Un éxito. Parece que no, pero es un éxito. El sueño de volver a Fernando Alonso en la pole no puede ocultar el éxito que supone que este domingo (16.00 horas, DAZN), en la primera carrera del Mundial en Bahréin, saldrá en quinta posición, sólo por detrás de los Red Bull y los Ferrari. Unos meses atrás, cuando fichó por Aston Martin, la escudería británica contaba con el penúltimo coche de la parrilla; hoy es el tercer monoplaza más rápido, por delante del Mercedes.
En unos meses Alonso y su equipo han conseguido colocarse a las puertas del podio y esta temporada lucharán por subirse a él en varias ocasiones. No es el cielo, pero casi. Es un éxito, un éxito a celebrar.
Más cuando las diferencias de Alonso con los mejores fue escasa, pequeña, hasta diminuta. Como la temporada pasada, Max Verstappen voló, otra pole, un tiempo vertiginoso y su compañero, Checo Pérez, se colocó justo, pero Charles Leclerc, tercero, sólo fue tres décimas más veloz que el dos veces campeón y Carlos Sainz necesitó una última vuelta de nervios para arrebatarle el cuarto puesto.
A Alonso le lastraron los nervios de la Q2, que le obligó a utilizar un juego nuevo de neumáticos blandos, y sólo tuvo un intento de vuelta rápida, en el ecuador de la Q3. Con otro intento quizá hubiera podido desafiar al crono, pero igualmente estaba feliz, feliz, feliz.
“Muy bien, muy bien, la verdad es que muy bien. Cuando pasaba la Q1, la Q2, no me lo acababa de creer, esperaba el golpe de realidad, pero realmente estamos ahí. Aún hay que pellizcarse. Cuando firmé por Aston Martin la cosa pintaba peor, en los test invernales todo iba bien, pero comprobarlo aquí es casi un sueño”, explicaba el español en la zona mixta del circuito de Bahréin.
Ir a nadar paseando junto a una muralla romana ya es un privilegio, pero este verano los socios del Club Natació Tarraco tenían otro: a su disposición, como profesor de técnica, Carles Coll, el mejor nadador español en la actualidad. Durante varias semanas en agosto, el vigente campeón del mundo en piscina corta de los 200 metros braza ofrecía sus conocimientos en clases particulares a 80 euros la hora o 50 euros la media hora. Fue un exitazo. Nadadores y triatletas de la zona de Tarragona llegaron a formar grupos para atender a sus explicaciones y no le quedó ni un hueco libre en la agenda. Hubo muchas preguntas específicas, pero también algunas personales: «¿Necesitas estar dando clases particulares?»
«La verdad es que no lo hice por lo económico. Había competido en el Mundial, estuve de vacaciones con un amigo por Indonesia y, al volver a casa, tenía unas semanas libres. A nadie le va mal ganar un poco de dinero, pero las clases me sirvieron sobre todo para volver al agua y compartir todo lo que sé sobre natación. Me parecía guay resolver dudas, dar consejos, ayudar a otros a mejorar», comenta Coll en conversación con EL MUNDO desde Blacksburg, una pequeña ciudad de Virginia, en Estados Unidos, adonde ya ha vuelto a entrenar para prepararse para el año que viene.
El espectáculo del último Mundial
Recientemente graduado en Nutrición en la Universidad de Virginia Tech, hace unos meses valoró otros futuros posibles, como irse a entrenar a Australia, pero en el último Mundial confirmó que la mejor opción era seguir en Virginia a las órdenes del entrenador español Sergi López. En el campeonato más importante, en la final de los 200 metros braza, Coll salió a un ritmo por debajo del récord del mundo y así se mantuvo durante media prueba, aunque al final se desfondó y llegó el último. El resultado no fue el mejor. Pero las sensaciones, ¡guau!
«Ahí aprendí que ya estoy en el top mundial. Ahí vi que, puliendo algunos detalles, puedo ganar cualquier competición. De aquí a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 me centraré completamente en la natación para intentar ganar una medalla. Aunque ya no estudio, sigo entrenando con el mismo equipo universitario, sigo con Sergi y sigo haciendo el mismo tipo de entrenamientos. Es el camino que me funciona», reconoce Coll, que en 2024 ya había ganado el oro en la misma prueba en piscina corta, la hermana pequeña de la natación.
Al acabar sus estudios en la universidad de Virginia Tech, ¿no valoró regresar a España?
La verdad es que no. En España sólo se puede mantener el alto nivel en un Centro de Alto Rendimiento y no me veo entrenando en un sitio así. Ya lo hice entre los 15 y los 17 años y sería como volver a la adolescencia. Hay varios motivos por los que España no consigue montar más grupos de natación de alto nivel, y uno de ellos es que, a los 18 años, hay que elegir entre natación y estudios. No se puede compaginar. Si no me hubiera ido a Estados Unidos, yo también lo habría dejado. Es lo normal.
