieron falta ni ellas ni Irene Paredes para sacar pecho de favorita con la primera gran goleada del torneo.
Nanclares en la portería fue una espectadora cuando no se avanzó como si fuera una libre antigua a tres cuartos de campo. Nadie la amenazaba. La peligrosidad al contragolpe de las portuguesas apareció en dos carreras estériles a partir del minuto 20, con un 2-0 en contra. El primer golpe fue casi instantáneo. Olga Carmona puso un balón a la espalda de las tres centrales lusas por donde se coló Esther para controlar con el muslo y marcar el primero a los dos minutos de partido. La guardameta del Dépor Inés Pereira salvó el segundo en un centro de Claudia Pina, pero nada pudo hacer cuando Mariona asistió a Vicky López con un balón raso que apenas tuvo que empujar. La madrileña, con 18 años, se convertía en la española más joven en marcar en una Euro. Su exhibición acababa de comenzar en el Wankdorf de Berna donde jugó solo España, muy cómoda.
Olga Carmona y Claudia Pina fueron un quebradero de cabeza por la banda izquierda, convertida en su autopista particular; Esther pudo hacer su segundo gol en un robo por morder a la central Fátima Pinto. Y es que las chicas de Francisco Neto ni siquiera igualaron la intensidad. Anduvieron perdidas sin que su banquillo las rescatara.
Mientras, en su área, Vicky encontraba huecos invisibles que pudo aprovechar Alexia en un balón atrás para un disparo que volvió a salvar Pereira. Cada vez que las navegantes trataban de buscar el área, España respondía con más contundencia. Probó Esther, de tacón, a un centro de Alexia y Vicky, a la media hora, con un remate de rosca. Era cuestión de tiempo que la ventaja se convirtiera en grosera, y ocurrió antes del descanso. La capitana le quiso devolver la asistencia a su joven compañera en el Barça, siempre indetectable, que se apoyó en Claudia Pina para que sacara un disparo que atajó la única protagonista de Portugal: su portera. Si se estaban salvando de una goleada como la que vivieron en Vigo hace unos meses (7-1) era porque a las españolas les faltó afinar. Aún así, llegó antes de la media parte.
El brillo de Alexia
Engordó el marcador una maravilla de Alexia. Balón largo de Mariona, control con el pecho en el área, se abre hueco cuerpeando para colocarse la pelota y suelta un zurdazo imposible. La Reina, que busca el título que le falta en su palmarés, lanzó el primer aviso: será muy protagonista en su mejor temporada desde las lesiones de rodilla. La guinda que cerró el partido en 45 minutos la puso Esther cazando el balón de Claudia Pina que escupió el poste.
Si el público portugués esperaba una reacción de su selección quedaría decepcionado. El partido no cambió en nada. Neto cambió su centro del campo y se esmeró en buscar más fuerza para que la humillación no creciera. Se acercaron algo más a Nanclares, pero sin pegada.
Mientras Tomé empezó a manejar plantilla. Echó mano de Athenea, Salma Paralluelo y Jana ir refrescando las bandas y seguir intimidando. Hasta que, en el minuto 81, se decidió a dejar de sujetar a Aitana y la dejó saltar al campo. Apenas tocó dos balones y revoloteó en el área con la pelota en los pies para inventar una asistencia que casi caza Cristina Martín-Prieto, a quien no se le escapó el testarazo a centro de Salma para cerrar la goleada que buscó España con toda la autoridad que le fue posible.
Eurocopa 2024
PABLO DE LA CALLE
@Pablodelacalle
Actualizado Miércoles,
15
noviembre
2023
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21:21Arrancan jornadas decisivas para icónicos jugadores en su desafío por...
El vuelo de Koundé no fue el vuelo de Ícaro. No había sol bajo La Cartuja que derritiera sus alas en forma de melena, sólo un dios del fuego, un Vulcano de la pelota que agitó en su fragua el carbón del orgullo y la ira para llevar al límite al mejor equipo del año en una final trepidante. El Madrid, en cambio, es el mejor en las llamas y el caos, pero, hoy, no es suficiente. La temporada lo ha demostrado. Le falta el yunque y una idea clara de cómo utilizarlo. Todo lo contrario que el nuevo campeón de Copa, con el modelo y las herramientas, y la pasión de un adolescente para el que lo mejor está por venir. [Narración y estadísticas (3-2)]
La conexión imberbe del primer gol es la prueba, Cubarsí-Lamine-Pedri. Entre los tres abrieron un marcador que cerró Koundé para empezar un ciclo con el primer gran título de esta generación, después de una Supercopa de chocolate. Un ciclo que entierra otro, el de Carlo Ancelotti, como un general romano en retirada en un imperio que se agota, pese al honor de las últimas batallas. Es el momento del César.
Para saber más
A Florentino Pérez corresponden decisiones que ya están pensadas, pendiente Xabi Alonso de una llamada. La misma que recibió Hansi Flick hace menos de un año para reconstruir un equipo adocenado. La llegada de Dani Olmo, que ha jugado a ratos, no justifica el cambio. Para acometer ese proceso, el Madrid debe mirarse hacia adentro sin mirar hacia afuera, sin engañarse con el relato arbitral por imprudentes que fueran los colegiados antes de la final de Sevilla. Se trata de cajones diferentes, no se abren a la vez.
