Mari Pau Corominas, finalista en México 68 y a los 71 años todavía nadando travesías: “Spitz era uno más del grupo”

Mari Pau Corominas, finalista en México 68 y a los 71 años todavía nadando travesías: "Spitz era uno más del grupo"

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La pionera del deporte español confiesa que no ha dejado el agua “nunca” y que todavía recibe clases de técnica. A los 16 años fue séptima en los Juegos Olímpicos, se marchó a Indiana a entrenar y lo dejó al volver, a los 18

Corominas posa para el EL MUNDO en BegurMARNATON

«¿Sabes qué? Todavía voy a clases de técnica una vez a la semana. Muchos me dicen que no me hace falta, pero todo evoluciona, todo mejora. Por ejemplo, ahora es muy importante el rolido, girar tu cuerpo con cada brazada para disminuir la superficie que choca contra el agua. En mi época no era así, todos nadábamos como un palo, sin movernos. Es muy importante seguir aprendiendo, mantener el cerebro en marcha».

Habla Mari Pau Corominas, la niña que abrió las aguas, la primera española que logró un diploma olímpico. A los 16 años, en México 68, durante el franquismo, cuando apenas viajaban mujeres a los Juegos Olímpicos, fue séptima en la final de los 200 metros espalda. A los 71 años, ahora, sigue completando travesías a nado, la última, el pasado sábado, en la Copa Marnatón de Begur, donde recorrió 3,5 kilómetros.

De sus inicios en la piscina del colegio Betania de Barcelona, de sus viajes en ferrocarril a Sabadell para entrenar, del apoyo de su familia en una época complicada, del éxito olímpico, de sus entrenamientos con Mark Spitz en Indiana o de cómo se retiró a los 18 años por falta de ayudas no le apetece mucho hablar. «¡Es que ya han pasado más de 50 años!», se queja. Pero de su preparación actual está encantada de ofrecer detalles.

“Me fijo en mi cuerpo”

«No he dejado nunca de nadar. Cuando nacieron mis tres hijos no tenía tanto tiempo y me costaba más, pero siempre me he mantenido. Ahora voy a la piscina dos o tres veces por semana. Estoy en un grupo con varios veteranos que están muy apasionados: les encanta ir a travesías, competir en campeonatos… Yo prácticamente sólo entreno, voy a pocos sitios, todo eso de la competición ya lo viví, pero disfruto mucho con ellos. De joven sólo quería nadar rápido, batir récords, pero ahora me encanta fijarme en mi cuerpo, como cojo el agua, como la dejo atrás, la fluidez del movimiento», asegura la nadadora.

Nunca ha parecido muy cómoda con la etiqueta de pionera del deporte español.
Sí, ahora sí, cada vez más. Lo que pasaba es que yo cuando competía no me sentía pionera. La participación femenina era bajísima, pero no pensaba en ello. Tampoco después porque cuando me retiré estuve muchos años sin que nadie se interesara en mi. Ni entrevistas ni nada. Ahora sí. Han pasado muchos años, muchos actos, muchos encuentros con otras pioneras y soy más consciente de que ayudé a abrir camino.

«En mi época no había un único impedimento para las niñas, era todo, la sociedad en sí. La mayoría de familias no entendían que una niña quisiera hacer deporte, la mayoría de escuelas no lo incentivaban, más bien lo contrario… todo jugaba en contra. Mi fortuna fue esa: mi familia no me puso ninguna pega, en mi escuela se nadaba y el Club Sabadell me ayudó. Sólo encontré dificultades después de los Juegos, cuando salí de mi entorno», recuerda Corominas. Por mucho que esquive la memoria, en ella está la historia del deporte en el país.

La experiencia en Estados Unidos

Después de destacar en la escuela, siendo aún una niña, fue llamada para formar parte del grupo que el entrenador holandés Kees Oudusgest había formado en Sabadell y no tardó en destacar. A los 14 años, en 1966, fue la primera finalista española en un Europeo de natación. En los Juegos de México 1968 alcanzó la cima en plena adolescencia y pidió marcharse a Estados Unidos para seguir creciendo. Costó una barbaridad que le ayudaran, incluso su padre tuvo que adelantar el dinero, pero lo consiguió. ¿Podía colgarse una medalla olímpica? Nunca hubo respuesta.

Permítame preguntarle por la experiencia de entrenar junto a Spitz en Indiana y por su pronta retirada.
Aquí empecé la universidad y vi que era imposible compatibilizar los estudios con la natación, así que pedí una beca para irme a Estados Unidos. Parecía imposible, pero al final pasé seis meses en Indiana. Y estaba Spitz, sí, pero era uno más del grupo, fue más tarde, en Múnich 1972, cuando ganó tantas medallas. Los entrenamientos eran muy intensos y cuando volví, se me acabó la beca, no me salieron las cosas en el Europeo de Barcelona y lo dejé. Y ya está. Nadie me intentó convencer, nadie me dijo nada. Tenía 18 años, me puse a estudiar Económicas y no volví a competir.

kpd