El hispano-argentino, que llegó a disputar la Vuelta a España de 2010, falleció de forma repentina
Martín, tras ganar el Trofeo Caja Rural-GP San José.@TrofeoCajaRural
El ciclista hispano-argentino Jorge Martín Montenegro falleció el pasado sábado 25 de noviembre de manera repentina en su domicilio a los 40 años de edad, según informó la Federación gallega de ciclismo.
Montenegro, quien corriera como profesional en las filas del Andalucía-Caja Sur y del Louletano-Dunas Douradas portugués, tuvo una amplia trayectoria en el pelotón amateur, siendo campeón de España élite en 2016 y compitiendo hasta la actualidad en el equipo CC Padronés Cortizo.
Nacido en Mar del Plata (Argentina) en 1983 y apodado Tucho, Montenegro llegó a España en 2005 tras proclamarse campeón de Argentina sub-23, y brilló en el pelotón amateur nacional ganando en 2009 la Copa de España de ciclismo. En 2010, con el Andalucía-Caja Sur, disputó la Vuelta a España de ese año, finalizando en el puesto 150 de la general y teniendo protagonismo en varias fugas.
Corrió dos años más como profesional en el Louletano-Dunas Douradas de Portugal, antes de regresar al ciclismo amateur con el Padronés-Aluminios Cortizo, equipo con el que lograría el título de Campeón de España Élite de Ciclismo en Ruta en 2016. En 2017 fue sancionado con un año por dar positivo por efedrina en un control antidopaje, un castigo que él justificó por tratarse un forúnculo. En 2022 corrió en el Retelec-Team Cycling Galicia.
La Federación Gallega de Ciclismo comunicó la muerte de ‘Tucho’ Montenegro: “La Federación Gallega de Ciclismo (FCG) quiere trasladar su más sentido pésame a los familiares y amigos de Jorge Martín Montenegro, fallecido a los 40 años. El corredor argentino estuvo muy vinculado a nuestra comunidad, defendiendo los colores de Padronés-Cortizo de 2015 a 2021 y los de Retelec-Team Cycling Galicia en 2022. Tucho compitió en el pelotón profesional con dos equipos, Andalucía-Cajasur y Louletano, y en su dilatada trayectoria como Elite, obtuvo una larga lista de resultados destacados, entre ellos, una victoria de etapa en la Vuelta a Galicia 2019”.
El mejor fisio del mundo moldeó sus manos lavando vasos en el restaurante de su padre. «Yo ayudaba a mi familia en lo que podía. Pasé muchas horas entre platos y mesas». Más de 40 años después, el asador donde creció Marcelino Torrrontegui (Albandi, 1964) sigue ofreciendo fabulosos chuletones txogitxu, cordero a la estaca y entrecot de vaca vieja. Una clientela fiel que acude allí tras disfrutar de las playas del concejo asturiano de Carreño en las que Torron también trabajó de socorrista. «Antes de ser auxiliar de ciclismo me buscaba la vida mientras hacía un módulo de Deportes», afirma el masajista más experto del próximo Tour de Francia, que arranca el sábado en Lille. Será la undécima edición de la Grande Boucle que afronta el asturiano, ahora en el Movistar. También es colaborador del Comité Olímpico Español (COE), la Federación de Fútbol (RFEF) y profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga (UMA).
Este fisio de sonrisa permanente trabajó en el Málaga CF durante 21 temporadas, acudió a ocho Juegos Olímpicos (cinco con la Federación de Ciclismo y tres con el COE), 26 Mundiales de ciclismo, cuatro Juegos del Mediterráneo, 13 Vueltas, 10 Tour y cinco Giros de Italia. Por sus manos han pasado futbolistas, atletas, nadadores, ciclistas, balonmanistas, karatecas, piragüistas, golfistas, esquiadores. La relación de ilustres es extensa: Craviotto, Llaneras, Hierro, Chema Olazábal, Van Nistelrooy, Valverde, Contador, Rominger, Freire, Delgado, Olano, Isco, Joaquín, Frankie Fredericks, Chema Martínez, Cubarsí, Francescoli, Juan Ayuso, Viran Morros, Aguinagalde, Darío Silva, Zulle, Virenque, Rafa Lozano, Garralda, Barrufet, Entrerríos, Hugo González, Jessica Vals, Carmen Weiler...