Mbappé, suplente
Ese ciclo se cierra, además, en el año de Mbappé, el año que debía mostrar a un Madrid intratable. La realidad es que ha acabado maltratado por el Arsenal y el Barcelona, aunque en la Copa sólo llegara a derrotarle. La providencia, en forma de lesión, quiso que Mbappé no estuviera en el once de La Cartuja. La exigencia le obligó a exprimirse a partir del descanso. Fuera de la Champions, lejos en la Liga y por detrás ya en el marcador de la final, no había nada que administrar.
La baja del francés llevó a Ancelotti a hacer algo que, probablemente, le pedía el cuerpo y es huir del 4-3-3 para formar prácticamente en un 4-1-4-1, con Tchouaméni como pivote, Ceballos un paso adelante y Vinicius en punta. Rodrygo era un cuarto centrocampista absolutamente irrelevante, tanto que fue el señalado para dejar su sitio a Mbappé. La solución no funcionó, porque el Madrid no trabaja para eso. O corre o muere. Es lo que hizo después.
Al empezar, en cambio, tuvo enormes problemas para iniciar el juego ante la presión alta del Barcelona, lo que obligó a Courtois a sacar en largo, y falta de claridad para encontrar a un Vinicius solo, ofuscado y sin precisión. La primera vez que tiró entre los tres palos fue tras el descanso. Era también la primera vez del Madrid, sometido a un dominio total del Barcelona en el primer tiempo. Szczesny ganó el duelo al brasileño en una doble parada.
Los futbolistas del Madrid, abatidos, tras el gol de Koundé.AP
Flick no hizo experimentos y solucionó sus bajas con lo que más ha probado en la temporada, Ferran Torres por Lewandowski y Gerard Martín en el lateral izquierdo. Era el punto más débil del Barcelona, pero la inoperancia de Rodrygo acabó por hacerle crecer en confianza.
Asencio cortó un centro mortal de Raphinha y Courtois sacó una mano de gigante ante un remate de Koundé antes de que Cubarsí viera la carrera de Lamine Yamal. La ruptura de líneas con pases verticales es una de las especialidades del central. Lamine bailó con Fran García y se tomó una pausa, la justa para que la llegada de Pedri, certero en el lanzamiento allá donde Courtois no pudiera llegar. El crecimiento del canario esta temporada ha sido colosal, en el liderazgo y en su capacidad física para estar en todas partes, con el don de la ubicuidad, y decidir bien. Es también lo que distingue a Lamine, sin el protagonismo de otras veces, pese a su pelo coloreado, como un dios pagano.
Presionar, correr, atacar..
Ancelotti necesitaba activar a los suyos, desesperado en la banda, donde había sido ya amonestado. Quizás pensó que eso también podía levantar a su gente, narcotizada la grada por el dominio azulgrana. La temprana lesión de Mendy, que había forzado para jugar pero cayó a los ocho minutos, había sido ya el primer hándicap para el técnico.
La primera decisión fue llamar a Mbappé. Para eso había llegado al Madrid, para estos momentos, para el riesgo si era necesario. La salida, tras el descanso, fue como una punción en el sistema nervioso del equipo. Llegó entonces ese disparo iniciático de Vini. Empezaban a pasar cosas en el área azulgrana. Para el Barça no parecían importantes. Se equivocó. Lo serían.
Hacía falta más y llegó el turno de Arda Güler y Modric, y hacía falta presionar, correr, lanzarse, atacar, ser el Madrid, en pocas palabras. El cambio trajo las llegadas y, finalmente, una falta en la frontal. En esas circunstancias, era como encontrar una veta en una mina. Mbappé lanzó cruzado y, tras tocar en el palo, lo que parecía imposible se hizo realidad. Tan imposible, después de lo observado en el primer tiempo, que los azulgrana quedaron en estado de shock, expuestos y superados por los madridistas, lanzados entonces al espacio.
Courtois no alcanza el disparo de Pedri, en la acción del 1-0.AFP
Una llegada de Vini dejó el centro que Mbappé lanzó fuera, pero la tendencia había cambiado. Tchouaméni la consumó a balón parado, porque en todo era superior en ese instante el equipo blanco. Ahí tuvo la Copa a su alcance el Madrid, pero espacio por espacio, no aprovecharon más los suyos y dejó que lo hiciera Ferran Torres en la llegada aislada de un Barça que pedía oxígeno.
Pudo hacer el pleno en otra más, pero la caída de Raphinha no se había producido por la falta de Asencio, sino que el azulgrana la había simulado. De Burgos Bengoetxea señaló penalti, ya en el tiempo añadido, pero tras minutos de suspense fue a verla la jugada en el monitor y la anuló, mientras la afición del Barcelona insultaba a Florentino. Nada se olvida.
La prórroga empezaba del mismo modo, con el equilibrio que no tuvo el inicio, pero con el desenlace que ese mismo inicio apuntaba, cuando Koundé aprovechó un error del infalible Modric y, como Ícaro, atravesó el cielo sin quemarse mientras ardía el Madrid de Ancelotti.