Tres minutos lamentables, cuatro horas terribles y cinco días de pesadilla es el resumen de la última semana del Atlético de Madrid. Desde los incidentes del derbi, los rojiblancos andan peleados con el mundo y, futbolística e institucionalmente, las malas noticias se concatenan. Sanción y derrota en un miércoles negro para el club colchonero. Y, además, esta Champions no espera nadie. Lisboa recupera viejos demonios para el conjunto colchonero. [Narración y Estadísticas, 4-0]
Salió el Benfica a cazar un equipo empequeñecido, como hacen las águilas con los pequeños roedores. Tres disparos en 10 minutos, dos de ellos muy peligrosos y, si no está Oblak, hubiera llegado el primer gol mucho antes. Lo hizo en el 12, Aktürkolu, un menudo delantero turco muy rápido y muy solo. Witsel le olvidó en el pico del área pequeña y el jugador del Benfica no perdonó.
No está el belga como el año pasado, quizás la edad y, sobre todo, la poca continuidad le empiecen a pesar al, antaño, bastión de Simeone. Ha pasado de ser uno de los jugadores de campo más utilizados la temporada pasada solo por detrás de Griezmann, al vigésimo puesto participando apenas en cinco de los primeros 10 partidos.
Hay un ejemplo en el lado contrario, una especie de futbolista con el síndrome de Benjamin Button por el que no parecen pasar los años, de hecho tiene uno más que el belga, 36. Di María no fue un niño, fue un demonio. Por dentro, por fuera. El Fideo se colaba por cualquier rendija de la defensa rojiblanca, esta temporada más férrea que la anterior, pero en Lisboa algo dubitativa tras perder a Le Normand por una seria contusión cerebral y, durante el partido, a Marcos Llorente tras lo que, pareció, una lesión muscular.
De hecho, la pudo liar el argentino en la última jugada de la primera parte. De juveniles que a la defensa del Atlético la cogieran descolocada en un saque de banda con Di María a su espalda. Disparó el argentino tras retar al propio Witsel y un rechace en el belga le cayó a Pavlidis que disparó cruzado al palo.
Había mejorado el Atlético justo antes de ese descuido, pero lo hacía con poca profundidad en ataque y un Griezmann errático. Muchos pases falló el francés para lo que en él es habitual. Esa mejoría pudo culminar tras un centro de Lino que se envenenó y pegó en el larguero para silenciar por un momento al ruidoso estadio Da Luz. Mala suerte.
Con una ventana menos por el obligado cambio de Llorente por Molina, parecería que Simeone iba a aguantar las sustituciones para más adelante, pero el equipo necesitaba un toque de atención, más allá de la charla en el vestuario al descanso. Salieron el nuevo ídolo rojiblanco, Gallagher y Sorloth acompañados de Javi Serrano para intentar poner orden en Lisboa. La infausta Lisboa en la que, en la segunda parte, volverían a situarse para defender la portería de aquel fatídico minuto 93. Imposible imaginar el sentimiento de Simeone una persona obsesionada con las cábalas y las supersticiones.
Sin reacción
Sorprendieron los sustituidos, ya decíamos sobre la imprecisión del delantero francés, pero Koke había descansado ante el Madrid en el derbi, salió en la segunda parte. Aunque, siempre se dice que los caminos del Cholo son inescrutables. Eso sí, las cosas no pudieron empezar peor. En el primer acercamiento del Benfica al área de Oblak, Pavlidis se tiró a tres defensas rojiblancos, le pisaron dos de tres. Llamó el VAR a Gözübüyük, penalti. Di María, claro, no perdonó y casi asiste para el tercero en dos ocasiones un minuto más tarde. En la primera Pavlidis no pudo concretar, en la segunda pecó de individualista. Lo dicho, un demonio.
Si esperaban una reacción rojiblanca no sigan leyendo. No la van a encontrar. Ni siquiera Simeone agitaba los brazos. Ni siquiera corría por la banda. Los cambios no provocaron la revolución deseada y el Atlético siguió pareciendo un equipo cansado y sin capacidad de respuesta. Quizás el calendario esté pasando más factura de lo debido. Empiezan a aparecer las lesiones y las derrotas. Miércoles negro para el Atlético que aún se oscureció más con el cuarto gol del Benfica, también de penalti y pudo caer alguno más. Sancionado y apaleado. Otros cuatro en Lisboa, lo que decíamos, las cábalas.