Progenitores en la piscina
Los éxitos de Coll nacen en un pasado anterior a su propio nacimiento. Ahora recibe los consejos de López, que fue bronce en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 en su misma prueba, los 200 braza, pero antes ya contaba con asesores expertos. Su padre, Adolf Coll, fue velocista: llegó a nadar en la final del relevo 4x100 estilos del Mundial de 1991 junto al propio López, Martín López Zubero y Josele Ballester, y su madre, Mireia Martí, era especialista en espalda. Por ellos Coll se lanzó a la piscina en el Reus Ploms y el Tarraco antes de pasar por el CAR de Sant Cugat y emigrar a Estados Unidos.
Cuenta que durante algunos años el fútbol le tentó, pero que la mayor amenaza para su carrera fue realmente un problema en los escafoides que le obligó a pasar por quirófano poco después de llegar a Virginia. Aquello le dejó sin la posibilidad de clasificarse para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, por ejemplo, aunque tras la rehabilitación recuperó el tiempo perdido. Ya cuenta con varios récords de España, medallas internacionales y, a la espera de Hugo González, es el líder de la selección para este ciclo olímpico. Menudo currículum para un profesor de clases particulares.
«Cuando hemos cruzado la meta, Diego [Domínguez] me ha dicho: 'Somos bronce'. Y yo no me he atrevido a contestarle. Hemos estado ahí mirando la pantalla durante horas, deben haber sido segundos, pero a mí me han parecido horas. Y nos han colocado cuartos. Bufff, menudo bajón. Sólo hemos dicho: 'Hostia'. Pero luego han rectificado y el subidón ha sido el doble», relataba Joan Antoni Moreno sobre la medalla española más ajustada de estos Juegos Olímpicos de París: el bronce en el C2-500. Al contrario de lo que ocurrió en el K4-500 que lidera Saúl Craviotto, la pareja sobre la canoa salió por detrás, cruzó el ecuador de la prueba en cuarta posición, pero fue remontando y... a la foto-finish.
Para saber más
Al acabar, sólo había un puesto claro: el oro para China, que voló, con el dúo formado por Hao Liu y Bowen Ji. El resto de las embarcaciones se quedaron mirando las pantallas gigantes que desvelarían la clasificación. Primero se aclaró la plata: para Italia, con Gabriele Casadei y Carlo Tacchini. Y luego hubo un lío incomprensible
En un primer momento, los jueces dieron el bronce a Hungría y colocaron a España en cuarto lugar. Ahí hubo el chasco, los brazos caídos. Después situaron a ambos países empatados, dos bronces, y empezó la celebración de Domínguez y Moreno. Y finalmente los españoles acabaron solos en el tercer puesto del cajón. Hasta seis barcos acabaron en el mismo segundo. Una locura. «¡Buah! Yo no sé cómo voy a acabar el día con esta voz», aseguraba Domínguez ya completamente ronco apenas media hora después de subir al podio. Era el peaje a pagar por la celebración con sus familias -«¡Campeones, campeones, oeoeoé!», en las gradas- y sobre todo con su entrenador, Kiko Martín, que rompió a llorar.
El recuerdo de Benavides y el madridismo de Domínguez
Martín había dirigido la carrera de Sete Benavides que fue bronce en Londres 2012, pero no pudo vivirlo en el momento: se le entregó la medalla nueve años más tarde después del positivo por dopaje del lituano Jevgenij Shuklin. Esta vez sí, el técnico pudo disfrutar de ver a sus pupilos en el podio.
Ebrahim NorooziAP
De alguna manera, para todos fue una sorpresa. De 24 y 21 años, la pareja de Joan Antoni Moreno y Diego Domínguez, uno mallorquín y procedente de la gimnasia y el otro madrileño iniciado en el lago de la Casa de Campo, andaban sin proyecto olímpico hasta que el pasado octubre se unieron en el C2-500. Bastó una reunión y la apuesta de Domínguez por abandonar la capital de España e irse a vivir a la isla con Moreno y Martín. Clasificarse para los Juegos de París parecía una quimera porque en su categoría ya estaban Tano García y Pablo Martínez, campeones del mundo en 2022, pero los derrotaron en el duro selectivo español, los volvieron a derrotar en la última prueba de la Copa del Mundo y se convirtieron en olímpicos contra todo pronóstico.
«Nadie creía en nosotros, pero nosotros sabíamos de qué éramos capaces. ¿Has visto los bíceps de mi compañero? Estábamos convencidos de que podíamos estar aquí y conseguir una medalla», desvelaba Domínguez, el más hablador, tan madridista que aseguraba que su regata había sido «100% ADN Real Madrid, hasta el final». «A ver si Florentino nos ha visto y nos llama. Sería bonito presentar esta medalla en el Bernabéu, ¿no?», preguntaba con intención el ya medallista olímpico.