Tres días antes de que España se enfrente a Alemania, durante la Eurocopa, la cúpula del Atlético celebra la puesta de la primera piedra de la Ciudad Deportiva. Uno de sus miembros recibe una llamada: Morata se queda. No es un gag. Las miradas se suceden, no sin incredulidad. Hay razones. Los mismos interlocutores habían escuchado del propio jugador, semanas atrás, su deseo de dejar el fútbol español, hastiado por críticas y pitos insoportables p
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Antes de las semifinales de Wimbledon, Juan Carlos Ferrero deslizaba que su pupilo Carlos Alcaraz ya ha alcanzado el punto de no retorno en el despegue de cualquier leyenda: ahora gana en los días buenos, en los malos y también en los regulares. Dicho y hecho. Ante Daniil Medvedev, este viernes, Alcaraz sólo fue el mejor Alcaraz a ratos y, sin embargo, dominó el marcador para ganar por 6-7(1), 6-3, 6-4 y 6-4 y clasificarse para su segunda final del Grand Slam londinense, la segunda consecutiva, la segunda que le enfrentará al tenista más laureado de todos los tiempos, Novak Djokovic. Un reto histórico.
A sus 21 años, este domingo (15.00 horas, Movistar) el español buscará su cuarto grande, aquel que le igualaría con Manolo Santana, Guillermo Vilas o Jim Courier, con la madurez de los escogidos: ahora ya avanza pase lo que pase. «Sinceramente he tenido partidos mejores. Esta temporada he jugado mejor que hoy varias veces y en este mismo Wimbledon me he visto mejor. Por ejemplo, contra Tommy Paul, en cuartos de final, diría que mi nivel de tenis fue más alto. También influyó el estilo de mi rival, los golpes que me hizo jugar, pero ante Daniil podía haber jugado mejor», reconocía Alcaraz que al mismo tiempo aseguraba que no le preocupaba en exceso: «Voy a la final sintiéndome bien, sé cómo puedo jugar».
Recursos contra Medvedev
En sus palabras había mucha humildad por reconocer los errores cometidos y, al mismo tiempo, un análisis certero de lo ocurrido. Porque, al contrario que el año anterior, Alcaraz apenas necesitó su versión superlativa, aquella que maravilla al tenis mundial desde hace tres años. No fue un éxito fruto de la efectividad, ni tan siquiera de la puntería, fue cosa de la imaginación. Completamente afeitado, en una imagen que no lucía desde hace meses, y acompañado de toda su familia, que se quedará en Londres hasta el domingo, el ahora número tres del mundo requirió de toda su paleta de golpes para desarmar el juego defensivo machacón de Medvedev. Ahora un golpe cortado, ahora una bola alta, un toque allí, otro toque allá y, por supuesto, dejadas, muchas dejadas. Al final, el ruso no pudo más que rendirse.
«Contra Daniil sabía que no podía entrar en intercambios largos, de más de 10 golpes. Tenía que variarle mucho los golpes e intentar acortar los puntos para que no se sintiera cómodo», aseguraba el español que mejoró sobremanera durante el encuentro. En los tres últimos sets fue el dominador que es, el quinto hombre que este siglo encadena finales de Roland Garros y Wimbledon por detrás de Djokovic, Rafa Nadal, Roger Federer y Andy Murray -ahí es nada-, pero el primer set salió torcido.
Un mal inicio, un brillante final
Sin más explicación que sus nervios y ese juego de Medvedev, sufrió muchos problemas con su saque -en ese set rondó el 40% de primeros-, se movió de manera dubitativa sobre la pista y falló en los puntos decisivos -dos de ocho en puntos de break-. Que remontara dos roturas en contra y llegara al tie-break supuso un esfuerzo en vano porque en esa muerte súbita todo marchó mal. Pero luego, de repente, ¡buf!, salió el genio de la lámpara.
En los primeros instantes del segundo set, Medvedev dio un pasito atrás y Alcaraz se comió la pista entera. Mejorando con su saque -sólo concedió una opción de rotura más en todo el encuentro-, corriendo de lado a lado como un velocista y afinando su acierto -en el primer set cometió 15 errores no forzados, en los otros tres, 20-, empezó a bailar como sólo él sabe bailar. Fue entonces cuando expuso sobre el verde todo su arsenal de recursos, las dejadas, los passing shots e incluso esa locura de globo entre las piernas al que ya parece tan acostumbrado. En el último set, resoplaba Medvedev porque otra vez, como también pasó el año pasado en semifinales, no tenía nada que hacer.
