Josep Maria Fusté Blanch había cumplido 82 años hace unos días, el 15 de abril. Era un ilerdense de la pequeña localidad de Linyola, un pueblo básicamente agrícola. Así lo apodaban: El noi de Linyola. Su relación con el F.C Barcelona, dentro y fuera del terreno de juego, fue total, a lo largo de toda una dilatada vida. En ese sentido, el Barça tiene en él a uno de sus referentes. Un ejemplo de amor, fidelidad y lealtad.
Era un centrocampista muy técnico, finísimo, con la cabeza alta, arremangado. Empezó como interior izquierdo, pero pronto se consagró como medio volante. Manejaba las dos piernas. Llegó al club a los 12 años y debutó a los 17, de la mano de Helenio Herrera, en un amistoso de Navidad, en 1959, frente al Stade de Reims, en el que marcó dos goles. Su estreno oficial se produjo el 10 de junio de 1962, en un partido de vuelta de la Copa de Ferias. Durante una temporada, la 1961-62, estuvo cedido al Osasuna mientras cumplía el servicio militar en Pamplona. Coincidió en los rojillos con Zoco, con quien formó pareja de mediocampistas y, curiosamente, en el equipo que ganó la Eurocopa a la URSS, en 1964 en el Bernabéu. Fue ocho veces internacional y anotó tres tantos, uno de ellos e la derrota (2-1) ante La República Federal Alemana en el Mundial de Inglaterra, en 1966.
En el Barça permaneció 10 años, hasta 1972. Salió de allí con rumbo al Hércules, en el que estuvo un par de temporadas antes de colgar las botas. De azulgrana jugó 406 partidos y marcó 117 goles. Una cifra muy alta para un centrocampista. Tenía un gran disparo. Ganó tres Copas del Generalísimo (1963-68-71), una Copa de Ferias (1966) y una Supercopa de Ferias (1971). Pero como capitán y una de las figuras del equipo, sufrió la travesía azulgrana del desierto liguero hasta la llegada de Johan Cruyff.
Recibió un homenaje el 30 de agosto de 1972 y, tras su retirada, participó muy activamente en la vida societaria del club. Presidió la Agrupación de Jugadores entre 1976 y 1989, año en el que, incluso, se postuló a presidente frente a la candidatura de José Luis Núñez y acabó integrado en la perdedora de Sixte Cambra. Durante su mandato con los veteranos, gestionó partidos y promovió ayudas médicas, económicas y laborales a quienes lo necesitaban.
Le sucedieron en el cargo Kubala, Vergés y Alfonseda. Durante las presidencias de Rosell y Bartomeu formó con Rexach y Migueli un trío de asesores. Su presencia en el palco era muy frecuente, aunque la pandemia lo afectó y ya no fue el mismo. Pero nunca dejó de ser un barcelonista a tiempo completo. Deja un gran recuerdo en el césped y fuera de él.