Tras disfrutar de varios días de descanso, este martes hará las maletas para marcharse a Lille con el Movistar para preparar la salida del Tour.
Torrontegui comenzó en el ciclismo en la Vuelta a España de 1988, en el Clas de José Manuel Fuente. «Recuerdo que la salida fue en Tenerife y que saltamos a Las Palmas. Me incorporé al equipo de El Tarangu gracias a la ayuda de Carlos Muñiz, ciclista y amigo mío de Candás. Aquella Vuelta la ganó Sean Kelly y el primer neoprofesional clasificado fue, precisamente, Muñiz. Yo tenía 23 años y ya me apasionaba el deporte. Esa pasión proviene de mi entorno de juventud, en Candás. Esta localidad está declarada por el COE Villa de Olímpicos, porque es el pueblo de España con más olímpicos por habitante. Allí nacieron, entre otros, Herminio Menéndez, Julio Alberto, López Carril, Enrique Rodríguez Cal o Carlos Prendes», dice mientras pasea por Candás, antes de la sesión de fotos en las instalaciones de Mareo del Sporting de Gijón que ilustra este reportaje.
Torron debutó en el Tour de Francia en 1991, el primero ganado por Miguel Indurain. Desde entonces, el carismático fisioterapeuta y el campeón navarro mantienen una relación cercana. «Somos de la quinta del 64 y hemos coincidido muchas veces, aunque nunca compartimos equipo. Él estaba en el Banesto y yo en el Clas, con Tony Rominger. En la selección español estuvimos juntos, pero nunca le traté. Él tenía su propio masajista, Vicente Iza. Sí traté a Perico Delgado, Óscar Freire o Alberto Contador, pero nunca a Miguel. Estuve con Indurain en los Juegos de Atlanta, cuando ganó el oro en la contrarreloj, y Abraham Olano, la plata. Mi primer Mundial fue el de Stuttgart de 1991, cuando Indurain fue bronce. También estuve en el histórico Mundial de Duitama de 1995, donde logró el oro en la contrarreloj y la plata en la ruta, con Olano primero. En la actualidad, cuando Miguel pasa por Asturias nos vemos. Últimamente bromeamos sobre que ya va siendo hora de que toque sus músculos», explica el técnico, de 61 años.
Federer y Nadal
Torron fue el hombre de confianza del suizo Rominger, conquistador de tres Vueltas y adversario de Indurain en la carretera y en la pugna por el récord de la hora. «Tony y Miguel fueron rivales y ahora son amigos. Son como Federer y Nadal. Se respetan, tienen una buena relación».
Las manos mágicas del asturiano cuidaron a grandes corredores del Clas, como Olano, Escartín, Mauleón, Ruiz Cabestany, Rominger, Suárez Cueva..., con los que mantiene amistad. «Ellos tienen la costumbre de juntarse todos los años para cenar durante una etapa de la Vuelta. Desde 1988 organizamos partidos de fútbol-playa a los que viene gente como Luis Enrique. Lucho es un gran entrenador y una persona majísima, pata negra, un friki del ciclismo».
Con su paisano Samuel Sánchez comparte complicidades. Las abuelas de ambos eran primas. «A Samu le conozco desde chaval, cuando venía a veranear a Albandi. Yo le vaticiné que sería campeón olímpico. En 2007, un año antes de la carrera en ruta de los Juegos de Pekín, fuimos a ver el recorrido y le dije que el trazado le venía a huevo para ganar. Aquel equipo, con Sastre, Freire, Valverde, Contador y Samu fue fabuloso», recuerda.
JORGE PETEIRO
Las manos prodigiosas de Marcelino han cuidado a miles de deportistas. El que más le impactó, por su elasticidad y fortaleza, fue el canadiense Mark McKoy, campeón olímpico de 110 vallas en Barcelona'92. Entre los ciclistas destaca el motor de clasicómanos como Bortolami, Baffi o Museeuw. Los músculos de Freire también le sorprendieron, como las piernas de los futbolistas Salomón Rondón y Julio Baptista. Dice que quien mejor supo sacar provecho a su físico fue Fernando Escartín.
