LOS MOMENTOS DE 2022
Logró su segundo título mundial consecutivo con 15 victorias, dos más que las conseguidas por Schumacher y Vettel. Lo certificó en el Gran Premio de Japón, a cuatro carreras de la conclusión
Max Verstappen lo sospechó por los vítores de sus mecánicos en medio de la entrevista, tras el Gran Premio de Japón, pero entró en la antesala del podio convencido de que aún tendría que esperar otras dos semanas. Cuando vio que todos le daban la enhorabuena, preguntó a su alrededor con un desconcierto creciente. «Yo diría que no, ¿No? ¿No, verdad? ¿Sí? ¿Seguro?». Fueron cuatro veces, las dos últimas a un oficial. Sólo entonces se ajustó la gorra y pasó a una salita donde le esperaban una pantalla enorme, un sillón regio y una pared que lo anunciaba en letras bien grandes: «Campeón del mundo de Fórmula 1».
Es lo más cerca que alguien estuvo de cuestionar la segunda corona de Max Verstappen, y fue él mismo, que no tenía claro cómo quedaba el baile de puntos en Suzuka. Después de la agonía con que ganó su primer título, adelantando a Lewis Hamilton en la última vuelta de la última carrera, y con una decisión muy discutida de dirección de carrera, el neerlandés dominó este año de manera incontestable. Campeón con cuatro semanas de antelación, récord de victorias (15, superando las 13 de Michael Schumacher y Sebastian Vettel) y doblete de Red Bull para romper el largo reinado de Mercedes.
«El primer título siempre es el más emotivo, pero creo que este, por rendimiento, es sin duda el mejor», zanjó nada más retener su corona. Algo impensable al inicio del curso, cuando Red Bull peleaba con un problema de sobrepeso y Verstappen abandonó en dos de las tres primeras carreras.
Se esperaba entonces un intenso duelo con Ferrari, como los que protagonizó con Charles Leclerc en Bahrein y Arabia Saudí. Pero a medida que la escudería austriaca iba arañando kilos a la báscula y el neerlandés afinaba su pilotaje, fue abriéndose una brecha que pronto sería inabarcable.
Verstappen dominó a tal punto que en Monza, con siete carreras por delante, ya hablaba de manejar el colchón. «Ya no necesitamos más victorias», llegó a decir minutos antes de la salida. «Pero las quiero». Y ganó. Empezando por ese mismo circuito en el que nunca había subido al podio y en el que partía con una sanción de cinco puestos por cambio de motor. Venció saliendo desde la séptima plaza, igual que había hecho en Hungría saliendo 10º. Cómo sería de superior que incluso en Bélgica, saliendo 14º, era favorito. Y ganó.
«Fue un fin de semana increíble», rememoró hace unos días en F1 Talks. «Nunca había experimentado un dominio así en la Fórmula 1. Desde el momento en que salimos a pista, todo funcionó bien. Sabíamos que teníamos la sanción, pero aunque tuviera que salir decimocuarto estaba convencido de que si pasaba la primera vuelta sin daños iba a ganar».
Nueve triunfos sin salir primero
La victoria en Spa-Francorchamps fue la plasmación de un piloto en estado de gracia. Esta temporada, la FIA renovó a fondo su reglamento para favorecer el espectáculo y los adelantamientos, y pocos sacaron más partido que Verstappen, que logró nueve de sus 15 triunfos sin salir desde el primer lugar de la parrilla. Una vez que Red Bull consiguió meter en cintura esos kilos de más y afilar el monoplaza al gusto de su primera espada, el neerlandés voló de manera espectacular hacía el título.
Verstappen ganó nueve de las últimas 11 carreras. Con la victoria en Suzuka abrochó su segundo Mundial; con la siguiente en Estados Unidos le dio a Red Bull el primer título de constructores desde 2013 y batió el récord de puntos en una temporada, que estaba en manos del británico Lewis Hamilton; con el triunfo en México batió el récord de victorias de Michael Schumacher y Sebastian Vettel; y con el de Abu Dhabi cerró un curso apabullante. Una solvencia que nada tiene que ver con la agonía de su primer título.
Mercedes no arregló a tiempo sus problemas de rebote con el nuevo monoplaza y Hamilton se fue de vacío por primera vez en su carrera. Ferrari, que tan bien empezó la campaña, se perdió entre errores de estrategia de sus mecánicos y un persistente problema en la degradación de los neumáticos. Leclerc fue quien más cerca estuvo del neerlandés y Carlos Sainz sumó su primera victoria en Silverstone, pero la irregularidad condenó a los italianos.
El dominio de Verstappen fue la mejor demostración de ese hambre que también alguna vez llegó a traicionarle. Como cuando, con el campeonato ya en su vitrina, se negó a ayudar a su compañero Checo Pérez en la pelea por el segundo puesto.
El mexicano, al que acusa de accidentarse a propósito en el Gran Premio de Mónaco para cancelar la clasificación, acabaría el Mundial tercero, a sólo tres puntos de Leclerc. A sus 25 años, y después de firmar una temporada apabullante, Verstappen aspira a marcar una época en la Fórmula 1.