En la previa, golf y familia
«Tengo ganas de jugar la final. Ya sé lo que es estar en esa posición, se cómo lidiar con todo lo que va a pasar hasta saltar a la pista y creo que tengo el nivel para jugar», comentaba el ahora número tres del mundo que rechazaba el papel de favorito pese a haber vencido el año pasado en un partido a cinco sets para la historia y pese a la reciente lesión de rodilla del serbio. Este viernes éste superó al italiano Lorenzo Musetti con la facilidad de sus días más alegres (6-4, 7-6 [3], 6-4). «Supongo que habrá mucha gente que crea que yo tengo más opciones porque Djokovic llegaba con dudas al torneo, pero sí está en la final es porque está recuperado. Él sabe mucho mejor qué es jugar una final de Wimbledon, sabe mucho mejor que yo qué es ganarla, así que está preparado que yo», disimulaba Alcaraz.
Hoy, en la víspera de la final, el español seguramente tampoco entrenará, como ya hizo antes de las semifinales, y se iría a jugar al golf con su equipo al Royal Wimbledon Golf Club. Con sus hermanos pequeños Jaime y Sergio junto a él en Londres tendrá entretenimiento de sobras para alejar la mente del tenis y, si no, podrá distraerse con la previa de la final de la Eurocopa entre España e Inglaterra y con su ya clásica llamada de la suerte con Álvaro Morata. «Espero que sea un gran día para los españoles», deseó Alcaraz en la Central del All England Club y por ello se llevó un abucheo. Si no es un gran día, será uno regular o incluso uno malo, pero ya ha demostrado que igualmente puede hacer historia.
Ayoze Pérez es uno de esos futbolistas que, si dieran un paseo por la Gran Vía de Madrid, o cualquier otra calle comercial de (casi) cualquier ciudad española, no atraería demasiadas miradas. No le reconocería mucha gente. Ayoze Pérez, el delantero hoy del Villarreal y antes del Tenerife (donde jugará mañana), Newcastle, Leicester y Betis, es la útima incorporación de Luis de la Fuente a un puesto, el de delantero centro, donde, detrás de Morata, no hay nadie fijo. La actuación del canario ante Dinamarca (volvió loca a la defensa e hizo el segundo gol), unido a su temporada a las órdenes de Marcelino García (10 goles en este arranque de curso) le sitúan como el hombre de moda para ese puesto.
Dice el seleccionador que tiene hasta cuatro jugadores por puesto con el nivel suficiente para jugar con España. En este concretamente, en el de delantero centro, la figura incuestionable es la de Álvaro Morata. Por fútbol, claro, pero también por ser quien porta el brazalete. El capitán es muy querido en el grupo y mientras mantenga el nivel no tendrá problema para ser el titular. Ocurre, sin embargo, que tiene 32 años y faltan casi dos para el Mundial, de modo que la obligación del cuerpo técnico es ir viendo opciones. Objetivos no le faltan a Morata, a solo un gol de igualar a Fernando Torres como tercer máximo anotador de España. Lleva 37, y aunque algo lejos, Raúl, el segundo en esa lista con 44, tampoco es un imposible.
Pero detrás de Morata hay pelea. Ayoze, visto estos últimos meses, y visto lo del viernes por la noche en Copenhague, es ahora mismo el meritorio número uno. Pero no es el único. De hecho, el siguiente podría ser Samu Aghehowa, la gran novedad de esta convocatoria, un chico que también ha empezado la temporada como un avión, marcando 12 goles con el Oporto y cuatro en el último partido con la sub'21, en octubre. Con una tipología completamente distinta a todo lo que hay (alto, fuerte, potente y rápido), es una opción de futuro pensando en ese Mundial de México, Estados Unidos y Canadá. Jugará mañana frente a Suiza y será el momento de empezar a calibrar su incorporación a un grupo que ahora mismo va sin freno por la vida.
El tercer nombre, que no ha venido a esta llamada, es Joselu. Fue uno de los fijos con De la Fuente desde que llegó, en marzo de 2023, y se mantuvo, pese a marcharse a jugar a Qatar, en los partidos de septiembre y octubre. No está aquí, pero De la Fuente ya ha demostrado que hay pocas decisiones irrevocables (la de Sergio Ramos, y poco más). Por ejemplo, llamó a Jordi Alba para jugar la fase final de la Nations League en el verano del 23. De modo que tampoco es descartable que vuelva a recurrir al ex delantero del Madrid.
Otras opciones menos probables pasan por jugar con Mikel Oyarzabal como falso delantero (algo que no convence mucho a De la Fuente, mucho más partidario de delanteros puros y duros, con las características que tengan) o seguir de cerca a Mateo Joseph, el delantero que está brillando en la sub'21 (cuatro goles en cuatro partidos). Futbolista del Leeds, cántabro pero salido de la cantera del Espanyol, es otra vía para el futuro.