Asegura que el ciclismo actual atraviesa por un momento espléndido y que Tadej Pogacar es un fenómeno: «Le vi el pasado año en el Tour y me sorprendió. El ciclismo de ahora no da tregua. Las etapas son más cortas y todos van a toda hostia, no frena nadie. Los técnicos y auxiliares no tenemos tiempo para tomar un bocadillo. La tecnología ha mejorado mucho el rendimiento de los corredores».
Pocos en el deporte español empatizan tanto como este extrovertido asturiano. «Me dicen que soy el mejor masajista del mundo, pero yo respondo que tengo la suerte de trabajar con gente muy buena. Yo, por mi manera de ser, siempre genero buen rollo y caigo bien a la gente, y eso influye».
La depción del Málaga
Durante sus 37 años en el alto nivel han abundado los éxitos. Las decepciones fueron mínimas, pero dolorosas. Las heridas provocadas por el despido del Málaga ya cicatrizaron, aunque quedaron marcas: «En el Málaga me dejé media vida, medio corazón. Me tuve que marchar por unas diferencias económicas mínimas. Me di cuenta de que no me querían en un sitio donde trabajé más de 20 años. Salí noqueado. Estuve muerto, pero reviví. Después de irme se me abrieron muchas puertas».
En plena pandemia, Torron dice que se reinventó. Estudió podología, se doctoró en Fisioterapia y se incorporó a la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga: «Llegué para cubrir una baja, y ahí sigo, impartiendo clases. La docencia es una carrera de fondo. Me gusta, pero al principio me costó, porque yo hablaba con las manos, luego me he ido soltando. Ahora, hasta doy ponencias en el Master de Fisioterapia de la Escuela Universitaria UAX Rafa Nadal o el Máster de Fisioterapia del Real Madrid. Soy como una hormiguita. Cumplo mis sueños. Trabajo con chavales, eso me mantiene joven».
«Tengo la suerte de que la UMA apuesta por la transferencia del conocimiento de sus profesionales, lo que posibilita que pueda colaborar de forma activa con Movistar, con el que tengo un contrato Otri, y al mismo tiempo cumplir con mis obligaciones docentes e investigadoras en la Facultad de Ciencias de la Salud», añade.
JORGE PETEIRO
A sus 61 años, Torron quiere ser agradecido: «Cuando te vas haciendo mayor te acuerdas de la gente que te ayudó. Yo estoy muy complacido con Eusebio Unzúe. Un día necesité salir de casa y él estaba allí. Siempre tuve la fortuna de contar con la comprensión del Málaga, que me permitía ir a los Mundiales y a los Juegos Olímpicos. También estoy muy agradecido a Alejandro Blanco por la oportunidad de trabajar en el COE. Él me rescató de la crisis que tenía, lo pasé mal. Yo sé bien lo que supone estar en primera línea y de ponto el teléfono deje de sonar».
Hijo futbolista e hija nadadora
La genética y el entorno profesional indicaron, inevitablemente, el camino a seguir. La actividad deportiva domina el entorno familiar de Torrontegui. Los hijos del fisio asturiano se han criado entre balones, raquetas y bicis, por eso no extraña que Samuel y Carlota se hayan decantado por el deporte. Los tres, siempre mimados por Susana, la filóloga inglesa, la madre, la compañera, la que sostiene todo el edificio.
Samuel, que tiene 20 años, sobresale en las categorías inferiores del Sporting de Gijón, en el equipo C. El fútbol le atrapó desde niño. Comenzó en el Málaga y allí estuvo durante nueve temporadas, en las que coincidió con Dean Huijsen, el nuevo central de la selección española y del Real Madrid. «Estuvieron juntos en alevines, cadetes e infantiles. Son buenos amigos. Yo mantengo contacto con los padres de Huijsen, unos holandeses muy majos que abrieron negocio en Málaga», dice Marcelino, un padre encantado con los goles y el desempeño de su hijo: «Samuel juega de delantero, es bueno, pero a mí lo que gusta es su madurez. Entrena, juega, se cuida y estudia segundo de Ingeniería Mecánica. No es raro verle a las 12 de la noche con libros o estirando», recalca el fisio del Comité Olímpico Español.
El Almería quiso ficharle, pero él prefirió seguir en el Sporting. En su trayectoria ha mostrado sus excelentes dotes de goleador, con buen manejo de ambas piernas y juego de espalda. «Tiene futuro, pero es un poco pupas, siempre le pasa algo», dice el progenitor.
