Mbappé despierta a la Real Sociedad del sueño Champions

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Resoplaba y se desperezaba Kylian Mbappé antes de salir de calentar, dispuesto a salir del letargo que le impuso Luis Enrique justo cuando la grada del Parque de los Príncipes, que desata el runrún cuando agarra la pelota, le pide mostrar su fútbol descomunal en este examen Champions que se le atraganta cada año. Por si acaso es el último servicio. Sabe Mbappé, transmutado en 9 por el técnico asturiano, que su gente siempre le espera, como se supo en la lupa de toda España, la txuri-urdin, la madridista y el resto arrastradas por la curiosidad. No defraudó. Apareció para despertar a una descarada Real Sociedad del sueño, demostrar que se jugaba en su jardín y abrir el marcador justo cuando más lo necesitaba el PSG. Estiró a un equipo que, con la inercia del marcador a favor, es una apisonadora. [Narración y estadísticas: 2-0]

A la Real no le dio miedo. Para qué si el resultado puede ser el mismo temblando que afrontando la vida con su descaro habitual. Claro que había que esforzarse en sujetar al tridente francés que completa un endiablado Dembélé y el joven Barcola, pero André Silva se atrevió en el primero minuto a meterles el susto en el cuerpo. Presión alta para recuperar y probar a Donnarumma. El plan de Alguacil a punto estuvo de caer a los cinco minutos si Remiro no hubiera atajado el disparo de Mbappé. La primera pérdida de Zubimendi permitía al PSG activar su fortaleza: morder y lanzar como balas al delantero parisino y al Mosquito.

Se dibujaba un partido de ida y vuelta que no daba un respiro, pero la Real logró aposarlo. Asustó de nuevo con un cabezazo en el segundo palo de Mikel Merino a saque de falta de Brais y pronto encontró la grieta por la que quebrar al equipo de Luis Enrique. Take Kubo tenía la criptonita. Rompía a Lucas Beraldo con suma facilidad y, si en la primera probó un disparo ajustado al palo, en la segunda le puso un centro acaramelado a Silva que el portugués cabeceó al lateral de la red. No iba a ser fácil romper la racha de 384 minutos sin marcar, pero al menos el PSG no estaba cómodo.

No podía correr porque no le daban ni un segundo de ventaja. Javi Galán le aguantaba al duelo a Dembélé y Barrenetxea, con poca chispa en ataque, al menos mantenía bajo vigilancia a Hakimi. Zubeldia, con ayudas, vivía pendiente de Mbappé, con menos pelota de la que soñaba, y Barcola tampoco podía con Traoré, salvo cuando cabeceó solo un centro de Hakimi al borde de la media luna del área. Se acercaban los franceses, pero con sensaciones extrañas porque la Real estaba muy entera y dispuesta a golpear.

Un error que pagó caro

La zozobra la olió Kubo, que encaró una y otra vez forzando córners y centros hasta que Mikel Merino cazó uno y estrelló en el larguero su zurdazo al filo del descanso. El duelo seguía abierto, se tuteaban y la Real se sentía muy viva. Tanto que arrancó con la misma osadía el segundo tiempo hasta que un cúmulo de detalles rompió el equilibrio.

Con Traoré fuera del campo atendido, el PSG sacó un córner y Take Kubo se olvidó de vigilar al segundo palo a Mbappé. Un regalo para el delantero que cazó la pelota con el exterior para batir a Remiro. Fueron minutos de zozobra de los donostiarras y de empoderamiento del ídolo del Parque de los Príncipes, que buscó el segundo con un misil desde la media luna que el meta vasco tocó para que se estrellara en el larguero.

Pareció desatarse un vendaval que podía arrasar al conjunto donostiarra y convirtió en inevitable que la ventaja local aumentara. Robó un vertical Dembélé en su campo, desahogó con Fabián y el andaluz encontró a la carrera por la orilla izquierda a Barcola, que se deshizo de Traoré para batir de nuevo la portería vasca. En apenas diez minutos, la Real había encajado los mismos goles que en toda la fase de grupos y se enfrentaba a su primera derrota sin que encontrara forma de evitarlo. Salió herida de París sin merecerlo.

kpd