Carlota apostó por la natación, triunfando en los campeonatos autonómicos y nacionales. Se formó en el Club Natación Inacua de Málaga y en 2021 fichó por el CN Santa Olaya de Oviedo. En 2021, con 18 años, se proclamó campeona de España de 200 mariposa, lo que le sirvió para obtener plaza para el Europeo de Budapest, torneo en el que logró colarse en las semifinales, terminando en el puesto 14 del top-16.
Torrontegui destaca que Carlota, de 22 años y estudiante de Derecho, tiene mucha fuerza de voluntad: «Durante muchos años se levantaba a las cinco y media de la mañana para entrenar en el CETD de Málaga. Creo que venirnos a Asturias frenó su progresión. Uno de mis sueños era compartir unos Juegos Olímpicos con ella».
Llegando a Toulouse, a falta de seis kilómetros (fuera de la zona protegida), los nervios desatados por los desconcertantes aguijonazos de Vingegaard y Jorgenson en el muro de Pech David y sus rampas del 20%, Tadej Pogacar saliendo en primera persona a falta de compañeros por la labor, un despiste, un toque de ruedas, un rival que se cruza, y el esloveno al suelo. De pronto, unos segundos de alarma total. Se levanta, se sacude los rasguños, recompone su bicicleta y vuelve a la carrera. Un Tour en un fogonazo. El Visma, tan agresivo un rato antes, levanta el pie y respeta a su rival, que no tarda en volver. [Narración y clasificaciones]
Habrá que valorar el golpe y cómo Pogacar se lame las heridas, que llegan justo antes de la hora de la verdad, de bajar a los Pirineos, de tres etapas para despejar dudas. En una etapa que fue de todo menos de transición, el triunfo fue para el noruego Jonas Abrahamsen, que culminó una maratoniana fuga desde las mismas calles que le vieron alzar los brazos un rato después, en la etapa de su vida, en un poderoso sprint contra Mauro Schmid.
Ellos fueron los más fuertes de los que resistieron. Ellos fueron capaces incluso de no flaquear y ceder ante el empuje de Van der Poel, que acudía desde atrás como un lobo, otra vez a las puertas de la proeza.
Antes de la primera hora de la verdad del Tour, de la llegada a los Pirineos y un tríptico para empezar a poner claridad en la general, la etapa de Toulouse, enclave clásico con hasta 28 metas (entre ellas la de 2003, con victoria de José Antonio Flecha), se antojaba un impás de calma o bien para la escapada o hasta para los sprinters que lograran esquivar la única trampa del trazado, los 800 metros de la Cota de Pech David, tan empinada que por momentos pasa del 20% de desnivel.
Y, sin embargo, como si el día de descanso hubiera insuflado de energías al pelotón o el calor hubiera trastornado sus pensamientos, todo resultó un bendito caos desde la salida en el Estadio del Toulouse. Como todos aventuraban allí, la escapada pronto logró formarse con cinco rodadores de nivel (Schmid, Ballerini, Abrahamsen y después Fred Wright y Burgaudeau), pero por detrás hubo un zafarrancho permanente.
Van Aert no paró quieto ni un momento. Se formaban grupos y subgrupos, en un caos permanente. Y hasta hubo un instante que el propio Jonas Vingegaard pegó un acelerón en el llano al que tuvo que responder el líder en persona, un Ben Healy que de no ser por el amarillo hubiera gozado en la batalla. Pogacar y el resto llegaron un rato después y justo entonces, con poco más de 50 kilómetros ya a la meta, se estabilizó la carrera, con otro quinteto de renombre por detras (Van Aert, Van der Poel, Simmons, Laurence y De Lie). El Movistar volvió a llegar tarde: cuando reaccionó con Oliveira ya no había nada que hacer para alcanzar a los fugados.
Los dos grupos se mantuvieron kilómetros y kilómetros con 20 segundos de diferencia. En las dos últimas cotas, Abrahamsen y Schmidt se compenetraron, se reivindicaron y se jugaron un bonito y merecido triunfo. Pero la noticia estaba por detrás, en el susto de Tadej, en el gesto deportivo de sus más enconados rivales, que no quisieron sacar tajada de la desgracias ajena.